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EL CONFISCADOR DE DULCES

En la sala están Miguel Ángel, Rafael y Donatelo.

Los tres hermanos están degustando unos deliciosos caramelos.

Miguel Ángel se deleita con un colorido "chupirul".

Donatelo saborea una paleta roja con menta.

Rafael mordisquea muy a gusto una picosa "trompada".

Ellos se ven muy felices, pero su felicidad de acaba cuando los caramelos repentinamente desaparecen de sus manos.

Buscan por todas partes si acaso los caramelos se les cayeron, pero no hay necesidad de buscar hasta por debajo del sofá porque, frente a ellos está, sosteniendo los caramelos con una mano, su hermano mayor: Leonardo.

Leonardo mira con disgusto a sus hermanos.

Ellos saben perfectamente que no deben comer caramelos y aún así se atreven a comer caramelos. No habría problema si se lavaran los dientes después, pero no lo hacen, así que tiene que confiscarles sus caramelos.

Miguel Ángel está a punto de llorar.

Donatelo está muy triste.

Rafael está por estallar.

Leonardo, con la autoridad de hermano mayor que sustenta, dice con un dedo que "no".

Los tres hermanos menores bajan la cabeza en total derrota.

Leonardo les pide las envolturas y se las entregan. Envuelve los caramelos en sus respectivos envoltorios.

Los menores no se siente capaces de mirar cómo sus caramelos van a ser arrojados a la basura, pero Miguel Ángel les da un codazo a los otros dos.

Los otros dos descubren una mirada, del color del cielo, muy decidida.

Leonardo ha guardado los caramelos confiscados en una bolsa. Ahora viene el sermón para sus hermanos sobre la importancia de lavarse los dientes después de comer caramelos… pero pierde su voz al mirar a sus adorados hermanitos.

Sus tres hermanos lo miran con unos ojos inmensos de cachorro abandonado (aunque Miguel Ángel es quien hace una expresión más suplicante).

Esa táctica es la Criptónita pura de Leonardo. Su corazón se estruja sin piedad.

Les devuelve los caramelos.

Con inmensa alegría, Rafael, Donatelo y Miguel Ángel los toman, les quitan las envolturas y continúan saboreando sus riquísimos caramelos.

Leonardo se sienta en el sillón, para contemplar, con una sonrisa, a los pilluelos que son sus hermanos, y para pensar en la manera más efectiva de llevarlos a rastras hasta el baño y obligarlos a que se laven los dientes, y también para pensar en cómo no sucumbir, otra vez, a esas miradas que le atraviesan el corazón.

En eso, Miguel Ángel se levanta, se acerca a su hermano mayor y le entrega una barra de chocolate oscuro.

Leonardo no puede decir que "no" a su dulce favorito. La acepta con gran gusto.

Miguel Ángel regresa a su lugar. Donatelo y Rafael le miran con aprobación.

El "Tontín" ya había previsto que el hermano mayor los iba a cachar infraganti, lo que harían para salirse con la suya y hasta previó consolar a Leonardo con una barra de chocolate.

Los cuatro hermanos tortuga se deleitan con sus ricos dulces.

Ninguno de los menores se preocupa sobre si habrá sido buena idea haberle dado chocolate al mayor.

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Si no sabes qué pasa cuando Leo come chocolate, te invito a que leas mi fic Relax.

Los caramelos de los que escribí eran algunos de mis favoritos cuando era peque.

El "chupirul" tenía forma de triángulo pero estaba enroscado como un helado twist y era de varios colores.

La "paleta roja con menta" no sé si tenga nombre pero me gustaba.

La "trompada" era un caramelo rectangular con sabor a tamarindo y cubierto con chile en polvo; estaba enrollado como la concha de un caracol.

Gracias por leer.

n.n