Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn no me pertenece, es una obra de Amano Akira.

Notas: Spoiler- Capítulo 398 del manga.


El dolor le llegó un segundo después de que Jagger le cortara el brazo. Fue un aguijón al principio, clavándose en el cerebro, después una ola ardiente, más tarde punzones al rojo vivo y por último un tifón. No gritó, no hizo ningún sonido, ni dio a entender que le dolía. Era obvio que lo hacía, que el dolor le podía estar matando, que la sensación de no poder mover nada más allá del codo porque ya no tenía nada debía de estar causándole una confusión enorme.

Todos sabían eso.

Xanxus apretó los dientes, mientras le chorreaba el muñón en carne viva y apuntó a Jagger con el otro brazo, fallando el disparo. Entonces entró Squalo en escena. La maniobra para cortar al enemigo por la mitad resulto ser un fracaso. Jagger volvió a tele-transportarse, justo detrás de Squalo. Xanxus pudo verlo todo como si el tiempo se ralentizase y los segundos tuviesen la anchura de los minutos.

Jagger, Squalo, la espada y la mano. Y la sangre.

Fue sólo un segundo, sólo uno, en el que Xanxus ni siquiera parpadeó, únicamente para ver como Jagger le atravesaba el cuerpo a Squalo con el brazo, como si Squalo fuese de papel. Le salpicó la sangre, caliente, a la cara, no acertando él a volver a ejecutar un ataque en respuesta. Squalo caía y cayó como un plomo al suelo, a sus pies. De nuevo otro segundo en silencio, sin que el tiburón se levantase o siquiera tratase de moverse.

Xanxus, haciendo caso omiso del dolor, a su brazo cortado y a la sangre que estaba perdiendo, le miró desde las alturas, frío por fuera pero tenso por dentro.

—Ey, tiburón de mierda —espetó—. Levanta.

Pero no obtuvo respuesta. Ninguna. Ni siquiera un quejido o un gorgoteo, o un simple gruñido. Nada. Squalo, por primera vez, caído sobre su propio charco de sangre, no le contestó. Y eso a Xanxus le dolió más que el brazo perdido. Squalo siempre estaba ahí, siempre respondía, siempre actuaba, siempre estaba tras él, como una sombra. Que él pudiera desaparecer no entraba en sus planes. Su mente era incapaz de concebirlo.

Squalo no podía morirse, ¿verdad?

¿Verdad?

Gradualmente, poco a poco, casi con dulzura y lentamente, la ira fue recorriéndole las venas, haciéndole burbujear la sangre, mientras le iba ardiendo la piel y las cicatrices, viejas compañeras, se iban haciendo cada vez más grandes. Xanxus iba a estallar de un momento a otro y Jagger era el blanco de su ira. Una ira que ni siquiera él mismo le deseaba a nadie.

Xanxus olvidó el dolor, olvidó su brazo. Habían hundido al tiburón, ahora era su turno.