Mohinder odia los aviones. Su parte racional no deja de repetir datos estadísticos sobre accidentes aéreos y de repetirle una y otra vez que nada va a pasar; la otra parte de sí mismo le azuza para que baje del avión antes de que sea demasiado tarde y hayan muerto todos tras un fallo inexplicable en los cuatro motores.
No sólo tiene miedo de los posible accidentes que es casi seguro que va a sufrir, también tiene miedo de las alturas. (Se justifica a sí mismo diciendo que es mucha altura, pero él sabe que su miedo no tiene nada de lógico porque ni siquiera ha sido nunca capaz de dormir en la cama de la litera de arriba).
Cuando finalmente despega el avión y su estómago se decide a abandonar la garganta y volver a su sitio original, Mohinder se fija un poco en el resto de la gente del avión.
Observa a una familia con más hijos de los que seguramente pueden alimentar, ve a una pareja en el que, a juzgar por la pasión del beso que se dan, seguramente sea el viaje de su luna de miel, ve hombres de negocios escondidos tras sus portátiles y su interminable trabajo, y luego está él.
Le observa con curiosidad científica. Debe medir un poco más de 180 centímetros, afro-americano, musculado, postura relajada, gafas de sol, rapado. Si no fuera por las obvias maneras de policía Mohinder pensaría que es un delincuente.
Por la manera en que tensa los hombros al notar una mirada sobre él y la forma en que se relaja después de darle un vistazo rápido Mohinder ve confirmadas sus sospechas. Policía. Bien. Y ahora es el poli el que le mira a él.
Morgan le observa descarado y de frente, con la impunidad que da el atrincherarse tras unas gafas de sol. Recorre la mandíbula de Mohinder con la vista, resbala la mirada por la barba de tres días, observa los ojos cansados, el pelo rizado, la bufanda al cuello aún cuando hace un calor infernal. Si tuviera que apostarlo todo a una mano Morgan diría que es profesor.
Puede que Mohinder no haya flirteado en su vida, pero es perfectamente capaz de notar cuando alguien coquetea con él, y eso que hace el policía de saludarle levemente con la mano y alzar un poco la cabeza quitándose las gafas y guiñándole un ojo acompañado de una sonrisa de oreja a oreja es definitivamente flirtear.
Le devuelve la sonrisa con timidez, y le observa de reojo esperando una reacción.
Reacción que no se hace esperar. Morgan cruza el avión y se sienta en el asiento del billete de más que Mohinder siempre compra para no tener que tener demasiado cerca a un completo desconocido (y es curioso que en ese momento eso parezca no preocuparle).
-Derek Morgan.
Sonrisa franca y hoyuelos. Mano extendida. Músculos del brazo marcándose (y Mohinder cree que casi puede verlos: deltoides, tríceps, bíceps, braquioradial y se obliga a sí mismo a dejarlo ahí porque si sigue bajando la vista va a ver cosas que no quiere ver).
Traga saliva y extiende la mano.
-Mohinder Suresh.
-Encantado de conocerte.
Y retienen la mano un poco más de lo necesario mientras se sonríen de forma estúpida.
