Miroku se mete en problemas

Los gritos de Shippo jugando alegraban la mañana del grupo mientras realizaban sus tareas; Kaede fue a visitar un enfermo de varicela, Sango había cogido recientemente una afición de afilar los cuchillos, que a Miroku le daba escalofríos de pensar para que los quería. Kagome, desde el momento que había vuelto del futuro, estaba hablando con Inuyasha. El monje no pudo evitar una sonrisa lasciva, ¡La ino era un bombón!. Sus largas piernas de ensueño deslumbradas por ese corto y ceñido vestido de rata de fuego, cara de princesa, "blanca perla en la oscuridad del fondo marino" Era el pensamiento de Miroku al verla...Solo eso. Inuyasha más bien era algo que reaccionaba con su parte masculina, que vamos, le "activaba", mientras que Sango...Una sonrisa de puro amor tal mariposa rozo sus labios. Sango era otra historia, su corazón iba a cien por hora solo de recordar su sonrisa, el sonrojo cuando él le daba un piropo, el enfado que le producía al verle coquetear con otras chicas … Amaba todo de ella.

-Tsh! ¡Miroku!- Algo reñido salio de sus pensamientos, quería seguir soñando con "su" bella Sango.

-¿Qué?- Se dio cuenta que eran algunos de los aldeanos del pueblo.

-¿Tienes la mercancía?-Sonrío, los aldeanos se habían aficionado rápido a los artículos del futuro, sobretodo al material que Sota, el hermano de Kagome, escondía en el compartimento secreto de su mochila amarilla.

-Por supuesto- El grupo echaba sonrisas tontas, en las caras bañadas por el sol de medió día.

Saco de sus anchas mangas moradas, unas curiosas revistas que tanto odiaban las mujeres; Revistas Playboy. Los aldeanos no podían ocultar su impaciencia, detrás de la cabaña de Kaede, evitando miradas indiscretas, empezaron a mirar a las suculentas mujeres de poses y razas variadas. Miroku se reía de la reacción de los hombres cuando vieron a las mujeres de piel oscuro y deferentes colores de pelo, pensaron que eran demonios o cosas así. Olvidaron todo eso el ver a una seductora mujer de pelo azul de piel medianamente oscura, de voluptuosos curvas y pose relativamente más que … digamos "sugerente".

Todo iba bien; los hombres estaban asombrados, echando halagos al chico de ojos violeta... hasta que aparecía la muerte en persona.

Poco a poco los hombres fueron saliendo corriendo de la escena. Miroku, más asustado que avergonzado, miro sobre su hombro izquierdo para observar a una cazadora de demonios, crujiendo las manos con los ojos del mismísimo satanás.

.

.

.

Ya en el porche de la pequeña cabaña, Miroku, totalmente derrotado y usado como un saco de boxear. Contemplaba a las dos amigas sentadas en la valla del cultivo mirándolo con caras divertidas, "Como se nota que nos han torturado a ustedes".

Decidió que era una perdida de tiempo llorar por sus revistas rotas y de los posibles cardenales que saldrían. Mejor era vigilar al niño y evitar que Sango cortara su "apéndice" favorito. "Ahora entiendo su nueva manía de afilar cuchillos"