Citrón recolocó sus gafas, incómodo, tras recuperar el aliento. Se encontraba en una de las cafeterías más famosas de ciudad Luminalia. En frente a él, se encontraba una Serena pensativa, observando a través del cristal, el trasiego de gente pasear por las hermosas calles de la capital de Kalos. Colocó distraída uno de sus mechones color miel tras la oreja, y pestañeo un par de veces antes de volver a ensimismarse.
-Serena…-habló Citrón tratando de captar la atención de la joven, que se veía con un aire de tristeza en su rostro.
-No quiero ir – se quejó ella, contundente, sin apenas exaltarse. Estoy aburrida de estos actos conmemorativos.
Citrón suspiró. Conoció a Serena hace diez años, en su primer viaje Pokémon. Serena siempre fue una niña con unos fuertes principios, y muy obstinada. Aunque con el paso de los años, la había visto convertirse en una hermosa adolescente, y posteriormente en una bella mujer, había rasgos de la personalidad de la pelimiel que apenas habían cambiado. Recordar a la Serena niña de su viaje, trajo a su memoria el recuerdo del que fue su mejor amigo en aquel año lleno de aventuras. Satoshi.
-Debes hacer un esfuerzo – dijo cariñosamente, tratando de captar la atención de la rubia. Ahora tienes una responsabilidad.
Ella volvió su rostro, y le miró con contundencia. Citrón tragó duro. Cuando Serena se ponía seria, podía llegar a dar miedo. Observó el ceño ligeramente fruncido, y entendió que Serena estaba tensa.
-Quizás renuncie – dijo con convicción.
-¿Qué? – se sorprendió Citrón.
-No se…-dudó en continuar. Juntó sus dedos, y los apretó con fuerza. He estado pensando, ya son muchos años…todavía soy joven, y quiero disfrutar antes de mi próxima boda.
-Serena, solo piénsatelo ¿si? Es una buena oportunidad para reencontrarnos con viejos conocidos. No todos los días se cumple una década del resurgimiento de Kalos. Quizás venga Sa…
Se contuvo. Los ojos de Serena estaban a punto de derramar las primeras lágrimas. Sabía cuánto le dolía esta situación. Se lamentó por haber tratado de animarla con la posible presencia de su amigo Satoshi.
-Perdona Serena, soy un torpe – sonrío con tristeza.
Serena iba a hablar, cuando el teléfono del trabajo comenzó a sonar. Hizo una mueca, y antes de que pudiera pronunciar palabra, tomó del bolso el aparato y se levantó de la mesa para hablar con tranquilidad fuera del local.
-Estúpido…-susurró Citrón golpeándose la cabeza. Como pude ser tan poco cuidadoso. Después de todo lo que pasó Serena…
Observó a Serena a través de la cristalera. Su esbelta figura destacaba entre la multitud del gentío. Lucía un vestido rosa vaporoso, que le llegaba a la altura de rodilla. Con una mano, sujetaba con gracia una pamela muy elegante, mientras que con la otra, tomaba su teléfono móvil. El cabello de Serena había crecido considerablemente, y ahora lo lucía en una envidiable melena, que ondeaba con la suave brisa veraniega de Luminalia.
Citrón apoyó su rostro en una mano y la miró embelesado. No sentía ningún tipo de sentimiento romántico por su amiga, al contrario, le unía un gran sentimiento de admiración y amistad pura e inocente.
Ella se giró, le sonrío y le pidió un momento haciendo un gesto con la mano. Citrón asintió. Observó su móvil. Todavía ninguna noticia. Suspiró de nuevo. Sería un día muy largo.
-Camarero, traígame la cuenta de esta mesa, por favor – pidió el alzando la voz.
Respiró profundo y llenó su pecho del puro oxígeno de la montaña. A 3000 pies de altitud, cada vez le costaba más caminar y encontrar las fuerzas para continuar su travesía. Pero ya faltaba poco, pues a lo lejos divisó una cabaña de madera, con una gran chimenea que dibujaba en el cielo, una senda de humo blanco.
Al llegar a la cabaña, se sentó en una de las mesas del fondo, donde podía observar la majestuosa espesura de la nieve empolvada que cubría la cima. Se quitó el gorro que traía para cubrir su cabello, y lo sacudió. Copos de nieve cayeron en la mesa de madera donde rápidamente se derritieron para dar paso a ligeras gotas de agua. Una camarera, ataviada con un informe de camisa y pantalón alto, se acercó a él y le saludó.
-No pasan muchos forasteros en esta época del año – sonrío la camarera, tratando de ser amable.
El también sonrío, pero no la miró. Estaba demasiado concentrado quitándose toda su equipación de montaña.
-Tráigame un café – pidió secamente. La chica le miró un poco ofuscada y se dio media vuelta.
Se frotó la cara, tratando de hacer que su piel entrara en calor lo antes posible. Su barba, algo frondosa, se enredaba entre sus dedos. Había pasado más de tres semanas en plena ruta, con la intención de subir a la cima de aquella montaña. Sabía que necesitaba una ducha y un buen afeitado, pero no le desagradó la idea de pasar desapercibido para todos. Observó su reflejo en el cristal, y se sorprendió al ver su piel curtida por el sol de la nieve. Su bronceado envidiable, junto con su barba, le hacía lucir mucho más mayor de lo que era.
La camarera volvió rápidamente y posó el café en la mesa con desgana. Le preguntó si deseaba tomar algo más. El joven negó con la cabeza y ella volvió por donde había venido. Tomó la taza entre sus manos y acercó sus labios a ella para sentir el calor humeante de ese liquido revitalizante que esperaba con ansias desde hace varios días. Miraba distraído la televisión, cuando algo le llamó la atención.
Señorita, suba el volumen – pidió alzando la voz, sin perder de vista la pantalla.
Las cuatro personas que se encontraban en la cabaña lo miraron sorprendidos, y después pusieron sus ojos en la televisión.
En cuanto sonaron los primeros acordes de aquella banda sonora, algo en el pecho de él se contrajo. Volver a escuchar la música del himno oficial de las Ligas Pokemon había erizado su piel sin poder evitarlo. Eran demasiados recuerdos, demasiadas aventuras…
Estaba sorprendido por aquel anuncio, más aun cuando observó a Diantha en pantalla. Frunció el ceño y trato de poner mucha atención a lo que la mujer estaba a punto de decir:
Este año, por motivo de la celebración de los diez años del renacer de Kalos, la ciudad de Luminalia dará un festival para celebrar este hermoso acontecimiento.
La imagen de Diantha desapareció para dar paso a numerosos clips de vídeos de la nueva reconstrucción que en Kalos se había llevado a cabo desde aquel fatídico día en el que Lysson había intentado destruir la región.
Todos los ciudadanos de Kalos y las regiones amigas, están invitados a participar en este evento. Especialmente contaremos con la presencia de los líderes de gimnasio de la región.
Las imágenes de todos los capitanes de gimnasio se fueron alternando entre la epicidad de aquella banda sonora. Una sonrisa comenzó a brotar en su rostro al ver a su querido amigo Citrón en pantalla. Estaba muy feliz por saber que el rubio continuaba imbatible en su gimnasio de Luminalia.
El actual campeón de la liga Pokemon, Kalm.
Frunció el ceño. Creía que Alan continuaría siendo el líder de la región.
Y la actual reina de Kalos, Serena.
El corazón de él se paró y contuvo la respiración.
Fueron unos breves segundos, pero su imagen quedó grabada a fuego en su mente. ¿Esa chica era Serena? Casi no le había dado tiempo a recuperar la respiración cuando Diantha apareció de repente en la pantalla.
El próximo sábado, 17 de julio, están todos invitados a ciudad Luminalia para disfrutar con nosotros de este precioso acto conmemorativo. Les esperamos.
Satoshi pestañeo varias veces. ¿El 17 de julio? Era dentro de cuatro días. Bufó. Era imposible llegar a tiempo. Se encontraba en una de las regiones más desconocidas y lejanas que existían. Sólo viajar a Kanto le llevaría alrededor de dos días.
Pero no podía dejar pasar esa oportunidad, pues después de tantos años, no había podido reencontrarse con sus amigos. ¿Cómo se encontraría Citrón? Continuaría siendo inventor, y viviendo con su pequeña hermana Yurika? ¿Y Serena? ¿Qué habría sido de su vida? Rememoró intensamente la imagen de su amiga y se sorprendió al notar su pecho taquicárdico. Estaba realmente bella. Tenía que ser capaz de llegar como fuese. No podía dejar pasar esa oportunidad. Lo intentaría a como diera lugar, no se rendiría hasta el final.
Se levantó de un salto, dando un respingo y tirando la silla al suelo, lo cual llamó la atención de la camarera que se encontraba hablando en la barra con uno de sus clientes.
¿Cuánto tardaré en llegar al aeropuerto más cercano? – dijo el exaltado y algo nervioso. El calor del café comenzaba a hacer efecto. El café, o el hecho de saber que podría reencontrarse con sus amigos.
A un día – susurró ella sorprendida al ver el cambio de actitud de aquel joven.
Bien. ¡Gracias! - dijo dándose la vuelta y saliendo tan rápido como una exhalación.
¡Oiga! – gritó ella tratando de alcanzarle. ¡Págueme el café! – la camarera no lo vio por ninguna parte. Había desaparecido dejando un reguero de pisadas colina abajo.
Mientras tanto, en otro lugar, una chica discutía acaloradamente por el holomisor de su teléfono móvil.
¡No puedo creerme que me hayas hecho esto! - gritaba ella realmente cabreada.
Cálmate niña, y no me alces de esa manera la voz – pidió la señora elegantemente, al otro lado de la línea.
Ya no soy una niña…-murmuró con mala gana. Estaba harta de que la tratasen como una cría que no sabía o no podía tomar decisiones.
Con este comportamiento, es lo que pareces Serena.
Señora Yoshio. Yo no quiero ir –dijo seria, recalcando muy bien sus palabras.
Entiende que tienes unas obligaciones que cumplir. Además, una vez que te cases, te retirarás para cuidar de tu familia, así que estas pueden ser tus últimas apariciones públicas.
Ya lo sé – reconoció con fastidio. Tomó un mechón de su cabello y lo colocó detrás de su oreja. Es sólo que ya no me gusta encontrarme entre tanta gente.
Lo sé – reconoció Yoshio. Pero Diantha me ha puesto contra la espada y la pared, y no he podido decirle otra cosa que no fuera un sí.
Estoy deseando acabar con todo esto. Ya no me hace feliz – dijo con tristeza. Yoshío la observó y cerró sus ojos.
Hablaremos más tarde.
Cortó la comunicación y Serena cerró la tapa de su teléfono con furia.
¡Diablos! – gritó tan alto como pudo – No quiero ir.
Se sentó dejando caer todo su peso en el diván que adornaba su preciosa habitación de soltera. Pronto debería dejar esa casa, y comenzar a compartirla con el que sería su marido. Pasó su mano por su largo cabello y lo peinó con los dedos. Ultimamente se encontraba muy alterada, concretamente, desde que supo que el Alto Mando de la Liga planeaba un acto conmemorativo por el décimo aniversario de la resurrección de Kalos. Ella podía ser hermosa, pero no estúpida. Era claro que Satoshi acudiría aquel evento. Al fin y al cabo, él había sido el principal precursor para que su región no terminase aniquilada. Se lamentó. No quería verlo. Se mordió el labio y observó desde su ventana los verdes prados de la mansión que había comprado tras la muerte de su madre. Bufó y tomó sus piernas para subirlas al diván. Lo último que quiero es ver a ese estúpido, pensó ella ofuscada. El sonido del teléfono desvió su atención de la ventana.
¿Estás viendo la televisión? – dijo la voz de una mujer al otro lado de la pantalla. Ante el silencio de Serena, prosiguió. Pon el canal 4.
