Disclaimer: El universo de Canción de hielo y fuego pertenece a Martin, lo único mío aquí es la trama. Pese a todo, eso no significa que puedas publicar lo que viene a continuación como obra tuya en cualquier sitio. Tampoco escribo con ánimo de lucro.
Notas de autora: Blablabla, otro fandom nuevo. Es la respuesta a un reto de una comunidad LJ llamada Invernalia. Alayaya es la hija de Chataya, la prostituta de lujo.
ENTENDER A TYRION
Cuando se besaron por vez primera, Alayaya estaba atada y sucia y Cersei llevaba un vestido de seda verde y polvos de arroz en la cara. La piel oscura de la primera brillaba, sudorosa, bajo la luz clara y diáfana que siempre hay en las habitaciones de Cersei y unos pantalones con un par de desgarrones pendían de sus caderas. Sus labios danzaron juntos la canción de guerra más antigua de todos los tiempos y, cuando se separaron, sus respiraciones eran agitadas
¿Que cómo acabaron allí -y así- dos mujeres tan distintas, preguntais? La respuesta es muy sencilla: Cersei la mandó llamar. Nunca le gustaron las mazmorras, a la reina, y mucho menos entonces, cuando sabía que Jaime estaba encerrado en una de ellas pasando hambre y frío. Pero aún así quería ver con sus propios ojos la nueva imbecilidad de su hermano, quién siempre tuvo una penosa debilidad por las putas.
Cuando la vio entrar en manos de un par de soldados de capa dorada arrugó la nariz y compuso un mohín de desagrado. Mandó salir a sus doncellas después de asegurarse de que la nueva prisionera no podía tener ninguna oportunidad de atacar a su regia persona.
-Así que tu eres la puta de mi hermano. -Es lo único que le dijo antes de cogerla por la barbilla y levantarle la cara para examinarla bien-. Me alegro de que por lo menos sepa buscarlas bien. No sé qué haría si hubiese elegido una enana para calentarle la cama a escondidas. Agacharme para mirarla, supongo -añadió pensativamente.
Alayaya apretó los labios y la miró fijamente.
Cersei sonrió sin humor y le clavó las uñas largas en la piel suave del cuello al levantarle más la barbilla Se acercó a ella y deslizó los dedos lentamente hasta la marca de un golpe en el pómulo, propinado por alguno de los guardias.
-¿Te duele?
Alayaya mantuvo un silencio obstinado.
-Te he preguntado si te duele -repitió imperiosamente.
-Sí.
-¿Y no vas a llorar?
Le susurró eso justo encima de los labios, aún con la sonrisa algo desganada en sus labios. ¿No vas a llorar?
-No.
Cersei siguió mirándola, la sonrisa desganada aún en su sitio y sus dedos rozándole el pómulo.
-Pues deberías. Las lágrimas puede que sean una de las pocas armas de las mujeres que tu no conozcas a la perfección.
Fue sólo un susurro. Algo levísimo, casi inaudible, pronunciado justo delante de sus labios. Luego Cersei la besó y ambas siguieron mirándose mientras sus lenguas caracoleaban y mezclaban saliva, labios y un algo más creando un cóctel femenino y explosivo que acabó con las respiraciones de ambas agitadas y la sangre subiéndoles a la cabeza. El rubor que eso provocó no pudieron ocultarlo ni los polvos de arroz ni el tono oscuro de la piel de la prostituta.
Fue Cersei, quién rompió el silencio con un comentario descuidado, separándose de ella y volviendo a mantener la distancia que indica el protocolo entre dos mujeres de tan diferente estatus, antes de llamar a los soldados y ordenarles que se la llevaran de nuevo.
-Creo que empiezo a entender a Tyrion. ¿Todas besais así?
