Dulce descubrimiento.
Disclaimer: Los personajes perteneces a Rumiko. La trama es propiedad de A(punto)BellaCullen
Summary: Kagome Higurashi es una joven de 20 años que lo tiene todo: una familia que la ama, unos amigos incondicionales, un novio perfecto... ¿Pero qué pasará cuando convenza a su amigo especial para que viva con ella, solo para ayudarle?
Capítulo uno. Mi amigo especial.
Lo estaba viendo de lejos, ya casi estaba llegando con las bolsas de la compra. Me levantó una mano para que lo viera, aunque ya lo había alcanzado a ver.
Iba como siempre: su chaqueta marrón gastada por el sol y el paso de los días, sus zapatos rotos desde seguramente que los encontró, sus pantalones vaqueros llenos de agujeros y su suéter beige sucio y lleno de pelusas. Puse mis ojos en blanco cuando vi que sostenía en una de sus manos otra litrona más de cerveza.
- Ni que fuera la primera vez que me ves con una de estas… hip! - Dijo en un tono ebrio, el cual no me gustaba nada, pero ¿qué podía hacer? Se negaba a escucharme.
- No es la primera vez, pero sabes que no me gusta verte en este estado. - Dije soltando las bolsas de la compra a su lado. - Te he comprado un par de zumos y un par de botellas de agua y en esta bolsa de aquí hay un poco de fiambre y algo más. - Asintió.
- Gracias, nunca me cansaré de decirte que eres mi ángel. - Esbozó una sonrisa bochornosa. No me gustaba que la gente me viera con él cuando iba en ese estado, no porque fuera un vagabundo, eso era lo que menos me importaba, pero el que estuviera borracho ya era otro tema.
- Vendré a verte cuando se te haya pasado la borrachera. - Dije en un tono de voz serio y me giré para irme a mi casa.
- Espera. - Dijo cogiendo una de mis muñecas y deteniéndome. Me giré para encararlo. - Lo siento Kagome… - Dijo frunciendo el ceño y mirando hacia abajo.- No... No me gusta estar así, pero es lo único que me hace olvidar. - Dijo aún mirando hacia abajo.
- ¿Olvidar? Desde el momento en el que has dicho esa palabra, me estás demostrando que la bebida no te ayuda a olvidar. - Subió su cabeza y me miró con sus apagados ojos ámbar, sentí como mi pecho se encogía, siempre lo hacia cada vez que me miraba, podía notar toda su tristeza y todo su dolor. - No te preocupes no volveré a recriminarte nada, haz lo que te plazca, total ¿quién soy yo para decirte lo que tienes que hacer? - Nos quedamos en silencio durante unos segundos. - Nos vemos Inuyasha. - Estiré mi brazo para liberarme de su agarre y me dirigí hacia mi casa.
No conseguía entender como alguien como Inuyasha podía haber acabado así, vagabundeando por las calles de Tokio. Cuando estaba sereno se podía hablar con él sobre cualquier cosa, aunque últimamente nuestras conversaciones se habían convertido en los desahogos de uno y de otro. Él me contaba sus problemas y yo los míos, bueno tras las últimas semanas era yo la que le exponía mis problemas y él me aconsejaba o me apoyaba en mis decisiones.
Hoy no era el día idóneo para quedarme hablando con él. Era uno de esos días en los cuales me defraudaba, no era el Inuyasha que yo quería, en estos días lo llamaba mi "no-Inuyasha" : el Inuyasha derrotado, el Inuyasha cobarde, el Inuyasha triste… y es que mi amigo no había tenido una vida muy normal y mucho menos feliz.
Sus padres lo explotaban y lo maltrataban física y psíquicamente, eso lo dejó bastante tocado. A los 12 años de edad, Servicios Sociales se encargó de él cuando por fin se pudo demostrar lo de sus padres, acabó en un centro de recogida de niños y estuvo allí hasta que se graduó, o eso fue lo que él me dijo, ya que cuando fue mayor de edad se fue de allí y se refugió en el alcohol, para "olvidar" aquellos momentos de cuando era un niño, parecía ser que ni los psicólogos ni sus otros compañeros habían podido ayudarle a superar su problema.
Estaba solo en el mundo, no tenía ni abuelos, ni tíos, ni primos, nada. Ahora solo me tenía a mí, pero se negaba a escucharme. Le había ofrecido mil veces que buscara trabajo y que viniera a vivir a mi apartamento hasta que reuniera el dinero suficiente para poder buscar algo, yo le ayudaría en lo que fuese necesario, pero no había manera, era demasiado terco, insistía en que no quería hacer nada y se hundía él mismo sin darse cuenta.
Su cabello plateado había crecido bastante desde la primera vez que lo vi hace ya 1 año, le llegaba por los hombros y su barba… mejor no hablaba de ella, nunca lo había visto sin afeitar, ni con el pelo corto, pero lo que más me llamaba la atención y me impresionaba eran aquellos ojos ámbar, llenos de tristeza y apagados, realmente parecían más bien grises que ámbar en este momento.
Estaba demasiado pensativa, cuando alguien me cogió del brazo por encima del codo y me detuvo, instintivamente me aparté bruscamente mirando quien podría ser.
- Soy yo. - Dijo Kouga confuso.
- Pff, vaya Kouga lo siento, es que iba pensando en otra cosa. - Me sonrió y me saludó con un beso en los labios.
Kouga y yo nos habíamos conocido en la universidad, hacía 2 años, estudiábamos la misma carrera y llevábamos saliendo aproximadamente 1 mes, era el primer novio que tenía y estaba inmensamente feliz, ya que desde el día que le conocí me encantó. Era alto, fuerte, moreno peinado hacia atrás en una coleta, con los ojos azules y de labios finos. Me separé de él dándole un corto beso.
- No te preocupes, simplemente te estabas pasando de portal. - Miré hacia la derecha.
- Vaya, pues sí que iba metida en mis cosas. –
- ¿Estabas pensando en mí? - Preguntó con un toque de picardía, mientras me acercaba más a él.
- ¿Qué te hace pensar eso? No eres lo más importante en mi vida. - Dije soltando una gran carcajada, sus brazos me soltaron repentinamente. Vaya, eso era lo que más odiaba de él, se lo tomaba todo tan en serio… no podía bromear, aunque bueno, era verdad, tenía más cosas en la cabeza, no solo pensaba en mi novio. Suspiré y puse los ojos en blanco. - ¿Quieres pasar un rato? - Dije abriendo la puerta.
- Si no tienes nada que hacer… A lo mejor te interesa más irte con tu amigo el vagabundo. - Fruncí el ceño ante su tono de voz.
- ¿Tienes algún problema con Inuyasha? - No se dignó a contestarme, tensó la mandíbula y subió las escaleras al primer piso, donde se encontraba mi apartamento.
- ¿Qué has hecho hoy? - Me preguntó mientras pasaba a sentarse en el sofá del comedor.
- Pues, he ido a ver a mi madre, ya sabes como es cuando no voy a verla 2 días seguidos. - Kouga conocía a mi familia desde mucho antes de estar saliendo, antes de hacerlo nos habíamos convertido en muy buenos amigos y muchas veces me acompañaba a visitar a mis padres. - Y después he ido a comprarle un par de cosas a Inuyasha, porqu…- Ni me dejó continuar.
- ¿Siempre tienes que ayudarle? ¿No te has dado cuenta de que se aprovecha de ti? No trabaja y tú le pagas todo lo que necesita para sobrevivir, no me hace gracia. - Me senté a su lado y le acaricié el rostro.
- Kouga… Inuyasha lo ha pasado mal, no tiene a nadie en el mundo, déjame que haga algo por él, me necesita, necesita un apoyo en su vida. - Dije mirando tiernamente a sus ojos azules. Él sonrió.
- Sí… quizás tengas razón. Kagome, eres tan buena… me alegro tanto de haberte conocido, de que estemos juntos… - Se acercó a mí hasta que por fin nuestros labios encajaron.
Besar a Kouga me encantaba, jamás había sentido algo así con nadie. Nuestros besos eran suaves, lentos, pero llenos de cariño. Una de sus manos viajó hasta mi cintura y me estrechó más contra su cuerpo, suspiró. Comenzó un camino de besos por mi cuello, mientras una de sus manos se deslizaba por debajo de mi camisa, sabía que tenía que hacer, este era uno de mis problemas. Presioné mis manos en su pecho, alejándolo de mí, era mi forma de marcar los límites, aún no me sentía nada preparada, solo llevábamos un mes juntos.
- Kagome… - Murmuró contra mis labios. - De verdad, no te entiendo, ¿qué te detiene? - Dijo cuando nuestros rostros se encontraban a 10 centímetros.
- Lo siento Kouga, simplemente no me siento preparada. - Frunció el ceño considerablemente y se sentó en el sofá mirando al frente, con su mentón apoyado en sus dos manos. - De verdad, sé que no tengo perdón, pero ten un poco de más paciencia. - Hubo un silencio, yo me quedé observándolo. - Recuerda que te quiero. –
- Lo siento Kagome, simplemente es que te necesito tanto… - Dijo acariciando mi rostro, sonreí. - Confío en que pronto estés preparada. - Asentí.
Kouga tenía un gran poder sobre mí, pero cuando notaba que íbamos a llegar lejos, me acongojaba, sentía algo en mi interior que me obligaba a detenerle. A veces me frustraba, porque no se lo contaba a nadie, solo lo sabía yo, era muy raro, después de conocerlo tanto tiempo y de tener tantas ganas de ser su novia, debería querer entregarme en cuerpo y alma a él, que se había portando tan bien conmigo, sin embargo no había manera y siempre terminaba dándole largas.
- ¿Vas a quedarte a comer? - Le pregunté mientras me dirigía a la cocina.
- Si me preparas la comida… - Me contestó girándose para verme.
- Por supuesto, no sé que comeríamos si dependiera de ti. - Dije anudándome el delantal.
- Probablemente nada.- Sentí una carcajada.
- Pues deberías aprender algo, porque no te pienses que voy a ser tu esclava siempre. - Dije medio en broma, medio en serio.
- Oye, que ya hago mi cama todos los días. - Dijo orgulloso, me empecé a reír mientras sentía sus brazos rodear mi cintura desde la espalda.
- Vaya, tu madre debe estar muy contenta. - Comenzó a besarme el cuello lo que me provocaba cosquillas, esa zona era muy sensible.
- Esperaba que tú lo estuvieras más. - Me susurró al oído.
- Kouga ¿quieres que me queme? - En seguida eché en falta sus brazos y me giré. Otra vez su ceño fruncido y su semblante de niño malcriado. - Oye… no te lo he dicho a mal, solo bromeaba. –
- Siempre bromeas, estoy harto. –
- Y yo estoy harta de tu niñería, no puedo bromear con mi novio porque en seguida se enfada. - Dije girando mi cuerpo completamente y poniéndome en frente suyo.
- ¿Sabes qué Kagome? Mejor me voy a comer a casa de mi madre, ella seguramente no será tan desagradable como tú. - Dijo apartándome con su brazo.
- ¿Soy desagradable? Pues… - Escuché un portazo, señal de que me había dejado sola y con la palabra en la boca.
Eso era algo que me enfurecía, ¿Por qué tenía que ser de esa manera?, ¿Es que acaso no entendía que me gustaba meterme con él, no por causarle daño, si no como una forma de jugar? De verdad, se me habían quitado las ganas de comer. Enfadada por la reacción de Kouga, me fui a sentar al comedor y encendí la tele, pero no había nada interesante.
No podía quitarme la imagen de Kouga, no había un día sin que no viera por una vez su ceño fruncido por alguna tontería, a veces bromeaba con él porque simplemente me salía así. Antes de comenzar a salir no le molestaba o eso me hacía creer, se reía conmigo, pero ahora era todo tan diferente… Me acurruqué en mi pequeño sofá, abrazando un cojín. Había veces en las que me hubiese gustado continuar siendo la amiga de Kouga, en vez de la novia, pero solo en algunas situaciones.
Me quedé toda la tarde en mi casa, me puse a ver una película que había alquilado en el videoclub de debajo de mi casa para verla esa misma tarde con Kouga, pero para mi mala suerte tuve que verla sola, genial. Me duché antes de salir de mi casa e ir a devolver la película. ¿Cómo era posible que no se dignara a llamarme? Yo no tenía la culpa de nada, ¿Cómo podía ser tan orgulloso? Me sacada de quicio.
- Gracias señorita, espero verla otro día por aquí. - Me dijo el dependiente guiñándome un ojo. Patético, pensé.
- Por supuesto, hasta luego. - Me despedí con una breve sonrisa.
Saqué de mi bolso el móvil, pero no tenía ninguna llamada de Kouga. Suspiré, al final siempre era yo la que tenía que disculparse. ¿Cómo era posible? Yo no era la culpable. Seleccioné el menú y la opción de "mensajes", elevé mi rostro hacia el parque para pensar que podía ponerle, pero en vez de eso, apareció la imagen de Inuyasha. Él debería estar en el parque o eso me imaginaba. Sentí una fuerte necesidad por ir a contarle lo que me pasaba, necesitaba desahogarme con alguien, necesitaba despejarme.
Fui hacia donde siempre solía estar, pero no lo encontré allí, así que decidí andar para intentar encontrarle, pero caminé y caminé y no había rastro de él, así que volví al principio y me senté en el banco donde siempre lo encontraba. Me encontraba realmente triste, necesitaba hablar con él. A lo mejor estaba molesto por lo que le había dicho esta mañana, pero es que realmente no me gustaba que bebiera, no era él cuando lo hacía.
- ¿Qué haces aquí? - Preguntó su suave voz, elevé mi rostro para confirmar que era él. Levanté mis cejas y apreté mis labios, seguro que ya sabría por qué era. - Ya, Kouga, ¿no? - Asentí y se sentó a mi lado. - A ver ¿qué ha pasado esta vez? –
Sí, realmente le contaba todos mis problemas a Inuyasha, ya estaba acostumbrado a mis problemas amorosos infantiles, por que realmente la razón por la que se enfadaba Kouga era infantil, yo me enfadaba por su reacción.
- Lo de siempre, no puedo bromear con él, en seguida se molesta, es imposible. - Dije poniendo mis manos sobre mi rostro.
- La verdad, es que es un poco estúpido por su parte, a más de uno le gustaría tenerte de novia, no comprendo su comportamiento. - En seguida me vino a la cabeza el problema que jamás le contaba a nadie y hablé sin pensar.
- ¡Y no solo es eso, también…! - Dejé de hablar en cuanto me di cuenta por donde iba a acabar, quité las manos de mi rostro y miré fijamente al suelo.
- ¿También? ¿Es que hay más? - Preguntó preocupado. Asentí.
- Aunque no sé si debería… contártelo, es algo muy íntimo. - Me miró por unos segundos sin decir nada.
- Solo hazlo si crees que te vas a sentir mejor o si confías en mí.- Inuyasha nunca sonreía, esa era una de las cosas que no me molestaban de él en absoluto. Podía parecer antipático por su parte, pero yo realmente sabía que mis historias y mis problemas le importaban de verdad, y ¿por qué no? Sabía que el me guardaba un cariño especial, igual que yo a él. Me quedé mirándole por unos segundos pensando en si hacerlo o no.
- Confío en ti con los ojos cerrados, es simplemente un poco de vergüenza. –
- Entonces… no sé. –
- Al demonio con la vergüenza. - Sonreí y a pesar de que él no me respondiera, no me molestaba que no lo hiciera, sabía que lo tenía siempre que quisiera.
- Entonces, ¿De qué se trata? –
- Pues verás… - No sabía como decírselo. - Es que… - Comencé a sentir como mis mejillas ardían. - Umm… - Me callé durante algunos segundos, Inuyasha solo esperaba. - Kouga quiere… bueno quiere llevar nuestra relación a otro nivel, no sé si me entiendes. - Frunció el ceño, no entendiendo nada. Suspiré. - Quiere… quiere que lo hagamos… - Dije por fin con mi rostro encendido y mirando hacia abajo, noté como él dejaba de mirarme y miraba al suelo como yo.
- Ah… - Se limitó a decir, pasaron los segundos y ninguno de los dos hablaba.
- Sé que no tenía que habértelo dicho, simplemente necesitaba hacerlo, lo siento, debes haberte sentido incómodo, no volveré a… -
- No, no Kagome, no pasa nada, yo estoy aquí siempre que me necesites, eso no tienes que dudarlo, simplemente me ha pillado por sorpresa, nunca se me ha pasado por la cabeza que confiaras tanto en mí, en un pobre y apestoso vagabundo como yo. - Dijo mirándome fijamente. Sonreí.
- Inuyasha… eres una de las pocas personas en quien más confío, y para que sepas cuanto confío en ti, debes saber que esto solo te lo he dicho a ti. –
- Vaya, pues gracias, no me lo esperaba en absoluto. - Sus ojos ámbar apagados, me miraban con una chispa de agradecimiento. - Bueno y supongo que cuando me lo cuentas es por que tú no estás preparada. - Dijo después de unos segundos, lo miré con los ojos abiertos de par en par. - Lo siento, pero es lo que me imagino, ¿me equivoco? - Negué con la cabeza. - Kagome, no sé que decirte, no soy nadie para decirte qué debes hacer, solo te diré que te dejes guiar por tu corazón, no te sientas obligada a hacer algo para agradarle a él. - Hizo una pausa. - Hazlo cuando te sientas preparada, a lo mejor, después de todo él no es el hombre de tu vida. - Lo miré sorprendida.
- Bueno hasta ahora, creo que lo es. –
- Y no te digo lo contrario, pero no cometas errores por no estar segura de algo. - Hablaba como si él estuviera o hubiese estado enamorado, aunque no podía mirarle a los ojos, lo notaba en su voz.
- ¿Alguna vez te has enamorado? - Noté como sus manos se hundían en sus rodillas mientras seguía mirando hacia el suelo, dejé pasar los segundos.
- Es posible… -
- ¿Estás enamorado, ahora? - Si me decía que sí, me quedaría con las ganas de saber quien era, realmente no lo veía con mucha gente, por no decir con nadie, y si me dijera que sí, creo que me sorprendería.
- Sí - Respondió después de un par de segundos. Efectivamente un sentimiento raro de curiosidad repentina se abalanzó sobre mí.
- ¿La conozco? - Noté como sus dedos se hundían más en sus rodillas, quizás me estaba pasando con la conversación, pero necesitaba saberlo.
- Prefiero no hablar de ello. - Sentenció mirándome profundamente, su mirada era más triste que otras veces. Me quedé observándolo.
- Vale, lo siento no quería entrometerme, será mejor que me vaya. –
- No, lo siento yo Kagome. Verás, no es que no confíe en ti, pero no sé, no puedo hacerlo. - Sonreí.
- No importa, está bien. - Seguía sentada a su lado, aún no me había levantado. - Sí me hicieras caso y me dejaras ayudarte… -
- No insistas, es lo mejor. –
- ¡Es que no lo entiendo! Así no vas a poder conquistar nunca a una mujer. Apuesto a que detrás de esa barba y ese pelo largo se esconde un hermoso rostro. - Dije sonriéndole amablemente.
- No lo entiendes. –
- No, pero tú eres un terco. –
- Y tú una pesada, ya te he dicho muchas veces que no quiero ser una carga para nadie, mis problemas son míos y no molestaré a nadie. - Suspiré.
- Realmente eres un terco. Inuyasha, piénsalo, nos llevamos muy bien, tú no serías una carga para mí, y lo sabes muy bien. - Hice una pausa y elevé mis hombros. - Solo quiero ayudarte, me gustaría hacerlo. - Inuyasha no dijo nada, solo frunció el ceño como si estuviera pensando algo. - Inuyasha… - Me miró y pude ver por una vez en su mirada un toque de esperanza. Sonreí. - Venga. - Le animé.
- Me preocupa que pensará tu novio. - Dijo agachando otra vez la cabeza, vamos lo tenía casi convencido.
-¡Inuyasha! Sería infantil por su parte que se enfadara por eso. –
- No es infantil, soy un hombre después de todo, yo me enfadaría si mi novia se llevase a un vagabundo a su casa. –
- No eres un vagabundo, eres mi amigo. - Sus ojos me miraron desconcertados. - ¿No notas algo especial entre nosotros? Yo desde siempre he notado como si te conociera de toda la vida, ¿no te ha pasado a ti nunca? - Rodó sus ojos mirando a otra parte y después volvió a posar sus ojos en mí con la misma mirada teñida de esperanza.
- Lo cierto… es que sí. - Sonreí con más ganas
- ¿Entonces? ¿Qué me dices? - Pregunté con voz animada.
- No… sé, Kagome, tengo que pensármelo. –
- Bueno… - Mi voz se quebró, noté que lo había vuelto a perder, seguramente mañana me diría que no.
- No te he dicho que no aún, solo quiero pensar algunas cosas, ¿De acuerdo? - Volvió a mirarme con aquellos ojos.
- Está bien. – Sonreí.
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¡Hola gente linda!
Pues aquí estoy nuevamente ahora con una nueva historia que particularmente me ENCANTA.
Díganme chicas que harían ustedes ¿se llevarían para su casa a un Inu vagabundo?
La sola idea de que lo valla a tener en mi casita solita para mi ñ_ñ imagínense si es vagabundo NO TIENE PILLAMA! Oh, my god tendría que dormir como Dios lo trajo al mundo O/O
Si les gusta la idea déjenme sus comentarios bye!
