Hola hola aquí yeckie saludando y presentando una nueva adaptación de un fabuloso libro, con fabulosos personajes…
Disclaimer: esta historia no me pertenece es autoria de Michelle Reid y los personajes pertenecen a tite kubo. Yo simplemente tomo prestados
Capítulo 1
Atrevesando los pasillos del aeropuerto hasta la salida fue como dar un paseo por el infier no. Tuvo que caminar entre una muralla de periodistas, flashes de cámaras fotográficas y una al garabía de preguntas destinadas a provocar una reac ción descontrolada.
.
Ichigo mantuvo los labios apretados y trató de no oír siquiera cosas como:
, -¿Ha tenido usted algo que ver con el accidente de SU mujer, señor Kurosaki?, ¿Sabía ella que usted tiene una amante?, ¿Fue el accidente un intento de suicidio?, ¿Hay alguna razón por la que usted le reti ró el guardaespaldas a su esposa la semana anterior?
Con la mirada al frente, Ichigo continuó andan do con decisión hacia la puerta rodeado de sus tres hombres de seguridad.
Afrontó la lluvia de preguntas sin parpadear' si quiera, pero dentro de sí la furia crecía imparable hasta llegar al borde de la erupción. Ichigo estaba acostumbrado a ser el foco de interés de la prensa, a que especularan con su vida; pero nada, absoluta mente nada de lo que habían dicho de él hasta ese momento había resultado tan dañino y doloroso como aquello.
Por fin salió a la calle y fue directamente a la li musina en la, que Keigo, su chófer, 1o esperaba con la puerta abierta. Se metió en el vehículo y cerró la puerta nada más meter sus largas piernas en aquel refugio. Diez segundos después, el coche se puso en marcha dejando espacio para que otro vehículo
Recogiese a sus hombres.
-¿Qué tal está? -preguntó Ichigo con gesto adusto al hombre que se sentaba junto a él.
-Sigue en quirófano –respondió Renji Abarai.
La pronunciada mandíbula de Ichigo se cerró con fuerza al imaginar a la bella Rukia en la mesa de ope raciones, bajo el bisturí. Era casi tan horrible como la visión que Ichigo no podía apartar de su mente: Rukia atrapada tras el volante de un coche destrozado, con el pelo y el rostro manchados de sangre.
-¿Quién está con ella en el hospital?
Renji titubeó ligeramente antes de dar una res puesta. . -Nadie. No ha dejado que nadie se quedara. Ichigo giró la cabeza y clavó la mirada en el rostro inquieto de su ayudante personal en Inglaterra.
-¿ y Yammi Riyaldo?
-Rukia lo despidió hace una semana.
El silencio que siguió a aquella respuesta podría haber consumido todo el oxígeno del interior de la limusina. .
-¿ y tú lo sabías?
Renji Abarai se limitó a tragar saliva y asentir an tes de tomar fuerzas para emitir palabra:
-Yammi Riyaldo me llamó para contármelo.
-¿ y por qué demonios no me lo dijiste?
-Usted estaba ocupado. .
Ocupado. Él siempre estaba ocupado, así era como vivía.
-Vuelve a no comunicarme algo así y estás despedido -advirtió furioso.
Renji Abarai se movió en el asiento con inquietud mientras deseaba con todas sus fuerzas que la bella Rukia se hubiera quedado encerrada en su enorme casa de campo en lugar de aventurarse a explorar el mundo exterior.
-Fue un accidente, Ichigo. Rukia iba demasiado rápido...
-Lo que importa es... ¿por qué iba tan rápido?
Renji no respondió. No hacía falta que lo hiciera;
Ichigo sabía perfectamente sumar dos más dos. El día anterior, su nombre había aparecido en todos los periódicos sensacionalistas bajo una fotografía en la que se lo veía a la salida de un restaurante de Nueva York supuestamente discreto, junto a la bella Yoruichi SHihouin.
Ichigo sintió un escalofrío al pensar en el inci dente. Él jamás rehuía la obligación de proteger a Rukia de tan embarazosas escenas, pero esa noche su guardaespaldas había estado entretenido tratando de alejar a .un borracho que había impulsado a Yoriuchi a refugiarse agarrándose a Ichigo. Para cuando el guardaespaldas consiguió espantar al borracho, un astuto reportero ya había captado la perjudicial imagen.
Seguramente Rukia se había enfadado, aunque... ¿quién podía saber qué pasaba por su hermosa cabe za? Ichigo había dejado de intentar entenderla hacía ya un año, cuando se habían casado como culmina ción de lo que los periódicos habían denominado «El romance del año», y después ella se había negado a acostarse con él. Tras la boda y una sucesión de in sultos entre los que Rukia había incluido «maníaco del poder» y «obseso sexual», Ichigo no había querido volver a estar cerca de ella.
Mentira, le dijo una voz dentro de su cabeza. En realidad no había tenido ningún argumento 'Contra tantas horribles verdades, así que había optado por esconderse tras el orgullo y la arrogancia.
También en aquella ocasión el origen de la explo sión había sido unas fotografías que habían dado cuenta de su relación con Yoruichi. Jugosos fragmen tos de realidad impresos junto a las mentiras que le habían impedido defenderse. Era cierto que había es tado con Youichi una semana antes de la boda, sí que había salido a cenar con ella y después la había llevado a su casa y había entrado con ella. El hecho de que estuviera ocurriendo al otro lado del Atlánti co le había hecho creer estúpidamente, o ingenua mente, que no había riesgo alguno.
Pero había resultado que desde Inglaterra, la bella y dulce mujer a punto de convertirse en su esposa había sido testigo de todo lo que ocurría en Nueva York gracias a una página de Internet que había publicado las imágenes con todo lujo de co mentarios.
Y esa pequeña arpía no se lo había contado a nadie, había caminado hacia el altar, donde él la había esperado observándola vestida de ángel. Le había sonreído, le había dejado que la tomara de la mano y le pusiera la alianza mientras prometía amarla, respetarla y protegerla. Hasta le había con cedido aquel beso tradicional en el momento de convertirse en marido y mujer. Después habían bailado y habían posado para las fotos. Si alguna vez había habido un hombre dispuesto a convertir se en fiel esclavo de una mujer, había sido él, Ichigo Kurosaki.
Rukia había esperado hasta alcanzar el hotel donde iban a pasar la noche de bodas y entonces lo había atacado como una víbora; había escupido palabras que se le habían clavado a Ichigo como puñales que lo despertaban de su sueño de arrogancia, en lugar de despertar él a su bella durmiente con los besos y caricias que lo habrían convertido en su esclavo para siempre.
Bien era cierto que su matrimonio había resulta do ser un fracaso incluso antes de consumarlo, sin embargo el deseo de Ichigo de poseer a la bella Rukia había pervivido intacto; tan fuerte y acuciante como el primer día.
. -Supongo que sabrás por qué ha despedido a Yammi -le preguntó a su ayudante volviendo al pre sente.
Abarai reaccionó con tensión; Ichigo se volvió a mirarlo y comprobó enseguida que su empleado es taba incómodo, muy incómodo. Incluso había un in cipiente rubor coloreándole aquellas mejillas tan tí picamente británicas por su palidez.
-Suéltalo -lo conminó entonces a hablar.
Renji Abarai respiró hondo antes de decir nada. -Yammi intentó detenerla explicó como si estu viera defendiéndose Pero ella se enfadó.
-¿Por qué quería detenerla
Renji levantó una mano en un gesto de desespera ción.
-Ichigo, escucha -el tono de su ayudante era de masiado dulce- No era nada lo bastante serio como para molestarte, pero a Yaami le preocupaba que pu diera... descontrolarse, así que le recomendó a Rukia que no lo hiciera y ella...
-¿Que no hiciera qué? -Ichigo interrumpió aquellos titubeos tan poco característicos de Renji. Además, para ese momento, la evidente tensión de su ayudante empezó a alarmarlo. Estaba claro que lo que iba a decirle no le iba a gustar.
-Hay un hombre... -admitió por fin-o Un... amigo al que Rukia ha estado viendo últimamente.
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Rukia se sentía como si flotara. Era una sensación extraña, suave y al mismo tiempo aterradora. No po día abrir los ojos, lo había intentado un par de veces, pero parecía como si tuviera los párpados pegados. Le dolía la garganta al tragar y tenía la boca tan seca que, aunque hubiera querido, no habría podido ha cerlo.
Sabía dónde estaba. Tenía un vago recuerdo del accidente y del trayecto en ambulancia hacia el hos pital, pero eso era todo lo que recordaba. Lo último que recordaba con claridad era haber puesto en mar cha el coche y haber conducido hacia la enorme puerta de hierro forjado de Rosemere. Recordaba la sensación de euforia al ver la carretera frente a ella. La libertad que le había proporcionado dejar atrás los límites de la casa y escapar.
Escapar. Frunció el ceño, desconcertada por que la palabra hubiera acudido de pronto a su mente. Después, aparte de desconcierto, sintió un tremendo dolor en la frente al fruncir el ceño.
Alguien se movió no lejos de ella. -¿Rukia...? -oyó una voz profunda.
Consiguió abrir los ojos al menos un milímetro y por esa pequeña rendija, vio la imagen de un hombre alto, fuerte y ataviado con un traje oscuro.
Ichigo, reconoció con una amarga punzada. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Se habría detenido por completo el mundo empresarial? De otro modo, ja más habría perdido tiempo en visitarla.
Deseaba decirle que se marchara, pero no tenía energía suficiente; así que volvió a cerrar los ojos como para obviar el hecho de que estaba allí, senta do a los pies de su cama.
-Rukia, ¿me oyes?
Su voz sonaba inusualmente brusca. Quizá estu viera resfriado o algo afónico.
Apenas lo había visto en los últimos meses... desde que había aparecido el día de su cumpleaños y la había arrastrado hasta un restaurante para que cenara con él.
De pronto recordó la imagen de su pelo naranja y su piel dorada a la luz de las velas, mirándola fija mente durante toda la cena. Ichigo desprendía ele gancia por cada poro de su piel y seguridad en sí mismo. Su postura relajada no ocultaba el poder de sus músculos o de su altura. También estaba la indi ferencia con la que recibía las miradas de las muje res de las demás mesas del restaurante; Ichigo era especial y él lo sabía. Rukia también lo sabía por mu cho que se esforzara en no demostrarlo.
-Feliz cumpleaños -le había dicho aquella noche poniendo sobre la mesa una cajita de terciopelo en la que había una pulsera de diamantes que debía haber le costado una verdadera fortuna.
Pero Rukia no se había dejado impresionar tampo co lo habría hecho aunque hubiese puesto frente a ella las mismísimas joyas de la corona. ¿Acaso pen saba que ella no sabía que una pulsera como aquélla era el tipo de regalo que le hacía un hombre rico a su amante para agradecerle los servicios prestados?
¿Dónde estaba su sensibilidad? Claro que primero debía haberse preguntado si alguna vez la había tenido; quizá oculta bajo tanta arrogancia, como ha bía demostrado cuando había anunciado que quería renegociar las condiciones de su matrimonio. Segu ramente había creído que podría hacerle aceptar cualquier cosa con la ayuda de aquella baratija.
Ella le había devuelto la cajita mientras negaba con la cabeza, rechazando al mismo tiempo el regalo y la petición. Por supuesto, Ichigo no se había in mutado siquiera; sólo se había tomado .unos minutos para pensar y después había asentido con elegancia. Y eso había sido todo. Tras la cena, la había llevado a Rosemere y se había marchado a continuar con la emocionante vida de empresario griego que llevaba. Seguramente le habría dado a otra la pulsera,-quizá a una agradecida como Yoruichi.
-Lo odio -pensó sin sospechar que las palabras habían salido de sus labios. .
El ruido de una silla le hizo fruncir el ceño de nuevo, provocándole el mismo dolor. Levantó la mano y se la llevó lentamente a la frente, pero otra mano la detuvo antes de poder rozarse el rostro si quiera.
-No te toques, Rukia. No te gustará -le susurró él. Abrió los ojos para comprobar que ahora Ichigo.
Estaba mucho más cerca de ella, se había sentado junto a la cabecera de la cama. La miró con aquellos ojos avellanas que no podían disimular la tensión que trataba de ocultar con algo parecido a una sonrisa.
-¿Cómo te encuentras? -le preguntó.
Un tremendo dolor la atacó desde varios rincones de su cuerpo, pero sobre todo desde el corazón, que seguía roto. Cerró los ojos, volvió a expulsarlo de su lado. Ni siquiera debería estar allí, tendría que estar en Nueva York, divirtiéndose con la voluptuosa Yoruichi, siempre dispuesta a lucir diamantes y colgarse del brazo del marido de otra. .
-¿Sabes dónde estás? -insistió Ichigo.
Rukia se estremeció al sentir la proximidad de su respiración.
-Estás en el hospital -parecía empeñado en informarla-. Has sufrido un accidente. ¿Puedes oírme, Rukia?
La última pregunta denotó una evidente impaciencia. A Ichigo no le gustaba nada que no le hicie ran caso, no estaba acostumbrado. Era un tipo im portante, el poderoso creador de un imperio. Era dinámico, atractivo, guapísimo...
-Vete -consiguió decir mientras luchaba contra un incipiente dolor de cabeza -No quiero que estés aquí.
Casi podía sentir su tensión a través de los dedos que seguían agarrándole la mano. Entonces sintió que se movía y un segundo después notó su otra mano retirándole un mechón de pelo de la cara.
-No lo dices en serio, agapi mu -murmuró él.
«Claro que lo digo en serio», pensó Rukia al tiempo que las lágrimas se le agolpaban en los ojos por que, con sólo rozarla, le había llevado a la memoria los sueños rotos de sentir aquellas manos acaricián dola por todas partes. Pero no eran más que eso, vie jos sueños rotos que de vez en cuando se empeñaban en atormentarla. El verdadero Ichigo era frío y duro y normalmente prefería estar en cualquier lugar en vez de a su lado. .
¿Pero cómo habría llegado allí tan rápidamente? ¿Qué hora era? ¿Qué día? Se movió impacientemen te y fue entonces cuando un increíble dolor, esa vez puramente físico, la hizo gritar.
. -¡No te muevas!
La repentina severidad de su voz la impulsó a tra tar de ponerse de lado y acurrucarse para ponerse a salvo de él, de todo; pero su cuerpo también le grita ba que no se .moviese. Le dolía el costado.
-Escucha -le dijo agarrándola por los hombros No puedes moverte. Estás herida, te duele el costado porque tienes varias costillas rotas. Has sufrido una ligera conmoción cerebral y han tenido que operarte por una hemorragia interna. Rukia...
-¿De... de qué me han operado?
-El golpe te dañó el apéndice y han tenido que quitártelo. .
¿El apéndice? ¿Eso era todo? Se preguntó con incredulidad.
-No te preocupes por la cicatriz porque no la ten drás. Dentro de unas semanas estarás tan bien como siempre.
¿De verdad creería que lo único que le preocupa ba era si iba a quedarle cicatriz?
-Te odio -explotó al tiempo que rompía a llorar desesperadamente, como si de pronto se le hubiera echado encima el shock del accidente y todo el dolor acumulado.
Ichigo se retiró inmediatamente de su lado. Todo un ejército de médicos y enfermeras la rodea ron y ya no pudo ver a Ichigo, aunque seguía oyen do su voz:
-¿Puede alguien explicarme por qué mi mujer tiene que compartir habitación con otros tres enfer mos? ¿Es que la dignidad de los pacientes no signifi ca nada para ustedes?
Cuando volvió a despertarse, estaba rodeada de oscuridad, sólo había una tenue lámpara encendida sobre su cabeza. Podía abrir los ojos sin apenas es fuerzo y se sentía más cómoda, aunque sospechaba que era todo gracias a los medicamentos. De todos modos, respiró- aliviada y miró a su alrededor. Había algo diferente, no sabía qué era exactamente, pero algo había cambiado.
-Esta tarde te han trasladado a un hospital privado -le dijo una voz profunda.
Giró la cabeza y vio a Ichigo entre las sombras de la habitación. El corazón le dio un vuelco que no pudo controlar.
-¿Por qué? -susurró confundida.
Pero él no respondió, ¿por qué iba a hacerlo? Un hombre como él no podía dejar a su esposa al cuida do de la Seguridad Social, por muy eficiente que fuera, pudiendo pagar por los mismos servicios, pero con un buen toque de lujo.
Sólo con mirarlo unos segundos, se dio cuenta de. que no estaba de buen humor; tenía una expresión bastante sombría. Se había quitado la chaqueta del traje y aflojado el nudo de la corbata. Por un mo mento, le pareció ver al hombre del que se había enamorado un año antes. El mismo hombre que ha bía encontrado una tarde al entrar al despacho de su padre. Entonces Ichigo había tenido aquella misma expresión funesta en el rostro mientras miraba por la ventana.
Aquél había sido el día en el que le había pedido que se casase con él; sin rodeos ni introducciones ro mánticas. Habían salido a cenar un par de veces y Ichigo había aparecido como por casualidad en to das las fiestas o funciones a las que ella había acudi do. Todo el mundo había observado cómo él mono polizaba su atención mientras ella se sonrojaba, pues no estaba acostumbrada a que un hombre como él demostrara interés en ella.
Rukia -tenía veintiún años y acababa de regresar después de tres años en Canadá, donde había vivido en las Rocosas junto a una madre que había demos trado tener más interés en el río Kananaskis que en cualquier persona. Rukia había acudido a Canadá para realizar su visita anual de dos semanas a la ermitaña Hisana y después se había quedado hasta el momento en el que su madre le había dicho que no deseaba vivir.
Rukia prefería pensar que su compañía le había dado a su madre unos años más de normalidad antes de que todo se complicara. Desde luego, en aquel momento habían tenido una relación, como madre e hija más plena que nunca; mucho más que durante la infancia y la adolescencia de Rukia, cuando ella siem pre había tenido la sensación de ser un pariente leja no más que su hija.
.Al regresar a Inglaterra, la activa vida social de su padre había supuesto todo un shock cultural para ella. Había pasado la infancia de internado en inter nado sin apenas contacto con las activas prácticas sociales de su padre. Tres años de tranquilidad junto a su madre no habían sido precisamente la mejor preparación para una chiquilla que se había converti do en mujer sin siquiera darse cuenta hasta que co noció a Ichigo Kurosaki. .
Un accidente que podría ocurrir en cualquier mo mento... Rukia frunció al ceño intentando recordar quién le había dicho aquellas palabras. Con un suspiro se dio cuenta de que no podía haber sido otro que el hombre alto y moreno que había ahora en su habitación de hos pital. «Eres un peligro para ti misma y para todo el que se acerque a ti», le había dicho justo antes de estre charla entre sus brazos y besarla... y antes de pedirle con extrema seriedad que se casara con él.
Apartó la mirada de él, tratando también de apar tar sus pensamientos de aquellos días en los que lo había amado tanto, que se habría arrastrado sobre cristales rotos si así hubiera podido estar con él. Pero esos días "habían quedado atrás hacía ya tiempo, igual que había quedado atrás su orgullo, .su respeto por sí misma y su dulce enamoramiento.
Seguía teniendo la boca seca y el efecto de lo que le habían dado para mitigar el dolor le hacía sentir los brazos y las piernas pesados como plomo. Inten tó levantar la mano para alcanzar el vaso de agua que veía en la mesilla que había junto a la cama, pero apenas pudo despegar los dedos de la cama.
-Necesito agua -susurró con la voz quebrada..
En una décima de segundo, Ichigo acudió en su ayuda; se sentó en la cama y la ayudó a incorporarse hasta poder ponerle el vaso en los labios. Rukia sintió su fuerza y el calor que desprendía, algo que le pro vocó una extraña sensación, pues no había vuelto a estar tan cerca de él desde el día. de la boda.
-Gracias -murmuró cuando volvió a retirar el vaso.
Retiró el vaso, pero no se movió de su lado, se. quedó allí mirándola y Rukia percibió algo en su mira da que no pudo descifrar. Claro que Ichigo no era un tipo al que le gustase que los demás supieran lo que pensaba o sentía.
-Tu coche quedó completamente destrozado –le dijo inesperadamente.' -¿Des... trozado? -repitió ella asustada.
Ichigo asintió al tiempo que apretaba los labios. -Debías de ir muy rápido para darte un golpe tan fuerte contra un árbol.
Rukia bajó la mirada con un gesto de dolor.
-No lo recuerdo.
-¿No recuerdas nada?
-Sólo que salí de Rosemere y tomé la carretera.
Después de eso... nada- musitó en voz baja.
Se hizo el silencio durante unos segundos durante los que Rukia sentía observándola y haciéndola ru borizarse. Mentir nunca había sido su fuerte, pero en aquel momento pensó que era lo más recomendable. Se suponía que eso debía hacerla sentirse más va liente, pero no. fue así.
-¿Qué hora es? -preguntó cambiando de tema. Ichigo se puso en pie antes de mirar al reloj. -Las dos y media de la mañana.
Rukia levantó la mirada y lo observó retirarse hasta la ventana. ,
-Creí que estabas en Nueva York.
-He vuelto... obviamente.
¿Con o sin Yoruichi? Se preguntó. .
-No hay ninguna necesidad de que te quedes -dijo con tensión.
Él no solía quedarse en ningún sitio, entraba y sa lía de su vida como si estuviera de inspección; le ha cía las preguntas de rigor sobre su vida y a veces hasta se entretenía en llevarla a alguna fiesta o reu nión social sólo para guardar las apariencias. Se su ponía que la habitación que había junto a la de ella en Rosemere era suya, pero jamás había dormido allí. Parecía que guardar las apariencias sólo consis tía en llevarla hasta la puerta de su dormitorio y después volver a marcharse.
-Es lo que se supone que debo hacer.
-Bueno, pues te relego de tus obligaciones -aclaró ella con cierto dolor -Vete, Ichigo -cada vez le resultaba más difícil mantener los ojos abiertos, in cluso hablar suponía un tremendo esfuerzo -Me pone nerviosa que estés ahí de pie...
Ichigo permaneció allí mientras aquella pequeña mentirosa entraba inmediatamente en un profundo sueño. La lamparita de la pared iluminaba la palidez de su rostro y los cortes inflamados que distorsiona ban su belleza.
Dios, le afectaba verla en ese estado.
Tenía el pelo achavache enmarañado, aunque a él le gustaba más cuando lo dejaba a su aire. La primera vez que la había visto había sido en casa de su padre, acababa de volver de pasear a los perros. Aquél ha bía sido un día de viento y ella había aparecido con el rostro brillante por el frío y el pelo revuelto. Los ojos violetas con un increíble toque color azul se le habían llenado de chispas al echarse a reír por al guna travesura de los perros. .
Había sido entonces cuando lo había visto; había paseado la mirada desde sus pies hasta su rostro de un modo que Ichigo había aprendido a identificar como una costumbre que le disparaba la libido hasta alturas insospechadas. Lo volvía loco recordar todas las veces que se había ruborizado al mirarlo.
Perdiendo la vista en la oscuridad del exterior, prefirió no pensar en lo que había sucedido después del rubor. .
Debía haberse alejado de ella cuando todavía ha bía estado a tiempo. Siempre había sabido que no era buena idea mezclar los negocios con el placer; sobre todo si se trataba del tipo de negocios que te nía con Byakuya Kuchiki, que requerían tener el corazón muy frío y la mente muy clara. Cosa que no se podía conseguir con tanto deseo sexual atormentándolo a uno. El había tenido una amante sensual y bella que había sabido perfectamente qué era lo que le gustaba y se lo había dado sin esperar demasiado a .cambio. ¿Para qué necesitaba a una chiquilla ingenua de pelo salvaje y ojos encantadores?
Rukia tenía razón, pensó con un doloroso suspiro, debía marcharse. Debía alejarse de allí antes de su frir más daños; aunque, por algún motivo, tenía la sensación de que era demasiado tarde.
Los periódicos sensacionalistas ya estarían en marcha, publicando todo tipo de rumores y acusacio nes. Lo único positivo era que la prensa no podía sa ber adónde se dirigía Rukia cuando estrelló el coche en aquella tranquila carretera rural.
En ese momento le sonó el movil. Yammi Riyaldo estaba tratando de ponerse en contacto con él. Pare cía que iba a descubrir la verdad sobre el nuevo «amigo» de su esposa, reconoció con tristeza. Aga rró su chaqueta y le echó un último vistazo a Rukia antes de salir de la habitación en silencio.
Continuara!
Bueno primero q nada agradecer a las bellas personas q en mi primer fic (adaptación) me ayudaron a elegir esta historia para adaptarla… Esta adaptación esta dedicada a todas ustedes!
A medida que pases los cap, descubriremos secretos (o_o) Esta buena esta historia creame! Les encantara! Eso espero :p
Bueno espero q me dejen lindos review, con opiniones sobre esta nueva adaptación que estoy haciendo….
Bueno ya dejo la chacharaca!
Me dejan un lindo review? *-*
