Café Li- Capítulo 1
Café Li.
Así rezaba el cartel de mi nuevo trabajo. Junto a las letras, en una bonita caligrafía negra, había dibujados una taza y un lobo. El motivo de la taza era obvio, no por nada era una de las cafeterías más famosas de Tomoeda, pero aún no conocía el porqué del lobo.
El tintineo de la puerta al abrirse consiguió sacarme de mis cavilaciones y recordé que llegaba tarde a mi primer día de trabajo. Subí los escalones con agilidad y sujeté la puerta para que una señora y su hijo pasaran mientras echaba un vistazo al interior del local. Ya había estado antes, un par de veces como cliente más la vez en la que hice la prueba para conseguir el trabajo, pero entrar en esta cafetería siempre me impresionaba.
Decir que el Café Li era grande, es poco. Sólo el primer piso podría ser más amplio que la superficie de mi casa, repleto de mesas siempre a rebosar y camareros que iban en patines de un lado para otro. La actividad no cesaba en el local y eso que desde aquí no se podían ver las terrazas del piso de arriba, donde solía haber música en directo al menos una vez a la semana. Pero mi parte favorita del Café Li eran los mostradores. Había dulces de todo tipo, a cada cual más bonito y seguramente más sabroso que el anterior. Sólo con echar un vistazo se me hacía la boca agua.
Seguí con mi inspección, pasando la mirada por los cómodos sillones de aspecto retro hasta que di con la cabellera pelirroja de Kaho Mitsuki, la encargada.
-¡Sakura! –me llamó con una sonrisa al verme llegar a su lado-. Menos mal que has llegado. Venimos un poco escasos de personal.
-Sí, lo siento. Creo que se me ha hecho un poco tarde –me disculpé, aunque sabía que no me estaba regañando. Kaho era la mujer más amable que había conocido jamás.
-Corre, ve a por tu uniforme y la próxima vez entra por la puerta de empleados.
Asentí, un poco avergonzada al no haber recordado ese detalle y pasé tras los mostradores. Rápidamente, fui hasta mi taquilla, me puse el uniforme de camarera y los patines y volví junto a Kaho para que me diera instrucciones.
-Muy bien Sakura, tus mesas son las del ala oeste, pero siempre puedes ayudar a Nakuru, Eriol o Yamazaki si ves que tienen problemas. Tu puesto es el último de la tarde, así que acuérdate de cerrar con Nakuru tal y como acordamos. ¡Mucha suerte, Sakura!
Yo asentí con una gran sonrisa y me dispuse a trabajar. Nakuru, Eriol y Yamazaki eran mis compañeros de turno, todos me habían caído genial y esperaba poder hacer buenas migas en mis ratos libres con ellos.
Antes de lo que esperaba, llegó la hora de cerrar. Mi primera jornada había pasado sin grandes complicaciones. Sí, tiré un vaso y tuve que lidiar con un cliente algo maleducado, pero aparte de eso, fue mejor de lo que esperaba.
-¡Sakura, me tengo que ir ya! –Nakuru vino corriendo del piso de arriba, móvil en mano-. Mi compañera de piso necesita que le haga un recado y las tiendas están a punto de cerrar. Sólo quedan por subir esas sillas y cerrar en la puerta de atrás, ¿puedes hacerlo?
Antes de que contestara, ya había desaparecido tras el mostrador.
-¡Y no dejes que nadie entre! ¡Ya no tiene que venir ningún proveedor! –escuché su grito antes de oír la puerta.
Suspiré. Me había quedado sola. Subí las sillas que faltaban y volví a los vestuarios. Me cambié y empecé a recoger mis cosas, cuando el sonido de la puerta volvió a alertarme.
-¿Nakuru? –pregunté-. ¿Te has dejado algo?
En vez de contestación, oí unos pasos apresurados y el sonido de cajones abriéndose.
¿Qué? ¿Un ladrón? ¿Y en mi primer día de trabajo? Mira que tengo mala suerte.
Sin saber qué hacer, blandí uno de mis patines y marqué el número de la policía en mi móvil por si lo necesitaba. Muerta de miedo, enfilé hasta la puerta de donde provenía el sonido, el despacho de Kaho.
-¿Quién anda ahí? –grité, como había visto que siempre se hacía en las películas, y entré de golpe.
-¿Dónde habré puesto mis…?
-¡¿Quién eres tú?! –Grité al hombre que se encontraba tras la mesa, revolviendo los cajones-. ¿Estás intentando robar? ¡No te muevas o llamo a la policía!
Él dejó los cajones, se levantó poco a poco y se giró hacia mí. No era un hombre, era un chico que rondaría por los dieciocho años, más o menos de mi edad. Se fijó en el patín que sujetaba con mi mano derecha y el móvil de mi mano izquierda.
-¿Pretendes defenderte de un atracador con eso? –Preguntó alzando una ceja-. Desde luego, Kaho cada día contrata a gente más incompetente.
-¿Hoe? –pregunté confusa, sonrojándome.
Y es que acababa de darme cuenta de que el chico era realmente guapo. Era alto, bastante más que yo, delgado y de musculatura promedio. Con un suspiro cansado, se echó el pelo castaño hacia atrás y me dirigió una furibunda mirada de desprecio. Tenía un aspecto altanero y, desde luego, no era nada parecido a lo que habría pensado que sería un atracador. Pero eso no hizo que dejara de desconfiar de él.
-¡No me has respondido! Identifícate antes de que apriete este botón y…
Se movió mucho más rápido de lo que yo esperaba.
Antes de que pudiera darme cuenta me había quitado el móvil de las manos. Intenté utilizar el patín como arma y casi consigo darle, pero esquivó el golpe que iba directo hacia su cabeza por los pelos. Consiguió lanzar el patín lejos de nosotros y, en un parpadeo, me tenía inmovilizada contra la pared. ¿Pero qué…?
-Eres rápida –admitió, medio jadeando por el esfuerzo-. Pero me temo que no lo bastante.
Podía sentir su aliento rozándome la frente. Supongo que debería estar aterrorizada, pero un extraño calor recorría todo mi cuerpo. Supuse que era rabia.
-Y ahora, ¿qué hacemos contigo? –susurró con voz ronca, bajando la cabeza hasta mi oído. Me estremecí.
Suficiente. De un empujón, logré soltar una de mis manos y la estrellé contra su rostro de forma contundente. Él se separó de mí, liberándome, y se tapó la nariz con ambas manos mientras andaba unos pasos hacia atrás. Gimió de dolor y yo me preparé para un nuevo ataque.
-Oh, Dios. ¡Qué fiera!, –gritó, apartándose una de las manos de la cara para ver que estaba llena de sangre-. Me has reventado la nariz.
Parecía entre sorprendido y… ¿divertido? Yo no quise perder más tiempo analizándolo y recuperé el móvil que había caído a unos metros de nosotros durante el último forcejeo.
-¡No! ¡Espera! –gritó, cuando se dio cuenta de que estaba empezando a marcar un número. Pero me temblaban las manos y de repente se me había olvidado cuál era el jodido número de la policía-. Que no soy un atracador, joder. Soy Shaoran Li.
-¿Shaoran Li? –dije, alejándome varios pasos de él para evitar que volviera a sorprenderme. Aunque no parecía mucho por la labor.
Él asintió sin apartar una de sus manos de su nariz y yo no pude evitar sonreír ligeramente satisfecha por haberle alcanzado.
-¿Y a mí qué me importa cómo te llames? ¡Has entrado aquí sin permiso!
-¡No necesito permiso para entrar en mi propia cafetería! –explicó, sorprendiéndome.
Espera, ¿Shaoran Li? El jefe de… ¿Café Li? ¡Pero si este chico parecía de mi edad! No, era imposible.
-¿No te parece raro un atracador que no lleve ningún arma? -notó que no terminaba de creerle-. Además, mira.
Se apartó hacia un lado revelando una foto de todos los miembros del personal de la cafetería. Él salía en el centro, justo al lado de Kaho Mitsuki.
Mierda.
-Y-yo, y-yo no… –tartamudeé, incapaz de hablar.
Una mezcla de confusión, sorpresa y vergüenza me lo impedía.
-¿Qué pasa? No parecías tan asustada cuando pensabas que era un ladrón –se burló de mí el autoproclamado Shaoran Li, mi jefe-. ¿Eres capaz de romperme la nariz pero no de enfrentarte con el jefe?
Miré su nariz, que había dejado de sangrar pero seguía un poco roja. Si se la hubiera roto no tendría un aspecto tan saludable. Ni siquiera se le había hinchado.
-No creo que esté rota… -discutí, sonrojándome ante lo absurdo de mi declaración-. Y lo siento muchísimo, no tenía ni idea de que tú… Yo… -agaché la cabeza y fruncí los labios-. Supongo que estoy despedida, ¿no?
Tenía ganas de llorar. Esto debía ser un nuevo récord, no llevaba ni un día trabajando y ya me habían despedido.
-¿Bromeas? ¡Me acabas de romper la nariz de un derechazo!
-¡Tampoco está rota! –me quejé, él se rio-. Vale, está bien. V-voy a recoger mis cosas y me marcho.
Intenté salir del despacho lo más rápido posible, pero su mano me lo impidió. Un segundo después estaba acorralada contra el escritorio. Y de nuevo, ¿pero qué…? ¡Este chico es rápido!
-Creo que no me has entendido –sus manos estaban sobre mi cintura y me miraba directamente a los ojos-. Te habría despedido sin dudarlo si te hubieras puesto a llorar, o si te hubieras quedado paralizada, como esperaba que hicieras –susurró.
Mi cabeza daba vueltas y su cercanía no ayudaba en absoluto.
-Pero has roto todos mis esquemas –además de tu nariz-, fiera.
-Sakura –corregí sin darme cuenta, confundida.
-Oh –Shaoran se rio de nuevo, separándose de mí y dejándome respirar algo que no fuera su aroma-. Muy apropiado.
Fue hacia el cajón que estaba rebuscando antes de mi "entrada triunfal" y sacó unos papeles.
-Creo que nos veremos a menudo… Sakura –me guiñó un ojo, provocando que me sonrojara, y salió de allí.
Yo seguí paralizada unos minutos más. ¿Acababa de pegarle un puñetazo a mi jefe y salido impoluta? Y lo más importante, ¿había él intentado ligar conmigo?
…
-¿Que le pegaste un puñetazo a Li? –gritó Nakuru por todo lo alto cuando se lo conté al día siguiente.
Estábamos en nuestro tiempo de descanso, sentadas en unos taburetes entre el mostrador y la cocina. Eriol, que venía a recoger una bandeja llena de pedidos, nos oyó y empezó a reírse a carcajada limpia.
-Espera, espera, ¿en serio? ¿Cómo fue eso? ¿Ni siquiera te lo devolvió?
Yo me tapé la cara con las manos y procedí a relatar de nuevo mi historia.
-Me confundí, ¿vale? ¡Podría pasarle a cualquiera! Eso sí, la próxima vez que lo vea creo que voy a morirme de vergüenza.
-Bueno, tampoco tienes que preocuparte mucho por eso Sakura –comentó Yamazaki mientras hacía como que llenaba una taza de café-. Shaoran aparece más bien poco por la cafetería. Prefiere encargarse desde las sombras y dejarle a Kaho todo lo demás.
Y es que a medida que contaba la historia se había unido al corrillo el resto del personal. Teníamos suerte de que fuera martes a última hora de la tarde y la cafetería estuviese casi vacía.
-Sigue pareciéndome increíble que un chico de mi edad dirija un sitio como este –dije, curiosa-. ¿No es el hijo del dueño o algo así?
-Bueno, técnicamente –respondió Eriol-. Su madre Ieran Li es la dueña de las Empresas Li, en China. Llevan de todo, desde cadenas de ropa hasta cafeterías, como esta.
-Creo que hasta tienen un canal de televisión –añadió Yamazaki, sorprendiéndome.
-Pero Shaoran es el jefe en funciones de este Café Li –prosiguió Eriol-. Shaoran nunca se ha llevado muy bien con las responsabilidades así que un buen día la "afable Ieran" lo mandó a Japón a que aprendiera a manejar un negocio. Diría que no lo lleva mal pero si no fuera por Kaho dudo mucho que este sitio siguiera adelante. Como ha dicho Yamazaki, no lo verás mucho por aquí…
-¿Y para esto se supone que os pago? –una voz profunda sorprendió al corrillo, que se separó de mí rápidamente.
Los cuatro empleados miramos con cara de haber visto un fantasma a Shaoran Li. Y no era para menos, aquella era la primera vez que se pasaba en horario de trabajo en… ¿años?
-Está bien, por ver esas caras sí que merece la pena pagaros –se rio el castaño.
-¡Shaoran! –Eriol fue el primero en reaccionar-. ¡Cuánto tiempo, tío! Si ya casi ni te reconocemos de lo guapo que estás.
-No me hagas la pelota maricona –dijo el aludido soltándose del abrazo que Eriol intentaba darle-. Y no exageres que me viste la semana pasada cuando ARRASASTE con mi nevera.
-Sin ti el tiempo se me hace eterno, ya lo sabes –y le tiró un beso.
Pues muy bien, yo me había perdido hace rato en esta conversación.
-¿Qué haces aquí de todas formas? Pensaba que iba en contra de tu religión pisar esta cafetería –esta vez fue Yamazaki quien habló.
-¿Qué hay de malo en que pase a vigilar a mis empleados? Además, no intentéis cambiarme de tema. ¿Qué es lo que os tenía tan entretenidos como para descuidar vuestro trabajo?
En ese momento todos me miraron. Malditos, no les vuelvo a contar una anécdota nunca más.
-Sakura nos contaba el incidente de ayer –respondió Nakuru por mí, con una sonrisa ladina.
La mirada de Shaoran me abrasó cuando sentí que se posaba sobre la mía. Parecía que acababa de reparar en que yo estaba allí.
-Ah, sí, historia divertida –dijo, sin apartar los ojos de mí-. Por lo que veo, Sakura, no dejas de darme problemas. Primero me atacas y luego distraes a mis empleados.
Tragué saliva y le devolví la mirada, desafiante.
-Muy bien, acaba de pasar a ser mi favorita –dijo con una sonrisa.
Los demás rieron y yo me sonrojé de golpe. ¿Shaoran era siempre así? Por suerte se tuvo que ir a decirle no-sé-que-cosa a Kaho y todos volvimos al trabajo.
Casi era la hora de cerrar cuando Shaoran volvió a hacer acto de presencia. Se despidió de sus empleados/amigos/amantes, esto último en el caso de Eriol, me guiñó un ojo (de nuevo) y se fue. Un alivio.
No tuve que esperar mucho antes de la hora de cerrar. Otra vez Nakuru había vuelto a tener que irse pronto, así que Eriol se había quedado para ayudarme.
Estaba en el piso de arriba, terminando de subir las sillas cuando su voz resonó.
-¡Sakura! ¡Un ángel te está buscando!
Me asomé al balcón del interior de la cafetería frunciendo el ceño.
-¿Un ángel?
-¡Ah, no! ¡Que dice que se llama Tomoyo!
Me eché a reír ante el patético intento de Eriol de ligar con mi mejor amiga y bajé corriendo hasta ellos.
-¡Tomoyo! ¿Qué haces aquí? –pregunté con una sonrisa, después de abrazarla.
Estaba tan guapa como siempre. Llevaba un vestido veraniego azul que resaltaba el color de sus ojos y tenía su largo pelo negro recogido en una trenza. Entendía perfectamente la reacción de Eriol, que no apartaba sus ojos de ella.
-Después de lo que te pasó ayer, ¿en serio pensabas que iba a dejarte volver sola a casa?
Así era Tomoyo, tan sobreprotectora como mi hermano mayor. A veces incluso peor.
-Fue una falsa alarma, tonta –reí, negando con la cabeza-. Sabes que no era un ladrón de verdad.
-¡Pero pudo haberlo sido!
Eriol decidió intervenir en la conversación.
-Eso es cierto, pero no tienes de qué preocuparte –le dijo a Tomoyo, con aire de caballero inglés-, yo me quedaré con ella cada vez que Nakuru intente escaquearse. Por cierto, mi nombre es Eriol Hiraguizawa, tú puedes decirme Eriol.
Le tendió la mano. Ella lo miró de arriba abajo y frunció el ceño, ignorando su saludo.
-Eso más que tranquilizarme aumenta mi preocupación –anunció-. Vendré todos los días a por ti y volveremos a casa juntas, ¿vale Sakura?
No pude negarme. Disfrutaba del tiempo que pasaba con mi amiga y con esto del trabajo apenas habíamos estado juntas durante las vacaciones. Y así, volver a casa con Tomoyo se convirtió en tradición.
…
-Li no deja de mirarte –me susurró Nakuru al pasar por mi lado.
Se me volcó el vaso que estaba recogiendo y la fulminé con la mirada mientras la veía desaparecer tras la barra con una risita.
No me hacía falta volverme hacia el chico en cuestión para confirmar lo que me decía mi compañera. Sentía los ojos de Li taladrándome la nuca desde que había llegado, nada más empezar mi turno, y se había sentado en una de las mesas de Eriol para poder hablar con él mientras trabajaba. Sin embargo, no pude evitar dirigirle una rápida mirada. Por lo menos, él no me miraba. Se estaba riendo de alguna broma de Eriol.
Shaoran Li era el único de la cafetería que no llevaba ninguna clase de uniforme. Había venido con unos simples pantalones vaqueros y una camiseta básica blanca que se ajustaba a su musculatura. Y, qué puedo decir, le quedaba bien. Tampoco es que fuera la única que se había dado cuenta. No era casualidad que desde que había llegado Li la cafetería estaba un poco más llena que de costumbre, especialmente por adolescentes de mi edad.
Cuando volví los ojos a la cara de Li después de un buen repaso, me encontré con su penetrante mirada ámbar fija en mí. Mierda.
Aparté la vista de golpe, tan avergonzada como siempre, y terminé de limpiar la mesa con rapidez. Mi objetivo de esa tarde iba a ser no volver a mirarle jamás.
Lo conseguí durante los primeros cinco minutos.
Un grupito de niñas de menos de quince años tuvieron la culpa de todo. Se sentaron en una de mis mesas, pero justo la más cercana a la de Li y sólo al verlas llegar supe que su objetivo era el castaño. Cuando fui a tomarles nota, casi las miro con la boca abierta por su descaro. Yo a su edad (ni a la mía) no tenía tan poca vergüenza para hablar así de alguien. Me enteré, en el medio segundo en el que se daban cuenta de que estaba allí, de que al menos un par de ellas ya estaban planeando cómo llevárselo a la cama y otras pocas discutían el tamaño de su… ejem. Con quince años señores.
Apunté el pedido y, cuando estaba por irme, una de ellas añadió.
-Y ponle una cerveza al chico de allí –me señaló, evidentemente, a Li-. Dile que le invito yo y que venga a mi mesa cuando le apetezca.
Alcé las cejas y me aguanté la carcajada de estupefacción hasta que estuve lo bastante lejos de ellas. Niñata creída. Li no se iba a acercar a su mesa ni en sus mejores sueños.
Lo peor es que ahora tenía que llevarle la cerveza. Cuando me vio aparecer con ella casi se cae de la silla.
-¿Y esto? –Preguntó cuando la dejé frente a él- ¿Pretendes emborracharme para llevarme a la cama, Sakura?
No te sonrojes, Sakura, no te sonrojes.
-Yo no –conseguí contestar, y señalé a la mesa de las quinceañeras-. Pero ella, sí.
-¿Cuál de ellas?
Casi le fulmino con la mirada. ¿Acaso importaba?
-La rubia, la del escote por el ombligo y exceso de maquillaje –comenté de mala gana.
Se rio. Bien, al menos una reacción que esperaba.
-¿No estarás celosa, verdad? –sonrió-. Hace nada te has entretenido un buen rato mirándome, ¿encontraste algo interesante?
-¿Pero qué dices? –me defendí, ahora sí, sonrojada-. Eres tú el que no deja de mirarme, acosador.
-De atracador a acosador. No sé si voy mejorando –de improvisto, tiró de mi brazo y me sentó en sus rodillas.
-¡Eh! –intenté levantarme pero me agarró con fuerza de la cintura y me mantuvo sentada.
-¿Te he dicho ya que me encanta como te queda el uniforme? Benditas sean Kaho y sus ideas. Yo siempre había pensado en uno más discreto, pero ahora le veo la gracia –me susurró.
Me removí, incómoda, pero disfrutando internamente al saber que las descaradas de la mesa de al lado se estaban muriendo de envidia.
-¿Es que quieres otro puñetazo? –le pregunté-. Ten en cuenta de que esta vez sí que voy a romperte la nariz.
La amenaza surtió efecto y me soltó. Me levanté, me arreglé el vestido y le dirigí una mirada de odio.
-Cuando quieras dejar de intentarlo conmigo, la rubia esa ha dicho que aparezcas por su mesa si te interesa.
Y acababa de irme muy digna a seguir con mi trabajo cuando vi que realmente se levantaba y caminaba hacia las quinceañeras.
Se sentó en la silla vacía al lado de la rubia mientras ella hiperventilaba y sus amigas soltaban grititos de emoción. Yo no podía apartar la mirada, con una mezcla de decepción y repulsa que me revolvió el estómago. ¿Shaoran era en realidad así? ¿Ligaba con todas y no solo, bueno… conmigo?
Pero la cara de éxtasis de la rubia cambiaba a medida que Li, con expresión neutra, hablaba. Al terminar se levantó y volvió a su sitio y, a los pocos segundos, el grupo de chicas salió del local.
-¿Amigo, pero qué le ha hecho a esas niñas? –escuché que Eriol le preguntaba al castaño.
Yo simulé limpiar la mesa que ellas acababan de abandonar mientras intentaba escuchar su respuesta, más interesada de lo que llegaré a admitir jamás. Tenía una estúpida sonrisa tonta que no se me iba y el nudo en el estómago había volado. No llegué a escuchar ni la mitad de su conversación, pero por Eriol sé que más o menos fue lo siguiente:
-Sólo les he dado una cucharada de realidad. No pueden ir por la vida insinuándose a desconocidos siendo tan pequeñas. Yo a su edad todavía jugaba a los tazos –respondió Shaoran.
-Sí, pero esas no vuelven. Acabamos de perder clientes.
-Mejor. ¿No has visto cómo han mirado a Sakura mientras hablaba con ella? Capaces eran de hacerle algo.
-¿Por eso lo has hecho? Eres un romanticón.
-Sí, me estoy enamorando de ella.
Para, para. Rebobina. Eso no fue lo que dijo, porque Eriol es un liante mentiroso. No sé exactamente lo que dijo, pero pudo ser algo así:
-Y tú un soplapollas. Anda, vete a trabajar y deja de decir gilipolleces –o al menos eso le habría dicho yo.
…
Y así pasó la semana. Shaoran venía todos los días y ya estábamos empezando a acostumbrarnos a tenerlo incordiando por aquí y por allá, a mí especialmente. Tomoyo, por supuesto, venía a recogerme todos los días y Eriol, casualmente, le había cambiado el turno a Nakuru. El fin de semana, y gracias a mi ayuda, consiguió una cita con ella.
-Gracias, gracias, Sakura. No sé cómo puedo agradecértelo –decía Eriol el lunes, mientras me daba un abrazo.
Estábamos en nuestro tiempo de descanso.
-Entonces fue bien, por lo que veo, ¿no? -reí intentando sin éxito quitármelo de encima.
-¿Bien? Bien es poco –al fin me soltó y se ajustó las gafas-. La noche de mi vida. Me pienso casar con tu amiga, que lo sepas.
Yo me volví a carcajear.
-¿Qué te ha dicho de mí Tomoyo? ¿Se lo pasó bien?
Tomoyo me había dicho poco más de lo mismo, que Eriol era chico de su vida y que como no le pidiera pronto salir lo haría ella misma. Y eso que en un principio le había causado mala impresión. Sin embargo, yo no iba a decirle eso a Eriol, principalmente, porque Tomoyo me mataría.
-No se lo pasó mal –dije esquiva-. Tendrás que invitarla a otra cita a ver si se convence –mentí, interpretando muy mal mi papel para que Eriol se diera cuenta.
Él, que es tan perceptivo como la propia Tomoyo, sonrió y me llenó de cosquillas.
-¿Y tú qué? ¿Eh? ¿Qué te traes con el jefe? –bromeó Eriol pinchándome en las costillas.
Lo miré alzando una ceja.
-¿Yo? ¿Qué te traes tú? Yo no soy la que le ha tocado el culo antes –me reí-. Sí, te he visto.
Eriol lanzó una exclamación ahogada de fingida sorpresa y simuló que lo había pillado.
-Shaoran es el pequeño de esta familia –rio-. Nos aprovechamos de él.
-¿El pequeño? ¿Qué edad tiene? –me sorprendí.
Suponía que era joven pero pensaba que tendría la edad de Eriol.
-Diecisiete.
-¡Es más pequeño que yo! –se me escapó, sorprendida.
-Por unos meses, los cumple esta semana.
-¿Cuándo?
-El viernes 13 –dijo, con voz macabra-. Le vamos a hacer una fiesta en la cafetería, con temática de terror y cosas de esas. Te apuntas, ¿no?
-¿De terror? ¿Cómo es eso?
Vale, ahora es cuando confieso que, desde siempre, soy una miedica.
-Pues ya sabes, al estilo de Halloween pero sin calabazas ni chuches. Tenemos pensado poner en un proyector la película Viernes 13 y todo. Va a estar muy bien.
-Ah.
-Te apunto entonces. Luego te digo de qué te encargas, ¿vale?
Antes de que pudiera negarme Eriol ya se había ido, confiado de que a todo el mundo le gustan las fiestas temáticas, especialmente aquellas de terror. Y es posible que a todo el mundo le gusten. Yo soy la excepción que confirma esa regla, cómo no.
El resto de la semana estuve preocupada, no sólo por la parte del terror sino también porque no tenía ni idea de qué regalarle a Li. No sabía mucho de sus gustos, cada vez que hablábamos o me piropeaba o discutíamos. Generalmente ambas cosas a la vez. Por no saber, no sabía ni su color favorito. Al final, decidí ser un poco valiente y preguntárselo a Eriol. Y rezar porque no creyera que era una incipiente demostración de mi interés por él. Que no lo era.
Aproveché un día que Shaoran aún no rondaba por allí y el local estaba bastante tranquilo.
-Eh, Eriol –le llamé en un susurro.
Ambos preparábamos bebidas tras la barra.
-Dime Sakura.
-¿Tu sabrías decirme… –miré a ambos lados. Por nada del mundo querría que el castaño se enterara de que preguntaba por él-, cuál es el color favorito de Shaoran?
Sentí unas manos pesadas en mi cintura y un aliento en mi oreja.
-Eriol –y aquella voz inconfundible, hablando al moreno desde mi oído-, te llama Akizuki.
Agaché la cabeza muerta de vergüenza mientras mi amigo (ya no tanto) hacía caso al jefe y me dejaba sola con mi peor pesadilla. Y es que, para colmo, acababa de tomarme la libertad de llamarlo Shaoran.
-Me gusta cómo suena mi nombre en tus labios. A partir de ahora ya no me puedes decir Li –dijo, sin girarme.
Tampoco quería que lo hiciera, si en algún momento había estado sonrojada en la vida, no podía ni compararse a como lo estaba en ese momento. Sin embargo, mis plegarias, como siempre, nunca son escuchadas. Shaoran me fue girando poco a poco hasta que quedé cara a cara con él. Digo cara a cara, pero en realidad yo estaba mirándole los pies. A Shaoran no pareció bastarle, así que me tomó de la barbilla suavemente e hizo que le mirara a los ojos.
-¿Quieres saber cuál es mi color favorito? –dijo, sin apartar sus ojos de los mí , no es difícil de adivinar. ¿Sabes, ojos verdes?
Pensé que se estaba riendo de mí, pero por primera vez no había rastro de burla en sus ojos.
-¿El verde? –pregunté para asegurarme, el corazón me latía a mil.
-Justo el del color de tus ojos –asintió, soltándome por fin-. ¿Por qué querías saberlo?
Con sus manos lejos de mi cuerpo, pude volver a pensar con claridad. ¿Había dicho en serio que su color favorito era el color de mis ojos? Sin embargo, aun si hubiera sido sincero o no, yo no podía decirle la verdad. La fiesta de cumpleaños iba a ser una sorpresa y no iba a destrozársela con tal de tener una excusa.
-Por nada –fue lo único que se me ocurrió responder.
-¿Por nada?
-Curiosidad.
-Sí, claro –me pilló-. ¿No quieres decírmelo?
-No puedo.
Una idea pareció cruzar por su cabeza y sonrió. Mal asunto.
-¿No te estarás enamorando de mí?
-Já, esa sería la última razón –empezaba a acostumbrarme a sus bravuconerías y sospechaba que solo lo hacía para verme sonrojada.
No le di esa satisfacción.
-Está bien, pues ya que tú me has hecho una pregunta personal, yo tengo derecho a hacerte otra.
-Parece justo –acepté, con tal de que se olvidara del tema.
Al segundo siguiente me arrepentí. Ya imaginaba la clase de cosas que iba a preguntarme y estaba bastante segura de que no me iban a gustar.
-¿Cuál es tu comida favorita? –me sorprendió.
Lo miré extrañada. ¿Tan fácil? Shaoran nunca era así de simple.
-Oh, pensaba que ibas a preguntarme si tenía novio o algo así.
-Para esas cosas ya tengo a otros informantes –se rio.
Me vio con la intención de preguntarle a qué se refería, así que me interrumpió.
-No me has contestado –recordó-. Pero si quieres que la cambie por una un poco más personal… ¿Cuándo fue la última vez que…
-¡No! –No quise saber cómo terminaba la pregunta-. ¡Me gusta el arroz tres delicias y… ¿fideos?
-Vale, ¿te puedo hacer una pregunta más? –No esperó a que respondiera-. ¿Tienes algo que hacer el sábado?
Y así fue como, casi sin darme cuenta, acabé en una cita con Shaoran Li.
¡Muy buenas! Antes de empezar, feliz año nuevo a todos aunque estemos ya casi en febrero xD. Pues bien, este era un one-shot que me quedó un pelín-mucho- largo así que lo he divido en tres capítulos. Aquí está el primero, que espero que os guste mucho. Y subiré el resto dentro de poquito.
Un beso,
Airin.
