El hambre.

Por Eligent.

Resumen: Cuando alguien viene por uno de los suyos, todo el equipo sufre. La BAU aprende la dolorosa lección de que cuando un UNSUB enfermo busca venganza, elige el peor camino.

N/A: Sólo un breve capítulo, con la esperanza de que les dé cierto interés… Por cierto, todavía no hablo inglés.

N/T: Gracias Eligent por dejarme traducir tu fic =D

Juncita, mil gracias por el beteo, eres un sol.

Les cuento que el fic es excelente, así que disfrutarán leyéndolo.

Todos los comentarios se los traduciré a la autora.



Otro caso había terminado. Otro éxito para el equipo, y para la gente de la ciudad en la que el último asesino en serie depredó inocentes. El asesino ya no era un desconocido, pero estaba apresado y en manos de las autoridades locales. Tristemente cuatro hombre fueron asesinados, pero dos más se salvaron.

El equipo estaba en la mesa de la sala de Quantico, resumiendo sus esfuerzos. Las críticas constructivas se daban y se recibían, al igual que los elogios que se habían proporcionado. Reunieron los informes y se prepararon para olvidar el caso y concentrarse en lo que les vendría.

Las botellas de agua y los envases medio vacíos de arroz frito, tallarines, albóndigas de camarón y otras delicias chinas llenaban la mesa, ya que el equipo compartió un agradable y relajado almuerzo de trabajo.

Cuando consideraron que su trabajo había terminado, la mayoría de ellos se dedicó a otros compromisos. J.J necesitaba quitar los volantes que habían causado revuelo durante la violenta masacre a la que se enfrentaron en la pequeña oficina del alguacil local. Elle pidió regresar y Hotchner y Gideon tenían responsabilidades con el papeleo que iba más allá que la del resto del equipo. Morgan y Reid se quedaron y se ofrecieron a apilar los informes en el archivo permanente. Reid estaba satisfecho con el almuerzo, pero Morgan encontró una barra de chocolate en su bolsillo para servirse como postre. Se quedó en la mesa para ordenar los informes de testigos en orden cronológico mientras Reid se dedicaba a quitar las fotos y otros documentos de muestra de la pizarra.

—Entonces —dijo Morgan amablemente—. ¿A quién elegiste para el juego de esta noche?

—¿Juego? —Dijo Reid de manera distraída, buscando un borrador.

El juego, Reid. La post-temporada de la NBA, Baloncesto ¿sabes?

—Realmente no he pensado en eso.

—¿Y te llamas a ti mismo un hombre americano? —Resopló Morgan—. Sabes qué es el baloncesto, ¿verdad? —Tenía un gran pedazo de chocolate con caramelo y maní en la boca, por lo que sus palabras sonaron ahogadas.

—Oye —dijo Reid girándose hacia él—, tú eres el que insiste en que lo sé todo, no yo.

Reid volvió a su tarea y Morgan comenzó a contar tranquilamente en su cabeza. Tres, dos, uno…

—¿Sabías…? —Empezó a decir Reid y Morgan sonrió a sus espaldas, antes de devorar el último trozo de chocolate. El muchacho no era nada, sino era predecible. —¿Sabías que la gente pre-colombina de Mesoamérica, tenía en realidad un juego bastante parecido al baloncesto? Sólo que los aros o canastas eran colocadas a los largo de la cancha y no eran paralelas al suelo, eran paralelas a la pared. Hay una cancha, muy bien preservada, de este juego en Chitzén Itzá, en la península de Yucatán, México. La cancha en sí, representaba un portal al inframundo y la pelota representaba al sol, la luna o las estrellas. Porque, obviamente, no era sólo un juego. Muy pocas cosas en las antiguas culturas de Mesoamérica estaban separadas de la religión. El juego está representado en la mitología de casi todos los pueblos Mesoaméricanos.

Tanto hombres como mujeres jugaban, pero, y aquí viene la parte difícil, sólo se les permitía el uso de las caderas, los muslos y los brazos, nunca las manos o los pies para pasarse el balón y marcar goles. Y el balón pesaba 3 o 3 ½ kilos, era duro y completamente solido, y los aros estaban a seis metros del suelo. ¿Te imaginas hace un tiro como ése, sólo con tu muslo? —Reid estaba realmente sumergido en su improvisado discurso.

—El juego era bastante violento y los jugadores debían llevar una gran cantidad de equipos de protección. A menudo había lesiones graves y en ocasiones la muerte. Algunos cortes eran tan graves que debían ser cortados y la sangre exprimida. —Hizo una mueca mientras pensaba.

—Y en ocasiones especiales, después del partido, el capitán del equipo perdedor o incluso el capitán del equipo ganador, era sacrificado para los dioses. Algunas referencias dicen que el equipo ganar en su totalidad era sacrificado por el equipo perdedor. Qué atrasado, ¿no lo crees? Por supuesto, especialmente para los Maya, era todo un honor ser sacrificado para los dioses. Por ejemplo, hay cinco días en el calendario Maya…

—¿Es que nunca te callas? —La voz de Morgan sonaba dura y fría.

—¿Perdón? —Reid se dio la vuelta, sorprendido. Morgan no solía usar con él ese tono de voz.

—Estoy tan enfermo y cansado de tu constante atención a la búsqueda de proezas. ¿Por qué alguien estaría interesado en tus pequeñas y bizarras anécdotas? —Caminó acercándose a Reid, el que involuntariamente dio un paso hacia atrás, nervioso por la maliciosa mirada de Morgan. Pero éste lo siguió, entrando en su espacio personal, invadiéndolo.

—¿Morgan? ¿Estás bien? ¿Qué sucede? —Los ojos de Reid se movían constantemente de un lado a otro para ver si había alguien lo suficientemente cerca para ayudarlo en caso de que fuese necesario, pero estaban solos. Por primera vez se sintió inseguro en presencia de Morgan. Y tenía buenas razones, porque de repente el hombre cerró su mano alrededor del cuello de Reid y lo empujó sin piedad un par de pasos hacia atrás tropezando contra la pared.

Reid trató de alejarlo, sus manos apoyadas en los tensos hombros de Morgan, pero éste era más grande y la creciente presión sobre la traquea fácilmente lo mantuvo pegado a la pared.

—¿Qué pasa? —Morgan estaba prácticamente gruñendo y repitió la pregunta de Reid con una mueca de desprecio. Acercó la pequeña distancia entre ellos aun más, presionando fuertemente el cuerpo del muchacho. Su respiración llegaba caliente al oído del más joven al hablar directamente sobre éste.

—Te diré qué está mal. Tú. Caminas por aquí como si fueses el rey de un castillo, esperando que todo el mundo se someta a tu superior intelecto. Nunca pierdes la oportunidad de demostrarlo, ¿verdad? Te crees mejor que los demás, ¿no es así?

—Morgan, yo nunca… —Reid jadeó a través del agarre del que su traquea era víctima.

—¡Cállate por una vez en tu vida! ¡Yo estoy hablando ahora! —Gritó Morgan apretando el puño mientras Reid luchaba por respirar.

Luego, de manera inesperada, se alejó y Reid pensó fugazmente que lo dejaría ir, que volvería a ser racional. Se relajó ligeramente, pero Morgan no había terminado con él todavía. En lugar de eso, sacó su pistola. El muchacho abrió los ojos de forma increíblemente grande. ¿Iba a matarlo? Pero Morgan nunca le haría daño, ¿verdad?

—Morgan, déjame ir. Por favor… —Ni siquiera era un susurro, apenas movía los labios suplicando, con la esperanza de llegar a su amigo.

Morgan soltó la garganta de Reid, dejándolo tragando grandes bocanadas de aire, pero no retiró la mano de él. En su lugar, se apoderó de su mandíbula, apretando y presionando con sus dedos las mejillas de Reid. Llevó el arma a la cara del muchacho y forzó brutalmente su boca en un ángulo que iba hacia abajo. El cañón se detuvo en la lengua, en una parte muy atrás de la boca.

—¿Dónde estarías sin tus palabritas? ¿Eh? ¿Quién repararía por segunda vez en ti sin ellas?

El arma se sentía increíblemente grande y molesta, y el sabor a metal y aceite para armas abrumaba todos sus otros sentidos, lo que lo llevaba a un mundo compuesto de metal negro y pólvora. Desde el agujero donde se encontraba estaba seguro que una bala aparecería pronto, temía que creciese hasta que se devorara su lengua. Su corazón tronaba en su pecho y sentía que el aire que entraba trabajosamente por su nariz apenas era el suficiente para sostenerlo.

Sus ojos le pedían a Morgan que se detuviera, dar un paso atrás, para volver que volvieran a la normalidad, para que se convirtiera nuevamente en su Morgan. Miles de pensamientos cruzaban por su cabeza, recuerdos de los juegos de cartas, las palmadas en la espalda, los chistes, las penas compartidas. ¡Eso no podía estar pasando!

Sus labios se cerraron alrededor del arma mientras Morgan movía dolorosamente los dedos en sus mejillas, empujando la cabeza de Reid hacia atrás haciendo que sus dientes rozaran el metal en la boca. Seguía sosteniendo el cuerpo del muchacho, pero éste estaba demasiado asustado para luchar. No quería que el arma se disparara.

—O tal vez… —Dijo de repente, Morgan cambiando el ángulo de la pistola. El metal raspó contra los dientes con un sonido prolongado que resonó en su cráneo cuando el cañón golpeó duramente el paladar, haciendo que su cabeza se echara hacia atrás y se golpeara contra la pared que estaba detrás de él.

—Tal vez debería alejar a todos de esa miseria.

Reid con los ojos llenos de pánico buscó en los ojos de Morgan, pero no vio a su amigo en ellos. Estaban brillantes, casi febriles y se veían salvajes. El arma temblaba en sus manos e irritaba a Reid con reflejos de vómito, los que le había sido difícil de controlar.

—¿De qué valdrá tu precioso cerebro cuando esté regado por toda la pared? ¿Eh?

El sonido de la seguridad de ser liberado, fue lo más fuerte que Reid escuchó jamás.


Ojalá les haya gustado.

y0cita.