Los personajes de SaintSeiyano me pertenecen, son propiedad deMasamiKurumada.
El futuro en sus manos
Los escombros y la destrucción se podían distinguir más allá de su visión. La incipiente luz del sol solo le había hecho evidente aquello que deseaba negar con todo su corazón. Su intensión solo había sido salvar a aquel que la había protegido con tanta devoción. Pero, ahora ya todo estaba perdido y no había vuelta atrás; al contrario, había arrastrado a todos con ella a un final que jamás imaginó, a un desenlace que se escapaba totalmente de sus manos…
Sus brillantes ojos azules dejaron escapar incontenibles las lágrimas que reflejaban su intenso dolor, su atormentado corazón se liberó en gritos desgarradores que solo hacían eco en el vacío. Deseaba, anhelaba y suplicaba porque algún milagro ocurriera, que alguien regresara el tiempo atrás y le devolviera a aquellos que tanto le habían entregado, a aquellos que fueron capaces de sacrificar sus vidas por ella. ¿Cómo había sucedido todo eso? ¿Qué había hecho mal?
Se dejó caer sobre las rotas baldosas del templo sin importarle el dolor físico que sintiera al hacer contacto con el suelo, pues nada podía doler más que su alma en ese instante.; su espíritu ya estaba hecho mil pedazos y nada lo iba a remediar, solo podía limitarse a liberar aquel sufrimiento en lamentos que nadie escucharía.
Sus mejillas se cubrían de gruesas lágrimas y sus manos golpeaban el suelo, desgarrando su suave y nívea piel, la que comenzó a llenarse de heridas sangrantes que manchaban su blanco vestido. Su corto cabello lila ondeaba ante un viento que intentaba aliviar su dolor, acariciando su alma, pero ella se negaba a ser consolada, se prohibía a sí misma siquiera aceptar un pequeño consuelo. Todo lo que quería en aquel momento era volver a verlos…
—¡Seiya! ¡Shun! ¡Ikki! ¡Hyoga! ¡Shiryu! —gritó desolada Saori, sin embargo, sus palabras se las llevó el viento y no obtuvo ninguna respuesta más que el silencio eterno de su destruido futuro.
Capítulo 1 Despertar…
La luz del amanecer entrando por su ventana comenzó a despertarlo de un sueño que parecía eterno. Con dificultad se incorporó sobre su cama e intentó enfocar su mirada a su alrededor, sin reconocer donde se encontraba. Llevó sus manos a su cabeza, como intentando recordar, pero fue inútil. Revolvió sus largos y castaños cabellos con fuerza, liberando su frustración. Su cuerpo se sentía adormecido aún y cada movimiento le costaba un incesante hormigueo que recorría sus extremidades, impidiéndole moverse con libertad. Pero, él no se detendría por esa sensación tan extraña, muy por el contrario, de un solo salto se puso finalmente de pie, decidido a buscar explicaciones de lo que estaba ocurriendo.
Caminó tambaleante por su habitación hasta llegar a la puerta, teniendo aún la chocante sensación de haber estado dormido por una eternidad. Sin embargo, justo cuando se disponía a abrir, alguien giró el picaporte y apareció frente a él una figura que creía inalcanzable.
—Seiya, al fin despertaste —dijo la recién llegada, abrazando con anhelo el cuerpo del castaño.
—¿Se-seika? —preguntó aún desconcertado por su presencia.
—Sí, hermano, soy yo —respondió con lágrimas en sus bellos ojos cafés.
—¿Cómo me encontraste? Estuve buscándote, pero nadie sabía nada de ti —reveló emocionado. Después de tanto tiempo, su hermana estaba ahí, frente a él al fin.
—Ya tendremos mucho tiempo para ponernos al día, pero ahora necesito que vuelvas a la cama. No pensé que te despertarías tan pronto.
—¿Qué sucedió, Seika? Tengo la sensación de haber dormido mucho tiempo —cuestionó el joven santo.
—¿No recuerdas nada?
—¿Qué debería recordar? Me siento tan confundido —reconoció con sinceridad y frustración.
—Es natural que te sientas un poco perdido. Llevas inconsciente varios días. La señorita Saori le pidió a Marín que te cuidara mientras ella resolvía tu situación…
—¿Saori? ¿Quién es ella? —Seiya sintió un extraño dolor en su pecho al pronunciar ese nombre, sin embargo ninguna imagen venía a su mente. Parecía como un recuerdo lejano que no podía visualizar, un recuerdo que se desvanecía poco a poco mientras más se esforzaba por traerlo de vuelta...
…
—Joven… joven, ¿se encuentra bien?
Una dulce voz lo llamaba, arrancándolo de un profundo sueño. Sentía el fresco viento acariciar su rostro, mientras una mano lo remecía con suavidad. Con pereza intentó abrir sus ojos para responder a quien lo estaba despertando, pero la imponente luz del sol le impedía enfocar la vista en la persona dueña de tan hermosa voz. Deslizó sus manos por debajo de su pecho para poder levantarse cuando notó el césped sobre el que estaba recostado, lo que terminó por despertarlo definitivamente.
—¿Dónde estoy? —se preguntó en voz alta, olvidando que tenía compañía.
—En el parque Inokashira, a las afueras de Tokyo —le respondió la dulce voz.
Recién en ese momento recordó que alguien lo había despertado y enfocó su vista en la joven que lo miraba confundida. Su largo cabello azul caía por los costados de su cara dándole un aspecto angelical y sus ojos verdes lo miraban con ternura. Se sintió extrañamente atraído a su imagen, como si la conociera de algún lugar lejano.
—Lo siento, creo que estoy perdido —respondió al fin, saliendo de su ensimismamiento.
—Lleva mucho rato tendido en el césped. Me pareció extraño que no se moviera, por eso me acerqué. Disculpe si lo incomodé —dijo, a la vez que hacía constantes reverencias.
De pronto, el llanto de un bebé llamó su atención, girándose hacia un coche que estaba a su lado. La vio acariciar al bebé, hablándole con suavidad. Se sintió enternecido de la fortuna que tenía aquel pequeño de tener a su madre junto a él.
Finalmente, se levantó para decidir qué hacer y reconocer en qué lugar se encontraba y por qué. Sacudió sus verdes cabellos y su ropa, sintiendo el cuerpo adolorido, a pesar de no tener ninguna herida aparente. Al observar a su alrededor, pudo ver su caja de pandora con su armadura de Andrómeda a cierta distancia.
—¡Claro! Estaba combatiendo junto a Athena —susurró en voz baja—. Entonces, ¿qué hago aquí?
—Disculpe, ya me tengo que retirar. Espero que esté bien —se despidió la mujer.
—Muchas gracias por su preocupación —respondió con cortesía.
Caminó hasta su caja, mientras observaba cómo la joven se alejaba empujando el coche de su bebé. A la distancia pudo ver cuando se encontraba con un hombre que se acercó a ella con una rosa en su mano, depositando un dulce beso en su mejilla. Definitivamente ese bebé debía ser muy feliz, pensó.
Confundido aún, tomó su armadura y comenzó a caminar sin rumbo, intentando saber en qué lugar se encontraba. Su último recuerdo era el de haber terminado victoriosos la batalla en el siglo XVIII y la cara de felicidad de Saori al saber que Seiya había sido liberado de la maldición de la espada invisible de Hades.
—Entonces, el viaje de regreso fue un éxito —reflexionó—. Debo encontrar a Seiya y los demás.
Shun caminó presuroso por las tumultuosas calles buscando algún tipo de información, cuando algo comenzó a llamar su atención. Las ropas, los peinados, los vehículos, algo no concordaba en ese lugar. Temeroso se acercó a un pequeño kiosco de periódicos y con estupor leyó la fecha… 01 de noviembre de 1976.
…
El blanco de la nieve podía distinguirse en todas direcciones y el frío aire provocaba que su respiración fuera totalmente visible. Estaba muy acostumbrado a ese clima gélido y sabía a la perfección donde se encontraba.
—Siberia —susurró meditativo.
Cargaba su caja de pandora en la espalda a la vez que avanzaba pesadamente sobre la nieve, hundiéndose en ella debido a la altura que tenía. Pudo distinguir edificaciones a lo lejos y eso lo guiaba a través de aquel desierto blanco infinito del que no cualquiera podría salir. Los recuerdos de la batalla recién librada comenzaron a aflorar en su mente, provocando miles de interrogantes que surgieron una tras otra. ¿Qué hacía en ese lugar? ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Qué había pasado con Seiya? Y Athena, ¿dónde estaría ahora?
La nostalgia lo invadió de pronto al reconocer el pueblo al que había llegado. Las calles permanecían intactas, tal como en sus viejas memorias de niño. Podía reconocer el pequeño negocio donde su mamá compraba los enseres del mes. Las personas transitaban raudas intentando evitar que el frío calara sus huesos, envueltas en gruesas ropas, ocultando sus respiraciones bajo sus abrigos. Todos lo miraban con sorpresa o recelo, pues él solo llevaba puesta su ligera ropa de siempre y parecía no estar congelándose. Continuó su camino sin distraerse más allá de lo necesario, pues de alguna forma debía volver al Santuario para saber qué había pasado con sus compañeros. Sin embargo, como salida de sus recuerdos, al final de la calle vio una reconocida figura, una mujer de largo y lacio cabello rubio, el que caía por sobre su abrigo, aquel que él conocía tan bien.
—No… no puede ser —se dijo a sí mismo.
Empezó a marchar más rápido para no perderla de vista, pero aquella calle era la más transitada del pueblo y justo en ese momento parecía que todos habían salido a comprar, pues se cruzaban en su camino vez tras vez, como confabulándose en su contra. Sentía su respiración agitada, producto de la emoción, a la vez que un frío sudor comenzó a descender por sus sienes, humedeciendo su rubio cabello.
—¡Mamá! —intentó llamarla a la distancia. Pero, sus palabras murieron en cuanto terminó de decir aquello tan doloroso para él—. ¿En qué estoy pensando? Mi mamá… no es posible que ella esté aquí. Y si así fuera, no sería más que el producto de mi imaginación o alguna ilusión del enemigo —reflexionó más compuesto.
Giró sobre sí mismo para volver por donde había venido, resuelto a olvidar aquella imagen tan real de su madre, cuando estupefacto escuchó su voz tras de sí.
—Hyoga —lo llamó con su voz cariñosa, tan real como en sus mejores recuerdos—. Ven, hijo, no te alejes de mí.
Cansado de aquella ilusión, convencido de que todo eso era producto de su mente perturbada, se dio la vuelta para encarar la situación con firmeza. No obstante, lo que vio lo dejó aun más confundido y estupefacto. Su querida madre pasó justo a su lado con su perfecta sonrisa llevando de la mano a un niño... él mismo. Podía verse, feliz de acompañarla a comprar sabiendo que de premio obtendría un exquisito chocolate. Recordaba cada detalle de aquel día y sabía perfectamente a donde se dirigían. Seguro de que todo lo que veían sus ojos era solo un hermoso sueño, los siguió a la distancia, rememorando y disfrutando de apreciar el emotivo instante de añorada felicidad. Todo era maravilloso, hasta que en una vitrina pudo ver un televisor donde las noticias de ese día se anunciaban, rompiendo toda aquella etérea atmósfera.
—Bienvenidos a nuestro noticiero, el primero de este año 1.984.
…
Caminaba presuroso intentando huir de aquel lugar. Respiraba aceleradamente producto de su reciente encuentro, mientras sentía los latidos de su corazón golpear fuertes en su pecho. La imagen que acababa de presenciar se había quedado grabada en su mente y le provocaba emociones tan fuertes y confusas que había sentido la necesidad de arrancar de aquel lugar como fuera.
Aún desconcertado de despertar en un sitio completamente desconocido, había avanzado por rurales calles de algún pueblo olvidado, donde cuantiosos niños jugaban a la intemperie, corriendo felices tras un balón maltrecho. Aunque parecía un lugar de escasos recursos, le agradaba ver la alegría grabada en aquellos pequeños rostros tiernos, ajenos a las grandes batallas libradas por aquel santo que los observaba con la satisfacción de saber que había protegido el mundo de aquellos infantes.
Sin notarlo, había llegado hasta una casa antigua de estilo japonés, con sus varias puertas correderas abiertas de par en par. Los árboles de cerezo que rodeaban aquella edificación comenzaban a florecer y le daban un toque mágico al lugar, un toque extrañamente hogareño para él. Cansado de caminar, había dejado su caja de pandora y se había sentado sobre ella bajo la apacible sombra de aquellos frescos cerezos. Deslizó su mano por su frente buscando alivio al cansancio acumulado por varias horas de caminata incesante.
Una joven de cabello negro, recogido en una larga trenza y ataviada con una austera yukata, se acercó a él amablemente con un vaso de agua.
—Tome joven, se nota que ha realizado un largo viaje —dijo con una afable sonrisa.
—Muchas gracias —respondió tomando el vaso—. Disculpe que la moleste, pero estoy un poco perdido. ¿Cómo se llama este lugar?
—Estamos en Takayama.
—¿Muy lejos de Tokyo? No recuerdo un lugar con ese nombre —habló meditativo mientras bebía agua.
—Bastante lejos, como a cinco horas en bus —explicó la joven mujer.
—Muchas gracias —dijo devolviéndole el vaso.
—De nada. Si necesita comer algo puedo servirle un plato de ramen… no es mucho, pero es lo que tengo en este momento —le ofreció con cariño. Sentía una extraña simpatía por aquel joven perdido.
—Se lo agradecería enormemente. Estoy exhausto y hambriento —reveló.
Entonces, él levantó su armadura y siguió a la joven dentro de la casa. Al ingresar pudo sentir el aroma a hogar que ahí se respiraba, que a pesar de ser antiguo, tenía una mágica aura de paz; sin embargo, unos pequeños sonidos salidos de la boca de un bebé lo distrajeron. Vio a la joven caminar con agilidad a pesar de los cortos pasos que podía dar debido a su vestimenta, dirigiéndose hacia el pequeño recostado sobre el tatami y rodeado de unos pocos juguetes. Le acarició el escaso cabello negro y le habló cariñosamente, a la vez que él le sonreía alzando sus pequeños brazos.
—Ma… ma —balbuceó el bebé.
—Sí, mi pequeño Shiryu…
Después de escuchar su nombre salir de los labios de aquella mujer dirigiéndose a su hijo, sintió que el corazón le daba un vuelco dentro de su pecho. Ella dirigió su mirada hacia él nuevamente, sonriéndole con sinceridad, mientras sostenía al bebé en brazos. Esa imagen lo dejó estupefacto, teniendo la extraña sensación de estar viviendo un déjà vu y desesperado salió de ahí corriendo.
No entendía bien qué era realmente lo que sentía, solo tenía claro que aquella situación le parecía una broma del destino. Entonces, una duda surgió en su mente… una duda que necesitaba resolver rápidamente. Caminó un poco y a la primera persona que vió se le acercó dispuesto a preguntarle aquello, aunque lo creyera un loco.
—Perdón, ¿podría decirme qué fecha es hoy? —consultó con notable desesperación en su voz.
—Sí —respondió el transeúnte visiblemente sorprendido—. Estamos a 23 de marzo.
—Pero, ¿de qué año? —preguntó de nuevo, aterrado de escuchar lo que intuía.
—1.977
…
El olor a azufre y el incontenible calor abrasador lo despertaron abruptamente. Sentía el cuerpo magullado como si hubiera caído desde el mismísimo cielo. Sin importarle mucho el dolor, se estiró buscando un poco de alivio a sus músculos y huesos. Al mirar a su alrededor tenía muy claro dónde se encontraba, pero no entendía muy bien cómo o por qué estaba ahí.
—La Isla de la Reina Muerte... — dijo con su voz apenas susurrada, la que reflejaba el dolor que sentía su corazón al recordar aquel extinto lugar—. Es imposible... esta isla está destruida.
Decidido e intrigado comenzó a caminar por aquellas escarpadas y yermas laderas, soportando la incesante ceniza que caía a su alrededor y el tóxico aire caliente que le dificultaba respirar con normalidad. De pronto, el entorno cambió de forma abrupta, revelándose ante él aquel oasis que su amada le había enseñado antes de morir trágicamente.
—Mi dulce Esmeralda —musitó, a la vez que se agachaba para apreciar mejor aquel campo florido.
Los recuerdos volvieron a él, tan reales pero tan inalcanzables a la vez. Acarició aquellas flores intentando sentir el aroma de su única compañera en aquella solitaria isla. Podía escuchar su voz llamándolo a lo lejos y su dulce risa sonaba tan real a sus oídos, acariciando su adolorida alma.
Su pérdida había sido el detonante final del odio que ocultaba su corazón, habiendo deseado no conocerla, para que así ella evitara su horrible desenlace. Pero, ya nada podía cambiarse y su muerte era algo con lo que tendría que cargar el resto su vida, sin poder agradecerle en persona el cariño y cuidado que le había otorgado tan abnegadamente.
No obstante, su mente comenzó a jugar con él, viendo a Esmeralda corriendo a lo lejos hacia ese apartado lugar. Llevaba una regadera en sus manos y con alegría iba dejando caer el agua, devolviéndoles la vida a aquellas resistentes flores. Su vestido ondeaba ante la pequeña brisa que lograba llegar desde la playa al igual que su rubio cabello. Su imagen, tan real y a la vez tan angelical, hizo brotar incontenibles las lágrimas de sus ojos, bañando sus mejillas y apretando su corazón con su amargo recuerdo.
—Esmeralda —dijo dolorosamente, intentando liberarse de su torturador sufrimiento.
—¿Ikki? —lo llamó ella con cara confundida.
Esa fue una enorme sorpresa para el Santo de Fénix, el que creyéndose dentro de su propia ilusión, nunca pensó escuchar su nombre otra vez saliendo de aquellos hermosos labios.
—¿Cómo me puedo engañar a mí mismo? —reflexionó.
—¿Qué haces aquí, Ikki? Acabo de ver que estabas entrenando con el maestro —le preguntó. Su voz sonaba tan real… tan nítida.
—¿Cómo? —se cuestionó.
El joven de azules cabellos comenzó a sentirse mareado, asustado de aquella ilusión tan real. Quizás había quedado atrapado en algún poder del enemigo que estaba combatiendo o quizás ya estaba muerto. Algo ocurría en aquel lugar y debía averiguarlo lejos de Esmeralda, porque su sola presencia lo hacía débil y su atormentado corazón anhelaba quedarse junto a ella disfrutando de aquella hermosa fantasía, aunque eso significara cambiar su propio futuro y el de sus amigos.
Continuará…
Notas: Hola! Espero que todos se encuentren muy bien… Como ya ven, mi inquieta imaginación me llevó a nueva historia, que espero sea de su agrado.
Releyendo el manga Next Dimension me surgió esta loca idea y, como siempre me pasa, no pude dejar de pensar en ella hasta que ya la tuve escrita. Creo que iré alternando las actualizaciones con el otro fic que tengo activo, ya que la inspiración no me ha devuelto la continuación de mis historias antiguas :'(
Muchas gracias por leer, en verdad sus lecturas y opiniones son alimento para mi inspiración, la que con más fuerza surge para continuar estas locuras y que sean de su agrado :D
Saludos, Selitte :)
PD: De mi lectura del manga me quedó dando vuelta una parte, que me pareció de lo más curiosa, respecto a la interpretación que le damos las fans a la revelación de que Shun era el portador de Hades.
Siempre he visto que las escritoras comparten la visión de que ese hecho debe haber sido bastante traumante para Shun o que a lo menos le haya dejado alguna secuela emocional, más según el señor Kurumada, la situación fue de lo más normal para él.
Tanto es así, que cuando Tenma, en la batalla del pasado, le revela que no puede combatirlo, porque lo encuentra parecido a su amigo Alone, el que resultó ser el portador de Hades de ese tiempo, Shun le responde muy tranquilo: A mí me pasó lo mismo, Hades también llegó a tomar mi cuerpo… y después se alegra de que Tenma le crea XD
O sea que para el maestro Kurumada, ser el portador de Hades no es la gran cosa ni es traumante o considera que Shun es muy fuerte mental y emocionalmente para superarlo tan rápida y fácilmente.
Bueno, lo que sea, lo consideré al menos un dato curioso. Y ustedes, ¿qué creen?
