PROLOGO. ¿Cómo nacen los bebés?
Al menos alguna vez en nuestra vida, la mayoría de las personas se han preguntado "¿cómo nacen los bebés?" y las respuestas que nos pueden dar son tan variadas que nadie sabe con cuál de ellas habrás de toparte cuando intentes averiguarlo con tus queridos padres. De mi parte, la respuesta me sorprendió tanto cuando era apenas un mocoso de seis años como ahora que tengo dieciséis.
Mis padres se mostraban afectados cuando lancé la pregunta en mitad de la cena. Mi madre abandonó el comedor a toda prisa con su rostro bañado en lágrimas; mientras que mi padre casi se arrancaba los dedos de las manos con ansiedad.
Tras ver las reacciones de mis padres, podía asegurarle al resto del mundo que acababa de cometer algún pecado por el cual hoy en día estaría excomulgado o viviendo como ermitaño en las montañas; así que trate de rememorar cada una de mis palabras, procurando asegurarme de no haber insultado a nadie. En seguido, con temor, balbuceé un poco antes de retomar mi pregunta:
—¿Cómo nacen los bebés? —él permanecía pálido en su silla y el único sonido que podía escuchar ahora eran los sollozos de mi madre en la habitación continua.
Supliqué, tratando de agrandar mis ojos como hacia mi madre para conseguir que mi padre cediera. Entonces, cuando creí dominada su estrategia mi padre se detuvo con la boca abierta, así que me esforcé por continuar con la mirada hasta que mi padre volvió a hablar.
—¿A qué viene esa pregunta, Masaru? —estaba serio, sí, muy serio. Pero ahora que había avanzado, no podía echarme atrás, por lo que si alguno de los dos debía de conseguir la respuesta ese seria yo.
Sonreí ante la idea de ganar a un adulto y respondí con la ilusión de obtener próximamente la respuesta a lo que deseaba.
—Es que…dentro de poco tiempo Doremi tendrá una hermanita y me dijo que todos los bebés nacían de maneras diferentes, y yo quería saber de qué forma había llegado yo – mi padre más serio de lo habitual, tomó un poco de aire y al final abrió la boca para decirme:
—De acuerdo, te lo diré —había ganado, y estaba por celebrarlo cuando prosiguió —. Pero debes prometer que no se lo dirás a nadie —asentí y ofrecí mi meñique en señal de guardar mi palabra; aunque, sabía que rompería mi palabra mañana en el colegio.
—Masaru… —mi padre enfrentó sus ojos con los míos y prosiguió —tu, naciste de una extraña hiedra del jardín.
Me pareció una respuesta bastante interesante y no podía entender porque mi padre se había tardado tanto en decírmelo. Todo estaba perfecto, al menos hasta el día siguiente que todos los chicos se burlaron de mi en el colegio y me explicaron que nacíamos de la panza de mamá por cesárea, parto normal, etc.
Así pues transcurrieron los siguientes diez años, mamá murió cuando yo tenía siete y lo único que quedaba para recordarla era un hermoso jardín lleno de orquídeas al frente de la casa. Ella solía amar cada planta del jardín, incluso aquellas plantas que jamás floreaban o daban fruto.
Los viernes por la noche cuando terminaba mi medio turno en el restaurante, dedicaba unos momentos para ayudar a mi padre con el jardín y así mantener un poco de mamá con vida. Este era uno de esos días.
—Masaru, ¿recuerdas nuestro secreto? —inquirió mi padre.
—No tengo la menor idea de lo que hablas, pa´ —respondí a mi modo despreocupado de ver las cosas.
—Supongo que no lo recuerdas ya que eras muy joven. Pero cierto día te conté que naciste de una extraña hiedra –al parecer mi padre se perdió algunos años de mi vida, tengo dieciséis años y sé TODO sobre el lugar del cual vienen los bebés. Pero no seré tan duro, el hombre quiere enmendar su error y yo no tenía porque quitarle la inspiración —Me gustaría contarte esa historia…
Tu madre y yo… pasamos varios años tratando de tener un hijo sin obtener resultados: programamos los días fértiles de tu madre y tomamos algunos medicamentos, nada parecía acercarnos a nuestro objetivo.
Así que decidimos ir al médico, y él nos informó que, lamentablemente tu madre era estéril.
Lo miré incredulo, ¿Acaso podría yo ser adoptado? Éramos tan semejantes, que sin lugar a dudas yo era su hijo; aunque acababa de decir que mi madre era estéril, jamás dijo algo de él ¿Podría ser que mi padre hubiese engañado a mi madre? De ser así ¿por qué confesarlo ahora que esta muerta? ¿No tenía respeto por los muertos? ¿O es que planeaba aparecer a mi madre en cualquier momento?
No, yo no quería a otra mamá, lleno de rabia empuñé mi mano y tiré un golpe al suelo. Estaba confundido y de pronto todo parecía claro… Esperar hasta ahora, quedarse callado y su nerviosismo. El muy maldito había engañado a mi madre y quería absolver su culpa con una confesión.
Si pensaba que una confesión bastaba para redimirse estaba equivocado, mínimo debía llevarse un buen puño de mi parte. Me giré para asestarle un buen golpe, pero me detuvó y usó el impulso para girarme y tirarme de lleno al piso.
Desde el suelo, con el aspero suelo tallando mi mejilla busqué resistirme sin resultado y atinar un buen golpe. Así pues al sentir la inmovilidad de mis brazos, le ataqué con palabras llenas de rencor y odio.
—¡Tú la engañaste!, no puedo creer que ELLA lo haya permitido, ¡eres un idiot…! – una bofetada calentó mi mejilla y secó mis labios. Cuando sentí libre mi brazo me prepare para regresar el golpé y choque con sus ojos cubiertos en lagrimas.
Estaba llorando como nunca lo había visto. Comenzó a hipar y dejé de oponer resistencia, si mis suposiciones eran ciertas ¿quién era yo para juzgar a mi padre?. Sentí la culpa llenarme y esperé un reproche que nunca llegó; por el contrario, me miro con dulzura y prosiguió como pudo permitirse su discurso.
—Haruka se recostó en la cama olvidándose por completo de todo, trate de animarla, de consolarla e incluso a considerar la adopción, pero ella se negaba. No sabía qué más podría hacer por ella, no quería que sufriera.
Limpió las últimas lágrimas de su rostro, luego limpió su nariz con la camisa; mientras que recuperaba un poco la compostura. Por mi parte, no estaba seguro de querer escuchar el final de la historia, pero la curiosidad me ganó.
—Durante ese tiempo, el patio lucia todo un desastre donde varias enredaderas se habían apropiado del jardín. Una en particular se volvió prácticamente un árbol en cuestión de meses; sin embargo, no le di ninguna importancia. Con el tiempo tu madre decidió salir al jardín para distraerse y así dio con una enorme hiedra con un botón rosa entre las hiedras.
Ese día las hiedras despidieron una extraña luz con diversos matices verdes y luego resbalaste de sus pétalos al suelo sin parar de llorar.
Estaba perplejo, mi padre podría haber enloquecido por lo que mi refería, inclusive podría acusar a la soledad de semejante situación. Me acerqué hasta donde mi padre y reconocí residuos de las lágrimas en sus ojos.
—Papá, creo que necesitas descansar —él sonrió. Quizás había perdido la cordura como el Guason de Batman o yo veía demasiadas películas.
Negó con la cabeza, luego me tomó de los hombros y mirándome con la mayor decisión que pudo permitirse me dijo:
—Hoy me hicieron comprender que los milagros tienen un precio, por eso no me cuestiones y por favor intenta esto: Piensa en algo que aprecies, concéntrate y chasquea los dedos. Sin importar lo que desees, ese algo aparecerá —lo miré preocupado —. Sin preguntas. Me insistió.
No comprendía porque lloraba, ni tampoco porque parecía querer detenerme. Reconsideré la situación y seguramente podría hacerlo y eso le convencería de estar equivocado. Asentí.
El primer objeto que pensé, jamás aparecería: la ocarina de Hazuki. Entonces, siguiendo las instrucciones de mi padre una diminuta nube estalló entre nosotros y dejó caer ligera la ocarina entre mis manos.
Mi padre me abrazó fuertemente.
—¿Cómo ocurrió esto?
—Masaru, eres un mago. Me lo habían advertido el día que naciste de esas hiedras mágicas, y quise probar que se equivocaban; pero ahora puedo ver yo era el errado: Siempre has sido un mago.
Antes de que pudiera digerirlo, ví aproximarse un rostro conocido, sus ojos carmesí y su melena pelirroja en forma de honguito. Pude percibir que había aumentado su estatura, podía percibirlo pese a estar en cunclillas por el doblez de sus piernas. Lo ví tomar su cuaderno y escribir mientras hablaba.
—Ya me decía yo que era raro ver a un chico como tu con ese mechón de cabello tan propio de los magos.
—Tú…
—Él también es un mago —declaró mi padre, antes de que acabará de escupirle unas cuantas cosas a ese sujeto que una vez compitiera conmigo en la trompeta —y está aquí para enseñarte a usar tus poderes, ya que yo no puedo hacerlo.
—¡¿Qué!?
—Puedes llamarme, Superior Fujio.
—O puedo llamarte, el desinflado —el sujeto me miró con odio. Aún podía recordar su derrota cuando no pudo terminar el concierto para Hazuki por quedarse sin aire.
No podía creer que ese molesto sujeto tenía que ser un mago y encima ese sujeto que coqueteaba con Hazuki…¿y por qué tenía que importarme algo así si ella y yo? Bueno… y ahora que lo pienso ¿cómo se supone que le regresare la ocarina a Hazuki?, decididamente este no fue un buen día.
Notas de la autora
Hola, mucho gusto tenerlos leyendo está historia que he resubido porque no concordaba con la edad del primer capítulo, por que armando la historia me di cuenta que esto era a penas un prologo para ponernos en contexto, la historia va un poco más en torno al incidente que ocurre al final del primer capítulo y bueno. Tengo la idea escrita en Telegram, solo necesito explayarme y me propongo hacerlo en vacaciones. Es más llevo ya parte del tercer capítulo, pero hay algunos detalles que afinar con Fujio.
Gracias por dedicar un tiempecito a leer este fic y nos estaremos leyendo.
