Sesshoumaru y Aome. LO QUE NOS UNIO Capitulo uno: LOS PREPARATIVOS

Era una mañana de Enero, el frió se podía sentir fuera de la enorme mansión, había nevado toda la noche, de pronto unos ojos castaños se abren observando detenidamente toda la habitación, los largos cabellos negros descansan sobre las almohadas, entre las colchas una piel suave y blanca trata de levantarse, una mujer joven, de unos 16 años se sienta en la orilla de la cama, estira los brazos, frota un poco las manos ya que el frío se apodera de ese lugar. La joven se pone de pie y se dirige hacia el tocador, toma un cepillo para pasarlo entre sus hermosos cabellos ondulados, el ruido que hace la puerta al ser golpeada suavemente hace que la joven mire hacia esta, una voz femenina le ordena que salga y avisa que es tarde, la joven de ojos castaños se mira en el espejo y le regala una tierna sonrisa para después ir a su armario de madera que contiene un gran numero de vestidos, hechos con unas finas telas, y tomar uno de estos, uno color carmín de mangas largas y flojas, en la parte de su cintura unos listones hacen que no deje escapar nada de la hermosa figura de la joven y en la parte de las piernas es largo y un tanto esponjado. Después de ponerse dicho vestido toma unas hermosas zapatillas con el tacón bajo del mismo color que el vestido, se dirige nuevamente al tocador, toma un estuche de maquillaje y se pone un poco en el rostro, sus labios los pinta de un color rosa muy suave, delinea perfectamente bien sus ojos castaños con un color negro, pone un poco de color en sus mejillas. De pronto, nuevamente suena la puerta pero esta vez logran abrirla, una mujer madura entra en la habitación.

-Aome date prisa por favor, el señor Inutaisho no nos esperara todo el día -dijo la mujer que acababa de entrar.

-Ya voy madre... -dijo la joven de mirada castaña que se veía por ultima vez en el espejo -Aun no entiendo por que debo ir yo -decía Aome un tanto desanimada, ya que aunque no conocía al señor Inutaisho sabia que era un hombre de mucho dinero.

-Aome no empieces con eso nuevo -dijo la madre mientras tomaba a su hija de la mano y la conducía a la puerta.

-Esta bien madre, como tu quieras -aceptó Aome sin replicar mas, ya que sabia que su madre tendría la razón, fuese correcta o no. Saliendo de la habitación se encontró con la enorme sala donde varios de sus sirvientes preparaban la celebración de los 18 años de su hermana.

-Vaya... vaya, hasta que nos honraste con tu presencia -dijo una mujer joven de cabello negro y lacio que le llegaba hasta la cintura, poseía una mirada fría y un rostro pálido con un fleco lacio que cubría sus cejas.

-Kikyo... buenos días -dijo Aome regalándole una sonrisa a su hermana mayor, pero ella solo le dio la espalda.

-¿Ya podemos irnos? -preguntó cortante y caminando hacia la salida, Aome salió detrás de ella junto con su madre. Subieron a la limosina que las esperaba, pero Aome antes de subir saludo a Mioga, el jardinero de la enorme mansión, el cual le regresa el saludo cordialmente.

-Buen día Kouga -dijo la joven de mirada castaña que subía a la limosina, saludando al chofer de esta.

-Aome por favor, date prisa -dijo su madre un poco molesta -Ya te dije que no trates mucho a los sirvientes -susurró al oído de la joven, pero ella solo sonrió, era evidente que no lo tomaba en cuenta.

-Madre... Sabe que esa niña nunca entenderá hasta que nuestro padre ponga mano dura -dijo la joven de mirada fría mientras cruzaba los brazos y desviaba la mirada hacia la ventana, Aome la miró un tanto molesta, ya que no le gustaba que su hermana hiciera ese tipo de comentarios acerca de ella, pero no había forma de discutir con ella por que siempre la ignoraba. Pero ahora lo que le preocupaba era que se dirigían a la residencia de un perfecto desconocido con el cual harían unos negocios importantes, según lo que habían dicho sus padres, pero "¿Que clase de persona serán?" se preguntaba a si misma, por que lo único que sabían era que el tal Inutaisho tenia dos hijos, uno de 18 años y el otro de 19 años. En todo el camino hacia la residencia de los Betancourt, ni una de las tres pronunciaron palabra alguna, sin embargo Aome estaba muy entusiasmada al ver a lo lejos la enorme mansión de dicha familia, era evidente que tenían mucho dinero.

Al llegar, las tres mujeres bajaron del automóvil, Kikyo tan indiferente como siempre no presta mucha atención a la mansión, en cuanto a la dulce Aome esta fascinada al ver el inmenso y hermoso jardín.

-Que bueno que llegaron, el Señor Inutaisho las espera -dijo un hombre mayor, que era un sirviente de la familia.

-Grasias buen señor, y dígame ¿Cómo le va? -pregunta sonriente la joven de mirada castaña, pero el hombre solo regresa una disimulada sonrisa.

-Aome… deja de hacer estupideces -ordenó Kikyo con una mueca de desagrado -Es solo un sirviente -dijo mientras caminaba hacia la entrada de la mansión.

-Bueno... hasta luego señor, que tenga un buen día -sonrió Aome mientras seguía a su hermana. Su madre solo movió la cabeza de un lado a otro, estaba tan avergonzada por el comportamiento de su hija menor. Al entrar a la enorme casa, dos caballeros ya las esperaban.

-Buenos días... pasen por aquí -dijo Inutaisho mostrándoles el camino hacia el salón, el joven que acompañaba al dueño de la enorme mansión sonreía de una forma muy amable, pero no podía apartar la vista, le llamaba mucho la atención aquella mujer de mirada fría y distante. Ya en el salón ofreció asiento a las mujeres que llegaban de visita.

-Me alegra que pudiesen venir, el es mi hijo menor -dijo el señor Inutaisho mostrando al joven que lo acompañaba -Se llama Inuyasha- presentó mientras el joven de cabellos plateados sonreía.

-Mucho gusto -respondió Aome amablemente, mientras que su hermana le dirigía una mirada fulminante -Mi nombre es Aome Higurashi y soy la hija menor- dijo la joven de mirada tierna mientras dibujaba una sonrisa en su rostro. La señora Higurashi también se presentó con el joven Inuyasha, después de eso comenzaron a hablar de los negocios tan importantes, que a decir verdad a la joven Aome no le llamaban mucho la atención así que interrumpió un poco la conversación.

-Disculpe señor ...- se dirige a Inutaisho- al llegar pude ver un hermoso jardín y me gustaría pedirle su autorización para poder ir a verlo- dijo Aome educadamente, Inutaisho dio su aprobación y le ordenó a Inuyasha que le mostrase el lugar, así que ambos salieron de la mansión con destinó al jardín, mientras que sus padres hablaban de sus asuntos.

-Y dígame... ¿Qué edad tiene? -preguntó Aome para entablar conversación con el joven de cabellos plateados que la acompañaba.

-17 años y ¿usted? -respondió Inuyasha un poco cortante, ya que le incomodaba la presencia de la dulce joven, ya que era muy amable para su gusto.

-16...-dijo la joven desviando la mirada hacia un costado donde se encontraba una anciana cortando unas rosas, Aome se acercó a ella y le regalo una tierna sonrisa -Buen día señora -saludó la joven de mirada castaña.

-Buen día señorita -respondió la anciana que le regresaba la sonrisa, pero al ver a Inuyasha con la mirada dorada y amenazante, esta desvió la mirada.

-Dígame señora... ¿Puedo tomar una rosa? -Preguntó Aome con dulzura, y la anciana volvió la mirada hacia el joven de mirada dorada que daba su consentimiento para que la señora le regalara la rosa, así que se la entregó -Muchas grasias -agradeció Aome mientras cerraba los ojos y volvía a sonreír.

-No deberías de mezclarte así con la servidumbre -dijo Inuyasha un tanto molesto con la actitud de la joven que solo sonreía. Pronto llegaron al inmenso jardín, donde un caballo galopaba a toda velocidad, con un jinete difícil de ignorar ya que poseía unos cabellos largos y plateados, una mirada dorada como el oro aunque con un semblante frió y cortante, muy parecida a la de Kikyo.

-Sesshoumaru, hay visitas -exclamó Inuyasha llamando la atención del joven que detenía de un solo tirón al caballo, Aome fascinada al ver el majestuoso animal, se dirigió a este y lo acarició.

-Que jovencita tan atrevida -replicó el joven de mirada dorada que bajaba del caballo -Al parecer te gustan los caballos -afirmó Sesshoumaru con una voz cortante, pero Aome solo le regalo una sonrisa, ese acto hizo que la intriga inundara la mente del apuesto joven de cabellos plateados.

-Así es, estos son animales muy lindos...-bajó la mirada entristeciéndola -lastima que mi madre no deje que monté uno, ya que dice aun estoy muy joven para eso, además Kikyo dice que no tengo la gracia para eso -dijo Aome un tanto triste, de pronto Sesshoumaru la tomó de la cintura y la subió al animal.

-Entonces yo le enseñaré a montar -dijo fríamente sin cambiar su semblante altanero, Aome por su parte se moría de miedo, ya que no sabia como reaccionaria el caballo.

-Sesshoumaru déjala en paz -gritó Inuyasha tomándolo del hombro y lanzándolo hacia atrás, pero no logrando apartarlo del caballo, este al ver la intromisión de su hermano menor subió al caballo, tomó las riendas y comenzó a galopar.

-Baje la velocidad -decía la joven que estaba frente a Sesshoumaru, ya que estaba muy asustada, él solo sonrió de una forma muy altanera y se detuvo lejos del lugar donde estaba su hermano.

-No tenga miedo, no le pasara nada -respondió el joven de mirada dorada, la cual enfrascaba en el horizonte. De pronto una mujer se acerca a ellos muy molesta.

-Aome baja inmediatamente de ahí... deja de dar problemas -dijo Kikyo con su mirada fría de siempre -Eres tan tonta que solo causaras molestias al joven -decía en un tono altanero.

-Ya voy...-respondió Aome volteando a ver a Sesshoumaru quien se bajaba del caballo para recibir a la dulce mujer -Lo siento mucho -se disculpaba con su hermana -No quería causar problemas -dijo con la mirada triste.

-Ya no importa, discúlpate con el joven y regresa a donde nuestra madre nos espera -ordenó la joven de mirada fría y distante.

-Lo siento -dijo Aome dirigiéndose a Sesshoumaru, pero en su mente solo pasaba la idea de que había sido muy divertido aquel momento.

-Vaya... que mujer tan altanera es usted...-se dirigió a Kikyo, que solo ignoraba sus comentarios de Sesshoumaru -¿Cuál es tu nombre? -Preguntó fríamente el joven de cabellos plateados a la dulce Aome.

-Aome -dijo regalando una sonrisa (como siempre), Sesshoumaru solo la miró sin cambiar su semblante, era evidente que estaba retando a esa mujer tan arrogante que trataba muy mal a la tierna joven.

-¿Porqué no vienes a ver los jardines, me imagino que por eso llegaste aquí -propuso Sesshoumaru un tanto cortante -Yo te los mostrare -dijo este lanzando una mirada fría y desafiante a la joven de mirada altanera que solo miró a su hermana.

-¿A dónde crees que vas Aome? -dijo un tanto molesta -Sabes la falta que has cometido o ¿Qué eres tan tonta que no lo has notado?- dijo Kikyo en un tono burlón acompañado de una sonrisa sarcástica, la joven de ojos castaños solo bajo su mirada.

-Lo siento joven, pero no podré acompañarlo...- respondió Aome dirigiéndose al joven de mirada dorada, pero este solo miraba fulminantemente a Kikyo -Pero... ¿Por qué no asiste a la celebración de esta noche? -propuso la joven entusiasmada, mientras su hermana solo la miraba.

-Esta bien ahí nos veremos -respondió Sesshoumaru con una voz muy varonil y sensual.

-¡Ya vamonos!- ordenó Kikyo al ver que su hermanita se había salido con la suya, esta la siguió despidiéndose de una forma muy alegre de sus nuevos amigos, cuando se alejaron y los ojos dorados de ambos hijos de Inutaisho no las observaban, Kikyo dio media vuelta y le soltó una bofetada a su hermana.

-¿Porqué lo hiciste? -Preguntó Aome sorprendida, con la mano en su mejilla enrojecida por el fuerte golpe de su hermana.

-Eres una estupida¿Como se te ocurre invitarlo? -dijo la joven molesta de mirada fría y distante -No es mas que un engreído -aseguro Kikyo dando media vuelta para seguir con su camino -¡Date prisa! -ordenó cortantemente.

-Ya voy -respondió entre dientes, era la primera vez que su hermana tenia ese comportamiento y a pesar de ser tan buena, Aome se dijo a si misma que no permitiría que Kikyo lo volviese a hacer.

Mientras caminaban las dos jóvenes, una atrás de la otra, Kikyo se veía un poco pensativa, que no se dio cuenta cuando su hermana menor se quedo atrás, platicando con un joven que decía ser amigo de los hijos de Inutaisho.

-Hola...-Saludó Aome con una sonrisa, mientras el joven le respondía de la misma forma -Y usted ¿Cómo se llama? -preguntó con un tono muy amable.

-Miroku Tanner... Y ¿Cuál es su nombre bella dama? -preguntó aquel joven de ojos azules como el mar plantándole un beso en la suave mano de la joven de mirada castaña que simplemente sonreía mientras que sus mejillas se ruborizaban.

-Aome Higurashi -respondió contenta la joven de cabello azabache, en ese momento la mujer que poseía una actitud cortante se acercó y de un tirón tomó el brazo de la joven que solo emitió un "AUCH".

-Aome ya me tienes harta, quiero ir con mi madre para largarme de aquí y a ti se te ocurre saludar a cualquier persona que se te cruce en frente -dijo Kikyo un tanto desesperada al notar la forma de ser de su pequeña hermana, la cual solo regalo una dulce sonrisa al joven de ojos azules que miraba como era tratada la joven pero risueña mujer -¡Vamonos ya y por favor no te detengas! -ordenó la hermana mayor de Aome.

-Esta bien Kikyo... -vuelve la mirada hacia el joven Miroku -Con su permiso joven Tanner -dice mientras camina detrás de su hermana.

-Hasta luego señoritas -respondió Miroku sonriendo un poco.

Al entrar en la mansión, Kikyo se acerca a su madre quien ya esta esperando a sus hijas para marcharse, con una sonrisa hipócrita se despiden ambas mujeres, Kikyo y su madre, pero Aome es algo diferente ya que a ella no le interesa mucho despedirse si no decir una "HASTA LUEGO" acompañado de una sonrisa muy calida que hace que el señor Inutaisho sonría levemente, después de eso se marchan.

Mientras tanto Sesshoumaru entra al salón donde su padre recibió a las tres mujeres, toma una copa y en ella vierte un poco de vino, se lo toma de un solo sorbo, de sus labios emana una pequeña risilla sarcástica.

-¡Vaya que son extrañas! -afirma el joven de mirada dorada mientras mira a la puerta, por donde se puede notar como las mujeres suben a su limosina, pero en lo particular enfrasca su mirada en la joven de cabello azabache y mirada inocente, a la cual le llaman la atención a cada momento.

-Es simpática la jovencita, aunque un poco atrevida -dijo un tanto entusiasmado el señor Betancourt, ya que era la primera vez que notaba ese interés en su hijo -Entonces asistiremos a la celebración, así que se preparan... ambos -ordenó Inutaisho mirando a sus dos hijos, los cuales aceptaron sin decir palabra alguna, ya que a los dos les interesaba asistir a la dichosa celebración.