Utopía

I

La mudanza era una de las cosas que siempre detestó. Mientras subía unas pesadas cajas por la escalera del departamento en el que viviría en el futuro inmediato, recordaba la primera vez que se tuvo que trasladar a una nueva vivienda, su madre comportándose como una megalómana histérica, su padre burlándose de los arranques de su progenitora y ella soportando los gritos de la mujer, corriendo a buscar lo que su madre pedía, ordenando sus pertenencias, entre otras situaciones. Fue la peor semana de su vida. Y por supuesto eso no era lo único que requería la infernal tarea de cambiarse, sino que debía colocar todo en su debido sitio como decía su madre. Sí, definitivamente una agradable tarea.

Llegó al quinto piso del moderno edificio y buscó la puerta con la placa 51, la encontró al final del pasillo, junto a la 53. Sintiendo los pasos de sus amigos a sus espaldas chocó con una pared y cerró los ojos fuertemente emitiendo un chillido, mientras esperaba el impacto, pero al no sentir el duro piso bajo su trasero abrió los ojos lentamente y se encontró con unas grandes esferas color cielo justo en frente de sus ojos.

He muerto y ni siquiera perdí mi virginidad, bravo Herms.

Luego de unos segundos se dió cuenta que no estaba muerta, que esas esferas eran realmente ojos, que la pared era el cuerpo de un muchacho gigante y que no había aterrizado sobre el piso por los brazos del chico pelirrojo que la miraba con curiosidad. Se agachó a tomar la caja del suelo y agradeció no llevar nada frágil.

—Gracias por salvarme de la humillación de que mis amigos vieran eso, y de morir aplastada por una caja —Sonrió avergonzada.

—No hay problema, pero lamento que estes equivocada en algo —Con una sonrisa ladeada apuntó a sus espaldas. Hermione giró para ver que era ese algo —Tus amigos si vieron tu miserable seudo-muerte.

Pudo ver perfectamente como Seamus y Dean con pesadas cajas se mofaban de ella e imitaban su patético chillido. Al lanzarle una mirada fulminante sus sonricillas estúpidas desaparecieron de sus horribles rostros.

—Como sea, tu debes ser nuestra nueva vecina. Soy George Weasley, vivo en la 53, es un placer bella damisela. —Hizo una graciosa inclinación caballeresca y le tendió la mano.

—Soy Hermione Granger, encantada.—Estrechó su mano, la cual desapareció bajo la manaza del hombre. —Bueno debo seguir con esto, nos vemos luego George.

—Hasta pronto, Hermione —Y con esto desapareció por las escaleras.

—Wow Herms, eso fue monumental —Se burló Dean —Que impresión se debe haber llevado tu nuevo vecino.

—Debe pensar que eres una grácil bailarina con un andar elegante —dijo Seamus mientras se acercaba a ella para buscar la llave en el bolsillo trasero de su short —¡Te confundirá con una ninja!.

—Son tan buenos amigos, me sorprende que yo fuere la única que los soportaba en la secundaria —Dijo con total acidez mientras entraba a la vivienda.

—No te enfades, cielo, sabes que bromeabamos. Echaré de menos ese genio tuyo —La abrazó Seamus y le besó la sien —No puedo creer que hayas tenido que venir aquí para estudiar medicina, ¿No pudiste quedarte en Manchester? —Seamus no entendía porqué su amiga tenía que venir a Londres a cumplir su sueño, si toda su vida estaba en Manchester.

—Saben perfectamente que debo cortar lazos que me hacían mal y empezar de nuevo, me estaba hundiendo, lo cual no era bueno para mí y era injusto para todos. Los estaba destruyendo lentamente. Debo hacerlo, tengo que crecer y conocer por mí misma. Y realmente necesito su apoyo más que nunca. —Susurró suavemente mientras Dean se levantaba del sofá celeste y se acercaba para abrazar a su amiga de infancia.

—Lo sabemos perfectamente. Luna me regañó por enojarme contigo por querer irte. Pero hemos estado juntos desde que tenemos pañales, debes entender que para nosotros no es muy fácil dejar ir a nuestra pequeña damisela. Auch —Se sobó el costado que fue golpeado por el codo de Hermione. Miró su reloj y suspiró con pesar. —Seamus, debemos partir, el avión sale dentro de tres horas. Siento no podernos quedar más tiempo, chiquita, pero mañana sabes que tenemos que trabajar. Te llamaremos todos los días, y si no podemos, tienes todo el derecho de castrarnos en cuanto nos veamos.

Hermione río, los abrazó una ultima vez y los despidió en su puerta. Cuando la iba a cerrar vió un borrón rojo salir del departamento vecino a rápida velocidad, se encogió de hombros y entró finalmente para dedicarse a ordenar todo. Esperaba terminar hoy, pues quería recorrer la capital mañana.


Se despertó al oír la alarma de su celular, se desperezó y fue a prepararse un té con canela. Encendió el reproductor y se metió a la ducha. Era uno de sus momentos felices, le encantaba sentirse limpia, el agua caliente la relajaba y los inciensos la sedaban momentáneamente.

Una vez vestida salió de su nuevo departamento, el cual se encontraba perfectamente ordenado. Escuchó ruidos en el apartemonto 53, ignorándolos se marchó. Se subió al auto que se encontraba en el estacionamiento del inmueble y se fue al centro de Londres. Ya había estado en la cuidad londinense con sus padres hacía años, por lo que no se sentía tan extraña en aquel ambiente y no se le hacía tan nuevo todo.

Sentada en un café, después de comprar los víveres en un supermercado enorme, se dedicó a pensar en sus padres, fallecidos tan sólo un año atrás. Los extrañaba en demasía, pero entendía que ningun humano era eterno y que aquel accidente era algo que estaba destinado a pasar. Las situaciones siempre se deben a algún factor desconocido, cosas que deben pasar para que todo esté bien era algo que su padre siempre le decía cuando algo iba mal y que conseguía reconfortarla, esperando que ese bien llegara pronto. Cerró los ojos y sonrió, pues si bien seguía siendo doloroso pensar en ellos, también la embargaba cierta paz cuando los recordaba, era como si ellos siguiesen con ella.

Se retiró del café y se dirigió a una biblioteca que se encontraba al otro lado de la calle. Otro de sus momentos felices, y quizás su favorito, era leer. Sumergirse en la historia, identifircarse con los personajes, sentir como propias las alegrías, tristeza, euforia, angustia y otros era algo que no tenía comparación.

No pudo evitar sonreír al inspirar el olor a libro, buscó algo que le interesara, estaba pensando en algún clásico que quisiera y no tuviera cuando sintió una garra posarse en su hombro. Asustada se giró, lista para reprochar a aquel que la interrumpió, pero solo abrió los ojos desmesuradamente al ver frente a ella a dos George sonriendo.

—Hola Hermione, ¿cómo estás?, ¿Necesitas ayuda con la mudanza? —Le hablo el clon número uno.

—Hey George, estoy muy bien gracias, terminé de acomodar todo anoche. ¿Cómo estás?, trab...—Pero se vio interrumpida por alguien.

—Así que eres la nueva vecina —Le dijo el clon número dos con una traviesa sonrisa —Eres muy mona, soy Fred Weasley, hermano de George, el gemelo más guapo por cierto.

—Vamos hermano, si Angelina te pateó por mí, no lo niegues. Además no solo poseo el físico, sino que también el intelecto, ventajas de ser el mayor —George le revolvió el pelo con una sonrisa de autosuficiencia.

—De que seas el mayor por tres minutos no quiere decir que tenga que poseer esos atributos, los cuale son ficticios por supuesto.— Fred dirigió la mirada a la guapa castaña que se encontraba analizandolos a ambos y le sonrió de manera cómplice —Soy el más guapo, ¿A que sí?.

—No creo ser la más indicada para opinar eso, pero las chicas que están en la sección de autoayuda podría ayudarlos —Respondió rápidamente, sonriendo al descubrir cómo podría diferenciarlos —Deben tener un juicio confiable y por el modo en que los observan la repuesta a sus inquietudes, ¿Porqué mejor no le preguntas a ellas, Fred?

Apenas pronunció el nombre los gemelos se carcajearon, se miraron mutuamente y cada uno paso un brazo por el hombro de la chica, quedando al medio. La llevaron al segundo piso de la librería que estaba lleno de cajas, algunas selladas y otras abiertas en las cuales se vislumbraban un montón de libros.

—Veo que tienes un sentido del humor bastante retorcido, y que además eres capaz de diferenciarnos. Hagamos una prueba, espera aquí —Se dio cuenta que habrían una puerta que al parecer dirigía al cuarto de cambiado, e ingresaban murmurando entre ellos. Giró cuando cerraron la puerta e inspeccionó el lugar.

Era bastante tétrico, no tenía comparación al primer nivel del edificio. Alumbrado sólo por una luz en el techo que parpadeaba de vez en cuando, con sillas en las que reposaban libros, libros en el piso, en estantes, en escaleras que ascendían, en cualquier rincón que mirase habían libros.

¿A qué se deberá tan inquietante situación? Pensó aburrida Hermione.

Se disponía a abandonar el local cuando se abrió la puerta y de ella salieron los gemelos con gorros que ocultaban totalmente sus cabellos, vestidos con ropa idéntica.

—Veamos que tan buena eres, Hermione —Dijo el de la derecha.

—Queremos saber cómo eres capaz de diferenciarnos ahora, lo más lógico sería que fuese porque nos presentamos, pero ni nuestra madre es capaz de diferenciarnos. Inténtalo y haremos lo que tu quieras.—Retó el de la izquierda en un evidente desafío.

—Es muy sencillo la verdad, el de la izquierda es Fred, el de la derecha es George. ¿A que no me equivoco? —Les sonrío cómo si todo eso fuese un juego de niños.

Ambos gemelos abrieron desmesuradamente sus ojos, sus bocas formaron una perfecta O y sus brazos cayeron inertes en sus costados.

—¿Cómo es posible?, ¿Qué es exac...? ¡Wow! —Fred no fue capaz de articular más palabra.

—Es increíble que tú, una conocida hace un día sea capaz de diferenciarnos, y nuestra familia, que nos soporta hace veinte años aún no nos reconosca a cada uno. —Murmuró ininteligiblemente George, a Hermione le fue muy difícil entender qué fue lo que dijo.

—No les diré cómo los puedo diferenciar, eso es un don que no compartiré, y lo que quiero es muy sencillo. Tengo entendido que mañana se juega la final de la Premier League, en la cual jugará mi equipo, Manchester United contra Chealsea. Como soy nueva en la ciudad no sé muy bien la ubicación, y sería irresponsable ir sola, así que...¿Me podrían acompañar mañana, porfavor? Ya tengo entradas.


—Gira a la derecha y te estacionas en el edifico contiguo a la cafetería Coffee Dreams. —La muchacha siguió al pie de la letra las indicaciones de Fred, quien era su copiloto.

—Vamos, debe estar lleno, no lleves nada de valor, sólo tu celular y algo de dinero. Dame tu número por si te extravías —George era sin dudas el gemelos más atento y el más caballeroso, pues apenas aparcó, se bajó y le abrió la puerta. Esto le hizo acordar a Seamus, que siempre tenía esas actitudes con ella.

Intercambiaron números y caminaron hasta el estadio, filas enormes para ingresar se formaban en la calle, agradecía haber comprado esas entradas apenas comenzó la venta, al principio iría con Dean y Seamus, pero cómo debían trabajar los planes se cancelaron.

Realmente pensó que los gemelos no aceptarían, pero al ver el brillo en sus ojos no pudo evitar sonreír. Le pidieron que esperara mientras su turno terminaba, lo cuál sería en una hora. Compró todo lo que necesitaría para la universidad y buscó algún libro que le resultara ligero.

—Listo, podemos irnos —Le dijo George con una enorme sonrisa en sus finos labios. —Son £10, ¿Cómo cancelas, loca?.

—En efectivo, ¿Y cómo que loca? —Le espetó mientras le pasaba el dinero.

—Pues claro, cómo sino podrías ser fanática de Manchester United y no del mejor equipo que es el Chealsea. Definitivamente tu salud mental no debe estar del todo bien. —Respondió Fred con un tono de superioridad irritante.

—¿Están bromeando?, Chealsea no es nada en comparación a Manchester, eso no cabe duda.

—Hermano, somos vecinos de una persona insana. —Susurró funebremente Fred en el mismo instante que se retiraban del local.

—Espero que sea algo temporal y no permanente, apuesto lo que sea a que sólo eres fanática porque el año anterior ganó el campeonato. —George no estaba en la labor de calmar la irritación de Hermione, eso era evidente.

—Voy a buscar mi auto, espero no verlos hasta que volvamos a ganar la copa y que sus horrendas bocas no pronuncien más semejante barbaridad.

Esa mañana vistió la camiseta del Manchester y los fue a buscar a su puerta, ellos ya la esperaban afuera con la camiseta del Chealsea cuando la saludaron con un abrazo. Los tres rieron cuando la única mujer del trío comenzó a gritar que se quemaba cuando la abrazaron.

—¿Estás bien? Te hemos llamado durante mil horas y no respondes. Te dije que no podíamos fíarnos de una mujer que apoya al Manchester United, y menos si nos ofrece entradas preferenciales. —Se dirigió a su hermano.

—Debí escucharte, pero era demasiado tentador rechazar a una hermosa mujer que ofrece semejantes tentaciones. —Le siguió el juego George a su hermano.

—Vámos antes de que me arrepienta de haberles hecho ese tentador ofrecimiento. —Dijo Hermione fastidiada.

Una vez dentro del estadio se sentaron y siguieron conversando. Durante el camino no dejaron de interrogarla de su vida, por lo que era su turno de acribillarlos con preguntas.

—Así que estudian en Hogwarts, interesante, comenzaré este semestre medicina ahí. ¿Hace cuánto viven juntos?, ¿Porqué no viven con su familia?, ¿Su hermano, Ronald, también estudiará medicina?, ¿De verdad?, ¿Es simpático?, ¿Qué tipo de empresa quieren abrir, les quedan unos tres años de Ingeniería Comercial, será interesante?, ¿No tienen novia?, ¿Po... —Tenía tantas preguntas en su mente que a medida que se acordaba las lanzaba al aire, pero ni tiempo les dio a los gemelos para contestar una cuando ya formulaba la otra.

—Tranquila, respira y escucha —Le dijo Fred con un deje de impaciencia —Realmente sirves para periodismo. ¡Pero ya sabemos que Medicina es tu sueño desde pequeñaja! —La interrumpió justo cuando Hermione abría la boca.

—Joder, eres increíble. Ni mamá es tan...¿rara? —George sonreía divertido y la acentuó cuando le pegó en el abdomen con su pequeño puño —Fred, tenías razón, es bastante mona, pero con la boca cerrada y las manos quietas— Lanzó una risotada que le rompió el tímpano.

—Ok, escucha. Hace dos años que vivimos juntos, desde pequeños que queríamos enmanciparnos, no lo planeamos muy bien, y nuestro hermano Charlie nos ayudó con los gastos. Conseguimos trabajo para ser capaces de costear nuestros gastos. No queríamos inportunar a nuestros padres, no tienen mucho dinero y con siete hijos es muy difícil apañarselas. Cuando cumplimos los dieciocho años nos marchamos, Molly hizo un escándalo que quedara en nuestras memorias. Ronald es un memo, no sé como quedó en la universidad la verdad, pero supongo que encontraras algo interesante en nuestro pequeño Ronnie. Pensamos inicialmente en una empresa de bromas, pero era algo que no tendría los ingresos que queremos, somos ambiciosos, por lo que el plan ahora es una agencia que desarrolle humoristas, actores, cantantes o bailarines que se dediquen a alegrar a la gente. Son tres años que nos quedan, estas en lo correcto, pero tenemos muchas ideas ya, que hemos presentado a amigos de papá, trabaja en una empresa que crea se sustenta en la tecnología. George tiene novia, la garrapata está pegada a la cadera de mi hermano hace cuatro años. Yo no tengo ninguna relación actualmente. Y...eso por el momento, ahora me acompañaras a comprar comida mientras George espera a Angelina, la garrapata. —Era increible que Fred fuese capaz de recordar cada prengunta y hablar tanto sin tomar una bocanada de aire.

—O...Ok.

Caminaron por las butacas e ingresaron al recinto en donde habían puestos de comida de varios tipos. Compraron bastante para cuatro, después de pelear quien pagaba y de decidir que se repatían los gastos comenzaron a retornar a sus puestos, pero cuando estaban por llegar un grupo de hombres con la camiseta del Manchester comenzaron a piropear a Hermione.

—Preciosa, deja al pelirrojo y ven a pasarlo bien con nosotros, alguien del Chealsea nunca te ofrecería más entretención que nosotros. —Al terminar la frase se acercó a la castaña y le acarició la mejilla.

Vió como Fred, quien no soportaba que le faltaran el respeto a las mujeres se giró para golpear al imbécil que la molestaba, pero ella fue más rápida.

—Harías el favor de no tocarme, detesto que lo hagan —Y la cachetada no se hizo esperar, le volteó el rostro al hombre frente a ella, tomó a Fred por el brazo con la mano libre y lo arrastró hasta donde estaba George listo para entrar en acción si era necesario.

—Realmente, si no fuese porque tengo novia, no me importaría hacer cosas indecorosas aquí contigo. —La felicitó George, mientras tomaba las cosas que tenía en sus manos. —Angelina me acaba de llamar, está entrando.

Se giró a tomar los refrescos que Fred tenía en sus manos y lo encontró mirándola serio.

—Sonríe, tu atractivo rostro no lo es tanto sin tu sonrisa, pensandolo bien, ni con ella eres la gran cosa —Intentó animarlo y al ver como las comisuras se alzaban se relajó.

—Niña, disfrutalo, puede que te pase algo y no tengas la oportunidad de verlo nunca más.

—Nadie debe estar privado de semejante honor, ¿Cómo sobrevivir sin ella?

Riéndose se sentaron a disfrutar de lo que sería una jornada inolvidable


—...¿Y vieron como Rooney metió ese último gol, EL DEL TRIUNFO DEL UNITED? Lejos lo mejor —Estaba feliz, su equipo había ganado, se había descargado gritando como desquicida, se había reído de las bromas que hacían los gemelos a los jugadores, Angelina era sumamente agradable y los gemelos la invitaron a celebrar a su casa.

—No entiendo aún qué celebraran si su equipo perdió, a mí motivos me sobran, pero ustedes...—Dejo la frase inconclusa para que fuese continuada por los gemelos.

—Dudo que alguien se queje por celebrar nada, irá sólo nuestra familia y alguien estaría muy feliz de tenerte cerca. —Concluyó George, y pudo ver cómo le dirigía una mirada de soslayo a su gemelo.

—La pasaras bien, además, llegaste hace tres días a la ciudad, tenemos que darte una bienvenida como es debido.

Siguió manejando por las calles que la llevarían al edifico, eran recién las cuatro de la tarde y la calor era insoportable, agradecía que su auto tuviera aire acondicionado. Miró de reojo al copiloto y vió a Fred demasiado callado, no había bromeado en todo el trayecto y se mantenía serio nuevamente.

—Hermano, no te preocupes, ya verás que nos hace bien —Dijo George al percatarse de su mirada y le pegó en la nuca su gemelo.

—¿Te encuentras bien, Fred? —Le preguntó preocupada.

Y se quedó helada cuando le dirigió una mirada fría, como si quisiera que estuviese a cien metros bajo tierra, y aún así la distancia no fuera suficiente.

—Fred Weasley, te mataré si comienzas con esto de nuevo —Le advirtió a su hermano con un tono amenazador.

Cuando estacionó el auto Fred se bajó rapidamente y entró al departamento. Giró el cuello para ver como George dirigía la mirada hacia el lugar donde había estado su hermano y fruncía gravemente el ceño.

—Te esperamos en el apartamento, a las seis, a mamá le encantarás y Ginny estará contenta de que sus hermanos tengan una amiga. —Cuando lo vió desaparecer supo que intentaba darles los motivos por los cuales Fred actuaba así.


¿Tan malo es que la pases bien con alguien que no sea de la familia, es que acaso no tiene amigos?. No lo dudo, por el genio de ese pelirrojo pedante.

Bufó exasperada y subió las escaleras, al llegar al final se encontró a Fred esperándola afuera de su puerta. Frustrada por no entender a Fred, y a ella que le encantaba entender todo lo que podía, le lanzó la misma mirada con la que fue atacada.

—Permiso, debo cambiarme para conocer a tu familia —Le dijo en voz baja, pero clara.

—Lo siento, George me acaba de reñir por lo que hice, es tan sólo que...Siempre hemos sido los dos, en estos dos años que llevamos solos no he dejado que nadie entre, apenas se lo permití a Angelina. Y llegas tú, una chica que es capaz de reconocernos, que nos hace reír, que es sumamente ingeniosa e inteligente. Tienes las armas suficientes para estropear nuestro lazo.

—Dejame pasar Fred —Cuando se corrió, abrió la puerta y lo dejó pasar. —No puedes vivir del miedo, tu hermano y tú no son la misma persona, no puedes esperar a que todos entiendan el lazo que hay entre ustedes dos y los dejen en paz. Sólo ustedes tienen las armas para romper aquello que tienen. Entiendo que ames a tu familia, si yo no...Como sea, prometo que no haré nada para distanciarlos, dudo que sea lo suficientemente importante para hacer algo así, pero a cambio de aquello quiero que te dejes conocer. Tú no eres George, eres Fred Weasley, apuesto —Rodó los ojos al ver su sonrisa ladeada —inteligente, bromista y...eso es todo lo que puedo decir. Mira, realmente me gustaría conocerte, ver tus reacciones, tus emociones, tus acciones, pero no puedo hacerlo sola, debes ayudarme. Tú serás el primer amigo que tenga desde que llegué a esta ciudad, y yo seré tu primera amiga, una real. ¿Trato?

—Hecho. Por cierto, lindo departamento. —Dijo mirando a su alrededor

—Gracias. Ahora iré a cambiarme. ¿Quieres algo de beber? —Ofreció amablemente.

—Vino, por favor. Oye, por cierto, mañana te mostraré la ciudad, amiga —Arqueó una ceja.

—Gracias, amigo. Procuraré no hacer planes —Guiñó un ojo y se giró.

Se retiró a buscar un par de copas y una botella de vino, había comenzado a beber cuando tenía diesciseis años, pero nunca en exceso, sólo cuando se juntaba con sus amigos. Dejó a Fred sólo en la sala de estar y se dirigió a la cocina. Sirvió ambas copas con el líquido y regresó a donde se encontraba su acompañante, pero no lo encontró. Lo buscó en el baño, en uno de los dormitorios y cuando se dirigió al de ella, lo encontró sentado en la cama sosteniendose la cabeza con ambas manos.

—¿Fred, te duele la cabeza?, tengo aspirina cerca —Buscó en su velador y se la dió.

—Lamento que tengas que ver esta faceta de mí, y en tan poco tiempo de habernos conocido. Es tan sólo que cuando cosas así me pasan sufro de migraña.

—No me sorprende que seas tan gruñón entonces. —Le sonrió mientras se sentaba a su lado y le acariciaba la espalda.

—Y yo me preguntaba porqué tus amigos te abrazaban y te besaban tanto cuando te depedías de ellos —Cuando terminó de hablar se dió cuenta de su error y frunció los labios, castigandolos por delatarlo.

—Asi que espiando a la nueva vecina, tu estás enamorado de mí.

—Por supuesto, desde que le pegaste a ese hombre, sentí unos profundos deseos de quemar las calorías que había ingerido en el almuerzo, y no haciendo ejercicio precisamente —Le pegó una suave cacheta mientras reían, sólo esperaba que Fred no viese su sonrojo.

Pero supo que no tuvo suerte. Cuando Fred se fue, le acarició la mejilla y le susurró al oído Hice sonrojar a una fiera, debo ser muy genial. Se giró y se marchó riendo rápidamente antes de recibir otro golpe.