- INTRODUCCIÓN -
Otoya no podía esperar más: ese detective la iba a encontrar tarde o temprano, mejor no arriesgarse y sí acabar con la vida de esa chica junto a la de su protectora si hacía falta.
El objetivo era poderse librar de la ley y cometer actos desastrosos a su merced. Su compañera de cuarto no debía de extrañarse del hecho de seguir viva, pues, mientras aún no tenía ese privilegio de escapar de la ley, no podría hacerla pedacitos así porque sí.
''Como la araña esperando a que su víctima quede atrapada... ,,,
No habían sido ni tres días desde entonces pero la curiosidad y la atracción hacia Shiena la hacía llevar más lejos.
Quien se pelea, se desea.
Para ser muy exactos, Otoya estaba impaciente por iniciar mañana el atentado contra la target. No había nada de divertido en el lugar, pues, no podía cortar así porque sí sin antes conseguir la recompensa; bueno... Aunque, esa actitud cambió. Sabía perfectamente con quien cada noche de su vida que pasara ahí divertirse.
Shiena, seria, replicó a su solicitud con negación. Se encontraba sentada en una silla la cual podía rotar hacia el lado que desee. Otoya, entonces, se levantó y acercó.
— ¿Qué estás haciendo?— Decía con un fingido tono inocente y divertido.
Al no recibir respuestas giró la silla de ruedas hasta que frente de ella se encontró Shiena.
— ¡Sabes qué est...— Iba diciendo pero sintió como el mentón fue levantado por su compañera y se calló observando sus ojos azules. Segundos después de volver a la realidad, reprochó. — ¡¿Qué te ocurre?! ¡Sólo sabes molestarme!— Shiena levemente ruborizó después de decir aquello.
Durante todas esas noches, Otoya se podría considerar que hacía a su compañera bullying cuando se aburría, y eso pasaba cada noche. Era un bullying un tanto amistoso y en parte, parecía ciertamente jugando, pues, nunca dirigió hacia ella la violencia con insultos, golpes, quejas, etc.
La castaña giró para quedarse frente a su mesa de nuevo hasta que pudo sentir como después de una mano pasar por delante de sus ojos, empezó a verlo todo borroso.
— ¡Otoya!— Gritó levantándose. Sabía como iba el juego y qué exactamente ocurriría.
— Shiena-chan... Qué torpe eres.— Decía con una cara alegre mientras cerraba sus ojos, toda una farsa, pues, ella no era así de amistosa y se notaba.
—Takechi... ¡Devuélvemelas!— Gritaba enfadada la de ojos marrones, qué, dirigiéndose a su compañera, fue parada por la mano derecha de Otoya, empujándola hacia atrás evitando que se acercara mientras sostenía sus gafas. A la vez de puntillas y apoyando todo su peso sobre la mano que la separaba de Otoya, trataba recuperar de esta sus propias gafas. Se enfadaba cada vez más a tal impotencia.
— ¿Qué te ocurre? Déjamelas probar.— Decía su compañera con calma a la vez que dirigía una sonrisa vacilante a Shiena y alzaba el brazo. La castaña se quedó quieta y suspiró mientras miraba el suelo.
Takechi quedó mirándola, dejó de sonreír. — ¿Qué ocurre?— Parecía por un segundo haberse preocupado; aveces lo hacía y no podía Shiena diferenciar si realmente se preocupaba o no.
— Esto está siendo estúpido...—
— La de ojos marrones dijo mientras se dirigía a su mesita de noche, donde, de un cajón, pudo sacar un segundo repuesto.
— Cuando me las quieras devolver, sabes donde estoy.— Mencionó a la vez que pasaba de largo y se colocaba las gafas de repuesto. En ese momento fue parada por el agarre de una mano en su brazo izquierdo, se giró bruscamente contra la fuerza que Otoya hacía atraiéndola a ella y quedaron cara a cara. Se sonrojó ligeramente.
Takechi parecía haberse rebajado a su altura con una leve inclinación hacia Shiena a la vez que con la mano que no agarraba el brazo de la castaña sostenía la gafa que le quitó en un principio y sonreía con maldad.
— Vas a regalarme también las de repuesto o pienso hacerte filete.—
En un intento desesperado Shiena logró hacer fuerza haciendo caminar a su compañera y, con el pie de Shiena de por medio, cayera Otoya al suelo por tropezarse con este. Rápidamente, al librarse de ella, abrió la puerta de la habitación y comenzó a correr por el pasillo a la vez que era perseguida por Takechi.
— ¡Shiena-chan... Pienso devolvértelas!— Gritaba quien corría detrás de ella con una voz falsamente amable.
Cuando dobló la esquina y perdió de vista a Takechi, decidió entrar en el baño de chicas y se escondió en un lavabo. Creyendo que no sabría que está en el lavabo y que se marchó corriendo, salió de este mismo y se marchó del baño de chicas. La de pelo morado misma apareció ahí: Quedó arrinconada y sin salida, su compañera Otoya harta de correr por como respiraba se acercaba con un rostro que decía la de travesuras que se le ocurría y, cuando parecía que Shiena arrancaba a correr, aún cansada, se lanzó Takechi sobre ella. El mismo caer al lanzarse hizo que la gafa que llevaba Otoya en la mano cayera al suelo, golpeándose esta. Por su mala suerte hizo que se salga un cristal.
Mientras la chica de pelo morado miraba el estado de las gafas, su compañera se quejaba por el dolor.
— ¿Qué? Lo siento Shiena-chan... Soy muy despistada.— Decía con tono falso de culpabilidad a la vez que cerraba sus ojos y rascaba la nuca, sonriendo.
Shiena estaba más que enfadada.
— ¡Quítate ahora mismo!— Gritaba mientras pataleaba el suelo.
Ella estaba boca arriba y tenía todo el peso de la de pelo púrpura encima: Otoya al fin se apartó y levantó. La castaña agarró rápidamente la carcasa de sus gafas y logró encajar el cristal de estas; se levantó y miró a la de pelo morado seria.
— Shiena-chan, ¡Te veías tan linda...!— Mencionaba con una voz que trataba de parecer falsamente amistosa mientras se colocaba a la misma altura que su compañera rebajándose a esta.
— Te has pasado... — Replicó con enfado Shiena con esas gafas en su mano, pues, ya era cada noche ser molestada de diferentes formas. Sin esperarlo, la de ojos azules le quitó las gafas que llevaba Shiena puestas mientras reía.
Otoya Entendió que se había pasado con esto último en cuanto vio que la castaña se quedó sin hacer nada al respecto, con ojos prácticamente cristalizados, así que, dejó de reír.
— ¿Huh... Acaso piensas llorar?— Decía con curiosidad, aunque, fue más por encontrar a su compañera realmente sensible, y es que esta comenzó a agarrar las gafas recuperadas con fuerza y ojos aún más llorosos. Desvió la mirada de Takechi.
La de pelo morado volvió a colocar las gafas de repuesto que le había quitado de la cara en ese momento. La castaña sólo miró a un lado y, dejando de sujetar con fuerza las gafas con su mano, lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas; esperaba una burla por ''llorar,,
La chica de ojos azules se acercó y la abrazó. Era un abrazo dócil, pues, en ningún momento trató de traerla a sí misma con fuerza ni inmovilizar como otras veces era la intención, al igual que una araña. Era un abrazo que en cualquier momento podría romper rechazándolo sin problemas; uno cálido.
Correspondió al abrazo.
— A veces eres algo tonta... Deberías de golpear a quien te hiciera estas cosas y no dejarte abrazar.—
— Déjame.— Replicaba Shiena por su comentario y posiblemente recomendación.
Takechi a la vez sonriendo, soltó a su compañera y le besó la frente con cariño. Era la primera vez que sentía querer tratar acercarse a alguien desde que entró en aquella academia (Aún con métodos un tanto crueles, pero agradezcamos que no es a base de tijeras.) y era un sentimiento que no la podía intimidar, sólo se dejaba llevar. Sabía perfectamente que era atracción desde que la conoció. Kenmochi se separó un poco del cuerpo de su compañera quedó mirándola con un ligero sonrojo; parecía que ya no lloraría.
— Rápido, volvamos.— Fue agarrada Shiena de la muñeca y empujada en un principio, pero ella decidió no retenerse y caminó hacia donde Takechi la llevaba. La de pelo púrpura le había sonreído de nuevo.
La castaña iba a acostarse. Esta se encontraba en pijama; y sentada estaba en el borde de su propia cama limpiando el cristal de sus gafas con su propia camisa. Alzó la mirada al ver una silueta difuminada y centrándose, le parecía ver a Takechi, aunque, no podía ver bien su cara ya que sus gafas estaba limpiando. Otoya la sonreía falsamente y ella no se percataba de ello sin sus gafas.
En cuanto vio que se acercaba al punto de toparse cara a cara junto a la joven de pelo morado, se sonrojó ligeramente.
— ¿Qué quier...?— Llegó a decir si no fuera porque su compañera se había lanzado sobre ella abrazándola. El peso la tumbó contra su colchón. La castaña tuvo que levantar sus piernas a la vez que caía hacia atrás de una forma involuntaria; pues, su cuerpo llegaba al límite de flexibilidad. Otoya mantenía sus pies al aire mientras con todo su peso sobre Shiena, la de pelo púrpura se quedaba abrazándola.
El recorrido era tan sencillo como decir que la de pelo morado pasaba por entre las piernas de su compañera y terminaba cara a cara con esta. Sus brazos pasaban por debajo de los de Kenmochi.
— ¡Shiena-chan!— Mencionaba con un ánimo alegre y fingido. La chica de ojos marrones se encontraba sonrojada. Esta vez no era un abrazo dócil y solidario, era de aquellos que te asfixiaban de lo tanto que duraba. Era como estar atrapada por la araña.
— Debes de ser más receptiva y corresponder al abrazo.— Comentaba mientras de muy cerca la miraba aún con esa sonrisa.
Kenmochi no era muy capaz de reconocer las expresiones faciales de su compañera por la miopía; pero se sentía atrapada en una telaraña y los movimientos de la araña no eran predecibles, no al menos las intenciones de estos.
En cuanto iba a levantar su brazo a colocarse las gafas, un codo de su compañera paralizó el brazo colocándose sobre él.
— Shiena-chan. Eres muy divertida.— Decía su compañera de pelo púrpura mientras reía.
— ¿Q-qué ocurre contigo?— Cuestionó la castaña.
— Eres la presa favorita de cualquier araña; puedo liberarte y volverás a caer.— Respondía.
— ¡Déjame!— Decía Kenmochi tratando de apartar de encima a su compañera, quien, a la vez, la abrazaba con más intensidad.
Su pierna derecha colgaba más que la izquierda, pues, al haber tratado de apartar a Otoya se inclinó un tanto.
— ¡No sé que tienes en contra de mí!— Añadió segundos después.
— ¿Contra de ti? Ni siquiera quiero cortarte, y podría hacerlo perfectamente aún con ese detective detrás de mí ya que pronto conseguiría asesinar a la target.— Dijo su compañera.
— Quieres molestarme de una forma peculiar... He visto de todo y esto fue lo más extraño vivido.— Añadió la castaña, aún sonrojada.
Otoya la besó en la mejilla y se quitó de encima. Dejándola ruborizada.
— Buenas noches Shiena-chan. Duerme muy bien.— Decía mientras se marchaba mostrando una sonrisa. La de ojos color marrón quedó mirándola en la misma posición y enrojecida; De alguna forma u otra, no lograba compararlo con bullying. Ser la presa esta vez era hermoso
