Ay, bueno, yo… ¡Aaaahhh! *insertar chillido de fangirl desquiciada*… No puedo creerlo. Creí que jamás volvería a subir algo… El colegio, la vida y las musas que no ayudan en nada. Mucho, mucho para esta sensual mente. (Ah, re)… ¡Es tan hermoso escribir sobre estos dos desgraciados! O sea, ¡Se aman! ¡Se aman, se aman, se aman!... Y no se dejen engañar por el título, que no hay nada turbio en esta historia. Solo un corto relato de como el amor nos puede llevar por rumbos inimaginables sin que seamos conscientes de ello.

Así que, como acaban de comprobar, Black Rose está más viva que nunca… Mucho trolleo, mucho lemmon (bueno, no tanto), mucho porro para todos… Agradezcan a la clase de Catequesis. Tanto hablar de Dios, tanto de hablar del paraiso, la vieja me tiene los sesos por las nubes (Ah, re q)... Entonces, mientras la doña (porque decir "vieja" es de mala educación) me hablaba del "amarás a tu prógimo como a ti mismo", yo esaba en "Pecarás como si no hubiera mañana"... Y bueh, si, yo siempre tan normal...

La cosa es que quería escribir algo con esto... Y Po, siempre tan bueno e inocente, me encantó para la idea.

A leer…


La Soberbia.

Él no era soberbio… él solo quería ser notado por ella. Quería ser más que todos, pero solo a los ojos de ella.

No, no se consideraba alguien precisamente soberbio. Un poco presumido, tal vez, pero no llegaba ni de cerca a lo soberbio… ¿O tal vez si? Tal vez, tanta atención de sus admiradores se le había subido a la cabeza, tal vez, había cruzado la delgada línea entre un comportamiento juguetonamente presumido y la soberbia en toda su definición.

No, era imposible.

Él no se creía mejor que nadie, ni merecedor de más… Bueno, tal vez, pero siendo el Guerrero Dragón ¿A quién no se le subiría ello a la cabeza?

Sentía cierta satisfacción al regodearse en el hecho de haber superado en el entrenamiento a sus amigos… Él, ¡Po! Un panda tonto y torpe, superando a los Cinco Furiosos. Algo increíble, algo digno de alardear. Bien dicen que la humildad es la mayor virtud de un héroe, pero él era la excepción la regla, en especial cuando aquella noche, por décima vez, logró tumbar a Tigresa durante un pequeño combate que habían armado ambos después de cenar.

—¡Otra vez! —Rugió la felina, colérica.

Y Po sonrió, dispuesto a complacerle… Y a afirmar en sus narices que ella, La Maestra Tigresa, ya no es rival para el Guerrero Dragón.

No hay nadie observando. Todos duermen. Es un entrenamiento clandestino.

Sin embargo, se siente como si acabara de vencer a una jauría de lobos delante de todo el Valle de la Paz. El pecho se le hincha de orgullo y el ego se le sube por las nubes. ¿Y cómo no? Si, en ese momento, Tigresa forcejea contra él, tumbada boca abajo en el suelo.

—No sé qué esperas conseguir —Se mofa— ¡Soy bárbaro!

Tigresa gruñe.

—Espera que pongas mis garras en ti…

Pero su amenaza carece de sentido.

Cuando Po la suelta, ella salta lejos de él y simplemente se retira.

Sonriente, con el pecho hinchado y el orgullo brillando en sus ojos, observa a la felina caminar a zancadas hacia la puerta, enfurruñada cual niña caprichosa, con las zarpas fieramente cerradas en puños, como si esperara la menor oportunidad para golpear algo. Puede oírla mascullar, pero no dice nada y le deja irse… Claro, seguramente estará adolorida por tanta derrota.


Cuando Po camina por las calles del Valle de la Paz, los niños de arremolinan a su alrededor. Todos quieren un autógrafo, todos quieren hablar con su ídolo. Los hombres, celosos, contemplan como hasta sus propias esposas cambian la mirada ante aquella escena.

Oh, Guerrero Dragón, que disturbios causas.

Y además del cariño sincero de los niños, que eran su adoración, también contaba con la más que servicial atención de muchas… ejem… señoritas. Jóvenes y hermosas. Todas ellas saludaban coquetas a aquel panda y no perdían oportunidad para pasar unos minutos junto a él.

Claro, Po no tenía idea de a qué se referían con… "Una propuesta más adulta". O lo sabía, no (por supuesto que sabía, no era tan menso, ni tampoco tan niñato), pero prefería obviarlo y ya, ignorando las réplicas incrédulas de sus más cercanos amigos; Mono, Mantis y Grulla.

—Pero… Pero… ¡Solo mírala! —Había exclamado Mono.

—¡Es un ángel! —Le siguió Mantis.

—¿Cómo puedes…?

Po rio antes de que Grulla continuase.

—Tú deberías pensar en cómo explicarás el pico caído y la baba del suelo —Se mofó.

Y Grulla no entendió… Hasta que vio, a unos metros de distancia, a Víbora sisearle. No estaba para nada contenta (obviamente) y sus ojos prometían una dolorosa y larga venganza.

Grulla salió corriendo detrás de su novia, jurando que nada de eso era como ella creía (como si realmente hubiera hecho algo, vaya marica), y los chicos tronaron en carcajadas.

No vieron quien acompañaba a la reptil.

Solo Po reparó en Tigresa, que con los brazos cruzados sobre el pecho, le observaba con total reprobación desde donde minutos antes había estado con su amiga.

Po no pudo evitar encogerse en su lugar ante aquello que le expresaban aquel par de ojos carmín… No era ira, no era decepción, era algo mucho peor; indiferencia.

Las risas cesaron de inmediato al ver a la felina acercarse. No se veía ni siquiera tensa. Tenía el paso firme de siempre y los hombros rectos, digna como solo ella. Con una mirada, mandó a Mono y Mantis a merodear a otra parte, mientras que Po… ¿Acaso tenía las piernas paralizadas?

—Vaya nivel al cual está el Guerrero Dragón —Habló con desprecio, aunque más como si le regañara por obligación que porque así lo sintiera ella— ¿Y esto es de lo que alardeas?

Po tarda exactamente seis segundos en erguirse y recuperar la compostura.

—No sé de qué me hablas —Aseguró— Yo no estaba haciendo nada.

—¡Eres un…! ¡Un caradura! ¡Eso eres!

El panda arqueó una ceja, conteniendo la risa. Ver a Tigresa enfadada y pretendiendo parecer desinteresada al mismo tiempo era… simplemente memorable.

—Estás celosa.

No era la primera vez que se lo decía.

No era la primera vez que disfrutaba de verla tan nerviosa ante tan inocente palabra.

La vio cerrar las manos en puños y por un momento, creyó que lo golpearía… Pero no fue así.

¿Qué pasó? No lo supo, pero de un momento a otro, toda expresión desapareció de aquel tenso rostro. Tigresa pasó de estar furiosa a simplemente relajar la postura y voltearse, dándole la espalda. En silencio, se alejó de él, caminando sin dar muestra alguna de nerviosismo.

Usualmente, cuando discutían, el enojo le duraba unos cuantos días cuando mínimo (llegó a estar meses furiosa con él) y siempre se lo hacía saber… Lo golpeaba extra en los entrenamientos, le dirigía aquellas miradas fulminantes o repartía estratégicamente algunos comentarios, hirientes y tan bien organizado que pasaba desapercibido, recordándole lo mal que había estado y apelando a su sensible sentimiento de culpa para torturarle.

Pero ahora ni siquiera le miró antes de marcharse. Ahora simplemente… ¿Le ignoró? ¿Tigresa estaba ignorándole? El estómago se le estrujó. Se dijo que no era nada y lo dejó pasar.

Lo dejó pasar aquella tarde.

Lo dejó pasar al día siguiente… y al siguiente… y al siguiente.

Al cuarto día, ya no podía soportarlo.

¡¿Por qué ella le ignoraba?! De repente, incluso los cálidos saludos de los niños le parecieron simplemente insignificantes. Tenía la atención de todos, a donde fuera… menos la de ella. Ni siquiera habían vuelto a entrenar juntos. Ella ya no se presentaba por las noches, cuando todos dormían, en el Salón de Entrenamientos para sus usuales combates.

Intentó hablarle, pero fue como hablarle a la pared. Tigresa hizo como si no hubiera nadie allí. Ni siquiera se tomaba el trabajo de reprocharle sus actos inmaduros; como las bromas en medio del entrenamiento, las travesuras con los chicos o el dejar por ahí sus figuras de acción.

No, Tigresa ya no tomaba ni un segundo de su tiempo en el Guerrero Dragón… Y Po comenzó a desesperarse.

¡No podía ignorarle!

¡Nadie le ignoraba a él!

Y no se trataba de soberbia, no, claro que no… Solo es que, ¡¿Cómo ignorarle?!


La noche dio fin a un nuevo día… Un nuevo día en que Tigresa parecía pasar de largo ante la presencia del, ahora furioso, panda. Porque Po ya no estaba dolido, ni de cerca, solo enojado.

Tal vez se había acostumbrado demasiado a aquella atención que la felina solía tener con él. Tal vez se había acostumbrado a que ella le buscara, a que le cuidara de las travesuras (casi como si de un niño se tratase), a que le esperara para entrenar cada noche y le pusiera en un puesto privilegiado a la hora de alguna misión. Se había acostumbrado demasiado a aquella paciencia y a aquel oído que escuchaba todo lo que él tuviera por decir. Porque Po, hasta el momento, incluso se creyó aquello de que Tigresa le tenía en una especie de pedestal… Oh, vaya iluso.

Ahora ya no dolía que Tigresa pasara por delante de él y ni siquiera le mirara (bueno, sí, dolía, pero eso ya no iba a decirlo). Se sentía indignado, enfadado. Porque Po nunca pensó que Tigresa sería capaz de tratarle con tal indiferencia… Ella le quería ¿No? Muy a su manera, pero le quería. Es más, no era ajeno a aquello que todos comentaban; ella estaba enamorada. Si era sincero consigo mismo, a veces pensaba que era cierto. Después de todo, la felina no tenía con nadie más el trato que tenía con él, a nadie más permitía abrazarla, ni le confiaba cosas que le había confiado a él.

Él… ¡Él siempre había sido su favorito! ¿Por qué ahora lo ignoraba? ¿Todo por un pequeño mal entendido en el valle? Sería ridículo pensar que la actitud de su amiga se debía a aquella tonta e insignificante discusión.

¡Genial!... Se sentía como un niño peleando con sus hermanos por la atención de su madre. Todo mal, Guerrero Dragón. ¿Qué era lo siguiente? ¿Llorar y pataletas?

—Oye, ya deja de mirarla —Mantis le llamó la atención desde su hombro— Está jugando contigo, amigo, y tú la dejas.

Po observó confuso al bicho.

—¿De qué hablas?

—Verás, panda —Se les unió Mono— Tigresa, crease o no, es una chica… Y como tal, solo busca que andes por detrás de ella.

—Sigo sin entender.

El simio y el insecto compartieron frustradas miradas. ¿Cómo le explicaban a su amigo que…? Entonces, la idea les llegó junto a la imagen de Grulla siguiente a Víbora, cual perrito faldero, en un tonto intento por que ella le prestara algo más de atención. Al parecer, habían discutido horas antes y la serpiente se negaba a perdonarle fuera lo que fuera que hubiera dicho.

Mono sonrió. Tomó la mandíbula de Po entre sus dedos índice y pulgar, y le obligó a mirar hacia tan cómica y lamentable escena.

—Mírales… —Murmuró— Grulla no tiene idea de que Víbora le ignora a propósito, porque sabe que así él irá por detrás de ella… ¿Ahora entiendes?

Po arrugó el entrecejo.

—¿Acaso Tigresa lo hacer a propósito para que yo la siga? —Preguntó, deformando un poco las palabras, pues Mono le aplastaba las mejillas.

El simio sonrió, soltando el rostro de su amigo.

—¡Exacto! —Le dio la razón.

Y sin más, se fue, seguido por Mantis.

Po se quedó pensando unos segundos en aquellas palabras. ¿Por qué...? No, Tigresa no necesitaba hacer algo así, ella no era de ese tipo, pero… ¿Y si…?

¡No! ¡Claro que no iba a caer en esa!

¡Él era el Guerrero Dragón! ¡Nada más, ni nada menos! ¿Por qué tendría que andar por detrás de Tigresa? Ella era quien le ignoraba, era ella quien se las daba de orgullosa… Bien, ¡Que ella fuera a buscarlo!

Después de todo… ¿Quién era ella para que El Guerrero Dragón le rogara?

No, Po no era soberbio… Pero a veces, el orgullo te puede llevar a serlo sin que siquiera te des cuenta.

Continuará…


Esto es tan… OMG. Estoy emocionada. No sean malos… ¡Comenten!