FLORECER
by Lawghter


Disclaimer: el Potterverso no me pertenece en absoluto a mí, sino a la querida y multimillonaria J. K. Rowling.

Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".


I.

Lavanda

En el mundo que habitamos, existen cientos de miles de millones de diferentes especies de flores. Coloridas o mustias, perfumadas o inoloras, comestibles o venenosas; las hay de pétalos amplios y florecientes, y las hay más tímidas, aquellas que parecen esconderse del mismísimo Astro Rey; algunas producen frutos jugosos y llamativos, mientras que otras se contentan con donar sus pequeñas semillas a la tierra, que siempre ha sido su hogar. Y ya sea si poseen poderes mágicos extraordinarios, si gozan de efectos curativos, o si son simplemente plantas de jardín, las flores han sabido captar la atención de cuanto ser humano haya sido capaz de apreciar el aroma que desprenden sus pétalos, o la belleza que irradian a la luz del sol, o la dulzura de sus frutos. Mas existe un número de humanidades en particular, cuya reacción ante estos seres de incontables dotes se alejan del mero interés superficial, transformándose en verdadero embeleso. Uno de ellos es un mago, llamado Neville Longbottom.

Neville es un amante empedernido del reino plantae. Siendo profesor de Herbología en el colegio Hogwarts, institución en donde él mismo cursó sus años de estudio, ha sido inquirido cuantiosas veces por sus alumnos en relación a su irrefrenable pasión por las plantas, algunos con un dejo de esceptismo algo descortés, otros cargados de franca curiosidad. Solía responderles con graciosas invenciones, como que su tío abuelo Algie lo confundió con una mandrágora a sus dos años, y durante el tiempo que pasó alimentando y arrullando al espécimen antes de caer en la cuenta de su error, él se internó en la tierra junto con las demás mandrágoras, lo cual significaba la verdadera razón de sus profundos conocimientos. Por supuesto, la real y única respuesta a aquella pregunta que tantas veces le había sido formulada era mucho más simple, pero también muy personal.

De entre las cientos de miles de millones de especies de flores que existen en nuestro mundo, Neville Longbottom sería capaz de vivir tranquilo y feliz rodeado por sólo tres de ellas. Y una, quizá la más importante de ellas, es la lavanda. Porque su aroma, intenso pero armonioso, y sus extraordinarios dotes curativos (que nada tenían que ver con la magia que él practica, hecho que lo fascina aún más), logran ataviar sus labios con una amplia sonrisa, alegre y melancólica a la vez, pues le recuerdan a una mujer muy especial. Una mujer bella, valiente y bondadosa. Una mujer que había inspirado su adoración al mundo de las plantas desde sus primeros años de edad. Una mujer que había amado durante toda su vida, a pesar de apenas haberla conocido.

—¡Neville! ¿Estás listo ya?

—¡Sí, abuela!

Era la víspera de Navidad, del año 2003, y como todos los años en esas fechas, Neville suele tomarse un poco más de tiempo al prepararse para su acostumbrada visita al Hospital San Mungo, siempre acompañado por la abuela que lo crió desde pequeño, incondicional a pesar de los años e impaciente como ninguna persona que haya conocido. Hannah, su esposa, había partido temprano en la mañana, pues detestaba lo solitaria y lúgubre que se había vuelto la vida de su padre desde la muerte de su madre; a causa de ello, iba a hacerle compañía siempre que podía, más aún en épocas festivas.

—¡Pues baja de una vez, hombre! ¿Qué estás haciendo que te lleva tanto tiempo?

El muchacho no contestó. Ignorando las insistencias de su abuela, abrió con suavidad uno de los cajones del escritorio que ocupaba un gran espacio en una de las paredes de la habitación que compartía con su esposa, y extrajo del mismo una pequeña y enarbolada botella de cristal, en cuyo interior podía divisarse claramente un líquido de tono violáceo, que apenas parecía llenar un tercio del recipiente. Con mucha delicadeza, tomó la pequeña esfera de cristal que cubría el extremo abierto de la botella, con el fin de impedir que el líquido se derramase, y lo depositó sobre la lustrada superficie del escritorio, para luego aplicar unas pocas gotas de aquella sustancia en sus muñecas y su cuello. Acto seguido, volvió a colocar el tapón de cristal en su lugar, y regresó la botella al cajón en el que siempre la guardaba.

—¿Qué es ese olor? Se me hace conocido... —preguntó la anciana momentos después, cuando su nieto finalmente decidió ir a su encuentro.

Neville sonrió. Por supuesto que se le hacía conocido, pues se había acostumbrado a ese aroma desde que su hijo, Frank Longbottom, contrajo matrimonio.

—Sí, abuela. Es lavanda, ¿recuerdas? El perfume favorito de mamá.


NA: Pensé que iba a pasarme del límite, pero me mantuve dentro de él bastante bien. Este primer capítulo cuenta con 761 palabras, según el contador del OpenOffice (no, no tengo Word. Desde que compré mi nueva PC, nunca más pude descargarlo de nuevo).

Se ultra hiper mega agradecen todos los reviews. :3