Nota importante: Este capítulo del fic fue reescrito, así como todos los demás lo serán en su debido tiempo. En los capítulos posteriores que vean esta nota significara que ya está debidamente reescrito y corregido; la historia en sí no tendrá cambios tan significativos, pero sugiero que si ya lo habían leído, lo hagan nuevamente. De todas formas tienen cambios y diálogos que anteriormente no tenía, ya sea porque por la prisa de hacerlo los olvide o porque decidí (al leerlos nuevamente) que hacían falta. Vayan ustedes a saber por qué, pero los cambie. Espero les guste y gracias por su atención (:

Disclaimer: SCC no me pertenece, así como tampoco sus personajes. Son propiedad de CLAMP.

Aclaraciones:

-Hablan los personajes –

'Sueños'

"Recuerdos"

-Hablan los personajes en otro idioma. – (Usualmente será Sakura la que lo hace)


Prólogo

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Los arboles se alzaban con su belleza usual, grandes y frondosos, rodeando con gracia natural cada esquina de las casas, parques y calles de la tranquila ciudad Tomoeda. Aquella ciudad que hasta hacía unos años había presenciado cosas que rara vez ocurrían.

-Me maravilla estar de vuelta. –pronuncio una melodiosa voz, con la suavidad de una seda y la alegría de las campanillas en noche buena. Sus hermosos ojos amatistas, amables y astutos, observaron con amor a su madre, quien extendió sus brazos nada más verla.

Tomoyo sonrío y dejo en el suelo su maleta de mano, acercándose hasta Sonomi Daidouji para recibir gustosa el abrazo que le fue proporcionado.

-¡Y no es para menos! –exclamo la mujer con una alegría infantil casi excesiva. –Ha sido un muy largo tiempo desde que te marchaste, Tomoyito. –

La pelinegra asintió un tanto consternada. -¿Y Sakura? –pregunto finalmente, dejando de lado la alegría de su madre y preguntando por quien realmente había decidido regresar a la ciudad. Sonomi se puso seria en un instante, cosa que aturdió un poco a Tomoyo.

-…ella…Sakura…Sakura se marcho de Tomoeda hace seis años. –dijo Sonomi lentamente. –Se fue y nadie en su familia ha vuelto a tener noticias suyas en todo este tiempo. –el rostro de la pelirroja se ensombreció. –Nadie sabe lo que está haciendo. –

Tomoyo alzo una ceja. -¿A dónde fue? Digo, se supone que Touya debería saber a donde fue ¿no? –

Sonomi miro tristemente a su hija y suspiro. –Según sé, un colegio muy prestigiado invito a Sakura a unirse y ella acepto sin más. Fujitaka me dijo que ella no quería irse al principio, pero que de buenas a primeras ella decidió irse. –ambas se encaminaron al interior de la mansión y tomaron asiento en el sillón de cuero blanco que había en la sala principal.

Tomoyo la miro sorprendida. -¿Y eso? ¿Sakura no intento comunicarse o algo? –pregunto consternada, confundida. No entendía el modo de actuar de su amiga.

-En un inicio lo hacía, incluso yo llegue a recibir cartas suyas los primeros meses; pero todo comenzó hace más o menos cuatro años. Sucedió lo mismo que con su decisión de irse, de un momento a otro dejo de comunicarse, la última carta que recibieron los Kinomoto de ella decía que no se preocuparan, que probablemente iba a estar muy ocupada y que seguramente ya no podría seguir comunicándose; pero que iba a estar bien. –Sonomi bajo la mirada. –Todo es muy extraño. –

Tomoyo miro el techo y solo pudo pensar en que ella estaba en problemas, y no de los problemas comunes. Miro su anillo de oro, aquel que Sakura le regalo antes de que se marchara a Francia y una punzada de culpabilidad la hizo sentir el estomago revuelto. ¿Qué le había sucedido a Sakura?

-¿Por qué se fue? –murmuro. –Ella dijo que iba a estar aquí, esperándome. –

-No podías esperar que realmente se fuese a quedar aquí sola, Tomoyo. –hablo su madre con ironía. –Todos los que fueron sus amigos se marcharon de Tomoeda y ella se quedo sola. Por alguna razón acepto esa beca, ella realmente quería cumplir su promesa contigo, pero hubo algo que la hizo aceptar. –

Tomoyo bajo la cabeza. Se sentía tan…tan culpable.

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Los copos de nieve caían con gracia desde el cielo, chocando contra el suelo que ya comenzaba a distinguirse blanco tras algunos minutos de haber comenzado a nevar. Sintió un escalofrío al dar una bocanada de aire, tras chocar su cálido aliento con el frío viento que cruzaba todo su cuerpo y que la estaba haciendo titiritar de frío.

-Dios, me estoy muriendo de frío. –mascullo, encogiéndose lo más que podía dentro del abrigo que llevaba puesto. Abrigo más que inadecuado para las bajas temperaturas que azotaban la ciudad. Con mano temblorosa se ajusto un poco la bufanda celeste que llevaba puesta, tratando por todos los medios de calentar un poco su helado rostro.

-Te dije que te pusieras un abrigo más grande, Sakura. –reprendió Kero, asomando su cara por uno de los bolsillo del abrigo negro. La chica estornudo como única respuesta.

El pequeño guardián suspiro resignado y salió del bolsillo, mostrando su suéter tejido naranja que rezaba con un "Kero-chan" en la espalda, y froto sus graciosas patitas en las mejillas de la joven, tratando de brindarles un poco de calor. Sakura sonrió un poco.

-Gracias, Kero. –susurro agradecida, llevándose un largo mechón de cabello castaño platinado detrás de la oreja; una acción que muchos jóvenes se detuvieron a contemplar.

Y es que no era para menos. Sakura Kinomoto era una joven hermosa, de grandes y misteriosos ojos verde jade, una piel nívea, un sedoso y larguísimo cabello castaño platino. Era delgada y de estatura media. Además de poseer una belleza tanto interior como exterior, poseía un aura misteriosa y elegante, con una sonrisa encantadora. Una combinación un tanto extraña, si cabía decir.

-No hay de que Sakurita. –le respondió Kero, regresando al lugar del cual había salido minutos antes, manteniéndose siempre alerta. -¿No se nos hace ya tarde? –

La chica asintió distraídamente, comenzando su elegante andar hacia el aeropuerto. Sus botas negras de tacón bajo resonaron en la acera y la gabardina que fungía como abrigo hizo una graciosa sombra en el suelo. Sakura metió sus manos en los guantes que guardaba en su bolsillo y respiro un poco más aliviada, sintiendo el reconfortante calor comenzar a desentumecer sus pobres dedos.

-Parece ser que no nos han notado aún, Sakura. –comento Kero.

-No. Pero si nos quedamos mucho tiempo por aquí…terminaran por hacerlo. –la castaña chasqueo la lengua irritada. –Siempre lo hacen. –frunció el ceño. –Por eso hay que darnos prisa en llegar a Tomoeda. –

Kero se limito a asentir con la cabeza y a mirar el rostro serio de su dueña, quien caminaba con paso presuroso. Debían abandonar rápidamente Francia sí no querían que esas personas los encontrasen. Lo que habían venido a hacer ya estaba hecho, solo quedaba marcharse antes de que ocurriera una desgracia. Otra, más bien.

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La mansión Li, gloriosa y gigantesca. Un sitio en donde raras ocasiones el silencio se hacía presente, por no decir que las ocasiones eran tan escasas que solo ocurrían una o dos veces por año, cuando las hermanas Li se iban de viaje vacacional. Extrañamente ese viaje se había adelantado muchísimas semanas, aunque para Eriol y Syaoran no era tan raro; es decir, las hermanas del castaño estaban más locas que una mula y siempre hacían lo que mejor les venía en gana. Así que prefirieron ignorar el hecho y simplemente dedicarse a disfrutar del momento. Mejor así.

-¿Hoy mismo partiremos? –pregunto Eriol Hiraguizawa, el guapo chico oji azul de cabellos del mismo tono. Tras el tiempo transcurrido, las orbes de Eriol habían adquirido más suavidad, a pesar de que aún conservaban ese halo misterioso. Su estatura había aumentado considerablemente y tenía una piel bastante pálida.

Lastimosamente no era tan alto como Li Syaoran, quien aun le sacaba unos cuantos centímetros. El castaño llevaba el cabello un poco más largo que antes, con sus fríos ojos ambarinos siempre calculadores y su piel un tanto más tostada que la de su amigo. Seguía siendo igual de distante que cuando niño. Y quizás eso sumaba más puntos a su atractivo natural.

Eriol sonrío al ver a Syaoran apartarse el cabello de la frente, mientras empuñaba su espada con más fuerza de la necesitada.

-Sí. –lo miro de reojo. -¿Qué demonios es lo que te causa tanta gracia? –pregunto con molestia, viendo venir lo que posiblemente sería otra broma pesada del peli azul.

Eriol se encogió de hombros.

-Nada. Solamente me muero de ganas de ver que tanto ha crecido la pequeña Sakura. –respondió con simpleza. –Pero es seguro que ella es muy débil. –su sonrisa decayó al llegar a ese punto del tema. Syaoran apretó la mandíbula con frustración.

-No es algo que me deba preocupar. –musito dejando su espada a su lado. –No es mi problema. –sentencio soltando la espada de madera y alejándose del Hiraguizawa.

Eriol suspiro. –Hay algo que me dice que Sakura está metida en problemas. –murmuro, sintiendo como Nakuru y Spi se acercaban a él.

-Quien sabe, solo espero que ella no esté en las mismas que nosotros. –comento Spi, colocándose sobre el hombro de su amo.

Eriol miro desde donde se encontraba la figura del castaño sentado en una silla, ceñudo. No pudo evitar sonreír tristemente.

-Quien sabe. –

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'Sakura corría asustada por el espeso bosque que la rodeaba, las piernas comenzaban a fallarle y su respiración desacompasada la obligaba a respirar por la boca el helado viento de Diciembre. La nieve que cubría las ramas y raíces del suelo dificultaban su rápida huida. Y sus cansadas piernas no fueron capaces de sostenerla cuando ella tropezó con una raíz y cayó al suelo dolorosamente.

Fue solo en ese momento en el que la pequeña de doce años se percato de las heridas que surcaban su cuerpo manchado en sangre. Asustada, adolorida, helada, traicionada; solo pudo abrazarse a sí misma en busca de consuelo y calor. El macabro silencio que reinaba en el bosque fue roto por pisadas y la visión de la blanca nieve se distorsiono cuando noto aquella sombra alzándose sobre ella…'

-¡Sakura! ¡Sakura! ¡Despierta Sakura! –el grito que Kero soltó la hizo despertar, sintiendo el desbocado palpitar de su corazón y las traicioneras lagrimas bajando a mares por sus mejillas.

Aturdida, Sakura se sentó en la mullida cama de blancas sabanas, mirando asustada a su guardián. El miedo la estaba volviendo inútil, débil.

-…yo…Kero. –los sollozos escaparon de su boca. –Soy tan débil. –susurro abrazándose a sí misma, tal y como hacía años había hecho. El guardián la miro detenidamente, visiblemente preocupado.

-Sakura. –el león apoyo su afelpada patita en la cabeza de la chica. –No estás sola. No lo estás…mira allí. –señalo al libro de las cartas que brillaba con intensidad.

-Perdóname Kero. –murmuro. –Pero ese día yo…yo estaba tan desprotegida…tenía tanto miedo…tanto miedo…mucho, mucho miedo. –

-Lo sé, pero ahora estoy contigo. –le sonrío. –Pase lo que pase todo estará bien ¿no era eso lo que tu solías decir? –

-Sí, anteriormente lo decía…pero ahora no estoy bien. –miro al león. –No puedo mentir diciéndome eso porque nada está bien. Todo está roto…yo estoy rota. –

-No digas eso. –la regaño. –Tú no estás rota, tampoco estas sola. –le acaricio el cabello. –Por favor alégrate, podrás ver a Yue. –le sonrío nuevamente. Sakura lo miro fijamente y se seco las lágrimas con la cobija del hotel en el que se alojo nada más llegar a Tomoeda.

-Yue. –murmuro ella. –Es verdad, yo quiero ver a Yue. –se levanto de la cama, mientras que en el aeropuerto, un grupo de jóvenes descendían del avión; observando aquella ciudad que los acompaño en un sinfín de aventuras.

-Ya estamos aquí. –pronuncio un desganado Syaoran, soltando en el proceso un largo suspiro.

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Continuara~…

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Espero les haya gustado el prólogo como quedo, no hay cambios tan drásticos. Por lo menos no tanto :)

Eso es todo por ahora, espero estén bien.

Nos leemos luego.

Ciao, ciao (: