Disclaimer: Nada de Harry Potter es de mi propiedad, los personajes y todo lo relacionado a la historia canon que pueda aparecer, a excepción de lo creado y modificado por mi persona, pertenecen a J.K. Rowling.
Summary: A veces la realidad y el tiempo pueden ser muy extraños. A veces el futuro es tu pasado y el pasado tu presente, porque la línea que los divide en el fondo se volvió extremadamente difusa. Pero gracias a esto, ahora pueden cambiar las cosas. Pueden elegir algo distinto, algo que no lleve al mundo a su aniquilación total…
Días De Nuestro Futuro Pasado.
Capítulo I
"Antiguas, Futuras y Amargas Realidades"
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—DIALOGO NORMAL—
—(PENSAMIENTO)—
—"PARSEL"—
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Lo que en un primer momento consideraron como el infierno teñido de rojo sangre, se había convertido en su lugar en el mundo; un lugar hermoso en el cual amar y ser amados. Un lugar donde sentían paz. Un lugar en donde lo tuvieron todo, pero ahora lo habían perdido todo. Su futuro era su pasado y lo que ellos creían que ya habían vivido ahora era su amargado y horrible presente… Uno en donde todo se iba a repetir, uno que, aunque deseasen que todo volviera a ser como era antes, como su futuro había sido, era imposible, las cosas no sucedían dos veces de la misma manera…
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Parados ambos en el centro de la Sala Común; él tomándole la cintura mientras ella le rodeaba el cuello con los brazos. Se acercaron lentamente hasta fundir sus labios. Ambos instintivamente cerraron los ojos con lentitud y la a la vista de todos comenzaron a besarse. Los labios de ambos se movieron de forma lenta y delicada para luego tornar el beso un poco más intenso, pero no al punto de como lo habían hecho en sus noches más privadas.
El silencio se apoderó de la Sala Común esa mañana; nadie dijo anda y todos vieron sorprendidos la escena. Aunque sabían que entre Harry y Hermione había algo especial, siempre habían creído que ambos tenían una especie de hermandad silenciosa, pero esto era diferente. Tanto Harry como Hermione dejaron de besarse y se miraron fijamente con una sonrisa.
Los ojos verdes de Harry se enfocaron en la Sala Común de la Torre de Gryffindor tal y como había sospechado había una buena cantidad de alumnos esa mañana que ahora los miraban, a él y a Hermione con sorpresa. Desde que había vuelto junto con Hermione de aquel lugar, de su futuro, todavía le resultaba extraño volver a ver la gigantesca y redonda habitación como siempre, tan radiante y alegre. Al menos él prefería ver el lugar de esa manera que verlo siendo simples escombros de un castillo destruido y colapsado. Ginny los miraba fijamente con una expresión de completa sorpresa; le daba asco verla todos los días, a ella y a su hermano, pero le había prometido a la mujer, ahora en cuerpo de una adolescente, que amaba, que iba a ser fuerte. Sus dedos se dirigieron casi de forma inconsciente a la cicatriz que había marcado toda su vida; nuevamente estaba abierta. Era como si todos los eventos que estaban en su memoria no hubieran ocurrido nunca. Como si Voldemort no se hubiera encargado de perseguirlo para luego asesinarlo aquella noche en el Bosque Prohibido, aunque para ser más específicos asesinar su fragmento de alma, el Horrocrux que habitaba en su frente. Aquella noche que tuvo que escaparse en silencio para que ella no lo viera partir.
Pero todo había cambiado.
Distraído por los pensamientos que no salían de su mente y por sabor a fresa que impactaba en sus papilas gustativas del labial de Hermione no se percató que el par de ojos color chocolate de la muchacha que recién había besado lo miraban fijamente. Pero estaba tan inmerso todavía en sus recuerdos que habían revivido con mucha fuerza cuando hacía semanas habían vuelto que no volvió a la realidad hasta que la palma de Hermione lo hizo volviera a la realidad de forma instintiva y mirara hacia adelante. Otra vez volvió a pasar. Ambos se miraron fijamente, sus miradas eran tristes. Ella sonrió con dulzura y él tomó la mano que está en su mejilla y besó la palma como incontables veces había hecho. Le devolvió la sonrisa. Pero a pesar de todo, ninguno de los dos tenía ganas de sonreír; luego de todas las cosas que habían vivido juntos no había nada por lo que estar felices. Habían perdido demasiado. Sin embargo, seguían sonriendo. Era la única forma de recordar sus mejores épocas.
—¿Estas bien, Harry? —preguntó ella con una dulce voz mientras rodeaba el cuello de Harry con los brazos, abrazándolo para reconfortarlo sabiendo que el pelirrojo los estaba viendo, que no había dicho nada todavía.
—Estoy bien, Mione… —susurró Harry al oído de Hermione escondiendo su rostro en la melena que ahora parecía estar mucho más arreglada que de costumbre y sintiendo el aroma a avellanas que este emanaba —. Yo… yo solo estaba recordando…
Hermione asintió soltándolo, ella también lo hacía, y tomando delicadamente las mejillas de Harry.
—Se que es difícil, a mí también me gustaría que todo volviera a ser como antes; cuando estábamos solos en el mundo…. Pero a partir de hoy todo va a ser para mejor… tenemos que hacer lo posible para cambiarlo todo. Para que las cosas no vuelvan a ser de esa forma… —la voz de Hermione tembló levemente, suspiró e intentando serenarse y miró fijamente a Harry intentando encontrar la manera de reconfortarlo.
Era imposible, ella también sentía la misma tristeza que él.
Harry asintió. En su mente un solo pensamiento apareció; había que cambiar las cosas como eran, hacía ya bastante tiempo que se habían estado escondiendo, era necesario dejarles a todos bien claro cómo eran las cosas. Y quien sabe, tal vez se quitaban a más de una molestia de encima.
—Harry…, Hermione…, ¿Qué están haciendo? —preguntó una voz con confusión y hasta cierto grado de enojo no muy lejos de donde estaban ellos.
Reconociendo la voz, y atrayendo aún más a Hermione hacia sí mientras la abraza, Harry, giró la cabeza y vio a Ron Weasley, su antiguo mejor amigo, parado con el rostro completamente blanco. Internamente sonrió, estaba disfrutando de este momento y a pesar de que había discutido sobre este asunto con Hermione hace algunos días, una profunda ira y sed de venganza hervía dentro suyo; en su pecho. No podía olvidar todavía lo que le había hecho a Hermione y a él; ese mismo chico pecoso que conoció cuando buscaba la plataforma 9 y 3/4 los había traicionado dejándolos abandonados en el Bosque de Dean. A Hermione con el corazón roto y a él con un profundo sentimiento de traición. Sin embargo, a pesar de todo, era él el que les había hecho entender a quién verdaderamente amaban y quienes nunca los habían abandonado. Les mostró quienes verdaderamente eran sus amigos y quienes simple escoria. La sonrisa cubrió el rostro de Harry.
—Estábamos besándonos, Ron —dijo Harry con un tono venenoso mirando fijamente los ojos del pelirrojo. La ira corría por sus venas; el simple hecho de no hacer esto semanas atrás lo estaba envenenando, pero ahora, una profunda tranquilidad y satisfacción corría por todo su cuerpo —. Nos amamos, Ron….
—¿Qu-qué? —balbuceó Ron Weasley sorprendido de lo que había pasado delante de sus ojos para luego mirar a Hermione que seguía abrazada a Harry. Con el ceño fruncido al pasar una idea por su cabeza, agregó —. Harry…, no sé si es la mejor de las ideas. Te conozco compañero, te gusta Cho Chang, no creo que darle celos con Hermione sirva de algo, digo, ya me entendes, ¿No? —terminó, notando como la expresión tanto de Hermione como la de Harry cambiaban rotundamente.
—Yo… —susurró Harry mirando a Ron con odio —. No entiendo, Ron —agregó sin dejar de verlo. Nadie dijo nada —. Hermione es mi novia desde hace un tiempo, la amo, es un chica hermosa, inteligente y maravillosa. ¿Por qué querría estar con Cho Chang si la tengo a ella?
—¡¿Esta es la razón por que me dijiste que me olvidara de Harry?! —gritó Ginny furiosa caminando hasta donde estaba el trio —. ¿Lo querías para vos? Sabías que lo amaba, pero lo único que intentaste fue quitarme del medio…
—No, Ginevra… —dijo Hermione con seriedad —. Nunca tuviste una verdadera oportunidad…
Un bufido de incredulidad salió del hijo menor de la familia Weasley.
—Esto tiene que ser una broma, ¿No, Harry? ¿Estás bromeando, Harry? ¡Cualquier idiota sabría la respuesta! Cho es realmente hermosa mientras que Hermione, bueno, ella es inteligente y eso, pero no le llega ni a los talones, digo…
—¿Esa fue siempre la impresión que tuviste sobre mí, Ron? —preguntó Hermione con seriedad soltando a Harry y mirando a su antiguo amigo de forma desafiante —. ¿Eso es lo que realmente pensas de mí? ¿Qué solamente soy inteligente? Harry tenía razón, desde siempre fuiste un idiota…
—No me podés decir eso… —susurró Ron completamente colorado de furia.
—Sí, sí puedo —exclamó Hermione molesta, y aunque ella lo quisiera negar también le afectaba el hecho de verlo; de tener que estar juntos durante ese último tiempo sabiendo lo que iba a hacer el pelirrojo en el futuro. Sabiendo lo tonta que había sido… si le dieran a oler Amortentia ya no olería a césped recién cortado, pergamino nuevo, pasta de diente de menta y pelo de Ron Weasley; hacía mucho tiempo que no sentía ese aroma —. Siempre fuiste un idiota, insensible, egoísta y envidioso. Lo único que hiciste los últimos sie… cuatro años que nos conocemos fue insultarme, gritarme y maltratarme cada vez que se te daba la oportunidad…. Crees que no me olvido sobre cómo me gritaste y me traste cuando traje por primera vez a Crookshanks…
La cara de Ron había llegado al límite del color rojo; ambos brazos del muchacho temblaban de ira, levantó la mano y una destelló furibundo apareció en sus ojos. Harry tuvo que adelantarse y tomar el brazo del Gryffindor antes de que la palma impactara directamente contra la mejilla de la muchacha.
—¡¿Acaso intentabas pegarme?! —preguntó Hermione sorprendida al igual que todos los demás —. ¡¿Acaso intentabas darme una bofetada, Ron?! —exclamó con un grito.
—Y-yo… —balbuceó Ron mirando a Hermione para ver a un furioso Harry y rápidamente soltarse de su agarre —. ¡¿Quiénes se creen que son?! ¡No tengo porque explicarles nada ni decirles nada! ¡Ustedes son simple basura! —rápidamente caminó hacia la salida y antes de pasar por el hueco miró a los que habían sido sus amigos y agregó —. Esto es toda tu culpa Potter, vos fuiste el que le metió toda esa mierda en la cabeza a Hermione sobre mí; en algún momento todos se van a dar cuenta lo que realmente sos…
—¿Qué soy? —preguntó Harry con frialdad.
—Un manipulador que lo único que busca es ser famoso y que todos le presten atención…
—Eso es mentira y lo sabes, Ron… Siempre fuiste el cobarde de los tres —dijo Hermione con odio —. Él que nunca quiso dar la cara a los problemas… el que lloraba cuando un perro le rompió la pierna… Harry siempre fue más hombre de lo que nunca fuiste; siempre va a ser así.
Nadie dijo nada. Nadie podía decir nada. Harry suspiró derrotado y tomó a Hermione. Estos estaban tensos, sentía perfectamente como todo el cuerpo de la muchacha estaba tenso; no hacía mucha falta para poder ver la mirada de odio que le enviaba al Weasley como para saber que ella estaba completamente furiosa. Habían sufrido mucho.
Aunque no era algo que les gustara hacer, y era algo que hacía ya mucho tiempo que habían tenido contenido, sabían que el escarmiento psicológico que le habían dado a su ex amigo era algo que se merecía. Bajaron los últimos escalones y llegaron a las puertas en donde colgaba el cartel que informaba que esa misma noche iba a ser cuando llegaran las escuelas, cuando el Torneo de Los Tres Magos comenzara. Sin embargo, antes tenían que hacer algunas cosas. Para Harry, al menos en ese momento, muchas de las personas que había creído conocer eran simple basura que irremediablemente los iban a traicionar cuando llegara el momento, pero había alguien que era tan importante como Hermione; no la amaba como a la Gryffindor, pero sentía que le debía la vida.
Ella antes que cualquier otra persona, incluso que Hermione misma, había creído en el sin preguntar, sin reclamar; sintió como los dedos de ella se entrelazaban a los suyos mientras entraban al Gran Comedor. Era momento de buscarla, darle lo que realmente merecía y evitar que pasara por todo el dolor que había tenido que soportar.
Todos se percataron de lo que estaba pasando, al fin y al cabo, los rumores corrían extremadamente rápido. Uno de los miembros del Trio Dorado alejado, furibundo y los otros dos entrando tomados de la mano. El silencio, roto por leves cuchicheos resonó por todos lados. Tanto Harry como Hermione lo ignoraron y caminaron sin prisa, sin importar las miradas, hacia la mesa de Ravenclaw. Para Harry sobre todo, era extraño volver a verla; nunca le había prestado mucha atención y hasta se podría decir que la había dejado de lado incontables veces. Pero en ese momento estaba ciego y se lamentaba de todo el dolor que había tenido que soportar. Ella se lo había dicho, pero él no le había tomado enserio. Era raro, pero el solo sentimiento de haberla hecho sufrir por ignorarla le carcomía el corazón. Ella nunca lo había dejado de apoyar.
—Ho-ho-hola —dijo Harry con marcado nerviosismo mirando fijamente a una estudiante de Ravenclaw que tenía delante; su cabello estaba repleto de rulos desordenado. Ella ante la vista de todos, los miró con sus inconfundibles ojos saltones que sin lugar a duda mostraban una inocencia y constante sorpresa que ellos habían visto desaparecer —. Mi nombre es Harry Potter y ella es mi novia —el silencio se hizo pesado, ya nadie murmuraba —, Hermione… Granger.
La Ravenclaw los miró con una extraña sorpresa; Harry, al igual que Hermione, sintieron como el pecho se les estrujaba completamente al ver como ella los miraba. Ambos se sentían responsables, ella era la que siempre había estado ahí para ellos. Cuando los habían capturado luego de la huida en el Bosque de Dean, fue ella la que los ayudó a escapar de la Mansión Malfoy. Fue ella la que los ayudó a recuperar la copa de Helga Hufflepuff. Fue ella la que los ayudó a destruir los Horrocruxes en Hogwarts… Siempre había sido ella…
—¡Hola! —saludó la Ravenclaw con una sonrisa dulce —. Mi nombre es Luna Lovegood. Los nargles me hablaron sobre ustedes —agregó con su expresión risueña —. Me dijeron que son personas muy extrañas, pero… mmm, falta uno y… sus ojos se ven tristes, como si hubieran perdido algo.
—Ya no somos amigos de Ron Weasley —dijo Hermione con una sonrisa dulce —. Se comportó como un idiota siempre y… no queremos volver a estar con él. Sabemos que hay otros Ravenclaw que te están molestando diariamente y quiero que sepas que no vamos a tolerar eso. Cualquier cosa que te digan o hagan no dudes en decírnoslo. Tanto a Harry como a mí nos molestaron antes y no teníamos amigos antes de Hogwarts y no queremos que te pase lo mismo.
Luna parpadeó sorprendida y una hermosa y dulce sonrisa, junto con un notable rubor surcaron su rostro.
—Los Nargles no causaban muchos problemas al principio, a ellos solo les gusta robar mis calcetines y zapatos —susurró Luna mirando fijamente a Hermione a los ojos —. Pero luego…
—¿Te gustaría desayunar en la mesa de Gryffindor? —preguntó Harry interrumpiendo sin querer saber lo que iba a decir Luna —. No hay ninguna regla que diga los alumnos no se pueden sentar en donde quieran, salvo en eventos oficiales. —agregó guiñándole el ojo.
La cosa más inverosímil que podría suceder para la casa de Ravenclaw sucedió; Luna con una gigantesca sonrisa surcándole el rostro se levantó y tomando rápidamente sus cosas, fue hasta la punta de la mesa y rápidamente corrió a donde estaban Harry y Hermione que comenzaron a caminar seguidos por la alegre rubia. Todos miraban fijamente la escena; Cho Chang veía a Luna sentarse entre Harry y Hermione sonriendo y mirándolos a ambos con una sonrisa mientras ellos devolvían el gesto. Los Profesores, tanto Flitwick como McGonagall miraban completamente sorprendidos la escena.
—Creo que están exagerando un poco con toda la decoración. —dijo Harry mirando a todos lados a medida que comenzaba a desayunar al igual que Hermione y una emocionada y feliz Luna.
—Yo creo que son lindos —contestó Luna con una sonrisa —. Todo es tan colorido y brillante; es como como hubiera cientos de blibbering humdinger por todos lados. Pero la gente usualmente no cree en las cosas que digo… —agregó con un leve susurró dolido —. ¿Ustedes me creen?
Nadie dijo nada, todos esperaban la respuesta de ambos. Harry y Hermione sonrieron.
—Por supuesto que te creemos, Luna. —contestó Hermione con una sonrisa haciendo que Luna la mirara sonrojada.
—Creo… —dijo Harry, rápidamente la Ravenclaw giró la cabeza para mirarlo —, sos una persona muy inteligente Luna, vi muchas cosas extrañas en mi corta vida y hasta yo mismo soy una rareza. Sobreviví a la Maldición Asesina —agregó guiñándole el ojo con complicidad —, eso me convierte en una rareza, ¿No? Justo como los blibbering humdinger y los nargles. Si yo soy una prueba viviente de algo imposible, existe la posibilidad que existan.
Nadie decía nada. Pero algunos miraban a los tres con odio, otros divertidos, otros con burla; a Harry y Hermione no les importaba. Las lechuzas, de forma majestuosa comenzaron a entrar en forma de bandada y una se paró delante de él. Él la reconoció al instante, pero el tiempo había pasado y ahora estaba preparado para verla nuevamente. Con delicadeza y dándole un premio a lo que parecía una cansada lechuza abrió, ante la curiosidad de Hermione, la carta que traía colgando de una de sus patitas.
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Querido Harry:
Ya volví al país y estoy bien escondido. Quiero que me envíes, si es posible, lechuzas contándome lo que está pasando en Hogwarts. No uses la misma lechuza. Usa distintas para que no puedan rastrearlas.
Sirius.
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En silencio, Harry, guardó la carta y miró fijamente a una de las ventanas. No había ni una sola nube en el cielo, al igual que aquella vez, el cielo iba a estar perfectamente despejado para la llegada de Beuxbatons y Durmstrang. Cuando el desayuno terminó Harry y Hermione se levantaron y para sorpresa de Luna besaron cada uno, una de las mejillas de la Ravenclaw y se despidieron en silencio. Tal y como lo recordaban el día había sido igual de extraño, y hasta un punto, fastidioso. Pocos fueron los que estaban atentos a las clases debido a la llegada de los invitados extranjeros, y ciertamente ellos tampoco estaban muy concentrados; cada uno sumergido en el pensamiento común de que hacer. Habían tenido muy poco tiempo para pensarlo, el recuerdo de lo que hacía unas pocas semanas habían estado viviendo, todavía estaba demasiado fresco en su mente… y eso los atormentaba.
—Weasley, colocate bien el sombrero —dijo la Profesora McGonagall seria —Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo. Potter, deja de jugar con la varita y mostrá interés.
Parvati frunció el entrecejo y se quitó una enorme mariposa de adorno del extremo de la larga trenza que tenía en el pelo. Harry, ante la mirada seria y exigente mirada de la Profesora McGonagall, suspiró y dirigió su mirada a la fila de Ravenclaw en donde vio a su nueva y vieja amiga mirar el cielo con fascinación. Lentamente comenzó a oscurecer, el invierno se estaba acercando, y una luna pálida brillaba sobre el Bosque Prohibido. Todo estaba en perfecta calma; y sin dejar de observar a su amiga que parecía completamente concentrada en el cielo se rio por lo bajo. Era extraño verla de esa forma, pero al menos estaba de nuevo con ellos y era lo único que querían en ese momento.
Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó.
—¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beuaxbatons!
—¿Por dónde? —preguntaron muchos con impaciencia.
Hermione miró a Harry que miraba al cielo e imitándolo vio un destelló que cruzó el aire. De donde ambos habían venido, recordó, como ellos disfrutaban la vida, las luces del mundo estaban apagadas al igual que la vida de todos los seres consientes convertidos en un simple mar de sangre, las estrellas brillaban con una hermosura tal que nunca había visto, que disfrutaba ver; que ahora se veían opacadas por el brillo de castillo y la presencia de todos. Donde solo estaban ellos. Sin embargo, su burbuja de pensamientos no duró mucho cuando la sorpresa de todos se hizo evidente y todos lograron ver una cosa larga que serpenteaba de arriba abajo por el cielo oscuro, aparecía haciéndose visible. Todos vieron como aquel objeto serpenteante rozaba las copas de los árboles del Bosque Prohibido, y luego haciendo un giro anguloso y quedando visible gracias a la luz que provenía del castillo. Un gigantes y colosal carruaje color azul pálido y del tamaño de una casa grande, tirado por una docena de hermosos pegasos color gateado rubio, pero con crin y cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.
Las tres filas delanteras de alumnos se echaron hacia atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a muy alta velocidad. Un segundo más después los pegasos tocaron tierra y redujeron la velocidad abruptamente, el carruaje se posó en suelo firme rebotando un par de veces sobre las enormes ruedas traseras, mientras que los caballos sacudían su enorme cabeza y relinchaban majestuosamente.
Antes de que la puerta del carruaje se abriera, todos vieron que en lo que parecía ser la puerta principal, había un escudo hermosamente dibujado: dos varitas mágicas doradas cruzadas con tres estrellas que surgían de cada una.
Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, se inclinó en la puerta del carruaje desplegando una escalerita dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces Harry vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Al zapato siguió, casi inmediatamente, la mujer más grande que Harry habia visto nunca. La que él ya conocía, la mujer que siempre le había gustado a su amigo Hagrid; estaba tal y como la recordaba. La mujer dio unos pasos entro al espacio alumbrado por la luz del vestíbulo, y ésta ilumino un hermoso rostro moreno, unos grandes ojos negros y cristalinos, y una nariz afilada. La gigantesca mujer tenía un rodete en la base del cuello con un moño reluciente y sus ropas era de satén negro.
Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, también lo hicieron. Sonriendo graciosamente, ella avanzó hasta donde estaba el Director y entendió su mano. Aunque el anciano era alto, apenas tuvo que inclinarse para besar su mano.
—Mi querida Madame Maxime —dijo Dumbledore con una sonrisa —, bienvenida a Hogwarts.
—Dumbledog —repuso ella con una voz profunda y un hermoso acento francés —, espego que estés bien.
—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.
—Mis alumnos —dijo Madame Maxime, señalando con la mano.
Todos se giraron a miraros, unos doce alumnos, chicos y chicas, todos los cuales parecían tener unos veinte años, habían salido del carruaje y se encontraban detrás de ella. Estaban temblando de frio, lo que no era nada extraño dado que las túnicas que tenían puestas parecían de fina seda, y ninguno de ellos tenía capa. Tanto Harry como Hermione se rieron internamente, nuevamente veían la finesa y elegancia de Beuxbatons, opacada por el hecho de no usar un hechizo de caliento de ropas.
—¿Ha llegado ya Kagkagov? —preguntó Madame Maxime.
—Se presentará de un momento a otro —aseguró Dumbledore con una sonrisa —. ¿Prefieren esperar acá para saludarlo o pasar a calentarse un poco?
—Los segundo, me paguece —respondió Madame Maxime —. Pego los caballos…
—Nuestro Profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas se encargará de ellos encantando —declaró Dumbledore —, en cuanto vuelva de solucionar una pequeña dificultad que surgió con alguna de sus otras… obligaciones…
—Muy bien —asintió Madame Maxime, haciendo una leve inclinación —. Y, pog favog, dpigale a ese Pgofesog Haggid que estos caballos solamente toman whisky de malta pugo.
—Descuide… —dijo Dumbledore.
A lo lejos, mirando fijamente a donde estaba el Lago Negro, ambos miraron como una gran explosión se escuchaba opacando los bufidos de los pegasos. Del fondo del lago, que ellos recordaban teñido de rojo por la sangre de todos, surgió el imponente y poderoso barco que ya habían visto hacía tiempo atrás. Un sonoro chapoteo se escuchó cuando el ancla cayó al agua y del barco aparecía una tabla que tocaba tierra.
Como si fuera un ejército marchando, o al menos eso parecía a la tenue luz que emanaba el barco, un grupo de personas comenzaron a acercarse a donde ellos estaban subiendo por la explanada, por un momento parecía personas muy corpulentas, pero cuando estuvieron bajo la luz unos grandes y gruesos sacos de piel se vieron perfectamente. El que iba delante de la comitiva, llevaba una piel de distinto color, lisa y plateada como su cabello.
—¡Dumbledore! —gritó efusivamente mientras subía la ladera —. ¿Cómo estas, mi viejo compañero, cómo estás?
—¡Estupendamente, gracias, Profesor Karkarov! —respondió Dumbledore.
Karkarov era alto y delgado como Dumbledore, pero tenía la barba y el pelo mucho más cortos que el viejo Director. Al llegar ante Dumbledore, le estrechó fuertemente la mano. Desde atrás apareció alguien muy conocido por todos, al menos por casi todos, una nariz prominente y curva y unas espesas cejas negras…
—¡Víktor Krum! —gimieron algunos.
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La muchos de los alumnos gemían y lanzaban pequeños grititos en cuanto vieron pasar a Krum, Harry suspiró, miró a Hermione con diversión que parecía ignorar al que había sido su ex interés romántico y siguieron a sus compañeros nuevamente al vestíbulo y luego al Gran Comedor. Cada alumno se sentó en la mesa de su casa, como en todos los eventos oficiales, mientras que los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Ravenclaw y miraban el Gran Comedor con expresión crítica.
Víktor y sus compañeros, para desgracia de un sobrexcitado Ron Weasley, se habían colocado en la mesa de Slytherin. Harry vio como Malfoy, Crabbe y Goyle parecían muy alegres por este hecho; se sentaron juntos, ambos tocándose levemente los costados y esperaron con paciencia a que las cosas comenzaran. Y tal y como su memoria les permitía recordar comenzó.
—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes —dijo Dumbledore —. Es para mí un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia les resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea. El Torneo va a quedar oficialmente abierto al final del banquete —explicó Dumbledore —. ¡Ahora les invito a todos a comer, beber y disfrutar como si estuvieran en su casa!
Unos veinte minutos después, Hagrid entró furtivamente en el Gran Comedor a través de la puerta que estaba detrás de la mesa de los profesores y sentándose en un extremo, Harry se percató en ese momento que al lado de Dumbledore estaban los otros dos directores, mientras que la Profesora McGonagall había quedado relegada un poco más lejos de su usual posición.
Ambos al ver a Fleur, futura esposa de Bill Weasley acercarse de forma presuntuosa mientras maximizaba su aura de veela fue extraño. Se habían acostumbrado con el tiempo a la francesa completamente enamorada por el Weasley y no a su yo viejo; al que era desagradable y que lo único que hacia era criticar y actuar de una forma arrogante y molesta.
—Pegdonag, ¿No queguéis boullabaisse? —preguntó la hermosa muchacha a Harry.
Siempre había tenido unos hermosos ojos azules y unos dientes blancos y perfectos. Ron Weasley que no estaba muy lejos de donde estaba sentado Harry y Hermione, la miró completamente shockeado, abrió la boca para contestar, pero de esta solo salió un débil gorjeo. Sin quererlo, pero actuando por instinto, la Gryffindor tomó la mano de su novio con firmeza y siendo una esposa celosa miró fijamente a Fleur.
—Podes llevártela —dijo un aburrido Harry, acercándole a la chica la sopera.
—¿Habéis tegminado con ella? —preguntó ella algo sorprendida.
—Si. —contestó Harry con el mismo deje de aburrimiento.
—¿Segugo? —volvió a preguntar la muchacha con una hermosa sonrisa.
—Sí.
La muchacha ligeramente sorprendida por lo que había pasado tomó la sopera y se fue haciendo que todos los demás chicos la miraran embobados. Hermione no soltó la mano de Harry haciendo que este la mirara divertido.
—¿No te molesta su aura veela? —preguntó Hermione fijamente —. Recuerdo que cuando estábamos en la Copa Mundial de Quidditch si te afectaba.
—No… —susurró Harry al oído de Hermione haciendo que suspirara levemente mientras todos los veían —. Las clases de Oclumancia del Profesor Snape sirvieron de algo al final...
Una vez terminado la cena y el postre, Dumbledore se paró y mientras que Filch caminaba hacia una mesita colocada enfrente de la mesa de profesores, con un cofre de madera con muchas joyas incrustadas que parecía extraordinariamente vieja.
—Bien, antes de comenzar déjenme presentarles al Señor Bartemius Crouch, Director del Departamento de Cooperación Mágica Internaciones y al Señor Ludo Bagman, Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos. Ambos estuvieron trabajando sin descanso para los preparativos del Torneo de Los Tres Magos, y estarán con el Profesor Karkarov y con Madame Maxime y conmigo en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.
Todos hicieron un completo silencio y Dumbledore pareció disfrutar de eso y camino hasta quedar detrás de la pequeña mesita y el cofre.
—Los Señores Crouch y Bagman ya decidieron las pruebas que los campeones tendrán que afrontar —dijo Dumbledore —. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: habilidad mágica, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro. Como todos saben el Torneo compiten tres campeones —continuó Dumbledore con tranquilidad —, uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de Los Tres Magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: El Cáliz de Fuego.
Dumbledore sacó su varita y golpeó tres veces la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Y como lo recordaban ahí estaba, la llave que le había permitido a Voldemort volver. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco muy ligeramente azulado.
—Todo el que quiera proponerse para campeón… —dijo Dumbledore con suavidad —… tiene que escribir su nombre y el nombre de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó —. Los aspirantes a campeones tienen 24 horas para hacerlo. Mañana, durante la fiesta de Samhain, por la noche, el cáliz nos va a devolver los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir. Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad con la tentación de participar —prosiguió —, voy a trazar una raya de edad alrededor del Cáliz de Fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años. Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que mediten muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el Cáliz de Fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella van a estar obligados a continuar en el torneo hasta el final. Al echar su nombre en el Cáliz de Fuego están firmando un contrato mágico como adultos que es del tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que tiene que estar muy seguros antes de ofrecer su candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.
Aunque querían, aunque podían, no iban a hacer nada. Podían pasar la línea de edad y modificar el Cáliz de Fuego. Pero las cosas debían seguir su curso, debían esperar a que todo continuara porque si hacían un solo movimiento errado, si se llegaban a equivocar, la horrible y asquerosa oportunidad que habían conseguido iba a ser para nada. Y aunque podían modificar todo para que Cedric no fuera uno de los Campeones, podían denunciar a Barty Crouch Jr. que se hacía pasar como Moody no lo iban a hacer, podían incluso destruir los Horrocruxes, no lo iban a hacer. Lo primero y lo segundo era un mal necesario y lo último, seguían sin saber si Voldemort sentía su destrucción o no. No podían arriesgarse.
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La tarde había llegado y como querían que fuera costumbre, y ahora que no era un acto oficial de Hogwarts, Harry, Hermione y Luna se sentaron al final de la mesa de Gryffindor. Ciertamente este banquete de Samhain les pareció a los tres mucho más largo de lo que habitualmente duraba. Quizá porque era su segundo banquete en dos días, Harry miraba aburrido como todos los demás giraban continuamente, con expresiones de impaciencia, las cabezas y movían las piernas de forma nerviosa. Todos parecían completamente desesperados por ver al Director Dumbledore entrase por la puerta principal con el Cáliz de Fuego y anunciara finalmente quienes habían quedado seleccionados como campeones.
Cierto alboroto se había formado, pero fue rápidamente silenciado cuando las grandes puertas del Gran Comedor se abrieron, dando entrada a Dumbledore con el Cáliz en sus manos. Karkarov y Madame Maxime se pusieron de pie, parecían tensos y expectantes, mientras que Ludo Bagman sonreía y guiñaba el ojo a varios estudiantes. Por su parte Crouch, a diferencia de los demás, parecía aburrido.
—Bien, el Cáliz de Fuego ha tomado una decisión —anunció Dumbledore cuando llego la parte delantera del Gran Comedor —. Según parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —indicó la puerta que había detrás de su mesa —, donde recibirá las primeras instrucciones.
Dumbledore saco su varita y dio un amplio movimiento en el aire, haciendo que la mayoría de las velas que flotaban se apagaran y solo se viera la luz del Cáliz de Fuego como principal iluminación. De pronto, las blanquecinas y ligeramente azuladas llamas se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas hacia todos lados. Una lengua de fuego, como si fuera un espiral, se extendió hacia el aire y arrojó un trozo de pergamino ligeramente quemado. La sala entera ahogó un grito. El Director agarró el pergamino en el aire.
—El campeón de Durmstrang —leyó Dumbledore con voz alta y clara; y como ambos esperaban —, será el Señor Viktor Krum.
El Gran Comedor estallo en vítores y aplausos. Harry vio como Krum se levantaba de la mesa de Slytherin y caminaba hacia Dumbledore. Tomo su pergamino y giró a la derecha y desapareció tras la puerta hacia la sala siguiente.
Los aplausos se apagaron al igual que las voces. La atención de todo el mundo recayó nuevamente sobre el Cáliz de fuego. Tardo unos segundos, pero de la misma forma que antes expulso un trozo de pergamino.
—La campeona de Beauxbatons —dijo Dumbledore después de volver agarrado el pergamino; y nuevamente sucedió —es ¡Fleur Delacour!
Cuando Fleur Delacour desapareció también por la puerta, el silencio volvió a reinar en la sala, pero esta vez era un silencio tenso y lleno de emoción, Harry suspiró negando con la cabeza por el extraño fanatismo de sus compañeros. El Cáliz de fuego volvió a tornarse rojo y con una nueva llamarada en forma de lengua espiralada, un nuevo pergamino salió.
—El campeón de Hogwarts —anuncio Dumbledore —, es ¡Cedric Diggory!
Una explosión de emoción estallo en Hufflepuff que se habían puesto de repente de pie, gritando emocionados, mientras que Cedric se abría paso entre ellos, con una gran sonrisa, y marchaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores. Naturalmente, los aplausos dedicados a Cedric se prolongaron tanto que Dumbledore tuvo que esperar un buen rato antes de poder volver a hablarle a todos los estudiantes.
—¡Excelente! —dijo Dumbledore en voz muy alta y contento mientras que los últimos aplausos se apagaban —. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, van a dar todo el apoyo que puedan. Al animarlos, todos ustedes van a contribuir de forma muy significativa a…
Pero Dumbledore se calló de repente, y fue evidente para todo el mundo por qué se había interrumpido. Y entonces, como ellos querían, y como iba a pasar, el reloj comenzó a moverse; comenzaron a suceder las cosas como debían pasar. El fuego del cáliz comenzó a moverse violentamente, mientras se ponía rojo. Comenzó a largar chispas y una larga lengua de fuego se elevó por los aires y arrojó otro trozo de pergamino. El Director alargó la mano y de la misma forma que con los otros agarró el pedazo de papel en el aire. Luego miró el nombre que había escrito en él y los ojos se le abrieron de par en par. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos mientras que todos los demás solo observaban.
—Harry Potter… —dijo en voz alta el Director.
Ni Harry ni Hermione se sorprendieron. Sin embargo, Harry se sintió estático, de la misma manera que se había sentido aquella vez; todos lo iban a dejar solo. Salvo por Hermione y tal vez por Luna, el resto, lo iban a dejar a su suerte; como siempre había estado.
—¡Harry Potter! —gritó Dumbledore —. ¡Levantase y venga acá!
Con un suspiro Harry se levantó y comenzó a caminar por el hueco que dejaban las mesas de Gryffindor y Hufflepuff; no importaba cuantos años hubieran pasado la sensación de desasosiego que le generaban este tipo de situaciones lo hacían sentir enfermo. Era raro porque en el fondo pedía a gritos que todos volvieran a morir y que todo volviera a ser como era, solo ellos y nadie más en el mundo. Viviendo felices…
—Bueno… cruza la puerta, Señor Potter. —dijo Dumbledore serio mientras le daba el pedazo de pergamino.
Salió del Gran Comedor y se encontró con una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. En el centro, una hermosa chimenea. Cuando entraron, las caras de los retratos lo miraron a él. Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour, que estaban cerca de la chimenea. Krum, cabizbajo mientras se apoyaba en la repisa de la chimenea. Cedric, de pie con las manos en la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour lo miró cuando entraron y echó su largo y dorado pelo hacia atrás.
—¿Qué pasa? —preguntó, creyendo que había entrado para darles un mensaje —. ¿Quieguen que volvamos al comedog?
Harry no dijo nada, pero de detrás de él apareció la Profesora McGonagall contestando la pregunta.
—No, Señorita Delacour, esperen un momento, ya les informaran la situación.
Se escuchó un ruido de pasos apresurados. Era Ludo Bagman, que entraba en la sala. Agarró del brazo a Harry y lo llevó hacia delante.
—¡Extraordinario! —susurró, apretándole el brazo. Harry no respondió ni hizo ninguna expresión, se había encerrado en sí mismo —. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros… señorita —añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres —. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de Los Tres Magos?
Viktor Krum se enderezó, Cedric parecía desconcertado, mientras que Fleur Delacour levantó una ceja y miró bien a un Harry completamente ido de si.
—¿Pego no es muy joven para participar? —preguntó Fleur sin dejar de mirar a Harry como si estuviera analizándolo.
—Bueno… estoy fue muy extraño —reconoció Bagman, frotándose la barbilla impecablemente afeitada y mirando sonriente a Harry —. Pero, como saben, la restricción es una novedad de este año, impuesta solo como medida de seguridad extra. Y como su nombre salió del Cáliz de Fuego… Quiero decir que no creo que ahora haya ninguna posibilidad para hacer algo para impedirlo. Son las reglas, y Harry no tiene más remedio que concursar. Tendrá que hacerlo lo mejor que pueda…
—Es una broma, ¿No? —preguntó Minerva con enojo.
—No entiendo a lo que se refiere Profesora McGonagall. —contestó Bagman.
—Es imposible que Potter haya colocado su nombre en el Cáliz de Fuego ¿Cómo puede ser posible que no pueden quitarlo? Él no esta preparado para algo así. No voy a permitir que uno de mis leones participe en algo que no fue decidido por él mismo.
Tal y como había pasado hacía años, el pecho de Harry sintió una extraña sensación de cosquilleo al escuchar a hablar a la seria mujer de esa manera. Cuando la había defendido de los Carrow se había sentido de igual manera; le debía mucho a la mujer.
—No, el Cáliz de Fuego es un objeto muy antiguo y ni siquiera nosotros conocemos todas sus funciones, pero se apagó y hasta dentro de 5 años no va volver a encenderse. El que Harry haya entrado al Torneo supone que está ligado a un contrato vinculante. Si no participa, va a perder su magia. —informó Crouch.
—No sabemos cómo se originó esta situación —dijo Dumbledore rompiendo el silencio —. Pero me parece que no nos queda más remedio que aceptar las cosas tal y como están. Tanto Cedric como Harry fueron seleccionados para competir en el Torneo. Y eso es lo que se va a tener que hacer.
—Ah, pego, Dumbledog…
—Mi querida Madame Maxime, si se le ocurrió a usted alguna alternativa, estaríamos encantados de escucharla.
Dumbledore aguadó, paro Madame Maxime no dijo nada; solo se limitó a mirarlo duramente. Karkarov estaba lívido. Bagman, en cambio, parecía bastante entusiasmado.
—Bueno, ¿Nos ponemos con esto, entonces? —dijo Bagman frotándose las manos y sonriéndole a todo el mundo. Tenemos que darles las instrucciones a nuestros campeones, ¿No? Barty, ¿Queres hacer el honor?
Crouch se acercó a los campeones y dijo.
—La primera prueba está para medir su coraje —les explicó a un todavía molesto Harry, Cedric, Fleur y Krum —, así que no les vamos a decir en qué consiste. El coraje para afrontar lo desconocido es una cualidad muy importante en un mago, muy importante… La primera prueba se va a realizar el 24 de noviembre, ante los estudiantes y el tribunal. A los campeones no les está permitido solicitar ni aceptar ayuda de ningún tipo por parte de sus profesores para llevar a cabo las pruebas del Torneo. Van a hacer frente al primero de los retos armados sólo con su varita. Cuando la primera prueba haya dado fin, recibirán información sobre la segunda. Debido a que el Torneo exige una gran dedicación por parte de los campeones, éstos quedan exentos de los exámenes de fin de año.
Crouch se giró y miro hacia donde estaba Dumbledore.
—Eso es todo, ¿No, Albus?
—Creo que sí —respondió Dumbledore, que observaba al Señor Coruch con algo de preocupación —. ¿Estás seguro de que no queres pasar la noche en Hogwarts, Barty?
—No, Dumbledore, tengo que volver al Ministerio —contestó el señor Crouch —. Es un momento difícil, tenemos mucho trabajo. Deje a cargo al joven Weatherby… es muy entusiasta; a decir verdad, quizá sea demasiado entusiasta…
—Al menos vas a tomar algo de beber antes de irte… —insistió Dumbledore.
—Vamos, Barty. ¡Yo me voy a quedar! —dijo Bagman muy animado —. Ahora es en Hogwarts donde ocurren las cosas, ya lo sabes. ¡Es mucho más emocionante que la oficina!
—Creo que no, Ludo. —contestó Crouch, con algo de simpleza.
—Profesor Karkarov, Madame Maxime, ¿Una bebida antes de que nos retiremos a descansa? —ofreció Dumbledore.
Pero Madame Maxime ya le había pasado a Fleur un brazo por los hombros y la sacaba rápidamente de la sala. Harry las escuchó hablar muy rápido en francés al salir al Gran Comedor. Karkarov le hizo a Krum una seña, y ellos también salieron.
—Señor Potter, Cedric, les recomiendo que suban a los dormitorios —les dijo Dumbledore, sonriendo —. Estoy seguro que en las Casas de Hufflepuff y Gryffindor les espera una gran fiesta, y no estaría bien privarles de esta excelente excusa para hacer el caos.
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Harry salió de la oficina con una triste sonrisa y en mitad de la noche comenzó a caminar con dirección a la Torre de Gryffindor. En el 7mo piso fue recibido por un hecho bastante curioso. La Dama Gorda no estaba sola en su cuadro. Una mujer de rostro arrugado, que reconoció como uno de los retratos que estaban en la sala en donde él había estado, se sentaba de forma orgullosa al lado de la Dama Gorda. Ambas lo miraban con el más vivo interés.
—Bien, bien —dijo la Dama Gorda —, Violeta acaba de contármelo todo. ¿A quién eligieron al final como campeón?
—Tonterías —dijo Harry suavemente.
—¡Cómo que son tonterías! —exclamó indignada la bruja del retrato.
—No, no, Violeta, esa es la contraseña —dijo en tono suave la Dama Gorda tratando de relajar el ambiente, dejándolo pasar.
Dumbledore se había equivocado. Para Harry no había una fiesta, solo gente que lo miraba con desconfianza y algunos hasta con molestia. Sin embargo, Hermione rápidamente se acercó y lo abrazó delante de todos.
Fred y George miraron un segundo a Harry y desde las escaleras.
—¡Harry! —gritaron ambos, Harry subió la cabeza mirándolos —, Sos nuestro héroe. Te apoyamos en lo que necesites.
Angelina Johnson y Katie Bell se acercaron a él y con un beso en la mejilla de parte de cada una dijeron le dieron su apoyo y la mayor de las suertes. Los hermanos Creevey lo miraron con fascinación y también le dieron sus felicitaciones. Les sonrió a todos los que le mostraron apoyo no sabía porque, pero había reprimido que ellos lo apoyaban a pesar de todo.
—Así que te sigue gustando ser el centro de atención, eh Potter —dijo Ron Weasley desde su cama cuando todos se fueron a acostar.
—Si tan solo pudieras ver más haya de lo que tus ojos ven —dijo Harry mirando a Ron con cierta lastima desde su cama —. Podrías ver tantas cosas, podrías ver lo que sos, lo fuiste y lo que vas a ser. Te odio, Ron. Te odio como nunca odié a una persona. Lo tenes todo y sin embargo no lo podés valorar.
Ron no dijo nada, solo bufó y corrió el dosel de su cama. La mirada de Harry se centró en la luz de la luna que entraba por su ventana. Las lagrimas comenzaron a caer con amargura y dolor; la extrañaba mucho.
—Luna…
El próximo capítulo esta titulado: "Un Infierno Teñido de Rojo"
Bueno este es el primer capitulo de una historia un tanto distinta; pero antes de comenzar con explicar como va a ser la estructura del fic, espero que les guste a todos, como siempre digo cualquier error, problema o simple comentario pueden dejar un review, enviarme un PM o en mi perfil hay otros medios para comunicarse conmigo.
Nota: Bueno, este va a ser un fic con la temática del Harry que vuelve del futuro al pasado a cambiar las cosas. Pero como supondrán no lo voy a hacer de la forma tradicional porque es aburrido. El fic va a tener dos tiempos, y va a contar dos historias, la primera es la de Harry y Hermione que vuelven al pasado, osea contar la historia de su presente pasado y va a tener una segunda historia intercalada entre capítulos que va relatar el futuro antes de volver, ósea su futuro pasado. Como va a ser este futuro, el próximo capitulo va a comenzar a saber como fue y se van a ir respondiendo algunas preguntas que surgen de este primer capítulo. Al mismo tiempo como habrán leído el romance entre Hermione y Harry ya esta presente ya que esto viene desde el futuro del que vienen y no van a comportarse como los típicos adolescentes sino como personas adultas con preocupaciones de tales.
