CAPÍTULO 1: LO MEJOR PARA KONOHA.

Eran las once de la noche cuando el mensajero llegó a toda velocidad a la residencia del patriarca del Clan Uchiha.

Aunque la hora no era la apropiada para recibir visitantes, bastó ver tan sólo el rostro pálido y la respiración, nerviosa y agitada, del joven chunnin, para que la sirvienta que le recibió en la entrada comprendiera que el asunto que lo traía a esas horas debía ser de la mayor urgencia, por lo que lo hizo pasar al recibidor de la tradicional morada, en donde esperaría a ser atendido por los señores del hogar. Luego de dejar al joven allí, sólo, la muchacha corrió en dirección a la alcoba de sus amos a anunciarlo.

Uchiha Fugaku se levantó apresurado y algo molesto a ver al visitante. Si algo le incomodaba era que se le buscara a tan altas horas de la noche.

Entendía que él era el comandante del cuerpo policial de la Aldea Escondida entre las Hojas, pero había oficiales de menor rango que podían encargarse de cualquier asunto que surgiera durante la noche. Ciertamente ya no era un muchacho y ya no le atraía salir a cualquier hora de la noche a perseguir criminales o tratar asuntos de seguridad como cuando era un joven inconsciente. Menos aún dejar sola, en el lecho matrimonial, a su mujer.

Una sola cosa le había distraído de sus responsabilidades profesionales y familiares en las últimas semanas, pero ese asunto todavía era lo suficientemente secreto y limitado como para que alguien molestase sobre aquello.

El mensajero se sorprendió en ver al señor de los Uchiha salir a recibirlo en bata, con rostro molesto. Esperaba tan sólo que el mensaje que traía no significase su muerte (y es que los jefes de los clanes tenían fama de ser seres terribles, apegados a antiguas tradiciones, y si había una tradición que era antigua era la de sacrificar al portador de malas noticias).

Con rostro serio y en silencio, Fugaku escuchó las palabras del chunnin. Cuando éste terminó su relato, le ordenó esperar allí, para luego llamar a un par de sus subordinados, que patrullaban el barrio Uchiha haciendo su guardia nocturna, a fin de que vigilaran al recién llegado, con órdenes estrictas de no hablar con él ni dejarlo marchar, pudiendo eliminarlo en caso de ser necesario. Cuando eso quedó arreglado, se retiró a sus aposentos y se colocó su tenida de combate.

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Mikoto despertó sobresaltada al sentir como algo era colocado entre las sábanas de la cama que compartía con su esposo. Todavía medio adormecida, pudo reconocer a su pequeño Sasuke, quien entre sueños se quejaba de que lo dejaran dormir. Pero al alzar la mirada y reconocer como su esposo vestía su uniforme shinobi, con su protector ninja y la cinta en su brazo que denotaba su rango en la Policía Militar de Konohagakure, supo que algo muy malo debía haber pasado.

Antes de que su mujer dijera algo, su esposo posó su dedo sobre sus labios, silenciando sus palabras, mientras se acercaba al oído y le decía en voz baja: ["debo concurrir a la torre Hokage, parece que ha sucedido algo con Itachi y debo resolverlo. No te preocupes, tan sólo permanece aquí, atenta. Cuida a nuestro pequeño. Volveré apenas pueda"].

Cuando termina sus palabras, la besa en la frente, para luego retirarse en silencio.

Fugaku se retira sigilosamente. De la nada, un par de shinobis del cuerpo policial, los que usualmente vigilan su hogar, se le suman, como su escolta.


Cuando el grupo policial está a tan sólo unas cuadras de la torre Hokage, se les une un anbu quien, sin decir nada, se coloca al lado del líder Uchiha. Fugaku no necesita verle para reconocerlo: es Shisui.

Sin intercambiar palabra alguna, los cuatro llegan a la entrada de la torre, en donde extrañamente no se ve ninguno de los usuales vigilantes chunnin. Rápidamente ingresan, corriendo silenciosamente a unos cuartos seguros ubicados en los niveles subterráneos de la torre; buscan un salón de tamaño mediano, en donde habitualmente se reúne el Concejo de la Aldea con los mandos ninja. Sigue sin aparecer ningún guardia.

Cuando llegan al salón que es su destino, el Uchiha mayor siente un aroma extraño, tenue pero que recuerda claramente de sus pasadas guerras: sangre derramada. Temiendo un peligro tras las puertas, hace ademán de querer sacar su tanto, a fin de no ingresar allí desarmado, pero Shisui, sacándose su máscara anbu, lo detiene, mientras le dice: "no es necesaria tal precaución, Fugaku-sama".

Ingresan.

Allí, en el cuarto, mal iluminado por unas pocas velas, les espera de pie, en medio del salón, Uchiha Itachi.

Su hijo, su heredero. El prodigio Uchiha, el mayor orgullo del clan.

Y, a los pies del anbu y espía, los cuerpos muertos y desangrados de sus tres víctimas: los consejeros Homura y Koharu, así como Danzo, el líder de Raíz.

La mirada de Itachi es fría, y en sus ojos muestra una figura extraña: ya no el sharingan de tres tomoes que lo hacía tan fuerte, sino algo superior, algo que pocos han poseído dentro del clan, el Mangekyo Sharingan. Además, todavía tiene su propia tanto en su mano, con la hoja ensangrentada apuntando al suelo, goteando.

Al ver llegar a su padre, Itachi le dice:

- Padre, tienes la oportunidad de detenerme y hacer que me ejecuten por la muerte de estos tres. Eso te dará el prestigio que requieres para posicionar a nuestro clan de mejor forma dentro de la aldea.

- ¿Por qué?

- ¿Recuerdas que me pediste que espiara para ti dentro de anbu y con los altos mandos?

- Si.

- ¿Los que te acompañan saben lo que preparabas? Necesito saber si puedo hablar con libertad.

- Sí, lo saben.

- Bien… En realidad cuando acepté tu encargo mi propósito siempre fue sabotear tus planes de hacerte con el poder en la aldea. Tus pretensiones y las de los mayores de nuestro clan iban contra todo en lo que creo como shinobi, lo que tu mismo me inculcaste cuando era niño: la aldea está por sobre todo, por sobre la familia, por sobre el clan, por sobre la propia vida.

- Supuse que entenderías las injusticias que sufríamos y que pondrías de tu parte para solucionarlo.

- Supusiste mal. Y no sólo yo, Shisui también compartía mis ideas.

Fugaku mira a su acompañante, quien también exhibe en ese momento su Mangekyo Sharingan, el que había mantenido en secreto hasta ese entonces. Shisui tan sólo asiente a las palabras de su amigo y compañero.

Itachi prosigue:

- Me ofrecí al Hokage para tratar de sabotear tu golpe de estado. De alguna manera los consejeros y Danzo-sama se enteraron de mi condición de doble agente y me buscaron por si se requería alguna medida de fuerza para evitar el derramamiento de sangre que inevitablemente provocaría tu ambición, otou-san.

- ¿Qué te pidieron?

- Al principio, tan sólo delatarlos. Pero a medida que el tiempo avanzaba y tus planes crecían más y más ellos se pusieron exigentes, primero pidiendo tu cabeza y luego la vida de todo el clan.

- ¿Acaso…?

- Pretendían que yo acabase con todos ustedes. Al principio acepté, pensando que era lo correcto: los mayores se habían ganado el ser eliminados por pretender traicionar a la aldea, y el resto debían ser masacrados a fin de precaver cualquier conflicto futuro. El clan desaparecería, pero Konoha perduraría libre de nuestra amenaza.

- Eres un tonto, Itachi.

- Lo sé, padre. Tuve tiempo para meditar todo lo ocurrido. Era evidente que todo esto que planeaban que yo hiciera lo orquestaban a espaldas del Hokage, e incluso pretendían involucrar a dos enemigos de Konoha para facilitarles la tarea.

- ¿Quiénes?

- Uno es Orochimaru, lo descubrí recientemente. El otro no sé quien es con exactitud, pero debe ser bastante poderoso, ya que pretendían que sólo entre nosotros dos acabáramos con todo el clan.

- Ya veo…

- En fin, el saber que querían involucrar a extraños que sólo desean perjudicar a la aldea, sumado al hecho de que mantuvieron en todo momento al Tercero ignorante de todo esto, me hizo comprender que, en esta historia, estos miserables eran tan peligrosos como tú y tu plan para la seguridad de la Aldea.

- ¿Entonces los mataste, sin más?

- Fue bastante sencillo, ninguno de estos ancianos se esperaba que decidiera acabar con ellos, por lo que no tomaron ninguna precaución en mi contra. Cuando llegué a reunirme con ellos hoy simplemente los capturé con mi genjutsu y luego hice lo mismo con los guardias de la torre, para luego enviarlos a sus casas, a excepción del que mandé para avisarte de lo que pretendía hacer aquí. Luego, volví a este salón y los maté con mi espada, esperando que llegaras.

Mientras procesa lo que su hijo ha hecho, pregunta: "¿pero los anbu, cómo…?". Shisui es quién responde: "los he neutralizado con mi propio genjutsu, uno con poder suficiente como para convencerlos de cualquier cosa que quiera. No se preocupe, sólo les hice creer que esta noche todos tenían entrenamiento especial en el Bosque de la Muerte, por lo que no volverán hasta la mañana".

Fugaku, viendo que se encuentra ante un hecho consumado, analiza rápidamente sus opciones: no puede permitirse sacrificar a su hijo por una ventaja que puede no ser tal. Es más, considerando la gran desconfianza que impera en toda Konoha respecto al clan Uchiha y a sus miembros, seguramente todos terminarán creyendo que las muertes provocadas han sido incitadas por el mismo clan, y los muertos serán vistos como víctimas inocentes.

No importan los hechos. Hace años que no importan cuando se trata de alimentar la desconfianza hacia los Uchiha…

- No deseo tu muerte, Itachi. Incluso tus actos de hoy no han hecho más que facilitar el propósito del clan de hacerse con el poder en la aldea.

- Lo supuse, padre.

- Ahora expresa tus condiciones, hijo.

Itachi, sin quitar en ningún momento su Mangekyo Sharingan, limpia su espada corta en su pantalón, para luego guardarla en su funda, la que tiene sujeta a su espalda. Cuando termina, le dice:

- Apoyaré tu propósito: serás Hokage, otou-san.

- Pero…

- El plan que tenías para lograrlo ya no se ejecutará, no permitiré que acabes con las vidas de los líderes de los clanes, ni toleraré una guerra civil. No me importa si crees poder ganarla.

- Comprendo.

- El Tercero vivirá. El cuerpo de Policía Militar Uchiha será disuelto y sus miembros se incorporarán al cuerpo shinobi o al anbu, según su nivel de habilidad; Raíz desaparecerá; asumiré el mando del clan y Shisui será el comandante del cuerpo anbu. Estas condiciones no son negociables.

- ¿Y qué me quedará? Te reservas la fuerza para ti mismo, seré tan sólo un líder de papel.

- No es así, sólo me aseguraré de tener lo necesario para evitar que los Uchiha se vuelvan unos déspotas. La Aldea está por sobre nosotros, y procuraré que el clan se integre realmente dentro de ella. A ti te quedará la política, las relaciones con los clanes y con el Señor Feudal; tendrás que ser un líder para todos en Konoha, no sólo para tu propio clan.

- El clan no querrá seguirte.

- Me seguirán, seguirán al más fuerte. Esa es la doctrina de los Uchiha.

El patriarca Uchiha consideró sus opciones.

Aunque el precio era alto, Itachi le ofrecía darle todo con nulo esfuerzo de parte del clan. Siempre supo de sus reticencias respecto del golpe contra los líderes de Konoha, pero había creído que al llegar el momento definitivo elegiría a los suyos, pero acaba de confesarle que no dudaría en acabar por si mismo con el clan, con su familia. Y su carta de reserva, su plan de contingencia, Uchiha Shisui, en quien cifraba sus esperanzas por si su propio hijo se le llegaba a oponer, resultaba ser fiel al mismo. Los dos shinobi más poderosos estaban juntos en ésto, y probablemente contaban con más apoyos.

Aceptaría las condiciones de su hijo; luego, con tiempo, vería el desarrollo de los eventos. Si Itachi se volvía un estorbo, siempre contaría con el tiempo necesario como para crear un poder capaz de neutralizarlo. Siendo Hokage, tendría los recursos de toda la aldea a su alcance:

- Acepto. Sólo tendrás un día para dar lo que tan ligeramente has ofrecido. Si para mañana en la noche no soy Hokage, el clan ejecutará el plan original y tú no podrás interponerte.

- Bien, padre. Ahora necesito que te retires a nuestro hogar. Al salir el sol todo estará hecho, te avisaré a primera hora como proceder.

- No. Te has revelado contra mi autoridad como tu padre. Te prohíbo que vuelvas a pisar mi morada. No me importan tus razones, pero no dejaré pasar tu insolencia sin ninguna consecuencia.

- Está bien, padre; Shisui irá.

Sin más que decir, Fugaku se retira, sin siquiera despedirse. Sus escoltas tratan de seguirlo, pero Itachi los hace detenerse: "¡Alto, les hablo como el nuevo líder del clan Uchiha!". Viendo la autoridad que llevan sus palabras, ambos shinobi se detienen.

Sin demora, Itachi los envía a buscar un par de ninjas que los asistirán en la siguiente parte de su plan: un anbu y un miembro de la élite del cuerpo policial. Cuando los mensajeros se retiran con sus órdenes, Shisui le pregunta a su compañero:

- ¿Es necesario?

- Si, el enmascarado es demasiado fuerte.

- ¿Incluso con tus nuevos ojos?

- Todavía no los domino, y tengo la sospecha de que nuestro oponente también posee el sharingan.

- ¿Quién se supone que es?

- Uchiha Madara…

- No es posible…

- No lo sé, sólo lo he visto una vez, y logró sorprenderme, por lo que supongo que debe ser en extremo hábil. Se supone que es conocido de Danzo, él lo contactó para que cooperara con el exterminio del clan.

- ¿Realmente ibas a hacerlo?

- Mejor que todos hubiesen muerto como mártires que como traidores.

- ¿Incluso tu madre… y tu hermano…?

- Si… incluso ellos…

Shisui percibe la leve duda que llevan las últimas palabras de su amigo.


Veinte minutos después, en las afueras del muro perimetral que protegía Konoha, llegan finalmente los dos shinobi que Itachi necesitaba para neutralizar al enmascarado, por quienes había enviado.

La anbu, con una máscara de ratón, se inclinó respetuosamente ante su superior Itachi. El otro, menos formal, saludó al par que esperaba allí, en las sombras. Itachi le ordenó a la chica que se quitara su máscara, diciéndole: "ya nunca más tendrás que usarla, Niobe". Ella le responde: "uf, finalmente; ya me aburría todo este secretismo". El otro recién llegado, Ikuno, le señala a la muchacha, con rostro molesto: "¿Acaso quieres estar luciéndote ante todos?, ¿no te basta con tu novio?". La joven, sonriendo con malicia, se acerca Ikuno y cruza sus brazos alrededor del cuello del joven, abrazándolo y haciendo que se agache para poder besarlo, para luego decirle: "tonto, eres todo lo que necesito, Iku-chan". Shisui ríe ante la escena.

Rápidamente, Itachi les explicó a sus acompañantes lo que harían esa noche. Se supone que tendría su segunda cita con el enmascarado que se supone lo asistiría en su tarea de eliminar a todo el clan; él avanzaría sólo, y los tres restantes debían permanecer a la espera, ocultos. Cuando diera la señal, Shisui sería el encargado ordenar el ataque. Supuestamente el enemigo al que enfrentarían era muy peligroso, por lo que la orden era atacar a matar.

Con serio semblante, los dos recién llegados asintieron a las órdenes de su reconocido líder, luego de lo cual se pusieron a la carrera, a fin de llegar al paraje donde sería la cita.

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- [Recuerden, apenas les diga deben activar sus sharingan y atacar al enmascarado con todo, chicos.]

- [Hai, Shisui-taicho]

El trío se encontraba a la espera, a ciento cincuenta metros de su blanco, quietos y a la espera. Shisui había activado su Mangekyo Sharingan, a fin de precaver cualquier posible trampa, pero por lo que podía notar el extraño enmascarado no se esperaba una emboscada.

La plática entre el extraño e Itachi se había extendido casi cinco minutos, y todavía el Uchiha no daba la señal acordada para que atacaran. Por un momento, el del cuerpo parpadeante pensó que su compañero se había arrepentido de su idea original, hasta que pudo ver claramente como, en un veloz movimiento, Itachi desenvainó su tanto y lanzó una rápida estocada al pecho del de la máscara, buscando su corazón, quien apenas logró esquivar el golpe mortal, aunque la hoja terminó clavándose en su pulmón derecho. Antes de que Itachi pudiera recuperar su espada, el extraño había roto la hoja de la misma con un sólo golpe de su mano, cargada con chakra katon.

Los tres observadores se lanzaron a sobre su presa, como perros de caza bien entrenados.

Madara pudo observar como se le abalanzaban cuatro Uchiha encima, dos de los cuales lucían el Mangekyo Sharingan y los otros dos un Sharingan completo: seguramente eran duros rivales, de poder similar todos ellos; Itachi se la había hecho, reuniendo un grupo que seguramente podría dar cuenta de él.

Pero el enmascarado no estaba indefenso, sino que rápidamente hizo aparecer sus kama con cadena, listo a eliminar a los insolentes agresores.

La lucha fue a corta distancia: los de Konoha sirviéndose de sus tanto reglamentarias y kunai, el enmascarado con su acero y sus cadenas. Si bien su técnica de intangibilidad le daba gran ventaja en combate uno a uno a Madara, el hecho de enfrentar a cuatro pares de ojos rojos altamente entrenados le hacía muy vulnerable, ya que le era imposible sorprenderlos o perderse de su vista. Podría haber simplemente escapado hacia la dimensión del Kamui, pero estimaba que aquella sería la mejor oportunidad para eliminar siquiera a uno de esos jóvenes; permitirles vivir a todos sin más era demasiado riesgo, ya que lo más probable era que con el tiempo todo aquél grupo terminara desarrollando los mismos ojos que él tenía, y eso habría significado la renuncia definitiva a sus planes de venganza contra su clan.

Cuatro Uchiha dominando el Mangekyo Sharingan serían imparables.

Los jóvenes no se esperaban tal nivel de habilidad y resistencia de parte de un sólo shinobi. Era como si ese extraño y sombrío sujeto realmente fuese el Madara de la leyenda; ninguna otra cosa podría explicar aquel nivel de fuerza y destreza. Debían acabarlo aquí y ahora, por la seguridad de su clan y de su aldea.

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Casi diez minutos pasaron, pero los cuatro de Konoha no lograban vencer a su enemigo.

Es más, en ese momento de la pelea el enmascarado había logrado derribar a tres de sus oponentes; tan solo Shisui, gracias a su gran velocidad, podía seguirle el paso a la técnica de intangibilidad del enmascarado, y podía mantenerlo a raya, impidiendo su huida.

Viendo que mientras más se alargara la pelea mayor era el riesgo de que alguno de ellos terminara muerto, Ikuno y Niobe le hicieron señas a su líder, indicándole en silencio que apenas vieran un flanco abierto arremeterían en ataque sincronizado contra el enmascarado; no buscarían derribarle, sino que obstaculizarían su visión y movimientos de tal manera que Itachi tuviera paso libre para rematarlo.

Dos minutos más pasaron, hasta que Shisui fue derribado por su oponente, quien esquivando un jutsu igneo del de el cuerpo parpadeante le había clavado una de sus kama en su muslo izquierdo, haciéndolo tropezar.

Mientras Shisui cae, la pareja Uchiha hace su movimiento.

Como si fuesen uno mismo, ambos shinobi realizan los sellos necesarios para crear, cada uno, dos clones de sombras, los que corren a posicionarse a diez metros del enmascarado, en formación de cuadro, con su blanco al centro del mismo, para luego, flanqueándolo desde sus cuatro esquinas, realizar su más poderoso jutsu de fuego: "Katon: Goka Messhitsu".

Cuatro poderosas flamas surgen de las bocas de los clones, como si fueran unos lanzallamas vivientes, las que alcanzan al segundo el lugar donde espera el enmascarado, a quien rodean con sus ardientes flamas, las que van expandiéndose desde ese punto hacia afuera, gracias a que los clones las alimentan constantemente. Con esfuerzo, Shisui logra salir de allí con un shunshin no jutsu.

Cincuenta segundos de flamas ininterrumpidas son suficientes para consumir todo el chakra de los clones, los que desaparecen al unísono. Dentro del fuego, ahora apagado, permanece de pie e incólume, Madara, a cuyo alrededor el suelo brilla incandescente, producto del extremo calor allí concentrado.

Viendo que su enemigo ha resistido el fuego quien sabe de qué forma, Ikuno y Niobe corren en paralelo para alcanzarlo, sacando de entre sus ropas cuatro kunai cada uno, que sujetan en cada mano, dos por mano, con los que se abalanzan contra su enemigo. Un par de metros antes de llegar a él, el enmascarado ve como el espacio que lo rodea se llena de ilusiones de sus atacantes: muchisimas copias incorpóreas de los mismos.

Al principio Madara no logra entender lo que pretenden los jóvenes, siendo que simples ilusiones no podrán confundir a su propio Mangekyo Sharingan. Fija su atención unos momentos en Itachi, quien para su sorpresa espera, sin hacer movimientos, con sus ojos fijos en él.

Al momento, los jóvenes amantes comienzan a moverse a una velocidad impresionante. Ambos son tan veloces que sus figuras se ven como difusas en el aire nocturno; allí el enmascarado comprende todo: la técnica combinada ha sido diseñada para combatir dojutsus; ambos shinobi dejan un enorme rastro de chakra al moverse, lo que sumado a sus ilusiones, que ahora imitan los movimientos de los verdaderos alrededor suyo, llenan todo el espacio que le rodea, dificultándole el seguirles el rastro. Sus enemigos comienzan a cerrar el círculo alrededor suyo, y el enmascarado comienza a recibir golpes aleatorios de ambos shinobis. Presionado por el ataque coordinado, Madara hace uso de su capacidad de volverse intangible para evitar que lo impacten con sus armas, para luego hacerse sólido y responder, pero ambos jóvenes apenas dan un golpe se alejan de inmediato, cubiertos por sus ilusiones.

Veinte segundos después de iniciada la embestida contra el enmascarado, la trampa se cierra. De repente, aquellos movimientos erráticos de sus atacantes alrededor suyo lleva, tanto a los originales como a las ilusiones, a formar un circulo alrededor suyo, a cinco metros de distancia. Aquella posición exacta sólo dura milésimas de segundo, pero en ese tiempo tanto Ikuno y Niobe como sus ilusiones lanzan sus kunai directamente al cuerpo de Madara, al que atraviesan. Viendo que luego del ataque las ilusiones desaparecen y los jóvenes se lanzan contra él, el enmascarado solidifica su cuerpo para rechazarlos, pero la pareja se cruza en el aire sin llegar a golpearle, rodeándolo. Un ligero brillo en el aire frente a él le descubre lo que no ah logrado ver: sin que pudiera percatarse, los kunai arrojados llevaban con ellos sendas cuerdas de acero, extremadamente finas pero resistentes, las que rodean el cuerpo del enmascarado, inmovilizando sus brazos.

Ikuno y Niobe, viendo que su presa ha sido alcanzada, sueltan las ataduras, a sabiendas que si el cuerpo de ese sujeto ha resistido las llamas de su jutsu igneo es virtualmente imposible que ambos, con su sola fuerza física, logren usar las ataduras metálicas para seccionar alguna parte del enmascarado. Pretenden alcanzarlo antes de que logre soltarse, dándole un primer golpe, mientras a la sombra de la muchacha, Itachi, quien veloz se a colocado detrás de ella, remata al sujeto si es que trata de evitar el primer golpe haciéndose intangible.

Madara ve como los jóvenes se lanzan contra él; seguramente llegarán antes de que logre librarse de aquellas ataduras. Descarta recurrir a su kamui, sospechando que sus atacantes, luego de haberlo visto usarlo tanto, deben tener preparada alguna contra medida. En vez de aquello, decide esperar.

Viendo que el enmascarado no se mueve, ambos atacantes sacan rápidamente un kunai, el que toman con su derecha, listos a rebanar el cuello de su blanco.

El enmascarado ve el ataque y, aún atado por las cuerdas de acero, salta en el momento preciso en que ambos atacantes han lanzado sus ataques, con su metal apuntando al cuello de Madara. El salto no es suficiente para permitirle esquivar (no teniendo a sus agresores tan cerca), pero basta para que los kunai, en vez de cercenarle la garganta, se entierren en su pecho. Los golpes gemelos, destinados a cortarle la cabeza, impactan con la misma dirección, haciendo dos corte horizontales en el pecho, largos pero demasiado superficiales para dañar de gravedad a su blanco.

Aquel movimiento final logra soltar, finalmente, las cuerdas que sujetan al enmascarado, lo suficiente como para que el mismo se escurra entre ellas. Su reacción es rápida, y en apenas tres segundos el panorama se voltea a su favor.

A pesar de la alta velocidad que trae, Madara logra ver como Itachi se acerca por detrás de la chica. Antes de que sus primeros atacantes pasen de largo, uno a cada lado suyo, toma la muñeca en que cada uno lleva el kunai, apretando con fuerza y tirando uno contra el otro, con el propósito de que ambos shinobi se ataquen entre si, a la vez que estorban el paso de Itachi para que no le alcance. Con sus cuerpos en el aire, luego de que saltaran a dar el golpe en su fallido ataque combinado, ni Ikuno ni Niobe tienen forma de evitar que el enmascarado tire de ellos, con sus kunai todavía sujetos en sus manos; apenas y logran percatarse que su enemigo pretende usarlos para clavar sus armas en su compañero. Niobe, infructuosamente, trata de liberar su brazo; Ikuno, en cambio, se concentra en dejar caer su kunai; medio segundo pasa, y el movimiento de Madara lo lleva a cruzar los brazos de sus oponentes.

La sangre corre.

Niobe ve asustada como su propia mano, usada por su enemigo como una herramienta, ha clavado su arma en el pecho de su novio, alcanzando su corazón.

Ikuno sonríe, apenas y ha logrado soltar su propia arma, liberando a su amada del mismo destino que le ha alcanzado. Apenas logra bajar su rostro, a fin de ocultar su cara de dolor de su compañera, mientras le dice sus últimas palabras: "te amo, pequeña".

Madara suelta a sus víctimas. Una se ha salvado, pero al menos el otro cayó.

Quedan tres.

El enmascarado mira por donde se supone venía Itachi, pero no aparece, como si se hubiese esfumado en el aire.

Pero Madara está seguro: allí venía, corriendo detrás de la chica, no era una ilusión, su chakra era evidente.

"Allí venia…pero si no era él… entonces, ¿cómo?... un clon… un kage bunshin… entonces… ¿por dónde…?"

El frío acero le revela la posición de su desaparecido enemigo. Sin que se diera cuenta, Itachi ha escapado de su vista y, con un largo rodeo, le ha atacado desde un punto ciego, esperando el momento en que estuviese distraído con sus otros oponentes.

La tanto de Itachi (de la cual queda un poco más de la mitad de su hoja original) se clava en su espalda, sobre-saliendo por todo el frente de su cuerpo, a la altura de su riñón izquierdo. Con rapidez, la hoja del arma entra y sale innumerables veces del cuerpo del enmascarado, alcanzando cada órgano suyo. Los tres últimos cortes cortan los músculos de sus brazos y le arrancan su máscara.

Madara ahora tiene su rostro visible, treinta perforaciones en su torso y los brazos inutilizados.

Antes de que logre correr para tomar distancia de su agresor, Shisui llega y, moviéndose a muy baja altura, realiza un corte limpio con su propia espada, la que corta los tendones del enmascarado a la altura de sus rodillas, haciéndolo caer sobre ellas.

Madara está vencido, inmóvil y agonizando. O así se supone, pero el enajenado tan sólo ríe.

Niobe suelta a su novio, ya muerto, y se levanta con dificultad, girando la vista hacia donde está el enemigo, derribado y flanqueado por sus dos compañeros. Viéndolo vencido, y suponiendo que tanto Itachi como Shisui pretenden capturarlo (sino lo habrían lisa y llanamente decapitado), ella arranca el kunai asesino, su kunai, del pecho de Ikuno, a fin de con esa misma arma reclamar su venganza.

Diez metros le separan del enmascarado, ahora con su rostro visible. Una nube cubre la luna momentáneamente, por lo que no puede ver el rostro del matador. La joven camina lento, segura de que el caído no tiene escape posible.

Cuando llega a un par de metros de su presa, la luna reaparece en el cielo, iluminando la escena.

Lo primero que Niobe ve son los rostros confusos de Itachi y Shisui, cuya vista va de ella a Madara. Al principio no comprende, pero al ver el rostro del enemigo entiende la confusión en sus compañeros, y lo que para ellos era una duda, por cuanto era imposible, para ella es un hecho cierto: "Obito onii-san".

Niobe suelta el kunai, mientras sus lágrimas caen.

Las palabras de su compañera y su llanto confirman la sospecha de los dos shinobi, que al ver el rostro extrañamente familiar detuvieron sus embestidas.

Porque el que había muerto hace ya largos años, un rostro que fue familiar para los cuatro, incluido el muerto, había regresado de la tumba, a fin de reclamar las vidas de los miembros del clan.

La joven recuerda a su primo, su sonrisa, sus sueños. Recuerda aquel aspecto tan llamativo, los juegos que compartieron, su orgullo cuando supo que su maestro sería su héroe, el Rayo Amarillo.

Ciertamente su rostro ya no es el jovial de antes. No sólo se ve mayor, sino que además parece mutilado, pero en aquella parte que permanece sano, salvo por la falta de su ojo, el que ahora lleva su compañero, el hijo del Colmillo Blanco de Konoha, es idéntico a su yo pasado.

Como queriendo confirmar sus sospechas, Obito habla:

- Imouto… Niobe…

- ¿Porqué?

- Debía vengarme…

- ¿Qué te hicimos? ¿qué te hizo Ikuno?

- Me abandonaron, como abandonaron a mi maestro. Los Uchiha merecen morir, y tú lo sabes, Itachi. Estamos todos malditos…

Itachi aparta su rostro, avergonzado, mientras piensa que hace apenas unas horas pretendía lo mismo que aquél maldito remedo del pasado. La chica pregunta:

- ¿Qué te hicieron, oniisan?

- Me abrieron los ojos. La verdad te transforma… el dolor te cambia… me quitaron a Rin… tú me comprendes, ¿verdad, Niobe-chan?

- Si, comprendo… que debes morir… Obito-kun…

- Lo siento, pero tengo mucho por hacer para dejarme matar aquí.

La chica, sorda a sus últimas palabras, recoge su kunai, mientras seca sus lágrimas. Mira por última vez el cuerpo de su novio muerto, a fin de armarse de valor para lo que debe hacerse. Con paso firme acorta la distancia, hasta colocarse a medio metro de su enemigo.

Pero Obito provoca una explosión de chakra, la que lanza a los tres shinobi lejos de él. Los tres reaccionan rápidamente, viendo como una extraña espiral aparece frente a Obito, en el vacío, la que como un vórtice comienza a absorberlo.

El maldito trata de escapar.

Niobe, que es la más cercana, se da cuenta que no alcanzará a detenerlo. Furiosa, lanza un grito destemplado, mientras pide a los cielos le permitan detenerlo para poder vengar a su amor caído. Ese deseo se transforma en fuerza, una fuerza nueva y desconocida para ella.

Itachi y Shisui sienten el chakra que emana frenético de la kunoichi. Ellos lo reconocen, ya que lo han sentido en su propia carne. Ambos miran el rostro de Niobe, a sabiendas de lo que le acontece.

Un nuevo Mangekyo Sharingan nace. Uno que ha respondido al deseo de su portadora.

Obito ve como su kamui es interrumpido, siendo contrarrestado por una fuerza incluso superior a la suya. Asustado, observa a su alrededor, notando que el chakra que combate su técnica proviene de la chica. Con esfuerzo ve como ella se ha levantado y camina en dirección suya, con calma, manteniendo la vista constantemente en él.

Tarda unos instantes en percatarse de lo que sucede, y sólo lo comprende a cabalidad cuando ella está lo suficientemente cerca como para ver sus ojos, en donde un Mangekyo Sharingan, con la forma de un shuriken negro de seis puntas, de lineas rectas pero sin un circulo central, que flota sobre un fondo rojo, despliega su técnica única sobre él. Aquella técnica ocular crea un campo de atracción absoluto, contrarrestando así la fuerza de absorción de su kamui y reteniéndolo allí, como si estuviese atado al suelo donde está parado. La lucha de técnicas se alarga por casi un minuto, hasta que finalmente el kamui cede.

Los ojos de la chica le han provisto de una trampa perfecta, una que inmoviliza a sus enemigos e impide cualquier escape.

Cuando siente que la presión de la técnica ocular de la chica, Obito trata de reactivar su dimensión de escape, pero es demasiado lento: Niobe ha recogido ya su kunai y lo alcanza, sujetándolo; viéndose indefenso, el que se hacía llamar Madara le dice:

- ¿Serás tú quien termine con mi vida, imouto?

- No. Obito-kun murió hace años, tú sólo eres un insecto que debe ser aplastado.

Y así, de un sólo golpe, el mismo kunai que ha arrebatado la vida de Ikuno corta limpiamente el cuello de Obito, quien en apenas unos segundos muere, desangrado.


Fugaku esperaba despierto, en el umbral de su hogar. Pronto sería de día, y sabría si la promesa de su hijo sería cumplida.

Hace apenas una hora su esposa, preocupada, se había levantado buscándolo. Al verla, la tranquilizó señalándole que en realidad lo habían citado a la torre porque Itachi tendría una asignación secreta durante esa noche: capturar un grupo sospechoso en las cercanías de la aldea, de los que se sospechaba podían estar preparando una infiltración o un ataque a alguno de lo poblados cercanos, y había sido dada la orden a la Policía Militar de permanecer en alerta para proporcionar apoyo a los anbu en caso de necesitar mantener en custodia a los sospechosos, añadiendo que lo habían llamado tan sólo porque, en su posición de comandante de dicho cuerpo, consideraron apropiado que autorizara dicho despliegue nocturno, a fin de respetar la cadena de mando (usualmente cuando el anbu requería apoyo de la policía esas peticiones se cursaban a través suyo; nadie podía ordenar directamente a los Uchiha que integraban el cuerpo policíaco). Si se mantenía despierto y a la espera de novedades era por simple curiosidad.

Aunque no estaba convencida del todo, el hecho que su marido estuviese esperando en su hogar y no en el cuartel de Policía o en la Torre Hokage había convencido a Mikoto que el asunto, fuese cual fuese, no podía ser grave.

Y ahora, desembarazado de las sospechas de la matriarca Uchiha, Fugaku esperaba: Itachi había dicho que tendría novedades en la mañana, y el genio Uchiha nunca fallaba. Lo único que lo intrigaba es cómo haría para convencer al Tercero de ceder su posición y a los líderes de los demás clanes ninja, en especial a los Hyuga, sus rivales, de no resistirse al nuevo orden que se impondría en la Aldea.


Itachi veía con decepción el rostro de quien se suponía lo apoyaría en la masacre de su clan, tirado en el suelo, vencido y muerto. Una mentira, oculta tras una máscara y un falso nombre, otro traidor a su propia familia y a su clan. Sin apartarse del cadáver de Uchiha Obito, giró su vista a sus restantes compañeros.

Shisui, su más íntimo aliado, el único que compartía sus más íntimos secretos, un compañero inestimable, el único que podía igualarle en fuerza, al menos hasta esa noche. Lo había arrastrado en toda esta locura, menos convencido que él mismo, confiando tan solo en su juicio; era extraño, tantas misiones juntos y todavía no había podido perder la fe en él. Ciertamente Shisui era el único que no veía en sus rostro a un asesino (bueno, él y su hermanito Sasuke, pero él todavía no sabía nada del mundo).

Y ella, Niobe, quien tan sólo seguía en el suelo, sentada, abrazada al cuerpo inerte de su novio. Ciertamente la muchacha era fuerte, pero aquello podría llegar a quebrarla. La chica, a diferencia de ellos, tenía un corazón dulce, y su propia fuerza no la había nunca obnubilado. Rayos, si todos sabían que seguramente en poco tiempo ella e Ikuno se casarían y la hábil kunoichi se retiraría de toda esa vida de muerte y sangre y se volvería otra apacible dueña de hogar, formaría su familia y daría a luz a muchos pequeños revoltosos. Y ahora nada de eso le quedaba: había perdido la luz de sus jóvenes años, y en su reemplazo tan sólo le quedaba la culpa, la sangre de un antiguo amigo y aquellos poderosos ojos, un poder abrumador que ella no deseaba.

Y con ellos, él, Itachi, que de una u otra forma era el responsable de la tragedia de esa noche.

Si perder a uno sólo de ellos se había sentido así, ¿cómo pretendía realmente llevar a cabo la muerte de todos en su clan?

Tal vez Shisui tenía razón, y nunca se habría atrevido a hacerlo. Quería creer que su propia oscuridad no era tan grande…

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- Itachi, debemos decidir qué haremos con todo esto.

- ¿A qué te refieres, Shisui?

- La muerte de Ikuno cambia todo.

Verdad, se suponía que Ikuno iba a ser su recurso secreto, su carta en caso de que su padre pretendiera neutralizarlos a ellos dos, la cara visible de la pequeña rebelión en el interior del clan que Itachi había orquestado, una rebelión de tres. El difunto, según habían planeado, como el tercero más poderoso dentro del clan, con un sharingan de nivel similar al del propio patriarca Uchiha, se mantendría cerca de Fugaku, como doble agente, y se mostraría dispuesto a asumir el mando de la fuerza que seguramente aquél prepararía para hacerles frente.

Niobe, habiendo escuchado la conversación de sus compañeros, les dijo, mientras dejaba al cuerpo de su novio suavemente en el suelo, levantándose:

- Yo lo haré. Le diré a Fugaku-sama que Iku-chan se enteró de su rebelión y trató de acabar con ustedes y que ambos le dieron muerte, eso será motivo suficiente para justificar que los odie y pretenda aliarme con él en contra vuestra.

- No pensé que lo supieras, Niobe. Nunca quisimos involucrarte en esto.

- Lo sé, Itachi-kun.

- ¿Crees que será suficiente?

- Le enseñaré mi Mangekyo Sharingan, le diré que se despertó cuando Iku-chan llegó ante mi, herido de muerte. Fugaku-sama no hará preguntas ni les exigirá cuenta a ustedes por su muerte, son demasiado poderosos como para que se atreva a ello. Su misma debilidad le hará aceptarme, en este momento soy quien está más cerca de sus fuerzas.

- Bien, Niobe. Honrarás la memoria de Ikuno cumpliendo su misión, pero debes asegurarte de…

- Lo sé, debo convencer a Fugaku-sama de entregarme al Kyubi, a fin de ser yo quien lo cuide y entrene y así asegurarme que no se transforme en un instrumento suyo, sino que en el protector de Konoha, como fue el propósito del cuarto.

- (Shisui interviene) Chicos, ese ojo, ¿podemos hacer algo con él? (apunta al cadáver de Obito).

- (Itachi le responde) Sólo hay una opción posible: se lo daremos al hijo del colmillo blanco.

- ¿Podrá con ambos?

- Eso espero.

- Se harán preguntas… se supone que Obito no existe…

- Inventaremos cualquier historia. Mi padre sabe que hay un segundo individuo metido en toda esta trama, le diremos que era un sirviente de Orochimaru, quien logro recuperar un antiguo sharingan perdido. Hay suficientes Uchiha perdidos durante la Tercera Guerra Shinobi para hacerlo plausible.

Habiendo decidido aquello, Shisui extrajo el ojo del cuerpo. Luego, Itachi lanzó su fuego al cadáver del falso Madara, a fin de incinerarlo hasta las cenizas.

Antes de que se separaran, Itachi le dijo a la chica:

- Debes tener cuidado con tu nuevo Mangekyo Sharingan. De mi reunión con Obito, pude enterarme de algo: esos ojos se degradan con su uso, hasta quedar ciegos. Me sugirió robar los ojos de Shisui e implantármelos, ya que se supone que de esa forma obtendría unos ojos perfectos. No los tomaré para mi, pero pretendo intercambiar mis ojos con los suyos; supongo que el intercambio cruzado tendrá el mismo efecto, y así ambos preservaremos nuestros Sharingan.

- Entiendo… los usaré lo menos posible…

- Pensaba en los ojos de Obito. Sé que quizás no quieras usarlos, pero son el único Mangekyo Sharingan disponible, y no hay otro Uchiha que de señales de alcanzar ese poder. El cambio podría realizarse limpiamente, Kakashi no conoce todavía ese sharingan superior y podríamos reemplazar esos ojo por otros.

- Lo pensaré… probablemente, si todo sale bien, Hatake-san termine descubriendo el Mangekyo Sharingan por si mismo; en ese entonces debemos asegurarnos que tu padre se entere de la limitación de esos ojos, de manera tal que piense que la única forma de preservar los míos es hacer el cambio. Cuando eso suceda, lo más seguro es que Fugaku-sama trate de convencerme, a fin de no perder mi nuevo poder. Ahí, con tiempo suficiente, podré decidir si acepto hacerlo.

- Tu planteamiento tiene mucho sentido, Niobe-chan. Así lo haremos.

Estando todo listo, Itachi tomó el cadáver de Ikuno, con el cual siguió a la joven Uchiha a su hogar, a fin de que el mismo fuera hallado allí, mientras Shisui se dirigía a la morada de quien, antes del final de ese día, dejaría de ser el líder del clan de los ojos rojos.


- Te estaba esperando, Itachi.

- Lo sé, Hokage-dono.

- Me llamas de forma diferente… supongo que hoy dejaré de ser el líder de la Aldea.

- Supone bien.

- Me alegro, ya necesitaba mi retiro. Es una pena que mis antiguos compañeros hayan tenido que morir, pero creo que es lo justo, si pretendían que acabaras con todos los de tu clan.

- Usted sabe que no lo hice por ser justo o por preservar mi clan, sino porque era lo correcto, lo mejor para Konoha.

- Cierto… Bien, confiaré en tus palabras, Uchiha Itachi. Desde ahora, tú serás el encargado de preservar la voluntad del fuego, el verdadero espíritu de la Aldea Escondida entre las Hojas.

- No le decepcionaré, Sandaime Hokage Sarutobi Hiruzen.

- Ya no, sólo Sarutobi-san. Me encargaré de mi parte, los demás clanes no estorbarán tus planes, los haré comprender que este cambio es necesario.

- Gracias, Señor.

Cansado, Hiruzen toma su pipa y la prepara, mientras piensa en como procederá. La enciende, mientras llama a sus guardianes anbu, a fin de que convoquen para el mediodía a todos aquellos a los que necesita convencer para evitar una oposición violenta al nuevo orden que imperará en la Aldea.

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Itachi se marcha. Aún hay cosas que deben completarse para asegurar una transición pacífica.

Los Uchiha dominarán Konoha, y él se encargará de que trabajen para engrandecerla y proteger a todos sus habitantes.


Notas del Autor:

Aquí empieza esta nueva propuesta. Espero que sea de vuestro agrado.

La idea surgió hace un par de semanas, y esperé a terminar el primer arco de mi historia principal para darle forma.

He leído muchos fics donde se altera la historia canon, ya sea evitando la masacre Uchiha, ya sea protegiendo a Itachi cambiando el responsable o aumentando el número de sobrevivientes. Pero no recuerdo haber leído nunca uno donde los Uchiha tuvieran éxito.

Esta historia es algo más cercano al último escenario.

Será de desarrollo lento, de un capítulo por mes. Además, ira tomando forma a medida que vaya avanzando. No tiene un final establecido de antemano, por lo que a todo efecto es de duración indefinida.

En esta historia adoptaré la fórmula de notas al final de cada capítulo, donde aclararé dudas que puedan surgir en el desarrollo de la misma.

A los que se animen a seguirla, desde ya, gracias.

Como corresponde, la historia original, su universo y personajes pertenecen a su Autor, el cada vez más infame Masashi Kishimoto, que no ha sido capaz de defender su creación de abuso y sobre explotación que le han puesto luego de terminada.