Capitulo I
Virginia, 1830
Se paseaba de un lado a otro desesperada, ya había amanecido y Kagome todavía no llegaba y no había señal de que fuera aparecer, y como lo necesitaba. Hablaba para sí y rezaba por que apareciera pronto, enviaba suplicas al cielo esperanzada de que fueran oídas. El día que había elegido para llegar tarde, pudo haber sido cualquiera otro, pero tenia que ser justo este, en que su padre sin aviso previo, había llegado.
El constante retumbar de cascos contra la superficie de la extensa pradera y el crujir de una que otra rama, le dio a entender que en cualquier momento aparecería por la colina.
Kagome se recostó sobre el lomo y hablo a su corcel mientras sentía como el viento, producido por la velocidad en que iban, chocaba y quemaba su rostro. El caballo al escuchar la melodiosa voz de su jinete, hizo caso a su petición y fue solo cosas de segundos en que este aumento la velocidad hasta transformarse en uno solo con el viento.
Galoparon sin cesar hasta llegar a la cima de la loma y desde ahí pudo ver a Jade paseándose de un lado a otro en la entrada de la enorme casa que era el orgullo de la región. Hizo que el caballo aminorara el paso y se acercaron al trote tranquilo.
- Kagome … ¡Alá! - exclamo la joven al cielo - por fin llegas… estaba que me devorabas las uñas.
- valla Jade, a que se debe este recibimiento ¿no deberías estar orando? - soltó con sarcasmo.
- no juegues… te demoraste, estaba apunto de desmayarme.
- hay… Jade… no exageres.
Kagome pasó su pierna sobre la cabeza del caballo y descendió cayendo de pie a un lado de su montura.
- ¡¿que no exagere?! - dijo a punto de un colapso nervioso - tú padre llego en plena madrugada y casi se me detuvo el corazón cuando lo vi entrar a tu habitación…
No presto atención a las ultimas palabras de su querida Jade ¿su padre había regresado? Sonrió con efusivo entusiasmo al procesar la información ¡Su padre había vuelto! Era lo único que le importaba oír. Su corazón no podía de tanta felicidad.
Corrió escaleras arriba arrepollando su falda para no tropezar en los escalones, siendo seguida de cerca por Jade que le gritaba en ruego, que por favor se detuviera y la escuchara. Corrió por la entrada principal atravesando el gran recibidor y en unos metros más allá, se detuvo. Trato calmar su respiración mientras se acomodo la ropa, respiro profundo y con cuidado, evitando mostrarse impaciente abrió la puerta.
Lo vio ahí, sentado detrás de su escritorio con la vista perdida en unos papeles.
- valla, así que por fin te dignas en aparecer.
Lord Gray dejo los papeles de lado y la observo con dureza; quien no lo conociera saldría asustado con solo sentir su presencia, daba una sensación aterradora, pero Kagome había vivido gran parte con él y sabía que debajo de ese semblante de hombre rudo, estaba feliz de verla, por lo que sin dudarlo se acerco a paso rápido dispuesta abrazarlo, pero se vio detenida por las palabras de su padre.
- necesitamos hablar Kagome - conocía para donde iban esas palabras, por lo que no dudo ella en agregar.
- por lo menos antes de regañarme, podrías saludarme, ya que hace mas de siete meses que no te veo papá.
Su padre la observo ceñudo en silencio y tendiendo los brazos hacia ella, le sonrió.
- endiablada muchacha, ven para acá - Kagome se acerco y se abrazaron con fuerza y emoción, su padre le beso el cabello diciéndole con ternura lo mucho que la extraño.
- ¿Por qué no avisaste? Hubiéramos preparado tu recibimiento.
- envié un mensaje, pero al parecer llegue antes que el, y llegar así me sirvió para enterarme de un par de cositas.
Por la forma en que remarco "cositas", sabia a que se refería ¡maldito pueblo chismoso! debieron haberle contado todo apenas lo vieron aparecer. Bueno, esa última riña si que había sido grande y todo a causa de que unos borrachos comenzaron a molestar a un joven Cherokee que conformaba parte de su grupo y eso la saco de sus casillas, cosa que sucedía siempre que pasaba algo igual, y para colmo, cuando pidió que por favor lo dejaran en paz, comenzaron a tratarla de salvaje, así que sin pensarlo dos veces, les hizo tragar sus palabras, pero nunca espero que con esa pelea casi destruir la taberna.
- ¿no me digas? - dijo tratando hacerse la desentendida con fingida inocencia.
- y yo que tenía esperanzas de que no te hubieras metido en problemas, pero eso si que hubiera sido extraño - Kagome rio ante el ultimo comentario de su padre.
- bueno, a mi defensa, voy a decir que ellos me forzaron actuar así… esta vez.
- así que, con que esta vez es por culpa de otros, y ¿que sucedió con las anteriores? - Kagome se mordió el labio tratando ocultar la sonrisa - no me digas, han sido tantas que ya ni te acuerdas.
- pero para que nos vamos a preocupar por esto, si ya paso, así como las anteriores han pasado.
- Eso es lo que me tratas hacer creer cada vez, pero no es así cariño, ni las anteriores y mucho menos está, han o van a quedar en el olvido. Debí haberle echo caso a tu hermana cuando me propuso enviarte a Londres a buscar marido, ya estas en edad de eso…
- y tampoco serviría de mucho ya, aunque me lo propusieran, no iría, estoy muy bien así, gracias - se tiro sobre unos de los sofás molesta por el rumbo que estaba tomando el tema de conversación.
- no esta bien Kagome, todo el mundo habla de ti, o ¿tú crees que me gustan los comentarios que me llegan? Por su puesto que no, este condenado pueblo se llena la boca hablando de tus acciones y si no hice nada, fue simplemente por que yo sabia los motivos y por que confió en ti, pero ya es hora de que hagamos algo para detener esto.
- espero que no estés pensando en lo que creo, por que ni amarrada me voy a Londres y mucho menos a casar un maldito marido.
- cuida tú lenguaje Kagome. Y ya esta decidido, así que no se te ocurra escapar, por que en cuatro días más partirás.
- no, ¡no lo acepto! - se levanto de golpe - no pienso irme y ¡no me puedes obligar!
- ¿con que no puedo? ¡¿Con quien crees que hablas muchacha?! ¡Así que bájame el tono inmediatamente!
Kagome guardo silencio sin quitar el enojo en su expresión.
- entiende, es lo mejor, formaras tu familia, tendrás tus hijos ¿acaso no quieres ser madre?
- por favor papá, para tener hijos no necesito un marido…
- ¡pero tú si necesitas uno para tenerlos! eres mi hija, ¡una Gray! y si no te he mandado a un reclusorio debido a tu comportamiento estos últimos años, es simplemente por que tu hermana me lo a impedido. Pero hijos sin casarte, eso si que no Kagome. En cuatro días más te vas y es mi última palabra.
Kagome resoplo y salió sin decir nada más de la habitación, para luego correr hacía fuera de la casa.
¡Casarse! ¿Por qué debía hacerlo? Había mujeres que pasaban toda su vida sin encontrar marido y nadie les decía nada; bueno, si lo hacían, y a sus espaldas y las llamaban solteronas; pero ella prefería eso, a que casarse con un fantoche presumido, que con suerte y en su vida a hecho algo por si solo. Que fastidio, y ella que había prometido no casarse jamás, a menos que fuera con la persona que ella quería y desde hace cuatro años que tenía claro que nunca sucedería.
Juntando sus labios y dejando el espacio suficiente para que saliera aire, realizo un silbido fuerte y profundo. Fue cosas de segundos en que pudo apreciar entre los arboles el negro corcel trotando en dirección a ella. Corrió hacia él y de un salto lo monto.
- ¡Kagome! Vuelve aquí - le ordeno su padre apenas la alcanzo, pero la joven hizo caso omiso.
- corre Sansón, vamos…
El garañón Andaluz, como siempre, cumplió con lo que la joven le solicito y fue solo cosas de segundos en que Lord Gray perdió de vista a su hija, pero tenía claro a donde se dirigía.
La mente de la joven viajo a cuatro años atrás, cuando su corazón había sido roto, junto con todas sus ilusiones; y huyendo de todo y de todos, recorrió ese mismo sendero que ahora le era agradablemente familiar.
Lo último que recordaba de ese día, era que lloraba sin parar haciéndole la visibilidad casi nula de lo que la rodeaba, por lo que no se agacho para esquivar la rama de un árbol y sumado a la velocidad de Sansón, el impacto contra el suelo la aturdió a tal punto, que luego de unos segundos perdió por completo la conciencia.
Cuando despertó estaba rodeada de cosas extrañas que en su vida de señorita de buena cuna jamás había visto. El espacio era pequeño, suficiente como para que una persona o dos vivieran ¿en donde estaba?
De las sombras, una mujer de profundas arrugas en el rostro y de amable sonrisa se acerco a ella; Kagome trato levantarse, pero su cabeza le retumbo como un tambor de caballería. La anciana mujer se acerco y la empujo suavemente para que se volviera a recostar, diciéndole cosas inentendibles para ella.
Paso dos días encerrada ahí con ella, sin poder intercambiar ninguna palabra, ya que ni ella entendía lo que la anciana hablaba y ni la anciana entendía lo que Kagome le decía. Pero desde ese momento, marco un paso importante en su vida y era por eso que pasaba más tiempo con los Cherokee´s, que con gente de su mismo nivel social, pero bien poco le importaba la opinión del resto ahora, ya nada le importaba…
- ¡Ojos de Gato! ¡Ojos de Gato!- gritaban los niños sin parar en Tsalagi a penas la vieron acercarse a la pequeña tribu Cherokee.
Kagome les sonrió y siguió avanzando hasta llegar al tipi del fondo siendo seguida por los pequeños que no paraban de nombrarla. Desmonto con rapidez e ingreso corriendo el armazón de madera y piel que servía de puerta.
- tan temprano Ojos de Gato- dijo la anciana mujer en Tsalagi apenas la vio entrar - sucedió algo, lo veo en tus ojos - Kagome se dejo caer sobre las pieles y suspiro exhausta emocionalmente, y en la misma lengua le hablo.
- mi padre regreso…
- y no estas feliz… eso significa que no te trajo buenas noticias - Kagome frunció el ceño y corrió la mirada - no te trajo buenas noticias - afirmo.
- Quiere que valla al otro lado del océano a buscar un hombre, pero yo no quiero.
- no quieres, porque tú dices: que el que tu corazón quiere, no te pertenece…
- no es que yo lo diga Ala Blanca, es lo que es… él no es mío… y no podrá serlo… y verlo, no se si podre soportarlo, especialmente por que debo buscar algo que se que no encontrare en nadie mas y en el mismo lugar en que él esta… temo que mi corazón se vuelva a romper al verlo.
Ala Blanca se sentó enfrente de ella y le tendió una taza con agua de hierbas. La observo meditar un momento mientras bebía de su taza.
- cuando los espíritus te trajeron a nosotros - le dijo la anciana - tu corazón sufría y también tu espíritu por ese hombre… te cerraste por mucho tiempo, pero luego enfocaste tu cariño en estas tierras, en los Cherokee´s, en tu familia y tus seres queridos; pero tu espíritu es demasiado fuerte como para ser vencido.
Tu y estas tierras son uno solo y lo sientes cada vez que las atraviesas, aunque sea para visitarnos – Kagome le sonrió - Tienes el don de cambiar todo en tu alrededor Ojos de Gato, incluso, tu propia vida… y lo sentí cuando te vi por primera vez… y por eso te digo, así como te levantaste esa vez, podrás y sabrás hacerlo todas las veces que sea necesario. No temas Ojos de Gato, este viaje, te traerá muchas cosas, buenas y malas, pero están en tu destino y debes enfrentarlo, y tú lo sabes - la anciana mujer dejo de hablar para llevar su atención hacia la puerta - pasa Ave que Patea.
- buenos días abuela…
Siempre sucedía lo mismo y Kagome siempre se pregunto ¿cómo sabe cuando hay alguien detrás de la puerta? Lo mismo cuando ella llego, la esperaba con una taza.
- buenos días muchacho. Vienes por Ojos de Gato ¿cierto?
- así es… - dijo el joven sonriendo miro a Kagome y salió, dándole tiempo para terminar su conversación.
- piensa en lo que te he dicho… - palmo el brazo de la joven y con una sonrisa agrego - se que lo harás.
Cuando salió, Ave que Patea la esperaba a un lado de la puerta, observando con añoranza a un grupo de jóvenes que conversaban sentados a unos metros más allá.
Ave que Patea o John Osborne para todos, era un joven apuesto y alto, de mandíbula fuerte y recta, de labios gruesos, de un cabello negro como el carbón y tan largo como el de ella sujeto en una trenza, y de unos expresivos ojos negros.
- te envió mi padre ¿cierto? – Ave que Patea dejo ver una hilera de dientes blancos en su sonrisa que resaltaban con su tez de color tostado.
- ya sabes que no se acerca aquí desde que se lo pediste… y ¿pelearon por lo que sucedió en el pueblo?
Kagome bufo.
- sabes que no discute conmigo ya por ese tipo de cosas.
- entonces ¿por que?
- me voy a Londres a buscar marido…
John casi se atraganto de la risa al escucharla y si no fuera porque la escucho dar un pequeño gruñido, ahora se estaría atragantando por otros motivos.
- perdóname, pero es gracioso…
- yo no le veo la gracia - le dijo ofendida.
- ¿cómo que no? la que había prometido nunca casarse – lanzo una nueva carcajada – y aunque quisieras, en el pueblo hablan de que tu nunca conseguirás un marido, y si es que eso llega a suceder, que Dios se apiade del pobre hombre.
- pueblo chismoso…
- pero por lo menos tienes el consuelo de que los hombres Cherokee´s te consideran una verdadera mujer…
- ellos me ven como un trofeo.
- yo no.
- tu eres mi amigo, así que tu opinión no vale.
- bueno, bueno… Pero yo creo, que aunque llegues a considerarlo, dudo que tu padre acepte que te unas a uno.
- sabes que eso no es verdad… dejo que Antonia se casara con tu hermano, a pesar de que en ella esta la obligación de procrear al futuro al cuarto conde de Fallodon, Northumberland.
Un leve dejo de tristeza pudo apreciar en los ojos del joven y comprendió que se debía a la memoria de su hermano, pero fue algo momentáneo, ya que luego lucio una radiante sonrisa y fue por eso que agrego.
- y creo que en estos momentos aceptaría a cualquiera con tal de verme casada.
- tu padre te quiere con adoración, así que no creo que acepte a cualquiera, yo creo que por eso te envía al Londres.
Kagome hizo una mueca de desagrado, no por que su padre la adorara, si no por la parte del viaje.
- pero no tienes de que preocuparte, allá en el famoso Londres no tienen idea de cómo eres o que has hecho, puedes tomarlo como un nuevo comenzar.
Nuevo comenzar… a un demonio su nuevo comenzar. Busco con la vista a Sansón y sonrió al verlo jugar con los niños dándole pequeños trompetazos en las espaldas, mientras los seguía.
- Sansón - el caballo se irguió de inmediato al reconocer la voz de Kagome, y de trote en trote se acerco a ella.
Cuando llego a la casa, lo único que le dijo a su padre fue: "ganaste" y se encamino a su habitación. Jade ya estaba ahí, ordenando sus cosas en baúles y Kagome solo rolo sus ojos antes de decir:
- sabes que hay sirvientes para eso.
- ¿y? - se encogió de hombros - sabes que prefiero hacerlo yo.
Kagome camino hasta su cama y se tiro sobre ella agotada, mental y físicamente.
- sabía que John te encontraría.
- tu sabes muchas cosas de John, Jade - le dijo picara.
La joven se sonrojo y avergonzada se giro para que Kagome no la viera.
- ¿Cuándo le dirás por fin lo que sientes?
- sabes que no puedo hacer eso… él es John Osborn, futuro medico, ahijado de tu padre, y yo soy Yadira Abbas, una ex esclava musulmana… sin nada que ofrecer.
- ¡¿Cómo que no tienes nada que ofrecer?! - hablo molesta sentándose de golpe sobre la cama - Tienes mucho que ofrecer Jade, eres mi hermana; bueno, no en papel, pero eso se soluciona fácilmente; pero sí de corazón y John no es de esos que se preocupan del buen nombre que le proporcionara su esposa. Y déjate de decir eso de ex esclava, que no fue tu culpa.
Yadira Abbas o Jade como Kagome la llamaba de cariño, llego a su vida cuando Kagome tenía solo quince años, la misma edad de Jade en ese momento. Fue en una visita al puerto junto su hermana, ya que Antonia tenía la idea de enseñarle a Kagome hacer las compras, cosa que en ese momento aprendió por si sola, pero no al comprar vegetales.
En esos tiempos, Kagome era una muchachita flacucha sin mucho atractivo más que sus ojos verdes con un toque de ámbar que a la luz brillaban como los ojos de un felino. Su cabello negro como el carbón no era lo único que contrastaba con el rubio de su hermana, ya que Antonia era de unos ojos verdes, casi pálidos y su figura ya era la de toda una mujer.
Antonia le había pedido que no se alejara de ella, ya que había visto como llegaban los barcos con esclavos, cosa que le desagrado, ya que ellos no eran partidarios de la esclavitud y lo tenían como ley en la finca, persona que trabajara ahí, era totalmente libre.
Pero el corazón impetuoso de Kagome, pudo más que la petición de su hermana cuando vio como una muchacha de su misma edad, de ropaje extraño, no solo por como cubría sus cabellos, era examinada de pies a cabeza por un ser que encontraba repugnante.
Había visto indios antes y no le molestaban, incluso los encontraba interesantes, pero este sujeto llevaba ropa de caballero; sin embargo su semblante, todo lo de él, le era asqueroso. Observaba a la muchacha con lujuria sádica, por lo que sintió como su piel se erizaba.
Miro a la muchacha con compasión y fue solo una fracción de segundos en que intercambiaron miradas, Kagome le sonrió, pero la jovencita, asustada agacho la mirada cuando el sujeto se volvió acerca a ella.
Kagome sintió rabia e impotencia, como deseaba ser hombre en esos minutos y poder hacer algo ¿pero qué podía hacer una muchacha de solo quince años?
- Kagome, sostenme esto – Kagome recibió el pequeño bolso sin siquiera prestar atención, ya que su vista estaba en la muchacha esclava.
Fue solo cosa de minutos en que Kagome atravesó el trecho hasta llegar donde se realizaba la venta.
- quiero comprar a esta muchacha – dijo con voz fuerte señalando a la joven.
- ve donde tus padres muchacha – le dijo el hombre que suponía que era el vendedor y regreso a su conversación con el indio de traje.
- le acabo de decir, que quiero comprarla, o acaso ¿mi dinero no es bueno? – La muchacha la observaba sorprendida por cómo le hablaba a los hombres de esa forma, de igual a igual, cosa que nunca en su vida había visto.
- el dinero es dinero, pero ya está vendida…
- ¿Ya le pago?
- no, aun no.
- entonces, todavía no la vende…
- vete a molestar a otra parte mocosa – Kagome fulmino con la mirada al indio apenas lo escucho y este se sorprendió al no verla intimidada con él.
- no me voy a ninguna parte, incluso – le sonrió al vendedor – estoy dispuesta a pagar el doble de lo que él le ofreció.
El vendedor se vio bastante interesado, pero el otro sujeto ya estaba que le colmaba la paciencia que no tenía. Se acerco a ella y la sujeto del brazo arrastrándola para que se largara.
- vete a molestar a otra parte, si no quieres que te de unas nalgadas por meterte en cosas que no deberías…
- ¡suéltela! – Kagome sonrió al ver a John a unos paso de ellos acercándose y fue en ese momento en que Jade cayo enamorada de él -¿Cómo se atreve a colocarle una mano encima?
- valla, pero si es el pequeño Ave que Patea – rio con sorna al ver el rostro serio de John – llévatela antes de que me arrepienta…
- le toca un solo cabello y será usted el que se arrepienta.
- y ¿tú serás el que haga arrepentirme? Por favor, no me hagas reír.
- tal vez no seré yo, pero si su padre apenas se entere…
- anda a buscar al dichoso padre y te demostrare que apenas me vea saldrá huyendo, como todos los cobardes que viven en este pueblo.
- ¿Cómo se atreve hablar así de mi padre? - le espeto ofendida.
- le aseguro señor que Lord Gray no es ningún cobarde.
Al sujeto no le afecto de la manera que John esperaba, incluso esperaba que el dichoso Lord Gray le fuera a reclamar algo. No obstante, lo mismo no sucedió con el vendedor que se sintió aterrorizado. Había escuchado del famoso Lord Gray, dueño de la finca Tso'i Sogwili. Claro que había escuchado de él.
- yo… yo no quiero problemas – tartamudeo asustado el vendedor – lo siento Henry.
- no me vengas con esa porquería, hicimos un trato, debes cumplirlo… ella es mía.
Al vendedor no le gusto el tono en cómo le hablo y por eso se hizo el desentendido.
- como dijo la señorita, todavía no me pagas, a menos que me ofrezcas más que ella
- no vale tanto…
- negocios son negocios Henry, y si no puedes pagar lo que te pido…
- ¡maldita rata!
- pero yo si estoy dispuesta a pagar lo que le propuse y espero que lo acepte - interrumpió Kagome.
- claro que si señorita Gray.
El tal Henry, que su puso que no era su verdadero nombre; luego de gruñir se marcho dando largas zancadas y botando todo a su paso.
- bueno señorita, cerremos un negocio… - Kagome le sonrió a la joven y Jade se la devolvió con el mismo entusiasmo que el de Kagome.
Se encamino hacia el vendedor, pero cayó en cuenta con algo, no andaba con nada de dinero y ¿ahora que se suponía que hacia? Apretó con fuerza el bolso que tenía entre sus manos, e intrigada y preguntándose: ¿en qué momento llego a sus manos? cayó en cuenta de quien era y que tenía dentro.
Sonrió con picardía y luego hizo una mueca al pensar en el castigo que iba a recibir por lo que iba hacer. Y así fue, Antonia la mantuvo por un mes castiga en casa, estudiando hasta el cansancio y aparte debía enseñarle a Jade a comportarse y en especial ingles, ya que hablaba árabe y un poco de español; lo encontró bastante entretenido, y provoco que se unieran más, hasta volverse inseparables y a Kagome no le molesto que Jade le enseñara un par de cosas que disponía lucir a su futuro marido, cosa que ahora solo lo hacía porque ella lo disfrutaba.
- esta bien, pero aun así, no me atrevo.
- si quieres yo hablo con él…
- ¡no! Ahí si que me muero de vergüenza. Además, supe que corteja a una joven del pueblo.
- en serio ¿a quien? - pregunto molesta.
- Miriam Straton…
- ¡¿a esa zorra?!
- Kagome …
- ¿Qué? La muy… cualquiera se ha dedicado hablar de mí. Si es así, John se las verá conmigo, por ti y por mí también.
- no le hagas nada Kagome, por favor, no es culpa de él. Él no sabe lo que siento…
- por favor Jade, no lo defiendas, ocho años llevas enamorada de él y el muy idiota ni siquiera se ha dado por aludido. Todos los hombres son unos idiotas… - un dejo de amargura se escucho en su tono de voz, pero Jade no hizo comentario alguno – y para más remate, debo ir a cazar uno.
- no lo digas de ese modo… suena bastante feo.
- feo sonara, pero es la verdad…- y con una sonrisa picara agrego - llevare mis cuchillos en caso de que se coloquen difíciles ¿Qué opinas? – Jade coloco los ojos en blanco, ya se imaginaba a Kagome amenazando a su posible candidato a filo de cuchillo.
- por el amor de dios, Jade, era una broma, no era para que te colocaras así – Jade suspiro aliviada - pero de todos modos los llevare.
- es una broma ¿cierto? – pregunto esperanzada la joven árabe de que la respuesta fuera sí, pero conociendo a Kagome Gray, era obvio que no.
- claro que no, me sentiría realmente desnuda sin ellos, que sin ropa encima
¿Para que pregunto? si era de esperarse la respuesta, Kagome no era Kagome, a menos que estuviera armada.
Hacía más de cuatro años que estaba a cargo de la finca, y tuvo que aprender hacerse respetar.
Pero no siempre fue así, tan ruda, hombrada como la tratan las mujeres en el pueblo. Antes era como toda muchacha de la alta sociedad, de modales correctos, siempre bien vestida y llena de cortesía, y ahora, su vestimenta se basa en la comodidad, no obstante Jade se encargo de que no perdiera su lado femenino y que no se viera de poca clase, y su mejor opción fue modificar el traje de monta de la joven eliminando el falso y diseñándole un calzón más corto que los de la época que llegaban mas debajo de la rodilla, este en cambio cubría su zona intima y llegaban hasta un poco mas abajo del inicio del muslo con un delicado moñito como amarre en cada muslo; agradeció al cielo cuando Kagome acepto, ya que si fuera por ella andaría sin nada por debajo, pero la tela de su faldón era lo suficientemente pesada como para que el tajo no se abriera con el viento, pero aun así, mejor prevenir que lamentar.
A Kagome no le molesto que Jade le hiciera sus trajes, pero le exigió que fueran cómodos para montar y para poder desenfundar sin problemas sus cuchillos que llevaba siempre consigo, uno en cada muslo y otro en su pantorrilla izquierda, el del muslo derecho solo era para en caso de emergencia, ya que el tajo de su falda (que era oculto por las extensa cantidad de tela), le permitía usar sin ningún problema los del lado izquierdo y varios ya habían tenido la oportunidad de comprobarlo.
No negaba que los trajes que Jade le hacían le fascinaban, incluso el delicado calzoncito, pero primero loca antes de volver a ser la misma niña de antes, que siempre estaba preocupada de que vestir y que peinado usar, o que si sus mejillas estaban lo suficientemente sonrojadas con un par de pellizcos, o evitar estar demasiado al sol para no tostarse. Ahora estaba lo suficiente lejos de eso; si estaba sonrojada, o era por el exceso de trabajo o por el intenso calor de verano; y que decir de su piel, estaba lo bastante bronceada como para que cualquiera se diera cuenta que bien poco le importaba mantener su palidez delicada.
Pero a la que si le importaba era a Jade, ella siempre se preocupo de Kagome, de su cabello, de su piel; como toda joven árabe, le hacia los mismos tratamientos que su madre le enseño y por eso, a pesar de que Kagome inspirara miedo y respeto entre las mujeres y hombres del pueblo, en silencio murmuraban su extraordinaria y salvaje belleza, eran pocos los que se aventuraban acercarse hablarle, deseando algo mas que una amistad, y lo único que lograban era una palabrota o una mirada fría como poco.
Jade se mantenía al pendiente de sus necesidades, a pesar de que la joven Gray le pedía que no lo hiciera, ya que ella no estaba en la casa como sirvienta, si no como una más de la familia. Y muestra de ello, fue cuando la obligo a cambiarse a unas de las habitaciones de la planta alta y le regalo todos sus vestidos de señorita apenas tomo el mando de la finca, y le daba una especie de mesada para que se comprara lo que necesitaba, cosa que no acepto hasta que con unos cuantos pucheros y constantes ruegos por mas de una semana, la joven se vio obligada aceptar no muy convencida de que fuera una buena idea, ya que Kagome la proveía de todo lo que necesitaba, incluso le regalaba luego de cada viaje telas y la mas fina gasa para su tan característico velo que la joven utilizaba para cubrir sutilmente su hermoso cabello castaño claro.
Jade cerro el baúl y se giro para ver a Kagome que mantenía los ojos cerrados, pero sabía que no dormía, estaba meditando, tal vez en lo que le esperaba en Londres.
- y ¿Cómo te sientes?- Kagome se mantuvo igual, tendida sobre la cama, esperando que sucediera un milagro y no tuviera que viajar.
- ¿Cómo crees? Enfadada, molesta, ¡furiosa! No entiendo cómo se atreve a forzarme hacer algo que no quiero, cuando por más de cuatro años me hago cargo de esta finca... Que ni se me atraviese John en este momento, que te juro que le pateo su maldito trasero.
- creo que después de eso… tendrán que cambiarle el nombre por Ave Pateada.
Kagome la miro sorprendida mientras dejaba asomar una sonrisa, la joven desde que puso sus ojos en el joven John, jamás había bromeado en contra de él; en realidad, en contra de nadie.
- valla Jade, esto sí que es una sorpresa, y muy graciosa – Jade se encogió de hombros mientras el rubor cubría sus mejillas.
Luego de una pausa, Jade añadió:
- en realidad… yo preguntaba, por el volver a verlo, ya sabes…
- No me afecta en lo absoluto - la interrumpió - podría verlo ahora mismo y no sentiría absolutamente nada – mintió, creía que si lo decía, su mente lo creería - además, con suerte lo veré una o dos veces, ya sea en la calle o en alguna fiesta, no hay de qué preocuparse… ¿por qué pones esa cara?
Jade solo desvió la mirada y queriendo esconderse de la ira de Kagome Gray, ya que estaba segura apenas le diera la buena nueva, esa casa iba arder.
Furiosa abrió la puerta del despacho, en donde su padre se mantenía sentado leyendo el periódico. Lord Gray, ni siquiera movió un solo musculo cuando la sintió entrar, a lo único que se limito hacer, fue mirarla por sobre el papel.
- ¡¿por qué me haces esto?! ¡Sé su pone que tienes una casa en Londres!
- cálmate Kagome - le pidió con tranquilidad su hermana. Que estaba sentada en uno de los sofás, y suspiro al ver que no iba ser así, para variar.
Su padre dejo el periódico en la mesita ubicada a un lado de su asiento y con una mirada fría, dijo:
- tú crees que te permitiré quedarte sola allá. Virginia es una cosa y Londres otra totalmente distinta. El buen nombre de nuestra familia estará en juego y no pienso correr ningún riesgo mientras estés allá.
- ¿pero por que con ellos? Es demasiado pedir. Primero me obligas realizar un viaje que no me agrada, segundo, para buscar un… - iba decir un improperio pero se contuvo – marido, que no quiero y resulta que debo ir a vivir con esa gente. No, papá ¿escuchaste? ¡No lo acepto!
Antonia sin ser vista, se marcho del cuarto. Lo mejor era dejarlos discutir solos, su padre era el único que siempre ha podido controlarla, y su intervención no serviría de mucho debido a lo enardecía que estaba su hermana.
- no importa lo que tú quieres, si no lo que es correcto. Por mucho tiempo has hecho lo que has querido sin pensar en el resto… - eso le dolió, pero prefirió mantener una mirada seria – pero esta vez no Kagome, acataras lo que te diga y no quiero seguir escuchando tus necedades.
Kagome trato calmarse, ya que discutiendo no estaba ganando nada, y con voz más relajada rogo.
- papá, por favor, te lo pido… te prometo comportarme como tú quieres, incluso disfrazarme de señorita, pero no me envíes a vivir con ellos, por favor te lo ruego… debe haber otra forma… tal vez si Antonia viajara conmigo o ¡Jade!… será la compañía suficiente…
- Por supuesto que no, tú sabes que tu hermana no se subirá a un barco aunque yo aceptara y Jade ira contigo de todos modos, pero aun así no es apropiado que vivan solas, se racional una vez en tu vida. Sé que ellos te cuidaran como si fueras de la familia…
Continuara...
con una nueva historia...
esta basada en la fabulosa saga Los Malory de Johanna Lindsey con mi personaje favorito Jeremy Malory... que me encantanta, por eso quise hacer una historia con el pensando en mi querido Inuyasha...
espero que les guste. quienes hayan leido la saga y les gusto el libro en el que él era protagonista, sera mejor que no continuen leyendo y si lo hacen mil perdones... no les puedo decir pr que pero ya lo sabran mas adelante.
solo puedo decirles que esta historia esta pensado como si fuera el libro numero 10.
y quienes no han leido libros de Johanna Lindsey, se los recomiendo al 100%
tambien cabe informar que los nombres de los protagonistas no me pertence si no a la genio de Rumiko Takahashi.
suerte a todos y espero que me sigan en esta alocada aventura que acabo de embarcarme.
bye
