Sanguis Fratres
Disclaimer: Todo la referente a Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Prólogo
Pocas personas sabían la verdadera identidad y personalidad de Hermione Jean Granger; y por desgracia para él, Draco Lucius Malfoy era una de ellas. Acababa de meterse en la cama cuando su padre lo había convocado en su despacho. Tuvo que ponerse una bata verde oliva de seda ya que solo llevaba unos pantalones del mismo color, y salir corriendo por los pasillos de la mansión Malfoy. Golpeó la puerta del despacho de su padre con sus nudillos antes de que esta se abriera. Y allí estaba ella, con su mirada divertida y juguetona, sentada en el sofá al lado de la hoguera. Su rostro estaba marcado por pequeños destellos rojos que su copa de vino tinto desprendía.
- Hijo, toma asiento. Espero que nuestra invitada no se haya aburrido por tu tardanza –le reprimió Lucius Marfoy con ese tono frio y aristocrático que tanto le caracterizaba.
Draco se acercó al sofá donde estaba ella, le cogió delicadamente la mano y se la llevo a los labios.
- Hermione,-pudo sentir como se le erizaba la piel cuando su aliento la rozó.
- Draco-dijo ella en apenas un susurro.
- Ruego tu perdón por mi retraso, pero a decir verdad no encuentro causa alguna por la que nos deleites con tu presencia a altas horas de la noche.
- Hijo,-Lucius interrumpió el cruce de miradas entre el descendiente del linaje Malfoy y su prometida.- el señor le Fay ha solicitado una reunión. Si no te importa acompaña a la Señorita le Fay mientras voy a recibir a su abuelo a la entrada de la mansión.
Y dicho esto, se levantó de su asiento y se retiró de la sala. Draco se sentó en el sillón contiguo al de su padre, en frente de Hermione. Los dos procedieron a inspeccionarse minuciosamente antes de continuar hablando.
- Malfoy, ¿nunca cambias de color de pijama?
- Me acabo de despertar y he tenido que correr por todo el pasillo, discúlpame por no haber tenido tiempo para cambiarme de color el pijama- dijo con su voz arrastrada y sarcástica, siempre tenían que disimular delante de sus familias .- ¿Por qué estás aquí Granger?
- Oh, -se llevo la mano con la que no sostenía la copa al pecho con un deje de teatral dramatismo- se me olvidó que nos son horas para que los niños pequeños estén despiertos. –reprimió una sonrisa y añadió- Y esperaba que fueras tú quien me explicara el porqué de que mi abuelo nos halla reunido justo una semana antes de que empiece el nuevo curso de Hogwarts. Hace apenas 10 minutos recibí una lechuza con una carta pidiéndome que viniera lo antes posible –suspiró antes de volver a llevarse la copa de vino a los labios.
- Ha sido tu abuelo quien nos ha convocado, no querrá tu familia anular el matrimonio, ¿no?
- ¿Tanta pena te daría?
- Prometimos desde los cinco años que nos casaríamos cuando yo cumpliera los 18. De todos modos no creo que sea eso, ¿alguna idea?
Ella se mordió el labio inferior, solo lo hacia cuando no encontraba una respuesta a algún enigma o estaba nerviosa. Siempre procuraba esconder lo que pasaba por su cabeza, pero no se daba cuanta lo fácil que era leerla. Tan inocente e ingenua y a la vez, tan inteligente y astuta. Y pensar que había elegido cambiar de apellido e ir a Gryffindor solo por desafiar a nuestras familias. Todavía no podía creer como no había acabado en Slytherin. El ruido de la puerta abriéndose los sacó a los dos de sus respectivas ensoñaciones, y se levantaron a recibir a los recién llegados.
- Pequeña mía, puedo escuchar los mecanismos de tu cabeza trabajar a velocidades forzosas por cuatro kilómetros y medio a la redonda -Máximus le Fay hizo acto de presencia detrás de Lucius, y con un leve movimiento les indicó que se volvieran a sentar-. Pero siento decepcionarte querida, no lo adivinarías ni disponiendo de dos décadas para pensarlo.
Y a continuación los dos hombres se sentaron al lado de sus respectivos herederos. Le Fay era un hombre alto y fornido, con porte aristocrático como su propio apellido indicaba. Probablemente nadie sabía su edad, pero su pelo era excesivamente blanco y llevaba una barba de apenas varios centímetros bien cuidada. Tenía una mente sagaz y perspicaz, cualquiera que tuviera la ocasión de conocerle pensaría que rondaba ciertamente la delgada línea de la locura. Pero pocos sabían que detrás de su excentricidad se escondía un hombre inteligente, astuto, serio y retorcido. Draco Malfoy lo admiraba por ello.
Su sangre procedía de una de las familias más importantes que el mundo pudiera haber pisado alguna vez, ¡procedían de la mismísima Morgana le Fay! Cualquier persona del mundo mágico que escuchara ese apellido se estremecería. Esa era una de las causas por las que Hermione había decidido coger otro apellido para ir a Hogwarts. No le gustaba que las personas juzgaran a otras por su linaje. Parecía mentira que la descendiente directa de Morgana, bruja conocida por su tendencia a las artes oscuras y enemiga de Merlín, estaba a favor de los sangresucias y muggles. Máximus siempre decía que si Morgana se levantara de su tumba sería para volver a ella al ver en que se había convertido su descendencia.
Lucius ofreció una copa de whisky de fuego a los hombres de la sala, y cuando todos estuvieron acomodados incitó a Máximus a explicar a que se debía esta reunión.
- Lucius, Lucius… Nunca fuiste muy paciente, ¿no es así? Me acuerdo cuando tu padre me invitó a tu décimo cumpleaños. Estabas tan ansioso que no pudiste esperar hasta la hora de abrir los regalos, y intentaste abrirlos a escondidas –soltó una carcajada- todavía no sé que hechizo utilizó Abraxas para mandarte volando al lago.
Draco estaba perplejo, nunca habría podido imaginar que su padre fuera tan descuidado como para no revisar sus regalos con algún instrumento anti-magia antes de abrirlos fuera de tiempo. Todo Malfoy sabía que estos estaban protegidos con un hechizo que iba pasando de generación en generación cuando su sucesor se convertía en padre. Era una extraña tradición. Hermione en cambio intentaba ocultar sus carcajadas tosiendo disimuladamente.
- Deja de intentar matarme con la mirada, -hizo un movimiento con la mano restándole importancia- todos sabemos que no funciona. Supongo que estaréis interesados en por qué os he llamado ha estas horas de la noche.
- Así es abuelo.
- Pequeña, -se inclinó y depositó un dulce beso en la frente de su nieta- creo que esto te interesará tanto como a mí. Estaba yo en la biblioteca de nuestra mansión cuando, buscando entre los tomos más alejados, ha caído un pergamino de las estanterías –acto seguido sacó de su túnica un pergamino bastante viejo que entregó a Hermione y ésta procedió a leerlo en alto:
"Sanguis Fratres es un encantamiento bastante peligroso, que he decidido investigar. Parece una magia ancestral que pocas personas se han atrevido a utilizar. Para empezar, porque al hacerlo decides conectar tu mente y cuerpo con otra persona. En esta época nadie parece gozar de la confianza suficiente como para arriesgarse a perder su libertad por un simple amigo. Quizás porque la libertad es demasiado valiosa o porque nadie piensa que el otro merezca tu propia vida. He hablado con Arturo de mi descubrimiento, se ha mostrado demasiado entusiasta. La magia siempre le ha fascinado. Me ha recordado sutílmente que sería una buena idea utilizarlo. No es que me de miedo perder mi vida por él; si no más bien, me da miedo que él pierda su vida por mi. Le conozco demasiado para saber lo leal y honrado que es conmigo. (…)
Parece que el encantamiento ha tardado cinco días en mostrar algún que otro indicio.(…)
Me temo que debo darle la razón, el encantamiento es más que útil. Podemos comunicarnos telepáticamente cuando queramos. Al principio no sabíamos como lograrlo, pero solo hay que pensar en la persona en concreto con la que estás ligada y luego mandarle lo que quieres decir. Es mucho más cómodo y rápido que hablar normal. Pero él dice que prefiere que no hablemos mentalmente cuando estamos solos. Dice que extraña mi lentitud al hablar, que así no doy misterio. (…)
Hoy estando los dos reunidos con Morgana, a esta le ha ofendido el comportamiento de su hermano Arturo. Le ha dado una bofetada con el anillo y le ha abierto una herida. He podido sentir como le dolía, pero no me ha molestado. Entonces he pensado que quizás el comportamiento de Arturo era culpa mía, y por tanto la herida de su mejilla también. He pensado que debería ser yo quien llevase esa herida. ¡Por Salazar bendito! La herida se ha cerrado en la mejilla de Arturo y a pasado a estar en mi mejilla. Morgana lo ha presenciado todo. Me ha preguntado que clase de magia había utilizado, Arturo le ha gritado que se metiera en sus asuntos y se ha marchado indignada. Aunque me ha parecido muy graciosa su expresión. (…)
Morgana parece empeñada en encontrar el hechizo, siempre ha tenido un gran talento para la curación. Pero me da miedo pensar para que utilizaría el encantamiento. (…)
Arturo estaba nervioso en su boda. Cuando se ha conjurado el hechizo del matrimonio he sentido como se desprendía esa unión que tenemos. Lo hemos hablado, ya no podemos comunicarnos mentalmente. Parece que el hechizo del matrimonio es una magia más poderosa que Sanguis Fratres y ha anulado el encantamiento. Parece que Morgana también se ha dado cuenta. (…)
He entregar este pergamino a Arturo. Ha pensado que sería mala idea que alguien con malas intenciones lo encontrase. Espero que quien lea esto sepa utilizar y admirar lo que este hechizo representa.
Merlin."
Hermione terminó de leer el pergamino y miró perpleja a su abuelo. Este sonrió al darse cuenta del entusiasmo de du nieta. Siempre le había gustado que hubiera sacado su curiosidad.
- Veo que entiendes lo que significa, pequeña.
- Por supuesto que sí –respiró hondo antes de continuar-. Abuelo, como ya he reiterado más de una vez, por fin tengo las pruebas que demuestran que Morgana no era una buena persona, como siempre tratas de inculcarme, si no una ladrona.
Lucius y Draco suspiraron y se frotaron el puente de la nariz al mismo tiempo. Hermione tenía entre manos una de las magias más poderosas y ancestrales; y lo primero que le pasaba por la cabeza era que su antepasada tenía que haber robado el pergamino para que ella lo pudiese estar leyendo.
- Pequeña, en todo caso deberías decir "supuesta ladrona", no puedes ir acusando sin pruebas a cualquier persona que veas. Y creo que no os habéis dado cuenta hacia donde quiero llegar –suspiró y sus ojos brillaron por la excitación del momento-. Quiero que seáis vosotros dos quienes prueben este encantamiento ancestral.
