Disclaimer: Kuroshitsuji y sus personajes pertenecen a la genialidad llamada Yana Toboso.
Notas: ¡Hola! Mucho gusto, yo soy Lu y este es el primer fic de Kuroshitsuji que publico, así que espero que pueda ser de su agrado. Cualquier review lo contesto por MP o en el próximo capítulo.
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De gafas y rifles asesinos
I. De gatos y vajillas rotas
Si Sebastian tuviera que elegir una palabra para describir a Mey-Rin, esa sin duda sería: torpe.
Había quebrado dos vajillas aquella mañana y sería él precisamente quien tendría que reparar eso a la medianoche. Y no era la primera vez que se desvelaba por culpa de la chica de gafas, de hecho, había perdido la cuenta de las veces que se había quedado reparando lo que ella rompía. Y ya se estaba cansado. Era el colmo. Incluso su joven amo Ciel le había comprado unos anteojos nuevos y ni así podía ser más precavida.
Era molesta.
Era desesperante.
Era torpe.
Y era humana.
Y era… una francotiradora perfecta.
"Es útil para proteger al joven amo, es útil para proteger al joven amo", se tenía que repetir mentalmente el mantra que ensayaba cada vez que le daban ganas de meterse en la habitación de la china y estrangularla de una vez por todas.
Por la mañana, el joven amo desayunó tostadas francesas y le encargó un trabajo de investigación. Michaelis calculó al menos unas dos horas, pues tenía que regresar para hacer la comida. Sin embargo, se retrasó la investigación por culpa de un par de shinigamis y esto le trajo un regaño de su joven maestro. Aquél día Ciel debía estar de mal humor, pues por la tarde le encomendó unos trámites legales que distaban mucho de ser rápidos. Dejó a Bard encargado de la cena y le pidió al señor Tanaka que vigilara a los demás sirvientes. No tuvo tiempo de ir a su habitación para ver a sus bebés porque Ciel estaba en su papel de amo caprichoso.
A eso de las once y cuarto terminó sus deberes, pero ya era tarde.
La noche había caído.
¡Y sus pequeños bebés estarían muriéndose de hambre!
Tenía que llegar rápido.
Entró a su habitación y rápidamente abrió el closet, listo para que sus pequeñas criaturitas le saltaran encima y él diría algo así como "Llegó papá". Sonrió y luego cerró los ojos, abrió los brazos, listo para sentir el suave pelaje de sus criaturitas. Sin embargo, no sintió ningún arañazo ni escuchó un maullido. Nada.
―¿Pero qué… ―musitó desconcertado.
Abrió sus ojos oscuros y vio el closet vacío. La cara maléfica de Ciel Phantomhive riéndose acudió a su mente. ¡Seguramente los había encontrado y había mandado regalarlos!
El pelinegro frunció el ceño y se encaminó a paso veloz rumbo a la habitación del joven amo cuando, a la mitad de su camino, escuchó un dulce maullido de gatito. Se detuvo en seco, afinando su oído.
Miau.
Volteó en dirección contraria. El sonido venía de las habitaciones de los sirvientes.
Sus ojos se pusieron rojos. Probablemente Finny estaría jugando con ellos y los aplastaría hasta matarlos, o Bard estaría cocinándolos. "¡Tanaka-san, sálvelos!" pensó Sebastian, corriendo en auxilio de sus pequeños. Los maullidos incrementaron, empero, no provenían de las habitaciones de los sirvientes masculinos, sino de la habitación de la chica de las gafas.
Sebastian elevó las cejas, sorprendido y truncado, pues no esperaba ese resultado. Ni tampoco se imaginaba qué estaría haciendo Mey-Rin con los gatitos, aunque era una chica, y las chicas humanas eran amables con los animales, así que no podría estarles haciendo daño.
Se aproximó a la puerta y llamó un par de veces.
La voz desafinada de la muchacha respondió que esperara. Sebastian golpeteó el piso con el pie, impaciente, hasta que la pelirroja abrió la puerta. La habitación estaba iluminada por un par de velas. Ella estaba en su pijama blanca y se acomodaba los anteojos grandes para enfocar mejor a su visitante.
Se ruborizó en seguida cuando vio de quién se trataba.
―¡Se… Sebastian-san! –gritó con su voz asustada.
Michaelis la observó tranquilamente.
―¿Tienes mis gatos aquí? –inquirió con la voz afilada, con un pésimo humor.
Mey-Rin saltó en seguida y puso sus brazos contra su pecho, intentando protegerse. Pudo ver un destello rojo en la mirada del mayordomo principal, así que cerró los ojos con miedo. Había ciertas cosas de Sebastian con las que no podías meterte ni por error. Sus felinos eran la cosa número uno.
El pelinegro solo se inclinó de lado y alcanzó a ver sus gatitos sobre la cama de la muchacha. Estaban felices jugando con una bola de estambre. Abajo, en el suelo, había un tazón de leche a medio terminar.
Sonrió de medio lado.
Dio un paso y se metió a la habitación. En cuanto lo vieron, los gatitos se abalanzaron sobre su amo demoniaco.
―Mey-Rin –la llamó el mayordomo.
―Hai –se sobresaltó la sirvienta y abrió los ojos con nerviosismo. Vio a Sebastian tomando sus gatos entre sus dos manos. El hombre joven tenía una sonrisita amable en su rostro, lo que le permitió a ella calmarse. "Pensé que iba a regañarme", pensó la pelirroja, sorprendida.
―Gracias por cuidarlos. Pero dime, ¿desde cuándo sabes que escondía los gatos en mi cuarto? –la escudriñó con la mirada –¿Acaso estás prestándome más atención de la necesaria? –entrecerró los ojos y vio el color carmín apoderarse de las mejillas de Mey.
La joven no sabía qué decir, solo se limitaba a mirarlo.
Sebastian salió de la habitación y a los dos metros, se volvió un poco y observó a Mey-Rin en la puerta.
―¿No había dicho antes que tuvieras cuidado sobre a quién le abres la puerta? Después de todo, eres una señorita. Alguien podría aprovecharse de tu ingenuidad.
Mey-Rin continuó sonrojada, pero sonrió levemente y habló con su voz clara.
―Yo siempre tengo cuidado –afirmó, levantándose la pijama hasta la mitad de la pierna, donde se hallaba una pequeña pistola anudada.
Sebastian sonrió más y se dio la vuelta.
―Buenas noches, señorita Mey-Rin –se despidió de ella.
―Buenas noches, Sebastian-san.
Cerró la puerta de su habitación y apoyó la espalda contra ésta. Llevó sus manos hacia su pecho y comprobó que su corazón aún no estaba tan acelerado, estaba controlado. Se regresó hacia su cama, apagando las velas. Mientras estaba acostada, mirando el techo, se preguntó por qué Sebastian tenía esos gatitos viviendo en cubierto. Luego recordó. "El joven maestro tiene alergia a los gatos", pensó con una sonrisa. Estricto, estricto, pero de corazón blando hacia los animales.
Mientras tanto, el mayordomo principal había llegado a su habitación, dejando a sus hijos juguetear por el recinto. Encendió algunas velas para darse luz, y empezó a quitarse los guantes blancos. Se sentó en la cama, mirando la luna plateada por la ventana.
"Yo siempre tengo cuidado".
Se quedó pensativo. Tonta, tonta, pero letal. Siempre con un arma a la mano.
Ahora la chica de las gafas sabía su secreto. La única cosa que no le revelaría a su joven amo la estaba compartiendo con ella.
Barajó las ventajas de la situación. Al menos sus pequeños ya tenían una amiga que los cuidara en caso de que él no estuviera. Y a ellos parecía agradarles la sirvienta pelirroja.
Próximo capítulo le toca a Ciel y lleva por título: II. De clases de biología y sonrojos…
Espero que les agrade este fic. Mey-Rin es uno de mis personajes favoritos del manga de Kuroshitsuji. Cualquier duda, opinión, correción la pueden dejar en un review.
