Haz, sólo un haz.

Hace frío, hace frío dentro de mí. Mis huesos gélidos no se pueden mover, mis articulaciones permanecen como las ruedas de un tren una ventisca, detenidas por un profundo hielo a su alrededor, que las envuelve, que las atrapa. Mis músculos también se impregnan de ese persiste frío y esa rigidez.

Sentado en una silla de madera, se mantiene mi cuerpo estático, con una colcha sobre él. Mi mirada está perdida, fija en lo que hay tras la ventana: techos y techos de casas antiguas de esta ciudad campesina, iluminados por los débiles rayos del amanecer. Mi habitación aún está en penumbra, yo estoy en penumbra, a mí aún no llegan esos rayos de luz que están entrando por la ventana, depositándose en el suelo, en ese suelo a unos metros de mi lugar.

Un gato maúlla tras la puerta, es un gato negro, un gato de brujas. Sus ojos amarillos miran hacia dentro y sus fauces dejan proferir un chirrido, mientras sus patas lo alejan endiablado porque en esta habitación hay un fantasma, el de un alma que no puede descansar. No, no está perdida, sólo no sabe a dónde ir, qué debe hacer, cómo ser en su calidad de no vivo.

Se pasea. Se pasea detrás de mi cuerpo, sin sonido, sólo presencia. Se acerca a la ventana, el sol lo atraviesa, pero este no lo percibe, no siente ese calorcillo que sienten los vivos, ni se deja entrever su presencia porque es incorpóreo, tampoco al acercar su nariz al liso vidrio este llena de vaho, porque no hay respiración. Ninguno de sus sistemas está funcionando, no hay nada en él, pero está allí.

No permanece mucho tiempo junto a la ventana, pronto retorna a la sombra, deambula de un lado a otro, alterado, agitado, asustado… Nuevamente se sitúa tras de mí, se inclina, sus ojos se posan en mi nariz, en mis ojos. Su cara está junto a la mía, sin nada que las separe. Una lágrima interna nos recorre, nos recorre al darnos cuenta que ambos somos el mismo. No es un fantasma, soy… yo. Como un eco, este pensamiento se extiende, se extiende más y más, hasta que el ruido de dos grilletes se cierra con un golpe seco y unas cadenas tintineantes se arrastran por un suelo que no es suelo…