-¡Por Merlín! –exclamo Hermione, al descubrir los primeros destellos del amanecer.
Se encontraba sentada en el césped, de algún lugar del terreno de Hogwarts, junto a un muchacho semidormido. Él abrió los ojos lentamente y la miro. Hermione se mordió el labio.
Draco suspiro.
-Que hemos hecho, Granger…
No era una pregunta, era una confirmación. Ella sabía que lo que había pasado la noche anterior, estaba mal por donde sea que se lo razonara. Pero esa era la cuestión. Hermione Granger había perdido la lucidez por un momento, y no le fue posible recuperarla hasta el día siguiente.
-¡Deberías haberme parado, mujer! ¡Diablos, te creí la persona más inteligente que conozco!
Hermione sintió el calor de sus mejillas al tornarse levemente carmesí.
-Creo… -respondió ella, con un hilo de voz. Carraspeo y volvió a hablar-. Todavía estamos a tiempo.
Draco, sin decir una palabra, se levanto y busco a su alrededor las cosas que había perdido la noche anterior: sus medias, su saco, su cordura. Hermione también se puso de pie, y se acomodo el vestido rojo infierno que llevaba puesto. Luego, ambos emprendieron el regreso al colegio.
Esa fue la última noche de los alumnos del séptimo. Un baile de despedida había sido lo apropiado para cerrar esos maravillosos siete años transcurridos.
Imposible. En la primera página de su historia, el futuro parecia escrito. Y ahora se encontraban así, y quien pudiera saber como habían acabado de esta forma.
Cuando casi llegaban a la casa de Gryffindor, Hermione decidió que lo mejor sería continuar sola, solo por si acaso. Draco asintió.
Ella lo miro por unos segundos, y se encamino a seguir.
-Espera, Hermione –suplico Draco.
Ella sintió que se le partía el corazón, al escuchar por primera vez a Draco llamarla por su nombre, con esa voz de seda que él poseía. ¡No, no! ¿Por qué le importaba tanto? No entendía. No quería entender.
Ella se giro cuando sintió que Draco ya se encontraba detrás de ella. Él miro fijamente los labios de ella, colorados como la fresa cuando está madura, y no dudo un segundo en besarla nuevamente. El beso más apasionado que dio en su vida. Era su despedida.
El rubio se aflojo la corbata esmeralda característica de los de su casa.
La noche anterior, Hermione le había dicho -en ese momento desenfrenado que habían tenido-:
-Me encanta como ese color resalta tus ojos.
Draco se la quito, y la coloco entre las manos de su acompañante.
-Ya es más tuya que mía –le dijo.
Luego, levanto su mano derecha, y acariciando lentamente el cabello de Hermione, le quito el broche que sostenía su rodete. Los rulos de la muchacha se desplegaron desordenadamente.
-Adiós –susurro ella, y giro para tomar su ruta determinante.
Draco observo el broche, que tenía una hermosa flor roja con pequeños destellos dorados en las puntas, y la acerco a su nariz para olerla. Mmm, vainilla.
