El muro de la ciudad señuelo había caído, Trost estaba salvada, pero nadie se había parado a pensar en su gemela del este.

Los titanes, sedientos de sangre esperaban la llegada de su luz en la oscuridad. El titán colosal. El humo caliente, a temperatura normal, según cualquier titán, llenaba el aire. Uno de aquellos humanos que caminaban por las calles de la ciudad había salido y ahora, era un titán.

Con su nueva consciencia contempló sus músculos sin piel. Como en las dos ocasiones anteriores no le importó demasiado. Sujetó el muro Rose con las dos manos y golpeó la puerta con el pie derecho.

Esta, salió disparada, rompiendo casas y destrozando humanos. Los titanes habían vuelto a entrar.

En aquellos mismos instantes todos y cada uno de los habitantes de muro Rose que sabían usar un equipo tridimensional se preparaban para la batalla.

Ymir solo podía temer por la seguridad de Christa. A la chica le temblaban las manos, como la última vez. Su rostro calmaban a todos los que se atrevían a contemplarla, pero Ymir la conocía demasiado bien.

Recargó su gas, comprobó sus cuchillas y se acercó a ella. Con su habitual tono de voz, como si personas no estuvieran siendo asesinadas en esos momentos, intentó tranquilizar a Christa.

-¿Queé? ¿Cóomo vamos?-Aquellas preguntas formuladas con locura en la voz calmaron el temblor de sus manos.

-Bien, bien.-Christa se giró hacia Ymir y le dirigió una de esas sonrisas por las que habían comenzado a llamarla "Kamisama", o dios.

-Así me gusta.- Sonrió mostrando los dientes y apretó los puños tras la espalda. Si ella se derrumbaba Christa se derrumbaba, y si esto sucedían todos también lo harían. Pero ni siquiera Ymir logró convencerse a sí misma, solo le importaba Christa.

Se dio la vuelta, pero Christa la llamó, con un susurro. Aunque primero creyó que eran imaginaciones suyas, finalmente se volvió hacia ella-

-Cuídate ¿vale?-Le temblaba la voz y las lágrimas eran inminentes.

La tomó de las manos y se acercó a ella, mirándola fijamente a los ojos.

-Sobreviviré si tú lo haces. Ya sabes no mueras.-Dicho eso le giño un ojo.

Un oficial que vestía un uniforme de la legión de reconocimiento se acercó. Debía luchar, aunque no fuese su cometido.

-Solados escuadrón números seis y ocho.-Dijo seriamente y se fue.

-¿Estaremos separadas?-Christa reflejaba una profunda tristeza en la voz y dos grandes lagrimones amenazaban por correrle sobre las mejillas.

-Tranquila, todo saldrá bien no te preocupes. Siempre podremos echar a algún estúpido como Jean a los titanes y salir corriendo.

-Eso estaría mal.-Comentó Christa, pero Ymir ya le había sacado una sonrisa.

Los ojos azules, enormes y hermosos la miraban con miedo. Con miedo y esperanza, deseando que el milagro que esperaba se cumpliese. Solo quería que las dos estuvieran vivas tras la batalla. Lo deseaban las dos de una forma tan furiosa y salvaje que llegaría a cumplirse; pero con la incertidumbre sobre ellas no pudo resistirse.

Por primera vez en su vida, Christa, tomó la iniciativa de algo. Rozó con sus labios, suavemente, los de la chica. Las dos, poco a poco se exploraron con los dedos y las manos, mientras que sus lenguas descubrían matices nuevos, que no creían capaces de insistir.

El recuerdo de ese último momento fue lo único, que las motivó en la batalla. Es lo último que las motiva aún ahora. Y es lo último que las hará morir con la cabeza bien alta.