KIREI vs LA MAGIA DE LA AMISTAD
LIBRO 1:
SEGUNDA OPORTUNIDAD
Es común afirmar que aquéllos que mueren en la gracia de Dios podrán ir a gozar de la vida eterna en el cielo, fragmento sobreviviente del antiguo paraíso perdido por el hombre y donde esperarán el día del juicio final para que vivos y muertos se reúnan definitivamente. Por otro lado, la creencia de un inframundo a donde las almas condenadas habrían de sufrir penurias es una idea más bien nueva, impulsada por cierto escritor italiano que a conciencia de muchos debió tomar algo indebido durante la redacción de su obra magna.
Pero la realidad es que la penitencia tiene más de un camino, y esos caminos no tienen mucho que ver con mares de fuego y séquitos de demonios azotando almas errantes. En realidad, es mucho, pero mucho más excéntrico.
-Nombre y fecha de nacimiento por favor.
-Kotomine Kirei, nací el 28 de diciembre de 1967, muerto en…
-Lo sabemos, justo hace unos minutos. ¿Es su segunda vez en las alas de la muerte, cierto?
-Así es, y quisiera preguntar…
-Aquí el que hace las preguntas soy yo, muchacho. Veamos… tienes una lista larga de pecados graves, hijo mío… Asesinatos, manipulación, contratos de dudosa procedencia con espíritus errantes… No, no, esto está muy mal.
El fallecido torció la boca y cruzó los brazos, esperando.
-¿Y bueno? –preguntó algo impaciente. -¿Puedo ya saber porqué…?
-Silencio he dicho, hijo mío, tu situación es muy peculiar como para decidir de una vez cuál será tu destino, pero te advierto… -agregó su interlocutor, un anciano de gran estatura y barba redonda y blanca que, de pie tras un estrado, escribía algo sobre el expediente de siglas "K.K" –no saldrás bien librado de esto, dudo mucho que puedas pasar por estas puertas incluso.
Kirei ladeó el cuerpo para mirar cómo, detrás del estrado, se extendía un cancel gigantesco, hecho todo de oro, que llevaba al recinto protegido del cielo junto con sus habitantes mortales y angélicos, un lugar del que había oído hablar mucho desde niño pero que nunca imaginó pudiera ver con sus propios ojos.
-Eh… hijo mío… -la mano del anciano se agitó frente a sus ojos para devolverlo a la realidad. –Tus acciones han sido por fin pesadas y medidas y…
-No soy digno, ¿verdad? –contestó hastiado.
-Correcto. Pero, ah… hay una laguna jurídica aquí que te permite el… veniam ad opus. –el anciano entrelazó sus dedos y recitó: - Si autem peccator clericus est…
-¿Y eso qué significa para mí… señor? –añadió Kirei buscando suavizar su voz.
-Básicamente te otorga una segunda oportunidad en pago por cualquier acción en beneficio a la iglesia, es una cuestión de burocracia ya bastante antigua pero, como dice Eclesiásticos en su capítulo tres versículo catorce…
-Entonces… en lugar de ir al infierno, ¿puedo volver? ¿A cambio de… esos servicios?
La idea le tentaba, ya había vuelto de la muerte una vez, otra le bastaría para terminar con su misión personal; la sed de sangre que siempre había reprimido estaba en su cénit y no podía esperar a volver para seguir torturando mentes y cuerpos de criaturas que, directa o indirectamente, le habían causado jaquecas. Tal vez esta vez podría terminar con esa mocosa engreída de Rin, y con el adoptado repugnante de Kiritsugu…
Pero una risita mal disimulada lo devolvió a la realidad, y descubrió que el anciano estaba cubriéndose la boca.
-¿Qué es tan gracioso? –preguntó, desconcertado.
-Hijo mío, no sería una verdadera veniam si te mandásemos de vuelta al sitio donde cometiste tantos crímenes. El veniam ad opus te permite pagar tu penitencia en otro sitio que no sea el infierno, en vida… en otro lugar…
-¿Quiere decir fuera de Japón?
-No… -el anciano sonrió con suavidad, levantando la mano derecha para bendecirlo. –Buena suerte en tu indulto, Kotomine Kirei, y que el Señor ilumine tu camino.
-¡Pero alto! ¿A dónde me piensan enviar? ¿Porqué no me dicen…?
Las nubes se abrieron y dejaron caer al orgulloso sacerdote a un limbo desconocido, ruidoso, lleno de fractales de colores que lo marearon y obligaron a cerrar los ojos. Casi hubiera preferido soportar las llamas del averno en lugar de la incertidumbre de un castigo imposible. ¿A dónde lo habían enviado? ¿Qué clase de castigo brutal le correspondía por su monstruosidad, por sus anhelos malditos?
El zumbido y los colores que traspasaban sus párpados se detuvieron, y se sintió con la espalda mal acomodada sobre algo suave y fibroso. Se revolvió, le incomodaba la postura en que había caído pero no podía percibir nada; intentó estirar una mano, pero le fue imposible, había quedado parcialmente paralizado por culpa de la caída. Rozó como pudo, con los dedos, a su alrededor, sintiendo de nuevo aquélla cosa suave y fibrosa y entendió que era pasto. Suspiró, tal vez su situación no era tan terrible, debieron haberlo dejado en un valle lejos de la humanidad para que en el furor del acetismo y la meditación aprendiera sobre sus males cometidos y se arrepintiera…
No tenía idea de cuán lejos estaba verdaderamente de la humanidad…
-Oigan chicos, ¿qué es esto?
-Se ve horrible… ¿no será un dragón?
-¡Qué va! Los dragones tienen el hocico más largo, éste parece que se dio de cara contra un árbol.
-Hay que llamar a alguien…
-No tengas miedo, Belle, no creo que sea malo… vaya, ni siquiera parece moverse.
-Scootaloo, tengo una idea, ve por una varita y pícalo.
-¡En seguida!
Oía pasos, pasos muy cerca de él, todos alborotados. Eran voces de niños… ¿acaso ahora tendría que cuidar una multitud de huerfanitos? Maldita la hora en que Shiro lo apuñaló, ahora tendría que pasar una eternidad rodeado de asquerosos, ruidosos y molestos…
-Tal vez sea un changelling. –comentó una de las vocecitas. –Deberíamos ir a buscar a uno de los mayores.
-¡O avisar a la princesa Celestia!
-Mejor aún. Hay que atarlo y lo llevaremos nosotros mismos… ¡nos recibirán como héroes!
Un coro de aprobación siguió a la última afirmación.
-¡Gran idea, Appe Bloom, busca una soga! ¡Babs Seed, ayúdanos a moverlo! ¡Scootaloo, empújalo… ahora!
Sintió dos cosas apoyándose en su costado con fuerza inusitada, pero no eran manos… ¿acaso los chiquillos estaban empujándolo con los pies? ¿Qué clase de educación tenían para tratar así a un adulto? Cansado de esa humillación, abrió los ojos e hizo un esfuerzo casi titánico para levantar las manos y así sujetar a cualquiera de los revoltosos aquéllos, y así lo hizo.
-¡Cuidado!
Sujetó bien fuerte una… no sabía si eso era una pierna, pero como fuera oyó el característico plomazo de quien se tropieza al verse imposibilitado para caminar y sonrió. Al menos tenía a uno.
-¡Scootaloo, vuela!
El gusto no le duró mucho, porque el niño se jaloneaba buscando soltarse… con más fuerza de la que Kirei imaginaba. Intrigado, se volvió para encarar al niño.
El problema es que no era un niño lo que estaba sujetando, sino un caballito pequeño, de color naranja y crines magenta… que además volaba, o pretendía hacerlo pero sólo levantaba unos centímetros del suelo. Sus minúsculas alas zumbaban con estruendo de ventilador, tanto así que un par de plumas se desprendieron de éstas por el esfuerzo.
La visión dejó en estado de shock a Kirei, pero se tornó peor cuando empezó a caerle una lluvia de piedritas, palos y tierra y tuvo que dar la vuelta. Ahora tenía delante tres potritos de diferentes colores (uno de ellos, por cierto, con un cuerno sobresaliendo de su frente) que "luchaban" contra él, chillando alterados.
-¡Suelta a Scootaloo, monstruo horroroso!
-¡Deja ir a nuestro amigo o lo lamentarás!
Aquello ya era suficiente, si ese iba a ser su infierno ridículo lo iba a enfrentar. Sin soltar al caballito alado, Kirei se puso de pie y extrajo de entre sus ropas los "sellos negros", sus dagas de combate. Apenas verlas, los tres potritos quedaron en silencio, y el que colgaba de su mano lo miró con los ojos como platos, horrorizado.
Entonces, todos a una, los potros gritaron:
-¡SOCORRO!
Los tres del suelo echaron a correr, y el caballito alado atinó a darle una coz a Kirei, soltándose de él por fin y saliendo en loca carrera, mitad en el aire, mitad a pie (o a cascos, en todo caso) tras sus acompañantes.
Preso de la sorpresa, Kirei fue tras ellos, todavía con las armas en ristre, preguntándose qué clase de dimensión hereje podía ser aquélla. Un campo adorable, cubierto de florecillas y árboles frutales donde caballos demoníacos multicolor hablaban y atormentaban clérigos… si eso no era un círculo del infierno no descrito por Alighieri, dejaba de comer tofu.
Por lo pronto, los cuatro revoltosos llegaron hasta un páramo donde reposaba, exhausta de tanto trabajo, una poni de mayor estatura, pelaje naranja y crines rubias. Dormitaba con un sombrero de paja colocado sobre la testa de modo que el sol no le llegara a los párpados, acurrucada junto a una carreta llena de manzanas.
-¡Applejack! ¡APPLEJACK!
Alertada por los chillidos de los pequeños, la aludida se levantó mirando a todas partes.
-¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? –gritó en un marcado acento sureño. Al ver aparecer a los cuatro potritos a sus espaldas avanzó hacia ellos. -¿Pero qué es todo este alboroto?
-¡Hay un monstruo horrible en el campo, Applejack! –lloró una, cuyas crines estaban adornadas por un enorme moño rosa.
-Ay, Apple Bloom, no empieces otra vez con tus historias de fantasmas. –le regañó dulcemente Applejack.
-¡No es una historia, lo vimos! –replicó Scootaloo. –Estaba ahí, tirado en el suelo, y cuando nos acercamos me sujetó y…
-¡Y sacó unas espadas y trató de matarnos! –exclamó histérica la potranca del cuerno.
-Nadie en Ponyville tiene espadas, sólo los soldados del palacio pueden portarlas. –contestó la poni de mayor edad, comenzando a preocuparse.
-¡Pero eso no era un soldado, ni siquiera tenía forma de poni!
-¿Y entonces qué era?
No tuvieron que contestarle porque en ese momento Kirei, medio sofocado por haber caminado cuesta arriba, se ayudaba de los sellos negros para ponerse de pie. Apenas verlo, Applejack levantó una coz, desconcertada; los niños tenían razón, esa cosa no era un poni, ni un changeling, ni nada que hubiera visto antes. Como fuera, lo único que podía concluir a causa de las espadas, es que era peligroso.
-Niños… -susurró. –cuando les diga, van a avanzar despacito para atrás… así, despacito… despacito…
-¡Ustedes! –gritó Kirei.
-¡Olviden mis palabras, COOORRAN!
Cinco ponis de huida con un hombre loco vestido de clérigo detrás, blandiendo tres espadas. Tal espectáculo no se había visto nunca en todo Equestria, y no faltó mucho para que se volviera un espectáculo de verdad…
-¡Derpie, hazte a un lado!
Demasiado tarde, Applejack tuvo que arrollar a la poni en su escape; el jolgorio llamó la atención de todo Ponyville, llegando a los sitios más insospechados.
-¿Qué es todo ese alboroto? No me deja concentrarme. –gruñó Rarity, cubriéndose las orejas con ambas patas. Servicial como siempre, Spike se asomó por la ventana, viendo una estampida de casi veinte ponies seguidos por Kirei, que a cada minuto se alteraba más.
-Hmm, parece que una criatura bípeda está persiguiendo a medio Ponyville. –comentó, tranquilo, cerrando la cortina. Dos segundos después volvió a abrirla con brusquedad. -¡Oh por Celestia, una criatura bípeda está persiguiendo a medio Ponyville!
-¡Entonces vamos, hay que avisar!
-¿Avisar a quién?
-¡A Twilight, a quien sea! ¡Tenemos que pedir auxilio del palacio!
-¡Eso hago, eso hago! –Spike echó a volar fuera del recinto, y Rarity, lamentando en silencio que su buen día se echara a perder por un enemigo tan estrambótico, salió por la puerta trasera. No pensaba quedarse en el ojo del huracán.
Para esas alturas ya se habían unido a la estampida otros tantos ponies, alterados por la visión de un monstruo indefinidamente más alto que blandía tres espadas a la vez y les hablaba con voz estridente.
-¡Quietas, bestias infernales! ¡Díganme quiénes son y qué horrendo inframundo es éste!
-¡Vayan hacia los lindes, rápido! –exclamó Twilight desde la ventana de la biblioteca, donde alertada por Spike había escrito un mensaje de auxilio para la princesa. Apenas logró ocultarse a tiempo para evitar que Kirei la notara.
Del otro lado, una poni que aún no se enteraba de la hetacombe brincaba alrededor de un buzón, riendo, agitando sus crines rizadas y rosadas al viento. Fue ahí cuando vio venir, a la cabeza de la multitud, a Applejack.
-¡Hola Applejack!
-¡¿Pinkie, qué haces?!
-Espero un pedido, ¿te gustaría esperar conmigo? Esperar entre amigos es menos aburrido que en solitario.
-¡No puedo esperar, Pinkie, y tú tampoco! ¡Corre! –gritó antes de seguir con su carrera.
-¿Correr porqué? –preguntó desinteresadamente.
-¡Por tu vida!
Hacia ella, apenas unos segundos después, se dejó ir una verdadera masa equina, compuesta por casi todos los habitantes de Ponyville. Y detrás, deteniéndose a momentos agotado, Kirei que no cesaba de agitar las dagas como si la vida se le fuera en ello. Pinkie, sin embargo, no se inmutó.
-Vaya, ¿pero qué criatura rara será esa? –se preguntó en voz alta. Kirei había quedado solo junto con Pinkie, y la mirada que le dirigió no auguraba nada bueno. -… Bien, tal vez Fluttershy lo sepa. ¡Hip hip!
-¿Pero qué…? –Kirei vio cómo aquél poni de brillante color rosa no corría, sino que saltaba detrás de la estampida, canturreando. Aquello se había puesto aún más raro de lo que imaginó. -¡Vuelve! ¡Vuelve acá, monstruo!
Si alguien hubiera tenido el valor de asomarse, habría visto a media villa huyendo, seguida de Pinkie que saltaba y cantaba como si nada, y a un hombre de 1.93 metros de estatura que agitaba unas dagas de tamaño considerable, todo un cuadro que no habría de repetirse jamás en la historia de Equestria. En los lindes, sin embargo, la noticia del monstruo que atacaba Ponyville aún no llegaba, y una poni pequeña, alada, de rasgos suaves y voz sedosa, canturreaba para animar a un escarabajo que estaba cómodamente acurrucado sobre su hocico.
-Calma, descansar, es hora de acostarse ya… calma, descansar, muy pronto dormirás…
El suelo se cimbró, y la poni se incorporó sin notar que el escarabajo había resbalado de su hocico por lo intempestivo de su movimiento.
-¡Fluttershy, corre! –gritó Applejack.
-¿Correr… porqué? –replicó, visiblemente alterada. La estampida que iba directo a ella la aterrorizó, pero más el descubrir que el escarabajo iba directo a ellos; sin pensarlo dos veces, Fluttershy se lanzó sobre el insecto, protegiéndolo entre sus cascos mientras a su alrededor pasaban los ponies en fuga. Lo último que escuchó fue a Pinkie, aún saltando, decirle de paso:
-Hola Fluttershy, qué lindo día… -todo eso seguido por los rebotes de sus cascos contra el césped alejándose poco a poco.
Segura ya de que el peligro se había alejado, separó sus cascos aliviada al ver al escarabajo aún vivo entre ellos.
-¿Estás bien, amiguito? –el insecto agitó sus alas y echó a volar, seguido por la mirada cándida de la pequeña pegaso. –Me alegro mucho, que tengas un gran día. Oh…
Frente a ella a escasos centímetros estaba Kirei. Cansado de perseguir ponis por casi media Equestria, el hombre se doblaba por la cintura a momentos, jadeando con un estertor de asmático que preocupó más a Fluttershy que el hecho de estar delante de alguien que no había visto nunca.
-Po… pobrecito… -se lamentó la poni, acercándose tímidamente a él. -¿Te encuentras bien, criatura?
Tuvo que dar un salto para esquivar una daga que, sin más, Kirei había levantado en dirección a ella. Con voz entrecortada, replicó:
-¿Cómo… osas… llamarme… criatura… criatura?
-Yo… yo… lo siento… -Fluttershy retrocedió, inclinando atemorizada su cabeza. –Es que no sé tu no… nombre y… yo no…
-Sabrás mi nombre entonces. Soy Kotomine Kirei, quimera repugnante.
-Yo no soy una quimera… soy un pegaso…
-¡No me importa lo que seas! –exclamó, levantando la daga. –Y puesto que eres una abominación infernal será mi deber enviarte lejos de éste o de cualquier otro limbo.
Los ojos de Fluttershy se encontraron con los de Kirei. Aquéllos ojos límpidos, inocentes, suaves… ¿dónde había visto una mirada así? Tenían el color de los ojos de Rin, pero estos reflejaban mucha más bondad… pureza…
Una pureza que le tentó a destruirla, despedazarla, hacerla desaparecer en un río de desesperación y lucha que tiñera aquél campo idílico de sangre y de lágrimas para su complacencia. Si destruir ingenuos le divertía, cuánto más sería su gozo al dañar irreparablemente la inocencia…
Sonriendo, Kirei se aprestó a golpear a Fluttershy, soñando despierto con el terrible cuadro que estaba a punto de realizar…
Lo siguiente que supo fue que vino a él un destello azul y, un segundo después, oyó un *clank* al mismo tiempo que sentía un dolor espantoso en la frente; todo le dio vueltas en un arcoíris demencial y se fue de espaldas al suelo.
…
Hola a todo el mundo, ladyloba is back! Y esta vez con dos fandoms que me gusta y a los que me he unido recientemente: My Little Pony y la saga Fate (más opuestos no podían ser…). Es mi primer fic de este tipo, así que si hay algún error no duden en hacérmelo saber.
Brevemente explicaré algunos detalles extras que añadí al capítulo:
*Veniam ad Opus es un término que inventé y que significa "Indulto por trabajo". Quiere decir que a Kirei le han concedido una apelación por ser miembro de la iglesia (duh…) para que, en lugar de irse derechito al infierno pueda enmendar sus errores. Ahora, entre el deber hacerlo y el querer hacerlo hay como dos o tres Equestrias de por medio (?)
*La razón de que Fluttershy no haya reaccionado del mismo modo que los otros ponies (Pinkie, como sabemos, es un caso especial) es porque piensa que Kirei es un tipo de animal exótico (XD).
Por el momento es todo. ¿Qué pasó con Kirei "dagas locas" Kotomine? ¿Las cosas se pondrán feas con un maníaco homicida suelto en Ponyville? ¿Pinkie recibirá su correo? Eso lo sabrán… más adelante. ¡Adiosito!
Próximo capítulo: Juicio a la Corrupción.
