Una noche a tu lado

Snape había pedido permiso a Dumbledore para pasar las vacaciones de Navidad en su casa. Sabía que como Jefe de Slytherin debía pasar las vacaciones en el colegio, pero estaba demasiado cansado como para pasar aquellos días en el colegio. Así que había decidido volver a su húmeda casa en la calle de las Hilanderas. Había llegado esa misma noche, no le había dado tiempo de deshacer su equipaje. Respiró profundamente y se acercó a un armario para sacar una botella de vino. Una copa de vino sentado en su cómoda butaca al calor de la chimenea, era lo que más le relajaba. Bebió una copa, y luego se sirvió otra. Empezaba a sentirse somnoliento, los parpados se le caían y notaba una agradable sensación de paz. Sabía todo lo que estaba ocurriendo en el mundo mágico, lo que le ocurría a él mismo, pero… no quería pensar en aquello.

Un ruido fuerte le despertó. Se había quedado dormido en el sofá, la copa de vino se le había derramado por el la túnica. Sacó la varita del bolsillo y avanzó despacio hacia la ventana que daba a la calle. Corrió la cortina levemente y miró hacia fuera. Nada. No se veía nada en la calle. Como no era un hombre confiado, abrió la puerta y salió fuera. Quería asegurarse de que no había nadie merodeando por allí. Anduvo unos metros por la calle pero no encontró nada. Cuando iba a volver a entrar en casa, tropezó con un bulto que había en el suelo.

¿Qué demonios…?

Alumbró al bulto con la varita y lo vio cubierto con una capa negra. De lo que parecía la cabeza, distinguió unos mechones rubios. El bulto se incorporó y se distinguió una figura femenina. Snape la alumbró a la cara y se encontró con el bello y pálido rostro de Narcisa Malfoy.

¡Narcisa! – exclamó, sorprendido – ¿Qué haces aquí?

Se… Severus – su cuerpo tembló – Yo… yo…

No deberías estar aquí – le recriminó con dureza – ¿Por qué has venido?

Lo siento, Severus – las lágrimas le recorrían el rostro – Yo… yo…

Será mejor que entremos – dijo, sin inmutarse ante las lágrimas de Narcisa – No quiero que nadie nos vea.

Snape abrió la puerta de la casa y dejó que Narcisa pasará primero. Snape cerró la puerta tras de sí, preguntándose que haría Narcisa allí. La mujer se había sentado en la butaca que había ocupado Snape y tenía la mirada fija en el hombre. No se sentó en la otra butaca, sino que se quedo de pie, apoyado en la chimenea. Narcisa se había quitado la capucha de la cabeza y mostraba su bello rostro. Sus facciones delicadas, su rostro pálido como una estatua y sus preciosos ojos azules. Snape se dio cuenta de que la estaba mirando más de la cuenta, así que aparto la vista.

¿Qué haces aquí? – preguntó, mirando hacia la ventana.

No sabía donde ir – dijo la mujer, restregándose las manos – Estaba nerviosa y asustada, y… y no sabía donde acudir.

¿Y por qué has venido aquí? – insistió – Dime.

Estaba sola – había un leve temor en su voz – Draco está en Hogwarts y mi hermana…

¿Qué anda haciendo Bella? – preguntó, divertido.

No me lo quiso decir – miró a la chimenea – Necesitaba a alguien con quien hablar, que me hiciese compañía… Estoy tan sola, Severus. El mundo se me viene encima. Lucius está en Azkaban y Draco está ocupado con sus planes, y yo…

Tú no deberías estar aquí – dijo, con frialdad – ¿Y si alguien te hubiera visto?

¡No me importa! – exclamó, temblorosa – Necesitaba verte.

¿Verme? – clavó sus ojos negros en los azules de ella – ¿Por qué necesitabas verme a mí, Narcisa?

Severus, yo…

Le temblaba el labio y los ojos azules estaban brillantes. Snape se acercó a ella, sentándose en la mesilla que había en frente de la butaca. Cogió el rostro de Narcisa con sus manos y acercó sus ojos a los suyos.

Dime Narcisa – susurró suavemente – ¿Por qué has venido?

Porque necesito pasar esta noche a tu lado.

No era un hombre fácil de sorprender, pero la confesión de Narcisa le dejó completamente anonadado. Vio la verdad en sus preciosos ojos azules, no mentía. Soltó el rostro de la mujer y paseó por la habitación, intentando aclarar sus pensamientos. La mujer no se movió de la butaca, esperando una respuesta del hombre. Después de varios minutos pensando en las palabras de Narcisa, se volvió hacia ella, esbozando una de sus sarcásticas sonrisas.

No hay duda de que me has sorprendido, Narcisa – se cruzó de brazos – Esperaba cualquier cosa menos eso.

Yo… yo…

¿Qué diría Lucius? ¿Y Draco? – soltó una carcajada – ¿Te imaginas lo que diría tu querida hermana? Eres muy arriesgada, Narcisa. Si llegarán a enterarse, no sé si te perdonarían…

¡No digas eso! – las palabras de Snape le dolieron – Yo solo…

¿Qué? – la taladró con sus ojos negros – ¿Buscas un poco de calor?

Severus, yo…

No quiero ofenderte, Narcisa – curvó sus finos labios – Pero serle infiel a Lucius, no es una buena idea.

¿Me estás rechazando? – las lágrimas caían por su bello rostro – No debería haber venido…

Se levantó enfadada y se dirigió a la puerta. Cuando intentó abrirla, se dio cuenta que no podía. Giró el pomo en todas las direcciones, pero se dio cuenta de que no era un problema del pomo. Se giró y encontró a Snape con la varita levantada, apuntando hacia la puerta.

No deberías haber venido, no – sonrió con malicia – Pero ya que estás aquí, te quedarás a mi lado.

Narcisa notó una inmensa felicidad en su interior y se lanzó sobre el pecho de Snape. Derramó unas lágrimas que mojaron la túnica del hombre, mientras notaba los brazos de Snape rodeando su cintura. El hombre sonrió complacido y acarició suavemente el pelo de Narcisa. Cogió su delicado rostro y besó los labios de la mujer con intensidad. Era un beso apasionado, cargado de deseo, húmedo, caliente… Narcisa saboreó el beso de Snape y quiso más. Los besos eran ardientes, nunca había sentido esa sensación con Lucius. Snape era frío y distante, pero aquellos besos estaban cargados de pasión. Enredó sus manos en el cabello de Snape, notando como todo su cuerpo temblaba. No había frío en la noche, el calor recorría su cuerpo. El hombre la separó de sus labios y la miró con intensidad. Era como si esos ojos negros pudieran entrar en cada rincón de su ser, atravesando su alma.

Eres hermosa, Narcisa – le susurró – Y esta noche, vas a ser toda mía.

Narcisa asintió en señal de confirmación, necesitaba que Snape la hiciese suya. El hombre la cogió de la mano y la condujo hasta su dormitorio. Era poco acogedor, olía a humedad, las sabanas estaban viejas y desgastadas y las paredes tenían pequeñas grietas. Sin embargo, a Narcisa le pareció el lugar ideal. El reflejo de la luna que entraba a través de la ventana iluminó el rostro de Narcisa. Había una sutil sonrisa en sus labios y miraba el rostro de Snape con pasión. El hombre no dijo nada, simplemente, hundió su cara en el cuello de ella…

Narcisa despertó a la mañana siguiente recostada en el pecho de Snape. El hombre aún dormía, y el cabello le cubría los ojos. Narcisa no pudo evitar sonreír ampliamente, y abrazarse más al hombre. Una colcha verde cubría sus cuerpos, mientras a través de la ventana, se distinguía un día oscuro y nubloso. Narcisa se sentía radiante, pletórica, le envolvía la felicidad. En el suelo estaban sus túnicas y sobre la mesilla de noche, había dos botellas de vino vacías. Se sentía embriagada, a pesar de haberse pasado el efecto del alcohol. Había sido la mejor noche de su vida, ardiente y llena de sensaciones maravillosas. Su cuerpo tembló solo al recordar lo que había vivido junto a Severus aquella noche. No había en su rostro ni rastro de la preocupación de los últimos días, solo felicidad. Notó el brazo de Snape que rodeaba sus hombros y lo miró. El hombre había despertado y parecía tan complacido y feliz como ella.

Buenos días – le susurró Narcisa, sin dejar de sonreír.

Muy buenos – acarició su espalda con suavidad – ¿Cómo te encuentras?

Feliz – le hizo una tierna carantoña – Muy feliz.

Yo también – la besó en los labios – Como nunca en mi vida.

No quisiera que este momento acabase – le dijo, con aire risueño – Es demasiado bonito.

Lo sé, pero… – dibujó una torva sonrisa – Pero tiene que acabar.

Me gustaría estar siempre a tu lado – declaró, con sinceridad – Olvidarme de que Lucius está en la cárcel, de que Draco está arriesgando su vida, olvidarme de todo lo que me rodea.

¿Crees que podrías?

Si – el hombre la miró dudoso – Cambiaría mi vida, por estar a tu lado siempre, Severus.

Sé que no lo dices de verdad – le acarició el bello rostro – Esta noche ha sido como un sueño para ti. Pero tienes un hijo y un marido que te necesitan, y tú los necesitas a ellos.

Lucius está en la cárcel y a Draco solo le importa su misión – declaró, enojada – Ninguna se fija en que estoy sola y los necesito.

Narcisa, solo piensan en tu propio bien, aunque no lo demuestran como tú deseas – acercó sus labios a los suyos – No podrías vivir sin ellos, y yo no quiero que lo hagas.

¿No te ha gustado esta noche? – preguntó, decepcionada.

Ha sido como un sueño para mí – la besó apasionadamente – Pero todos los sueños tienen un final.

¿Crees que podré seguir adelante olvidándome de que esta ha sido la mejor noche de mi vida?

Nadie ha dicho que vaya a ser la última – sonrió de una manera muy sexy – Pero basta de hablar de eso. Queda todo un día por delante, disfrutemos de él.

Las palabras de Snape eran sinceras y claras, y en el fondo, Narcisa sabía que tenía razón. No podría dejar su vida y alejarse de su marido y su hijo. Pero también sabía que aquella no iba a ser la última vez que Severus la iba hacer suya, lo veía en sus oscuros ojos. Miró al hombre, que parecía esperar una respuesta a su proposición y acercó sus labios a los de él. Se sumergieron en un largo e intenso beso, olvidando de nuevo el mundo que había fuera, y que no les iba a dejar disfrutar de su amor. Severus la rodeó con fuerza, y acercó sus labios al oído de Narcisa.

Estaré a ti lado siempre que me necesites.

Narcisa le creyó y besó sus labios con infinita dulzura. Después de todo, un sueño no tiene porque tener fin

FIN