Disclaimer: Esta es una traducción/adaptación del fic original de OneCelestialBeing, Potions, Silk Scarves, and a Dollhouse. Los personajes reconocibles pertenecen a J.K. Rowling, y la historia original, a OneCelestialBeing.

Pociones, Seda y una casa de muñecas.

Capítulo 1

"¡Maldición mujer! ¿Es que nunca vas a limpiar esta habitación desastrosa?"

Una serie de ruidos en cadena, y luego una seguidilla de maldiciones, había catapultado a Hermione desde la cocina, en donde había estado preparando el almuerzo, hacia la parte posterior de su casa. El sonido había sido tan fuerte, y la había sobresaltado tanto, tan de pronto, que ni siquiera se había molestado en dejar el cuchillo con el que estaba untando manteca sobre un pan, y aún lo tenía en la mano, así como el repasador, cuando llegó a la habitación en cuestión. Pero la imagen de un muy molesto Severus Snape, yaciendo desparramado de espaldas, cual tortuga que ha quedado patas arriba, en medio de una pila de cajas y ropa recién doblada, que había tenido la intensión de guardar más tarde, la hizo reírse descontroladamente, y que en consecuencia, causó que dejara caer el cuchillo y el repasador, justo a sus pies, y el cuchillo terminó clavado en el suelo, muy, muy cerca del dedo gordo de su pie.

"¿Crees que es gracioso? ¿Eh?" Gruñó Severus. "Me las arreglé para sobrevivir una guerra mágica, tú y tus dos amigos casi me matan varias veces, eso sin mencionar todos los encuentros cercanos con la muerte, que tuve cuando era estudiante. Todo lo que se necesita es un viaje tu casa, cuando se supone que estoy haciendo mi trabajo, para sacarme de mi miseria."

Severus se veía tan molesto que Hermione no podía parar de reír a pesar de la ácida expresión del rostro del hombre.

"Lo siento." Se disculpó ella, luego de agacharse para levantar el cuchillo de la manteca y el repasador. "Trataba de agradecerte por ayudarme. Te estaba preparando el almuerzo, de hecho. Después de todo, te desviaste de tu camino para traerme las pociones."

"Si bueno…" Refunfuñó Snape, poniéndose de pie y quitándose el polvo bruscamente de los pantalones, con una mano.

"La próxima vez, te dejaré todo en la jodida cocina. Solo estaba buscando un lugar en donde dejar el libro que te traje."

Hermione ya estaba regresando a la cocina, se detuvo en seco, girando la cabeza, con la boca abierta.

"No te estarás refiriendo a…"

"Sí. A ese." Respondió Severus, picándole la espalda suavemente con un dedo mientras seguían caminando. "Finalmente pude encontrar una copia, así ya no tendrás que tratar de sacar la mía de mi casa a cada rato."

El hecho de haber permitido a Hermione entrar en su casa, hablaba a gritos sobre lo que había logrado Severus como persona.

Había habido un punto, después de la guerra, en donde él no había querido saber nada del Trío Dorado, o alguno de sus colegas, para más señas. El encontrarse atrapado, en una amistad, él suponía que esa era una palabra adecuada, con una jovencita, veinte años menor que él, le había resultado desconcertante al principio. No fue sino hasta el cumpleaños número veinticinco de Hermione, (ella había llorado, suplicado, berreado, zapateado y amenazado hasta que él prometió ir a la fiesta), que Severus cayó en la cuenta que albergaba algo más que solo sentimientos platónicos por la joven hechicera.

Apenas habían cortado el pastel, cuando vio al mocoso Weasley, inclinarse sobre ella y manosearle el trasero a la chica, cuando supuso que nadie estaba mirando. En ese punto, Severus se había dado cuenta que deseaba ser el único que pudiera tocar el trasero de Hermione, nadie más. Eso, y que deseaba arrancarle a la comadreja todos y cada uno de sus mugrientos dedos, por haberla manoseado como si se tratara de una prostituta barata.

Por supuesto, Severus tenía un montón de complejos y a menudo se preguntaba si ella seguía siendo su amiga, solo por lástima. Eso, y por el acceso que la chica tenía a su biblioteca. Cualquiera que fuera el caso, él disfrutaba mucho de su compañía, y además, ella era mucho mejor cocinera de lo que él era.

Otra cosa que había cimentado su amistad, era un incidente ocurrido el año anterior.

Por primera vez en su vida, Hermione había salido de parranda por Londres muggle, con sus amigos, y se había puesto ebria, hasta el punto de tener que andar a gatas.

De alguna manera, había logrado llegar a su casa, no sin antes enviar a Severus su patronus, rogándole que la sacara de su miseria

Él se había aparecido en casa de la castaña, (los hechizos de seguridad llevaban largo tiempo reconociéndolo), y había encontrado a Hermione en posición fetal, en el suelo, agarrándose la cabeza.

De haber sido otra persona la 'víctima' del alcohol, Severus la hubiera dejado que durmiera la borrachera. Sin embargo, él había estado en medio de la elaboración de una poción, cuando la fantasmagórica nutria de Hermione, había entrado en su escasamente iluminada casa.

Sin pensarlos dos veces, él había levantado a la sollozante mujer en sus brazos y se había aparecido con ella, en La Hilandera.

Para alguien que apenas le llegaba al hombro, la mujercita hizo un escándalo que solo podía ser descripto como monumental, cuando se le revolvió el estómago por la cantidad de tragos mezclados, combinados con la aparición, y terminó vomitando todo en el suelo de la estancia de Severus.

Contorsionándose violentamente, hasta que solo le quedó bilis en el estómago, Hermione se había echado a llorar, disculpándose repetidas veces, por ser una inconveniencia tan poco atractiva.

Le había costado mucho a Severus el no estallar en carcajadas al ver a la ebria hechicera. Se había manchado todo el frente del vestido, se le había corrido el maquillaje, y eso le daba un aspecto como de lechuza, con los dos ojos enmarcados en pintura negra, y el cabello se veía como si hubiera metido los dedos en el enchufe.

En medio de todo, se las arregló para quitarle las prendas manchadas y meterla en el baño y bajo la ducha, que parecía que nunca iba a soltar un chorro de agua parejo, y para dejarla limpia, mientras le juraba a la joven que no iba a morir, que no necesitaba ir a San Mungo, y que se sentiría mejor en la mañana, aunque sí tendría un dolor de cabeza asesino.

Luego, la llevó hasta su pequeña cama y le hizo beber una poción azul. Luego, Severus la dejó dormir la borrachera.

Luego de finalizar con las pociones que había dejado con un hechizo conservador, había ido a ver cómo seguía Hermione.

La chica estaba literalmente desparramada bajo las sábanas, y se veía como una depresión en el espacio entre las piernas.

Al principio, él no había prestado atención a la desnudez de la joven, ya que lo único que había querido, era dejarla limpia y ponerla a dormir. El verla ahora, y tener la certeza que saber que estaba completamente desnuda, hizo que le hirviera la sangre, pero incluso él no era capaz de ir tan lejos como manosear a una muy incapacitada e inconsciente jovencita. Incluso, se había ido a dormir al durísimo sillón que estaba junto a la ventana, sabiendo que eso era lo correcto.

A pesar de lo embotado que estaba su cerebro, ella había abierto apenas los ojos, y había dicho un 'gracias' arrastrado, mientras trataba de hacer un gesto, invitando a Severus a dormir a su lado.

Así que, por primera vez, habían dormido en la misma cama. Ella, bajo las sábanas, con la cabeza de lado, porque su aliento era horrendo, y él, sobre el cobertor.

"¿En qué piensas?" Le preguntó Hermione a Severus, mientras él la seguía hasta la cocina.

"Estaba recordando la primera y única vez que te vi completamente borracha, y me preguntaba por qué esperaste hasta los veintiséis años para hacerlo."

"¡No! ¡No hables de eso!" Gritó ella con vergüenza y las mejillas teñidas de rojo furioso. "¿Es que nunca vas a dejar que olvide eso?"

"Los libros a los que les vomitaste encima nunca lo olvidarán." Replicó él sin darle importancia. "Pero en tu defensa, diré que eres una ebria muy educada. Te la pasaste repitiendo, 'lo siento, lo siento tanto', una y otra, y otra vez. Incluso, te ofreciste para limpiar el piso, y no te quejaste cuando te di tostadas quemadas en el desayuno."

"Bueno, al menos me hiciste el desayuno, que es más de lo que puedo decir de Ron y Harry." Se rió Hermione, todavía recordando. "Las cosas que esos dos le hacen a los huevos…es prácticamente un crimen."

"Todavía me asusta recordar las clases de pociones de esos dos… no….por favor, no me lo recuerdes." Gruñó Severus. "Como sea, ¿por qué tu habitación se ve como si hubiera vomitado? ¿Has oído, alguna vez, de los hechizos de limpieza?"

"Severus Snape, más te vale que no digas nada más. Algunas partes de tu casa no han visto una limpieza desde los días del primer Primer Ministro. Lo que sucede es que estaba buscando una cosa."

"¿Qué buscabas? ¿Tu salud mental? Estoy seguro que no se está escondiendo debajo de la cama, entre las gigantescas motas de polvo."

Severus se había sentado en la pequeña isla de la cocina, y estaba mordisqueando el sándwich que Hermione había puesto frente a él. La mueca burlona quedó momentáneamente oculta detrás de la servilleta de papel, con la que Severus se limpió la boca, mientras ella le echaba una mirada reprobatoria.

"No, Sr. Sabihondo. Lo que estaba buscando, era una sortija que me dio mi papá. La noche anterior, cuando hice de niñera, estaba sobre mi cómoda, pero ahora no puedo encontrarla."

"Sobre eso," Comenzó a decir Severus luego de tragar su bocado de sándwich. "¿Es que vas a pasar cada fin de semana cuidando niños que ni siquiera son tuyos? ¿Vas a pasar cada fin de semana limpiando traseros, babas, y solo dios sabe qué otras cosas?"

"¿Por qué no Severus? ¿Es que prefieres que te limpie a ti el trasero?" Preguntó Hermione dulcemente, mientras servía dos vasos de limonada.

"¿Sabes qué? Debería ponerte sobre mis rodillas y darte una zurra en el trasero por semejante comentario."

"Oh, oh, ten cuidado, podría gustarme que lo hagas…" Retrucó ella, cosa que dejó de una pieza al mago frente a ella. "Merlín sabe que esa sería la única acción que tendría desde…diablos, ¿es mala señal que no pueda recordar desde cuándo?"

"Mocosa desvergonzada, tú no necesitas una zurra, necesitas un bozal."

"¿Por qué? ¿No te gusta el dulce sonido de mi voz?"

Este tipo de conversaciones, entre ellos, era normal. Hermione sabía que Severus tenía un sentido del humor sádico, pero a veces, era muy divertido, a su muy peculiar y parca manera.

"Ya sabes lo que dicen, la ausencia solo aumenta el cariño. Tal vez, me encariñaría más con tu voz si no la escuchara tan a menudo."

"Eres un hombre horrible. Me voy a grabar cantando, me voy a meter en tu casa, voy a poner la grabación para que se repita una y otra vez, y lo voy a esconder donde ni la magia lo pueda encontrar. Luego, voy a pintar todos tus sweaters de rosado."

"Si crees que serás capaz de entrar en mi casa y agitar tu varita, estás tristemente equivocada." Dijo Snape con seguridad, provocando la risa en Hermione.

"Hablando de rosado, ¿qué mierda es esa cosa fea que estaba en medio del suelo de tu habitación?"

Hermione se puso seria al pensar de qué estaba hablando él.

"¡Oh! ¡Eso! Eso es mi vieja casa de muñecas. Mi abuelo la hizo para mí cuando era yo pequeña. Lily adora la adora y le prometí que la dejaría jugar con ella cuando viniera. Deja de fruncir el ceño."

Snape se veía como si fuera una nube negra, de las que prometen rayos y truenos, en medio de los alegres colores de la cocina de ella, allí sentado, en el taburete alto, mirándola con el ceño bien fruncido.

"Bueno, como sea, casi caigo sobre esa cosa infernal. ¿Y no se supone que le pones una muñequitas adentro, o alguna basura similar? ¿Por qué está llena de bufandas?"

"Creo que Lily las estuvo usando como sábanas para sus muñecas." Replicó ella, distraída. "No le pregunté. Todo lo que sé, es que estuvo entretenida por horas, y yo necesitaba la tranquilidad para poder poner a dormir al bebé."

Snape revoleó los ojos al pensar en los pequeños niños Potter. No tenía nada en contra de ellos, pero prefería poner los testículos en una prensa, que tener que pasar una noche con ellos. No. Severus no quería saber nada con niños. Estaba totalmente retirado, y no tenía deseos de volver a enseñar, pero todavía preparaba pociones para la enfermería de Hogwarts y para San Mungo, lo cual era un muy buen suplemento para su pensión, y lo mantenía ocupado entre semana. Los fines de semana, estaban reservados para actividades más tranquilas, muchas de las cuales, incluían a Hermione, aunque últimamente, había pasado mucho tiempo cuidando de los niños Potter o los niños Weasley, lo que no dejaba tiempo para algo más. Durante la semana, ella trabajaba como maniática en el Ministerio, a menudo, con el tiempo justo para tragar la cena, darse una ducha rápida y caer rendida en la cama, y todo para despertar al día siguiente y repetir todo el proceso.

Muchas veces, Severus quiso sugerirle que trabajaba demasiado duro, que necesitaba tiempo para salir con sus insulsas amigas, o cosas por el estilo.

Severus había odiado a cada uno de los idiotas con los que Hermione había salido desde que había terminado con Weasley, hacía mucho tiempo ya. Que Severus supiera, ella nunca había llevado a ninguno de esos patanes a su casa, ni ella había ido a la de ellos. En su experta, pero no solicitada, opinión, Hermione era demasiado buena para ese hato de tarados.

No era como si pensara que él mismo era mejor, pero ni loco admitiría semejante cosa.

"¿Por qué cuernos no les dices a tus amigos que se ocupen de sus mocosos por un jodido fin de semana?" Preguntó él.

"Lo sé, lo sé." Suspiró Hermione, haciendo girar, distraídamente, el hielo en su vaso. "Pero es que me lo pidieron de antemano, solo que no me di cuenta que resultarían ser cuatro fines de semana consecutivos en el mes. Es por eso que mi cuarto se ve así; tienes suerte de no haber visto el cuarto de las cajas. Me da miedo entrar ahí."

"Si está tan mal como tu habitación, prefiero no saber." Replicó él, terminando su sándwich y sacudiendo las migajas de sus manos sobre el plato. "Pero sí te agradezco que me hayas hecho el almuerzo. Me salvaste de quemar otra tetera."

"No entiendo cómo eres capaz de preparar pociones con los ojos cerrados, pero siempre te las arreglar para quemar hasta el agua…con una tetera eléctrica." Dijo Hermione.

"Cocinar y preparar pociones no son la misma cosa." Comentó Severus, acercándose a ella para darle un beso en la frente. "Me largo. Me esperan en San Mungo."

"Gracias otra vez." Dijo ella, de alguna manera, decepcionada que tuviera que irse tan rápido.

"Sabes, siempre puedes prepararte tus propias pociones." Dijo Severus con fastidio, mientras se echaba a los hombros su capa de viaje. "Así no tendría que cruzar la ciudad."

Hermione se rió. Ella sabía que a Severus le gustaba prepararle las pociones. Tónicos para los dolores de cabeza, para los dolores menstruales, incluso una crema para las cicatrices que ella usaba para esa horrible marca que tenía entre los pechos. Él las hacía todas.

Casi le da un ataque la vez que ella sugirió que compraría todo en la botica, solo para darle un respiro a él.

"No. Es por eso que te conservo cerca de mí." Le dijo a Severus, haciendo que sonriera.

"Tal vez debería prepararte una poción que te haga invisible para todo el mundo, así ya no tendrías a todo el mundo pidiéndote favores a diestra y siniestra."

Hermione sabía que Severus tenía razón. De verdad, ella estaba agotada, entre ayudando a todos y las horas extras que trabajaba para su autoritario jefe. Pero, ¿qué haría ella con el tiempo extra? Todos estaban casados y tenían familias. "Ginny y Luna, al igual que algunas de las chicas del trabajo, a veces tenían tiempo de ir a un pub o a tomar un café, pero también tenían esposos. No juzgaba a sus amistades, pero a Hermione le parecía que su propio 'felices por siempre', significaba un matrimonio y una casa llena de niños, al menos, no por el momento.

Disfrutaba de su trabajo y disfrutaba regresar a la quietud de su casa, en donde podía pasearse en bragas si le daba la gana, mientras cenaba té con chocolate Cadbury, si no tenía ganas de cocinar.

Su mamá siempre decía algo sobre ella viviendo sola, mientras indicaba, delicadamente, que no se estaba haciendo más joven, y que se buscara un compañero antes de ser demasiado vieja para que le importara.

Una vez, mientras cenaban, Hermione le había dicho a Severus sobre los comentarios de su madre, y luego dijo, a modo de broma, que lo que ocurría, era que estaba esperando que él le propusiera matrimonio, lo que causó que Severus abriera los ojos como platos

Hermione le dijo que siguiera comiendo, que todavía tenía que engordarlo un poco más antes de encontrarle una esposa, y que tenía que enseñarle a cocinar, porque él era horrible en la cocina.

"SI encuentras una poción que de verdad me haga invisible, más vale que te procures de una segunda muestra, porque me niego a ser tu conejillo de indias." Se rió ella, mientras lo acompañaba fuera de la casa.

N/T Decidí dividir esta historia, que originalmente era un one-shot, en capítulos, para tener tiempo de terminarla. Lamento mucho la demora, espero sepan perdonarme.