Cómame, señor Lobo: Bonus Track
Pre-Secuela/Retcon/Secuela: Queridos lectores, se les recuerda que para entender esta historia, es necesario leer "Cómame, señor Lobo", dado que los capítulos que se publican aquí son una suerte de pre-secuela, secuela y retcon que tienen validez e influencia en la historia original. Sin haber leído el fic anteriormente mencionado no se podrán entender el siguiente trabajo.
Advertencia: Este trabajo es puramente lúdico, sin fines lucrativos. "¡Oye Arnold!" pertenece exclusivamente a Nickelodeon y a su creador Craig Bartlett.
Aclaración: Cada capítulo es un "tomo único", para ubicar a los lectores se avisará en cada título de capítulo si son: Pre-Prologo, Post-Epílogo o en qué capítulo están situados de la historia original. Así se aspira a ayudar a los lectores a no perder la línea cronológica.
Post-Epílogo: El rito fundamental
- ¡Desgarbada! ¿Puedes apurarte de una buena vez? Phoebe y Lila ya van a salir de clases y debemos encontrarnos con ellas. –Gretel se cruzó de brazos, observando a su prima sentada el sillón de la sala de la casa de huéspedes.
Helga tenía los brazos cruzados y miraba a un lado, con completo berrinche y enojo.
- ¿Por qué debemos ir con ellas? –se quejó.
- Porque una de ellas es tu mejor amiga. –le recordó la alemana, fulminándole con la mirada.
- No, eso entiendo ¿Por qué con Lila? –notó como la mirada azulada de su prima parecía encenderse en furia- ¿Qué?
- ¡Va porque es mi novia!
Gretel lo dijo en voz alta, sin miedo, sin importarle si alguien la escuchaba o no. Pues así era ella y sería ridículo sorprenderse de la naturalidad con la que hablaba.
- Además, es tu amiga ¡Y ella también está preocupada por ti!
- Ni que estuviese enferma… -masculló, notando su falta de respeto y manteniendo su mirada apartada- Es algo personal… -gruñó.
- Ir al ginecólogo no es algo personal. Todas tenemos los mismos genitales que tú, porque sabemos que tienes genitales femeninos. Además, nadie va a estar sobre el hombro del ginecólogo mirando de qué color y de qué tamaño tienes todo. Así que deja de ser mojigata y muévete. –sentenció.
- Las odio… -susurró, levantándose, dado que la pelea estaba perdida.
Y era verdad, cuando Gretel le había anunciado que ya había apartado cita con un ginecólogo, se sorprendió y más al saber que irían en tropa de poder femenino… ¡Como si ella necesitara tanta audiencia para algo tan privado!
Helga estaba segura que dejar de ser virgen no era de incumbencia de todo el mundo.
En esa mañana, cuando la alarma de Arnold sonó, imaginó que sentiría algún dolor en su cuerpo, le sorprendió moverse con naturalidad y recibir un "buenos días" contra su boca a la vez que un par de cálidos labios besaban los suyos. El chico salió al baño y ella hizo una revisión de los posibles daños. Sin contar un dolor muscular ligero en la cara interna de sus muslos, se sentía realmente bien. La chica se vistió ágilmente pero antes de salir notó una mancha carmesí en una de las sábanas. Los colores subieron a su rostro mientras corría de vuelta al colchón, jalaba la tela con poca delicadeza, logrando desordenar del todo la cama. La envolvió contra su pecho con un gesto apremiante y bajó corriendo a su departamento.
Cuando entró, con el corazón en la garganta, descubrió a Will desayunando y a Gretel terminándose su segundo plato de cereal. Los dos chicos la observaron interrogantes hasta que unas pícaras sonrisas se pintaron en sus labios. Antes que pudieran comenzar a reírse, Helga corrió a su habitación y azotó la puerta. Afuera escuchó a su prima caerse de la silla de tanto reírse y a Will luchando por regañarla a la par que bromeaba con tener una charla de hombre a hombre con Arnold, dado que era su deber y obligación. Helga enmarcó una ceja al oírlo ¿Por qué haría algo así? ¿Acaso el pelirrojo se había vuelto algo así como su custodio cuando ella no se dio cuenta? Helga le quitó importancia, se quedó encerrada hasta que Gretel y el chico se fueron a la preparatoria, no sin que antes la alemana le anunciara que cuando volviera la llevaría al ginecólogo. Y era una orden, no había opción de réplica.
Y ahí estaba, enfurruñada levantándose y siendo escoltada fuera de la casa de huéspedes por su prima, quien hablaba por celular con Big Bob para explicarle que llegaría tarde porque debía llevar a Helga al médico ¿Por qué? Nada grave, solo había comenzado la etapa de vacunas contra la gripe y sería bueno evitar los gastos de la enfermedad gracias a la vacuna. Claro, a Big Bob le gustó la idea porque no tenía que hacerse responsable más que del desembolso del dinero.
Gretel llevaba su traje de oficina, de un color terracota y con unos botines cafés con tacones de diez centímetros de alto. Así, daba el aire de ser una tía joven que sacaba a pasear a su sobrina rebelde. Helga notó, más para distraerse, como las facciones de la alemana se acrecentaban gracias al moño alto con el que recogía su cabello y el maquillaje maduro y sutil en su rostro. A su lado, Helga destacaba por sus botas de caña alta de cuero con cierres gruesos tipo militar, las medias, a la mitad de su muslo, color negras y con líneas blancas en forma de una espiral envolvente, llevaba shorts oscuros de jean y una playera negra, sin mangas, con letra rosa sobre su pecho, citando "Came on, get crazy. It's the only way to beat me!". Helga se subió en silencio al bus, guiando a su prima para evitar que, por azares del destino, la alemana no terminara bajándose por la puerta de atrás y perdiéndose en el callejón que quedaba justo en la parte trasera de la casa de huéspedes.
- ¿Sabes? –Gretel se cruzó de piernas, observando por la ventana- En esta maldita ciudad apartada de la mano de la humanidad no existe ni una sola tienda de juguetes eróticos. –Helga se atoró con su propia saliva y comenzó a toser con fuerza, observando como la alemana lucía sorprendida de que esa noticia la hiciera reaccionar así- ¿Verdad? ¡Es increíble de creer! ¿Cómo no pueden tenerla?
- ¡Gretel! –le regañó, notando que los pasajeros de por lo menos tres asientos a la redonda las observaban con sorpresa.
- ¿Qué? –la aludida se cruzó de brazos, recogiéndose en el asiento como una niña castigada- Por lo menos para las fiestas de solteras deberían tener uno ¿O de dónde sacan los colgantes con vibradores pequeños y las tangas comestibles? Aunque me parezcan de mal gusto, son parte de una tradición legendaria.
- Recuérdame no dejarte organizar mi despedida de soltera. –masculló, cubriéndose el rostro.
- ¿Quién dijo que necesito tu permiso? Los chicos y yo, en Alemania, ya hemos planeado todo para cuando ocurra. –se estiró para quitarse la pereza, sonriendo de manera felina- Will y yo tendremos que ir hasta Washington por tu regalo, pues te he prometido comprarte un vibrador ¡Y por el honor de mi familia que te compraré uno! –sentenció.
- ¡No quiero ningún regalo! –le recordó, dando un golpe con la suela de su bota sobre el pie de su prima.
- Lo mismo dijiste de las botas ¿Recuerdas? "No quiero botas. Son poco cómodas. Nunca me las voy a poner". Y ahora no dejas de usarlas. –le sacó la lengua.
- Es diferente.
- Tienes razón, las botas las usas en público, el vibrador en privado. Pero seguirás el mismo principio. Yo sé que te va a gustar, como supe, desde el inicio, que las botas eran lo tuyo. –le dio un golpecito con su dedo índice en la punta de la nariz- No vas a dejar de usarlo porque te encantará. Siempre tengo la razón. –sonrió de costado.
- ¿Y tú como sabes? –Helga enmarcó una ceja.
- Porque el noventa por ciento del uso de un vibrador implica imaginación. Tú tienes una gran imaginación. Por ende, vas a pasar momentos increíbles. –se encogió de hombros al notar que su argumento no estaba funcionando- Bien… en realidad…
- ¿Si…?
- La razón por la que quiero comprarte uno… la más fuerte razón…
- ¿Si…?
- Creo que necesitas aprender de tu propio erotismo un poco más. –admitió, sonriendo ligeramente- El poder de las mujeres radica en conocer su propia feminidad. –se acarició los brazos para hacer un énfasis en sus palabras- En saber que tan atractivas, seductoras y poderosas podemos ser con nuestro cuerpo, con el poder que le demos a nuestros cuerpos. –aclaró- La regla principal es amarnos y mimarnos para saber cómo hacer que los otros sepan cómo amarnos y mimarnos correctamente. Si no aprendes a saber que tu atractivo viene por ser tú y no porque "eres una mujer y por ende vas a atraer a los hombres neandertales", como mucha gente cree, no vas a llegar a ningún lado. Creo que un poco de auto-erotismo te haría bien. –Helga estaba sorprendida por el discurso de su prima, con esa manera tan seria y profesional que abordaba el tema, estaba segura que el mundo se estaba perdiendo de una gran sexóloga solo porque la señorita era adicta al dinero contante y sonante de los negocios tecnológicos- ¿Desgarbada…? ¿No estamos a punto de llegar? –consultó, señalando el sofisticado edificio que se aproximaba.
- ¿Ah? –Helga parpadeó un par de veces- ¡Ah! ¡Si! –jaló el cordón que anunciaba la parada y salió corriendo a la salida junto con Gretel.
Frente a ellas estaba la Academia Benjamin Rush, los estudiantes ya casi habían desaparecido, así que fue fácil encontrarse con Lila y Phoebe, quienes charlaban enfrascadas sobre arquitectura moderna. Cuando la pelirroja se encontró con Gretel, Helga pudo percatarse de la manera cálida en que la mirada esmeralda resplandeció y una genuina sonrisa se formó en sus labios, las manos pecosas temblaron suavemente, como en un juego de saber o no la ruta que debía realizar. En cambio, Gretel se movió con naturalidad, a pesar que se le notaba con un humor mucho más dócil, saludó a Phoebe y Lila de forma amistosa y ofreció su brazo a la pelirroja para que lo tomara. Ese era un gesto poco llamativo socialmente pero a la vez brindaba una intimidad que, en conjunto, animó a Lila.
Phoebe también había captado todo el ritual íntimo y personal entre las dos chicas pero su prioridad era Helga y la manera en que analizaba su rostro le decía que estaba intentando medir sus niveles de felicidad si es que eso era posible.
- Estoy bien. –movió sus manos, nerviosa- ¿Podemos irnos ya?
- Por supuesto, el doctor Cortez no nos va a esperar para siempre. –admitió Gretel, caminando una vez más a la parada de autobuses.
- ¿Un ginecólogo varón? –consultó Phoebe, con extrañeza- Las mujeres suelen confiar más en las mujeres para eso.
- Bueno, yo tengo ginecóloga desde hace algunos años. –aportó Lila- Nunca lo vi como cuestión de género, mi padre solo me dijo que se la recomendaron y ya.
- El doctor Cortez es el tipo de ginecólogo en que confío. –apuntó Gretel, subiendo al bus y continuando su conversación cuando se acomodaron en la última fila- Sincero, franco, gracioso, abierto de mente y por sobre todo profesional. Si voy a contarle a un doctor sobre mi sexualidad y si tengo o no dolores en la menstruación, quiero que sea alguien que no se le caiga los ojos cuando le explique lo quisquillosa que soy en situación de quien entra o no en mi cama.
Helga ahogó una risa la cual no pudo contener al notar la mirada de extrañeza en Lila, seguida por el sonrojo prolongado de Phoebe. Por supuesto, ellas no entendían, pero Gretel no era de permitir que cualquiera pudiese hacer contacto íntimo con ella a pesar del aire liberal que tenía. En ese sentido, era exagerada. Si sabía que la persona era virgen no se preocupaba, pero si no lo era, lograba de una u otra manera, que se hiciera exámenes médicos, desde enfermedades de trasmisión sexuales simples hasta de sangre. Gretel no dejaba que nadie manchara el templo que había creado de su cuerpo. Claro que pocas personas llegaban a aceptar eso y muchos se enojaban, pero la alemana ni siquiera le daba importancia dado que era casi un requisito entregar una carpeta médica para poder saber si la libido de la chica subiría o caería a niveles glaséales.
- Bueno, tampoco debe ser tan complicado ir a uno ¿No? –consultó Helga, estirándose de manera despreocupada, ganándose una mirada de sorpresa de Phoebe.
- ¿Nunca has ido a uno? –la chica negó- ¡Pero Helga!
- Si ha ido. –defendió Gretel- En Alemania la llevaba al mío. Le hacíamos chequeos completos. –fulminó con su mirada a su prima- Ella venía de este lugar sin siquiera revisarse la vista.
- No es mi culpa que Big Bob no llame a los médicos a menos que ya estés enfermo. –se encogió de hombros- En todo caso, cuando iba allá nunca tuve que abrirme de piernas.
- Y Arnold te lo agradece. –bromeó Gretel, Helga se preparó para golpearla pero para su sorpresa fue detenida por Lila, quien con agilidad capturó su puño y lo apartó de la alemana, quien le sacó la lengua, con una sonrisa astuta- El señor lobito no me detiene cuando yo hago eso. –rodeó con sus brazos el cuello de la pelirroja y apoyó su mentón sobre el hombro de la chica, sonriendo burlonamente a su prima.
- Él te tiene miedo. –recordó Helga, aun sorprendida.
Lila la había detenido con naturalidad, sin necesidad de regañarla y en ese momento continuaba una tranquila conversación con Phoebe. Helga no podía creer lo ágil que había sido la pelirroja. Ni siquiera la había estado mirando y simplemente levantó su mano, atrapó el puño de la rubia y lo bajo.
- Pues mi bailarina no te tiene miedo. –Gretel se encogió de hombros.
Phoebe se rio por lo bajo al notar la frustración de Helga al darse cuenta que no podría darle un par de lecciones a su prima mientras Lila estuviese cerca. La menor de los Pataki aun recordaba como la pelirroja había inmovilizado a su prima con sus simples conocimientos de ballet, así que no quería arriesgarse al ridículo. Además, no importaba… en algún momento Gretel estaría sola…
- ¿Bajamos?
Las cuatro chicas arribaron al centro de la ciudad, frente a frente al hospital principal. Gretel se adelantó para hace el papeleo, mientras charlaba con Lila y le intentaba convencer de que aprendiera un arte marcial, dado que tenía una agilidad digna de explotar.
- ¿Cómo estuvo tu noche con Arnold? –consultó Phoebe, tentando suavemente el terreno. Helga se sonrojó de inmediato y se encogió de hombros- ¿Normal…? –la chica parecía buscar minas en lugar de entablar una conversación.
- Nosotros… -la rubia se movió inquieta- Mejor te lo cuento luego. –sentenció.
Porque definitivamente no estaba lista para hablar del tema. Ni siquiera ella se creía que todo eso hubiese realmente pasado. Y se repetía una y otra vez que si había sido así. Pero cada vez que recordaba algún momento de la noche que compartieron juntos, más nerviosa se ponía ¿Cómo contarle a su mejor amiga si ni siquiera podía admitirlo a ella misma?
- ¡Hey! –la alemana las llamó- ¿Vienen?
- Esta bien, Helga. –Phoebe apoyó suavemente su mano sobre el hombro femenino y ambas fueron con las otras dos chicas para subir por el ascensor al quinto piso, donde el consultorio del doctor Cortez las esperaba.
El hombre no pasaría de los treinta y cinco años, con una resplandeciente sonrisa, su piel canela, cabello castaño y rostro sin afeitar, le daba un aire agradable y despertaba confianza inmediatamente.
- Gretel. –saludó y luego observó a Helga- Asumo que esta es mi paciente ¿Van a entrar todas? –consultó, abriendo la puerta del consultorio.
- Nosotras te esperamos aquí. –ofreció Phoebe, con una pequeña sonrisa.
Helga asintió e ingresó con el doctor, sintiendo un ligero temblor en sus manos ¿Qué tanto le asustaba la idea de admitirle a un desconocido algo que ni siquiera le había contado a sus personas de más confianza?
El consultorio tenía un escritorio con dos sillas, una en frente de otra, con una computadora sobre este. En la parte de atrás había una cortina por la cual alcanzaba a ver un tipo de silla reclinable con unos ganchos que imaginaba era donde se ponían los pies para dar mejor vista cuando hacían la famosa revisión profunda. La rubia no supo a donde dirigirse pero el hombre le señaló la silla y este se sentó al otro lado del escritorio.
- Bien, señorita Pataki ¿Nerviosa? –consultó, al parecer venía de Puerto Rico, tenía un acento tropical diferente al cubano, aun en su perfecto inglés.
- No… -mintió, cruzándose de brazos.
- Bueno, sería normal que lo este. Por lo que dice su historial médico… -el hombre tenía sus ojos oscuros clavados en la máquina- Nunca ha tenido una revisión ginecológica.
- Se podría decir… -se encogió de hombros.
- Entonces crearé primero su ficha. –el doctor clavó sus amables ojos en ella.
Helga pudo sentir una cálida mirada similar a la de Arnold en ese hombre, alguien que estaba dispuesto a ayudar y preparado para extender la mano a cualquiera que lo necesita. Inmediatamente sintió confianza y se dispuso a responder las preguntas reglamentarias, pero cuando se acercaron a los temas referentes a la profesión del hombre y el motivo de consulta, ella ya tenía el corazón ensordeciéndola.
- Señorita Pataki ¿Es usted virgen? –preguntó, con la misma naturalidad que había consultado su edad.
- Eh… -la chica miró el techo.
No iba a ser tan fácil contestar como cuando dijo su edad ¿Verdad?
- No…
- ¿Mantiene relaciones con una pareja estable? –la chica asintió, aunque estaba dando por asumido que así sería.
- Anoche… fue mi primera vez. –susurró, en un hilo de voz. El hombre sonrió comprensivo y asintió.
- Entiendo. Me alegra mucho que decidiera venir a una consulta médica, eso ha sido muy maduro de su parte. Pero tendré que hacerle un par de preguntas de carácter íntimo.
La chica asintió, sin sorprenderse que lo siguiente que tuviese que responder era sobre Arnold y que tanto conocía de su vida sexual. Lo cual había sido extremadamente fácil ¿Virgen? Por supuesto que ya no ¿Cuántas parejas sexuales había tenido? Una y planeaba que así se quedara el asunto ¿Y ella planeaba tener otras parejas sexuales? Helga casi se rio con burla ¿Para qué demonios iba a querer más? La noche anterior había salido muy bien como parar irse de curiosa por ahí.
- ¿Método anticonceptivo? –Helga ladeo el rostro con extrañeza y notó como el doctor estuvo a punto de reír- ¿Qué método anticonceptivo van a usar de ahora en adelante?
- Pues…
¿Condones? Hasta ella sabía que eso no era la más emocionante opción. Ni siquiera la más segura.
- ¿Qué le parece la inyección que es una vez al mes? El precio es económico y solo debe ponérsela una vez por mes, en la misma fecha.
Helga se apoyó del todo contra el espaldar de la silla, mirando el techo, escuchando los murmullos fuera del consultorio. La ciencia había avanzado para prevenir el embarazo de diferentes maneras pero ¿Cuál sería la forma indicada para ella…?
La chica se levantó con resolución, giró sobre sus propios pies y apoyó sus manos sobre sus caderas.
- ¿Tú qué opinas…? –ella abrió la puerta del consultorio repentinamente y dentro del mismo cayeron Gretel, Lila y Phoebe, las tres chicas quedaron boca abajo en el suelo, una sobre la otra y observando a Helga como si hubiesen sido capturadas robando una galleta- Me retracto. –masculló, cruzándose de brazos, escuchando como el doctor Cortez contenía la risa- ¿Ustedes que opinan? Yo había jurado que solo se trataba de la metida de Gretel.
- ¡Hey!
- …y ahora resulta que las tres son unas curiosas. –acusó Helga, mirando a las chicas que estaban en el suelo.
- Yo… -la alemana se cortó cuando notó que Phoebe abría la boca con toda la intención de gritar.
En un movimiento tanto ella como la pelirroja cubrieron la boca a la chica japonesa, quien luchaba por hablar y deshacerse de ellas.
- Helga… -susurró Lila- Phoebe esta molesta porque se acaba de enterar, y porque estábamos espiando, sobre…
- Esta molesta porque no le contaste sobre dónde botaste tu virginidad y se vino a enterar de esta manera. –explicó con burla Gretel.
Helga pudo jurar que Phoebe no solo la estaba maldiciendo en japonés, sino que ponía en tela de duda eso de la amistad. La rubia quiso golpear su frente contra una pared y hacerlo con fuerza.
- Phoebe… calma. Estoy segura que Helga no había tenido tiempo para explicarte. –parecía que Lila iba diciendo eso bastante tiempo porque la chica no pareció calmarse para nada. Todo lo contrario, hasta parecía más molesta.
- Yo estoy seguro que pueden ingresar todas o quedarse afuera, pero no en el suelo ¿Qué dice, señorita Pataki? –obviamente el doctor tenía otros pacientes y no se veía muy bien tener tres chicas como tapetes en la entrada de su consultorio.
Claro, si hiciera tatuajes u ofreciera servicios BDSM… la historia sería diferente.
- Que entren. –se encogió de hombros, volviendo a su silla, sintiendo a las tres chicas atrás suyo como si fuesen sus guardaespaldas- ¿Y bien? Dado que oyeron… -comentó, con la ceja enmarcada.
- Yo uso el implante, me lo puse el año pasado. –Gretel se encogió de hombros, señalando con su mirada su brazo derecho, donde le habían introducido las varillas anticonceptivas- Así que tengo cuatro años más antes de sacármelo. Soy demasiado olvidadiza hasta para la inyección. -admitió- Lo que tienes que entender es que con o sin actividad sexual vas a tener que usar estos métodos. Sino vas a arruinar el proceso. –el doctor asintió, con orgullo- Ahí lo tienes, soy una paciente modelo. –Helga observó a Lila y Phoebe, esta última se estaba calmando de su enojo reciente.
- Yo creo… -la pelirroja llevó sus dedos bajo sus labios, meditando- que si estuviese en tu situación, usaría el parche, te lo pones una vez por semana y siento que es menos invasivo. –le dio un ligero escalofrío- y evitas las agujas. –admitió, con una pequeña sonrisa.
- Bueno, entre los métodos más seguros está la inyección, Helga. –analizó Phoebe, sin mirarla- También es menos invasivo que otras opciones a pesar de contener una aguja.
La chica asintió ante el consejo de las chicas, el doctor Cortez las observaba con paciencia, notando la interacción que había entre ellas.
- La inyección mensual está bien. –el hombre asintió y le hizo una receta.
Por suerte sacó a las chicas en el momento de hacerle la revisión, que le pareció menos problemática de lo que hubiesen imaginado, el doctor Cortez le explicaba el procedimiento con calma y detalle, haciendo que la idea de tener el rostro de un desconocido entre sus piernas, no fuese tan escalofriante como imaginó que sería.
- Bien, señorita Pataki. –concluyó el hombre, mientras Helga terminaba de vestirse- Todo en orden, espero verla dentro de seis meses para otro chequeo. Y recuerde hacerse los exámenes de sangre que le envié, cuando tenga el resultado puede venir y despejaré sus dudas. No necesita una cita para eso.
- Gracias. –fue saliendo del consultorio, notando como las chicas estaban enfrascadas en una profunda conversación de porque era imposible que surgiera una Tercera Guerra Mundial ¿Cómo rayos habían llegado a ese tema? ¿Por qué no eran como las chicas normales y hablaban de famosos y maquillaje? Ah… porque si fuese así no se llevaría con ellas.
- Y una cosa más.-Helga regresó a ver al doctor, quien sostenía la puerta- Salude a Stella de mi parte y si puede recordarle que su control es el próximo mes le estaría agradecido. –y cerró la puerta.
La chica se quedó estática en su lugar y avanzó casi a tropezones al grupo.
- ¿Desgarbada…? –susurró la alemana.
Helga la miró de manera inquisitiva.
- ¿Es el ginecólogo de la mamá de Arnold? –sacudió de los hombros a su prima.
- Ah… si… olvide decírtelo. –y su expresión era sincera.
- ¿Olvidaste decírmelo? –acusó, en voz baja dado que estaban en un hospital- ¿Cómo pudiste olvidarte de algo tan importante?
- No lo vi importante. –y lo decía en serio.
- Te mato. –sentenció- ¿El ginecólogo de la mamá de Arnold sabe que tengo relaciones con el hijo de su paciente? –estaba a punto de caer en una crisis…
Las chicas se observaron entre sí, sabiendo que era un mal lugar para que Helga comenzara a gritar. Por lo que vieron, en el mismo piso había un psiquiatra y la idea de visitar todos los sábados a la rubia en una celda acolchonada no sonaba tan divertida.
- Descuida, es profesional. No le va a contar a nadie. Ahora relájate. Y bien… -sacó su celular- ¿Llamo a Will para que traiga a Zoe y nos vamos de compras? –preguntó, buscando distraer la atención.
- ¿De compras? –Lila ladeó suavemente el rostro, sin comprender.
- A Washington, no queda muy lejos ¿O vamos mañana? –dudó Gretel- Ya perdimos tiempo de carretera aquí y no quisiera que Will conduzca en la noche de regreso. Además, debo ir con el tío Bob, no estoy de vacaciones. –se regañó.
- ¿De compras? –repitió Phoebe.
- Por supuesto, a comprarle un vibrador a Helga.
- ¡Gretel! –gritó la aludida, completamente roja, llamando la atención de todo el personal de ese piso.
La alemana sonrió traviesa y comenzó a correr escaleras abajo, conteniendo un chillido infantil que mezclaba el miedo y diversión que sentía, demostrando que le importaba poco y nada estar con su traje empresarial, pues saltaba los escalones con agilidad. A la hora de molestar, la ropa era lo de menos y muchas veces, hasta opcional. Ahora llamaban la atención del personal de todo el hospital mientras Helga salía corriendo atrás de su prima y lograba darle alcance apenas por unos centímetros.
Phoebe y Lila se miraron fijamente y corrieron atrás de ellas. Pues pensándolo bien, tal vez sería peor tener que visitar a esas dos en la cárcel que en un psiquiátrico.
¡Saludos Manada! La primera muestra de uno de los Bonus Track. Me pareció importante dedicarle un capítulo, entre bromista y exagerado, a algo que es muy importante: La protección. En lo personal, siento que parte del labor de un escritor, es dar un mensaje. Realmente disfruto creando mensajes sobre ser diferente, original, no discriminar a las personas y demás cosas. Pero también siento que es primordial dejar un mensaje sobre la protección y la sexualidad, sin importar que tipo de moral o creencias tenga una persona, siempre es importante saber protegerse.
Sin contar que me pareció hilarante reírme a costa de Helga…
Regla de la Manada: La sabiduría se obtiene de la experiencia, compartirla con otros es un noble deber. Pero siempre hay que recordar que ya queda es decisión de los viejos lobos o jóvenes cachorros el tomar o no dicha sabiduría.
¡Nos leemos!
Nocturna4
