Ok, ok, ok. Este fanfic es algo extraño, ¿vale? Tiene parejas raras y todas mezcladas, es algo que se me ocurrió cuando vi muchos fanfics en los que estas u otras parejas son las principales. Entonces pensé ¿y si…? Y salió toda esta mierda. Espero que les guste.

Así que si leen y dicen… "Espera… ¿¡khe?!" no se alarmen. Ah.

O sea, esto es Mystrade, y es Johnlock y lo que sea que se me ocurra en el camino, ¿ok? XD

A lo que voy es que no es 100% nada, es parte y parte y parte. Pero sí que empieza con estos dos hermosos. Quise hacer algo sólo con ellos, pero juro que mi mente no quería y no podía escribir nada decente con este prompt, los demás van a tener solo Mystrade como principal, lo juro.

Este fanfic está hecho como respuesta a un reto para San Valentín del grupo de facebook "Mystrade is real 4 us"

Tiene el siguiente prompt: Teen!Mystrade donde ambos se quedan atrapados en vestidores después de la clase de gimnasia y deben pasar la noche juntos.

Por cierto, esto es importante, para que mi hermoso fanfic tenga sentido voy a hacer que Mycroft y Sherlock solo se lleven dos años de edad. ¿Ok? SOLO DOS AÑOS. Por si las moscas lo repito.

Disclaimer: se me sigue haciendo tonto, pero ahí va: Sherlock ni nada que se le parezca me pertenece, no tengo ganas de poner a quién sí y todos saben que el original es de Sir Arthur Conan Doyle, por favor. Lo único mío es la manera de escribir el prompt, porque ni eso es mío, sí, así de triste es mi vida. Ah.

Advertencias: Ninguna, no tiene nada pornoso ni nada sangriento, lo siento. Por lo menos este cap… después si lo cambio no se deschaveten. Ah.

Así que sin más, a la lectura-

O-o-o-o-o-o-o-o-o-o-O

Era san Valentín, una de las mejores épocas para las personas que tienen pareja, o las peores, según quién diga. La verdad es que nunca le había importado tener pareja, era algo irrelevante e inservible, ¿de qué le serviría exactamente?

No es que fuera un antisocial, era un poco asocial, pero tampoco para tanto. Casi todos lo tenían como si fuera un rarito que no se acerca a la gente por miedo a contagiarse. Y no era su culpa.

De entrada cuando había iniciado la preparatoria lo veían raro por su vestimenta, nunca había sido la clase de persona que cae en la escuela o en cualquier lado vestido como vagabundo. A él no le importaba lo que pensasen, le importaba vestirse como se le diera la gana. En primaria ya lo molestaban algo por eso, pero tampoco le había tomado importancia, en esa época de su vida era algo bastante extraño ver a un niño vestirse tan elegante.

Había tenido algunos amigos a lo largo de su vida, pero muy pocos y ni siquiera se los podía considerar "buenos amigos". Le caían bien, no lo juzgaban… cuando estaban solos. Cuando había más gente presente ni le dirigían la palabra. «Mejor» pensó. Odiaba la gente falsa, y esa era la gente más hipócrita que jamás había conocido.

De todas formas su ropa ya no era tan extraña, era una camisa blanca, tal vez sí era muy cara como para usar todos los días, pero no le importaba, llevaba unos vaqueros negros que se ajustaban a su cuerpo, aunque no tanto. Por último tenía unos tenis de color negro. Esa última parte de su outfit era la única que se usaba comúnmente en la mayoría de los adolescentes. Pero él estaba seguro que no era por su ropa que hacían tanto escándalo, sino en su forma de ser.

Era por su sofisticado porte y las "extrañas" palabras que utilizaba. ¡Por favor! ¿Qué clase de ser humano no conoce la palabra "trivial"?

De todas formas no lo consideraban una "mala persona", no sabía que tan exactos eran sus criterios, ya que para ellos burlarse de sus compañeros estaba bien y hacerlos sentir como basura también, pero bueno.

Por la única razón por la cual no lo molestaban a él era por favores, cuando alguien no había hecho algún trabajo importante él accedía a que lo copien pero con otras palabras. En un trabajo de grupo siempre lo querían e intentaban hablarle y caerle bien para que accediera a más favores. Pero claro que nunca le había terminado de caer bien ninguno de ellos.

Pero nunca se sintió triste por la situación, aunque no le hacía gracia que fueran tan interesados, por lo menos no lo molestaban. Al fin y al cabo era solo eso para todas esas personas, "la persona que no hay que molestar para que te explique temas de la prueba y te pase la tarea".

Suspiró largamente, no tenía amigos ni novia para festejar ese estúpido día en el que todos parecían escupir corazones por la boca, pero no se sentía triste por ello, la verdad le daba igual. Era algo bastante tonto si se ponía a pensarlo. Era solo un maldito día que no significaba nada para él, dudaba que a las personas que sí les gustaba ese día supieran siquiera qué es lo que festejaban. Sólo se les sumaban a todos los idiotas que hacían lo mismo. Típica conducta humana, hacer lo que hacen todos los demás porque… bueno, por no querer ser menos, porque claro, ahora resulta que los que no siguen a la multitud de idiotas que se tiran por el barranco son estúpidos.

La gente sin criterio propio le repugnaba a tal grado de no poder verlos, y ese maldito día, que encima era un día de clases, la gente parecía el triple de estúpida que la mayoría de los días.

Caminaba por el pasillo hasta su casillero, por suerte el día ya estaba por terminar, nunca pensó que un miércoles se le haría tan horriblemente largo como ahora.

Miró a su lado una chica de cabello lacio y largo de color rubio, era bastante alta y tenía una postura que aparentaba relajación, pero se notaba que estaba excesivamente nerviosa, tenía un ligero tic en la mano derecha y miraba a los ojos del muchacho en frente suyo y los intercambiaba cada cinco segundos en cualquier otro lado.

El chico frente a ella era alto, tenía el cabello castaño y la miraba con los ojos entrecerrados, de color castaño, pero se veían más claros. ¿Cómo no reconocerlo? Todas las chicas en su clase cuando intentaban establecer una conversación con ella y no tenían más temas de que hablar se ponía a cuchichear entre ellas sobre él, Greg Lestrade, como todos le decían.

El tipo, según ellas, era un jugador de rugby, de los mejores, era agradable y muy guapo, gracioso, simpático, solidario y muy caballeroso. Al parecer hacía fiestas al finalizar cada partido.

Por lo que veía, parecía que las chicas no se equivocaban, tenía que admitir que no parecía querer salir con la rubia, pero la seguía escuchando y le sonreía para no quedar mal, para que no se sintiera mal.

Además sí que era tan guapo como ellas decían.

Padres separados, ningún hermano y posible alcoholismo.

Greg no sabía cómo rechazar su invitación, era algo obvio, no era necesario conocerlo como para verlo, pero tal parece que su acompañante no era capaz de verlo.

¿Por qué confesarte hoy si es un día como cualquier otro? Si tenía planeado rechazarte lo va a hacer igual, no es como si "la magia del romance" se le fuera a meter en el cerebro para hacer que te tome en cuenta. No la entendía.

Debió haberse quedado mucho tiempo observando a Greg, porque este le miró y le sonrió. No supo qué hacer, solo atinó a asentir y retirarse del lugar lo más pronto posible.

Entró a su aula y se sentó en su banco de siempre, el segundo de la fila de la izquierda. Una vez instalado acomodó su libro de anotaciones y su fiel lapicera.

Suspiró nuevamente mientras sacaba su celular para navegar sin sentido por los pocos minutos que le tomaba al profesor llegar a su salón. Cuando de repente, alguien puso su mano en el banco de su mesa.

Miró hacia arriba y cambió su cara de sorpresa por una de fastidio. Era Dimmock, el chico que siempre lo molestaba por favores, el que peor le caía de todos. Casi le caía mal la clase de historia porque él estaba en ella.

— ¡Hola, mi buen amigo,…! Ehm…—no podía ser tan estúpido como para no recordar su nombre, casi todos los días que tenían juntos alguna clase desde hacía ya casi tres años que le molestaba para pedirle cosas. Era realmente insoportable.

—Aléjate, no voy a darte mis apuntes. — volvió a sacar su celular, que había guardado para conversar con la persona que tenía en frente. Mycroft había pensado que era alguien más…

—Vamos, no seas malo. Ayer tuve un problema… con la electricidad y… ¡Ah! No tenía luz y no pude estudiar…—Mycroft lo miró con las cejas alzadas. ¿En serio le parecía que iba a hacerle caso por ponerle una excusa que acababa de inventar?

—Dimmock, déjalo en paz. —dijo una voz de alguien que recién entraba al salón.

Mycroft sintió cómo una punzada se le clavaba en el pecho y hacía que su sangre palpitara más rápido. Si bien odiaba las clases de historia por Dimmock, las amaba por John. Podría quejarse de los demás todo lo que quisiera, pero no de él. Era la única persona que nunca le había usado. Él solo le hablaba cuando quería hablar con él y nunca había aceptado ningún favor por parte de Mycroft. Decía que sabía que sus compañeros solo hablaban con él por interés y que no quería que pensara así de él.

Era todo un sueño.

Era el más guapo de toda la clase, por más que era más bajo que los demás, lo compensaba con una buena actitud, era paciente, comprensivo, le gustaba hablar con Mycroft de las "cosas interesantes" que él decía «que solo eran datos curiosos, pero qué más daba». Era el único con el que se permitía ser como era, sin recibir insultos ni malos tratos. Además de no ocultarlo como hacían otros.

Lo único que nunca le había dicho eran sus deducciones de la gente, si John le creía extraño no sabría qué hacer, por eso nunca lo hizo.

Lo saludaba siempre que lo veía y siempre era muy honesto. Tal vez esa era la parte que más le gustaba de él. Bueno… además de ser un rubio de ojos claros que estaba en buena forma gracias a su entrenamiento jugando rugby.

No lo consideraba un amigo por el simple hecho de no querer ser sólo eso para John, aunque no sabía si este sospechaba algo. A veces se creía muy obvio. Además de no tener su número telefónico como para hablar fuera de la escuela y eso le deprimía, pero nunca se había atrevido a pedírselo.

—Buenos días, Myc. —dijo él, con su siempre radiante sonrisa. Mycroft le sonrió y miró una vez más hacia su celular.

— ¿Ehm… entonces es un no? —Preguntó Dimmock, quién seguía ahí, mirando a Mycroft desde más cerca, puesto que se había agachado para insistirle.

—Nunca sabes cuándo hay que retirarse, ¿verdad?—se rió John, mientras lo empujaba ligeramente. Este se rindió y comenzó a hablarle a un grupo de chicas que se encontraban dos bancos atrás de ellos.

Mycroft se empezó a sentir algo nervioso por la cercanía de John, este solo sonrió al notarlo, mientras se mordía el labio.

— ¿Qué hacías?

—Eh… ¿yo? Nada… solo… —tenía un ligero rubor y estaba intentando sin éxito reprimir una sonrisa mientras veía el aparato en su mano. Jugueteó un poco con los dedos pero era imposible seguir el camino de la conversación, se había olvidado de qué estaba diciendo.

John solo se quedó mirándolo fijamente mientras se ponía serio, Mycroft cometió el error de mirarlo a los ojos. Su mirada era tan intensa que no sabía qué hacer. Así que como pudo intentó disimular su nerviosismo.

—Myc… ¿tienes algún plan para hoy…? —lo preguntó tan suavemente que no pudo despegar la mirada de sus labios, prácticamente susurrando esas palabras.

Mycroft no podía creer lo que había escuchado, no lo podía procesar del todo. ¿John Watson lo acababa de invitar a salir…a él? Miró hacia atrás solo para cerciorarse, aunque era algo bastante tonto, porque John había dicho "Myc" al principio.

Intentó decir algo, pero no pudo, no salían más que balbuceos de su boca. Así que asintió varias veces para asegurarse de que entendiera.

—En la cafetería cerca del parque a la salida, ¿te parece?—el aludido volvió a asentir.

John rió una vez más y se despidió de Mycroft para sentarse junto con Dimmock, pero antes de eso un grupo de chicas había hecho unos comentarios acerca de su acercamiento.

—Qué lindos que son chicos, ahora que te llevas mejor con Mycroft, ¿puedes pedirle que me pase los apuntes?—le oyó a Dimmock preguntarle a John, mientras este intentaba ocultar su sonrisa mientras lo empujaba ligeramente.

John era abiertamente gay, así que no era algo que debía ocultar de nadie, eso le agradaba más que nada.

Rió bajito, justo en ese momento entró el profesor y todos hicieron silencio, parcialmente, como siempre. Esa era la anteúltima clase del día, solo le quedaba deporte.

Estaba tan emocionado que sentía que la hora era interminable. Casi no había sudado, pero igualmente quería tomar un baño, no quería estar impresentable en su… ¿cita? Sonaba tan extraño decirlo. Le hacía sonreír el simple hecho de recordar que tenía una salida organizada con John…

No quería bañarse con todos los demás ahí dentro, la verdad es que nunca se había bañado en la escuela, siempre se volvía a casa como estaba y ahí se preparaba, pero no podía este día. Estar impresentable simplemente no era una opción.

Esperó unos quince minutos a que todos salieran de las duchas y se fueran a vestir y luego unos cinco para que todos ya se hubieran ido.

Una vez que todo se calló fue cuando entró. El lugar estaba oscuro, por lo que prendió una luz y procedió a quitarse la ropa, acomodándola adecuadamente doblada en su bolso. Se estaba enjabonando mientras observaba el lugar, completamente desierto y todo húmedo. La verdad es que daba algo de pavor estar en ese lugar desnudo, le daba la impresión de que podía entrar cualquiera en cualquier momento.

Pero no creía que nadie esté realmente por ahí, sería bastante extraño, se había asegurado de que no quedara nadie de su clase.

Seguramente John estaría esperándolo afuera, por lo que tenía que apresurarse.

Procedió a quitarse el jabón cuando un ruido lo asustó. Era alguien que acababa de entrar… Era Greg…

Había hecho esperar a John tiempo extra en vano, porque odiaba sentirse incómodo, y ahora estaba más incómodo que nunca. Lestrade lo único que hizo fue susurrar un saludo y proceder a quitarse la ropa. El silencio que era roto únicamente por la regadera lo hacía todo incluso más incómodo.

Intentó hacerlo de la manera más rápida posible para cubrirse rápidamente con la toalla. Y una vez hecho esto se dirigió hacia su ropa y se la colocó sin hacer ningún sonido.

Greg al parecer también se duchó rápido y procedió a vestirse. El ambiente estaba más silencioso que nunca. Se estaba por retirar cuando se dio cuenta de que había perdido su celular, no lo encontraba por ningún lado. Desesperado por irse, no estaba pensando con claridad. Así que se dispuso a tranquilizarse cuando las luces se apagaron.

Se levantó de sobresalto y se levantó para ir hasta la puerta, que ya encontraba cerrada, y la habían cerrado con llave por el sonido que escuchó. Gritó y le pegó a la puerta, pero cuando pegó su oído a la puerta se dio cuenta de que quienquiera que sea la persona que cerró la puerta estaba escuchando música y muy alto. No los iba escuchar, pero lo intentó, y cómo lo intentó. Pero parece que el sujeto en cuestión los había ignorado olímpicamente y ya se encontraba lo suficientemente lejos como para poder escucharlos.

Se dio cuenta de que Greg también había estado gritando y pegándole a la puerta. Pero todo había sido inútil. Encima, para colmo, los vestuarios estaban lo suficientemente lejos del resto de la escuela como para que no les oyeran. Estaban lejos para que fueran accesibles para los jugadores de cualquier deporte que se practicara, para no tener que gastarse yéndose lejos.

Se sentó en el piso mientras analizaba las posibilidades de escapar del lugar. La verdad es que eran bastante bajas. No creía que nadie entre ahí hasta el día siguiente, las clases ya habían terminado, si había alguien en la escuela era porque tenía un club, pero que recuerde la cancha ya no se usaba ese día, sino no hubieran cerrado los vestuarios.

Estaba casi seguro que el que los había encerrado ahí era un vejete que no tenía ganas de hacer otra cosa que no fuera jubilarse y por eso trabajaba de mala gana, sin revisar ninguna sala antes de cerrarla hasta el día siguiente.

Ahora que lo pensaba, le había pasado a otras dos chicas en el laboratorio, pero como estaba aledaño al salón del club de ajedrez les habían escuchado y liberado. Lastimosamente él no corría con la misma suerte. Bueno… ellos.

— ¿No tienes celular?

Greg lo tenía en la mano, pero jugueteaba con él con movimientos cortos.

—Sí, pero… no tengo crédito y no me llega ninguna red wi-fi…

—Entonces será mejor que me ayudes a encontrar el mío.

Greg asintió y encendió la luz, mientras se agachaba y miraba en todas direcciones. Mycroft mientras estaba revisando su bolso. Lo encontró ahí gracias a que sonaba con un tono predeterminado que nunca quiso cambiar.

Al mirarlo se dio cuenta de que era Sherlock, su hermano. Quiso atender, pero su celular fue más rápido y se apagó. En ese momento se dio cuenta de que tendría que haberlo cargado durante la noche, como siempre hacía. Pero es que ese día en específico tenía tanto sueño que no lo hizo.

Parecía que el mundo había hecho un complot para arruinar su cita.

¡Su cita!

Se pasó las manos por la cara mientras suspiraba.

Seguramente que John iba a creer que se había arrepentido o algo así. No podía ser posible.

Greg notó que el celular de Mycroft no tenía carga y se había apagado e hizo un sonido de molestia bastante fuerte. Luego se sentó cerca de sus pertenencias y miró a Mycroft con enojo. No porque estuviera enojado con él, sino porque no tenía el mejor humor del mundo y no era capaz de ocultarlo.

Esa iba a ser una larga noche.

Cuando pasó como una hora se recostó contra la fría pared. Miró hacia la ventana que le decía que en cualquier momento iba a oscurecer y suspiró. Sí, John debería estar en su casa dolido por el "rechazo" de Mycroft.

— ¿Tenías planes hoy? —solo lo preguntó para hacer conversación, pero a Mycroft no le gustó para nada, estaba de muy mal humor.

—Ah, crees que no puedo tenerlos, ¿verdad? Claro, como soy conocido por ser usado por mis compañeros no puede ser posible que tenga una cita hoy, ¿no?

— ¡No! Nunca dije nada de eso.

—No, pero lo pensaste, está escrito en toda tu cara.

— ¿Qué…? ¿Cómo es que podrías llegar a saber lo que pienso…?

Mycroft suspiró.

—Tu cara, tus gestos, son movimientos casi imperceptibles para muchos, no para mí. Cuando me preguntaste tenías una mueca en la cara, estabas esperando que te dijera que no, ya sabías lo que ibas a decir después. Ibas a decirme que tú sí y que te ibas a perder tu cita, con la única intensión de sentirte superior a mí por estar en una peor posición.

La cara de Greg era todo un poema. Se había puesto algo sonrojado pero no sabía bien qué decir.

— ¿Cómo haces eso?—pudo llegar a decir, mientras seguía balbuceando y moviéndose un poco.

—No es un súper-poder, solo observo. —dijo, restándoles importancia con la mano.

—Dime qué número estoy pensando. —y cerró los ojos
—. Ahora.

—Greg, te he dicho que no soy un adivino, solo observo.

— ¡Número!—exclamó.

—13.

— ¡¿Qué?! —abrió los ojos de golpe, acercándose a él—. ¡En serio lees mentes!

—No —sonrió ligeramente—. Ya te dije que observo. Tu camiseta —señaló la que estaba dentro del bolso del jugador—, tiene el número 13. Supuse que era ese.

—Oh… entonces te la dejé fácil. —y se recostó a un lado de Mycroft y estuvo así durante unos minutos—. Oye… ¿entonces sí tenías una cita?

Mycroft suspiró y asintió.

—Ya que estamos aquí y no parece que salgamos… ¿Me dice quién?

— ¿Alguna vez alguien te dijo que eras molesto?

—Ah… Sí, muchas veces. En especial John, es muy aburrido a veces. "Greg, no puedes pintar el coche de ese profesor porque te reprobó", "Greg, no puedes tirar una bomba de humo en el baño", "¡Greg, ni se te ocurra prender una bengala en el auto del director!"… Aunque me cae bien, es buena gente. —volteó la cara del techo para ver la expresión de Mycroft, quién se había sonrojado ante la simple mención del rubio.

— ¿Ah sí? Interesante…—logró decir bastante entrecortadamente.

— ¡Espera un momento! ¿¡Entonces eras tú el "chico raro" con el que iba a salir con él hoy!? Esto es tan extraño. —dijo levantándose.

— ¿Chico raro…? Espera, ¿qué?

—Entre la gente hoy se rumoreaba que John iba a salir con alguien, porque no iba a ir a nuestra fiesta en casa de Dimmock, al parecer él sabía, pero no quería decirnos quién era. Y era algo así como el misterio del día.

— ¿Por qué les importa tanto…?

— ¿Qué acaso no entiendes? No nos quiso decir con quién iba a salir. Bueno, sabíamos que era un chico, ya sabes… pero no quién. Íbamos a invitarlo a venir con nosotros para que se integre de alguna manera. Pero John no quería, decía que no le iba a gustar y eso.

— ¿A sí?—preguntó, sonriendo.

—Sí, al parecer tenía razón, ¿eh?

Mycroft se sonrojó aún más. Era algo extraño, pero de alguna manera ya no tenía un humor tan malo como antes.

—Igual, de cualquier manera ya te conocí… Espera, nunca me has dicho tu nombre.

Mycroft se confundió por un momento. Era verdad, de cualquier manera ya se sentía familiarizado con Greg, así que estiró su mano y dijo su nombre:

—Mycroft Holmes.

—Bueno, es un nombre bastante peculiar, ¿eh?—sonrió, era una sonrisa diferente a la de John, pero era igual de cálida. Por alguna razón, su pulso se aceleró ante el tacto, creyó que era porque no solía tener contacto físico de ningún tipo—- Seguro que ya lo sabes, pero soy Greg Lestrade.

Mycroft también sonrió y apretó su mano. Parece que su día no había sido tan desastroso al final.

O-o-o-o-o-o-o-o-o-o-O

Ok, ¡mis amores!

Hasta acá con el capítulo de hoy, espero que la historia les parezca interesante como para seguirla y animarme a continuarla. Les digo de entrada que no soy muy… continua y espero no aburrirme de esto, aunque no creo hacerlo.

No creo necesario decir esto, pero por si las moscas lo hago: si les gustó háganmelo saber, si quieren que cambie algo también, cualquier duda o lo que sea hablen. Creo que eso es todo.

Los amo y hasta la otra.