Disclaimer: La trama no me pertence, los personajes son de SM. Solo me adjudico a la adaptación.


Capitulo 1

-No creo que el elefante vaya a quedar bien -dijo Edward Cullen finalmente. Su voz suave y sombría sonó con gentil pesar.

-Temí que no le agradarla. –Bella Swan observó con desgano a la bestia mientras se preguntaba cómo sacaría el tema que ella realmente quería discutir con el inescrutable Edward Cullen.

-Admitiré que es original -concedió Cullen.

-Probablemente, en este momento esté haciéndose la misma pregunta que muchos de mis clientes me formulan: "¿Será arte o una mera cursilería?"

-Pregunta interesante -coincidió Cullen.

-No olvide que el animal es tan ornamental como funcional –dijo Bella, en un último e instintivo intento por salvar su venta-. Hay una pequeña gaveta oculta en su base. Muy útil para objetos pequeños.

-No creo que quede bien en este ambiente -dijo Cullen diplomáticamente.

Para sí, Bella pensó que nada, excepto el mismo Edward Cullen, quedaría bien en aquel estudio decorado en gris, negro y dorado. Casi había tenido la plena certeza de que a Cullen no le gustaría el elefante. La figura esmaltado, de unos sesenta centímetros de alto, con sus uñas escarlata y el cuerpo violeta, quedaba gracioso, ridículo, junto al jardín de roca Zen de Cullen.

El jardín, que ocupaba un gran rincón del estudio, no era un verdadero jardín. Al menos, no según el concepto que Bella tenia de un jardín. No había nada de verde. Ni una miserable hoja, y mucho menos una colorida flor, interrumpía la prístina perfección de la arena gris perla.

La arena estaba dentro de un marco bajo de madera negra. Se había colocado meticulosamente en diseños abstractos alrededor de cinco piedras. Bella tenía la sospecha de que Cullen se habría pasado horas contemplando dónde ubicar exactamente las rocas sobre la arena. Indudablemente, se trataba exactamente de la clase de problema superficial, meramente estético, que atraía la atención de ese hombre.

La diseñadora a quien Cullen había contratado para decorar los interiores de la flamante y espaciosa suite del piso veintitrés había atrapado a su cliente con inequívoca propiedad. Cada ambiente ofrecía distintas vistas de Seattle, la bahía Elliott y el Olympics. Todos tenían un distintivo detalle en común: el color, siempre negro, gris y dorado.

El resultado final fue una elegante y austera madriguera, ideal para un hombre a quien muchos consideraban un peligroso depredador.

No, decidió Bella, el elefante era una criatura bonita, pero, sin duda, no quedaba bien en aquella disciplinada y estricta decoración que Cullen había escogido para su suite. Más aun, creía que ningún artículo de su boutique exclusiva, casi caprichosa; podría combinar en ese ambiente.

Evidentemente, Edward Cullen no tenía inclinaciones caprichosas de ese tipo.

-Lamento que el elefante no quede bien -murmuró Cullen.

-No se preocupe. Ya me lo temía. A decir verdad, no he logrado que ninguno de mis clientes se interesen por él. -Bella frunció el entrecejo.- Hay algo en él que parece espantar a la gente. ¿Será por las uñas de las patas?

-Es muy factible.

-Bueno, no es para tanto. -Ya se había cansado de tratar de endosar el elefante a Edward Cullen.- Usted insistió en que le trajera algo más y, bueno, decidí probar con el elefante.

-Muy amable de su parte. Aprecio su perseverancia. Déjeme servirle otra taza de té. -Cullen tomó la tetera esmaltada en negro y dorado que estaba sobre una bandeja negra laqueada.

Bella contempló, fascinada, mientras él llenaba la taza de té. El cono blanco y brillante que provenía de la lámpara halógena del escritorio revelaba la fortaleza de sus manos. Las manos de Cullen no eran las de un ejecutivo común y corriente. Eran ásperas, hasta callosas, en algunas partes, como si hubiera amasado su fortuna labrando tierras fértiles, en lugar de hacerla gracias a brillantes inversiones. Logró impregnar el delicado acto de servir una taza de té con gran masculinidad. Cada movimiento tenía fuerza y gracia.

Y Bella descubrió que cada uno de esos movimientos, por insignificante que fuera, atrapaba toda su atención. Tal vez, porque cada expresión de poder contenido en él contrastaba notablemente con la profunda serenidad que emanaba de él cuando estaba quieto. Bella nunca había conocido a un hombre que pudiera auto controlarse tan absolutamente.

Bella lo miró con suspicacia mientras aceptaba la taza de té. -Para serle completamente franca, no creo tener nada de Extravagancias que vaya bien en este lugar.

Cullen la miró como si ella estuviera presentándole un dilema curioso, aunque no irremediable. -Sólo porque el elefante no sea la pieza apropiada para este recinto, no debemos concluir en que ningún otro artículo de su tienda quedará bien aquí.

-No le gustó el carrusel que le traje el lunes -le recordó ella.

-Ah, sí, el carrusel. Admito que tenia cierto encanto, pero, de alguna manera, esas figuras tan extrañas que estaban en él, no encajaban en este lugar.

-Supongo que depende de su punto de vista -barbulló Bella. En lo personal, Bella había considerado que el bello carrusel con ornamentos dorados y su exótica colección de animales mitológicos, habría sido un toque distinguido en un recinto que ya contenía al eminentemente extravagante y casi milico Edward Cullen.

Nadie sabía mucho de Cullen. Pero Bella reflexionó que eso era lo que sucedía con la mayoría de las leyendas. Cuantos menos fueran los hechos a la vista, más legendario sería el hombre ante los ojos del mundo.

Bella lo había conocido hacia seis semanas, en la fiesta de compromiso de su hermano Emmett. Por supuesto que ya había oído hablar de él, porque Emmett había trabajado una vez con Cullen. Sin embargo, nunca habían sido presentados.

Emmett Swan era un genio reconocido en el campo de la electrónica. Cullen lo había contratado, cinco años atrás, para que le instalara sistemas de seguridad de alta tecnología en su vasto imperio comercial.

Después, cuando Emmett se retiró para iniciar su propia empresa de electrónica, Cullen invirtió mucho dinero para comenzar con las operaciones, convirtiéndose en el único e importantísimo respaldo financiero de Emmett.

Emmett había advertido a Bella que aunque Cullen estaba invitado a la fiesta, lo más probable era que no apareciera. Casi nunca se mostraba en público y, mucho menos, en acontecimientos sociales. Por otra parte, si alguna vez decidía incursionar en la sociedad, seguramente lo haría en un nivel muy superior al que ocupaban los Swan. La fortuna Cullen que Edward había reconstruido de la nada, después de la misteriosa desaparición de su padre, era tan legendaria como el hombre mismo.

Pero, para la evidente sorpresa y alegría de Emmett, Edward Cullen se presentó en la fiesta de compromiso, en su limusina negra. Su vestimenta, de gala, impecable, en blanco y negro. Esa formalidad enfatizó la feroz serenidad característica en él.

Bella se sintió cautivada por él desde el primer momento en que lo vio. Cullen era distinto de todos los hombres que ella había conocido. Le rodeaba una especie de halo de poder, pasión y orgullo, pero, por encima de esto, se destacaba su autocontrol de hierro.

Era llamativo ver cómo la gente se hacía a un lado cuando Edward entró en el restaurante tan de moda que Emmett había escogido para la ocasión. Y Bella comprendió el impulso, pues ese hombre irradiaba un peligro potencial. Dispersó a todos los que se habían reunido para desear sus buenos augurios como si hubiera sido un leopardo amenazando a un rebaño.

Sólo una parte muy insignificante de Bella quiso huir también. La otra parte, mucho mayor en magnitud, deseaba desesperadamente acercarse a Cullen, independientemente de los riesgos que aquello podría implicar.

Bella llegó a la conclusión de que Cullen la había atraído del mismo modo que los objetos que ella vendía en su boutique, Extravagancias. Edward no era atractivo como los hombres convencionales, sino que había algo en él que era abiertamente dominante. Algo muy oculto en el interior de Bella reaccionó ante tan imponente presencia. Y cuando Edward la miró, se le erizó la piel de la nuca.

La noche de la fiesta de Emmett, Bella memorizó en secreto cada detalle de Edward Cullen, desde el color de sus ojos, en una ilusoria e indescriptible tonalidad del verde, hasta la controlada impasibilidad de sus rasgos.

Para ser un ejecutivo, llevaba sus cabellos negros demasiado largos. Casi le habrían tocado los hombros si no se los hubiera recogido hacia atrás, en una pequeña cola de caballo. Su rostro tosco y sombrío traicionaba una voluntad implacable e inflexible. Los fríos rastros plateados del cabello y la calculadora inteligencia de su mirada hicieron que Bella concluyera que Edward Cullen rondaba los cuarenta.

Bella decidió que no se trataba de un hombre proclive a confiar en su apariencia o en sus encantos para obtener lo que quisiera. Simplemente, lo tomaría.

Se había quedado en la fiesta menos de media hora. A excepción de los breves momentos que pasó con Emmet y de los que le tomó a éste presentarle a su prometida, Rosalie y a Bella, Edward se mantuvo siempre retirado de los demás invitados. Se había quedado de pie, solo, ocupando un espacio que nadie más se habría atrevido a violar, bebiendo champaña mientras los demás lo esquivaban.

Bella se había dado perfecta cuenta de que Cullen no dejó de mirarla mientras ella bailaba con amigos de su hermano. Sin embargo, en ningún momento la invitó a bailar. Pero tampoco bailó con ninguna otra.

Finalmente, cuando Edward se fue de la fiesta, en silencio, Bella experimentó una rara desazón. Esa peculiar chispa de excitación, tan poco familiar en ella, que se había encendido cuando lo vio, se apagó de inmediato cuando él partió.

Casi a hurtadillas, Bella se acercó a la ventana para verlo mientras Emmett lo acompañaba hasta la limusina que lo estaba esperando, Ambos se quedaron hablando unos minutos, en la salida del restaurante y cuando la conversación terminó, Edward se volvió hacia la ventana, como si hubiera sabido que Bella había estado contemplándolo todo el tiempo. La saludó desde abajo con una inclinación de cabeza formal casi imperceptible. Luego subió a la limusina y desapareció en la noche lluviosa.

-Es un hombre interesante pero bastante peligroso -dijo Emmett a su hermana más tarde-. Nunca puedes tener la certeza de qué es: lo que está pensando. No creo que confíe en nadie. Cuando yo trabajaba para él insistía puntualmente en mantener archivos de cada empleado clave y de todos los que hacían negocios con él.

-¿Legajos?

-Una especie de historial de seguridad. -Hizo una sonrisa socarrona- El siempre decía que una información personal de la gente era lo único confiable para tener el control.

Me imagino que tener el control sobre todas las situaciones debe de ser algo muy importante para alguien como él -dijo Bella pensativa-. Siempre querrá dominar todo.

Lo que hay que tener en cuenta respecto de Edward Cullen es que él siempre tiene su propia agenda y nadie sabe qué hay en ella hasta que él está listo. Es un lobo solitario. No le gusta actuar en equipo.

-¿Es un gángster? -preguntó Bella, horrorizada con sólo pensar que su hermano podría estar en deuda con un delincuente. ¿Un asesino?

Emmett sonrió. -Bueno, si lo es, tiene la astucia suficiente como para enterrar los cuerpos a una profundidad tal que nadie los encuentre jamás.

-¿Y tú por qué aceptaste que te respaldara si no confías en él?

Emmett la miró sorprendido. Nunca dije que no le tuviera confianza, sino, simplemente, que se trata de un hombre peligroso.

-¿Hay alguna diferencia?

-Una gran diferencia.

Bella trató de sobrellevar el escalofrío que corrió por su espina dorsal. -¿Qué más sabes de él?

-No mucho, a pesar de que he trabajado para él. Ese hombre es una leyenda.

-¿Por qué?.-preguntó Bella.

-Su padre abandonó a la familia hace quince años. Desapareció, así de simple. No conozco toda la historia, pero lo que sí sé es que pocos meses antes de desaparecer, Edward Cullen Sr. convenció a algunos de sus amigos para que invirtieran en uno de sus proyectos de planificación y desarrollo.

-Déjame adivinar -dijo Bella-. ¿Y el dinero de los inversores desapareció junto con Cullen?

-Correcto. Y no sólo eso. Edward Cullen Sr. había liquidado la mayor parte de su patrimonio personal. También se llevó ese dinero en efectivo. Virtualmente, la familia se quedó sin nada, mejor dicho, con una pila de deudas.

-Ya he escuchado historias como ésa. El otro día leí en un periódico que un prominente banquero, simplemente tomó un avión con varios millones de dólares con rumbo desconocido. Nunca se supo más de él. Abandonó a su familia y todo lo demás.

Eso exactamente fue lo que hizo Edward Cullen Sr.-dijo Emmett.

Bella miró a su hermano. -¿Qué pasó?

-En dos años, Edward pagó todas las deudas de su padre -dijo Emmett con una fría admiración en su voz-. Reconstruyó la fortuna de su padre de la nada. Ahora es mucho más grande de lo que era cuando Edward Cullen Sr. desapareció. Con eso te enteras de algo muy importante acerca de Edward Cullen.

Pobre Edward -murmuró Bella-. Debió de quedar emocionalmente destruido cuando su padre se esfumó.

Emmett frunció el entrecejo, alarmado. -Bien, Bella...

-La vergüenza y la humillación debieron de haber sido terrible para un hombre como él -continuó Bella pensativa-. Obviamente le han quedado cicatrices de por vida. Con razón no es muy extravertido.

-Bueno, basta -ordenó Emmett-. Ni siquiera lo pienses.

-¿Pensar qué? -preguntó Bella con inocencia.

-Pensar en tratar de rescatar a Edward Cullen. Definitivamente no estamos frente a otra de esas ovejas perdidas y heridas que han formado parte de tu colección de hombres. Créeme que Cullen no necesita que lo rescaten.

-Emmett, todos necesitamos que nos rescaten en un momento u otro.

-Cullen, no -dijo Emmett categóricamente-. Ese hombre puede cuidarse solo. Créeme.

Bella no volvió a ver ni a escuchar nada de Cullen hasta tres semanas después. Llamó al día siguiente que el avión particular de Emmett se precipitase al vacío en un vuelo a Alaska. Eso había sido hacia un mes, en octubre. Edward Cullen la había llamado para preguntarle, muy gentilmente, si necesitaba alguna ayuda.

En medio del caos de aquella situación y luchando por manejar la prensa y a las autoridades, que estaban llevando a cabo las operaciones de investigación y rescate, mientras trataba al mismo tiempo de consolar a Rosalie, Bella estaba tensa y distraída. Bruscamente, le había dicho a Edward Cullen que no necesitaba ayuda de ninguna clase.

En cuanto colgó el teléfono, cayó en la cuenta, atónita, que Cullen era el principal acreedor de su hermano. Ahora que Emmett había de aparecido, Cullen se convertía en una potencial amenaza. Si él reclama su dinero, alegando que la empresa se había quedado sin dirección Swan Unlimited iba a la quiebra. En ese momento, no había manera de devolver todo el dinero que se le debía a Edward Cullen.

Pero no fue Edward Cullen quien resultó ser la amenaza más inmediata. Fue una alianza de abastecedores y otros inversores que sintieron pánico cuando descubrieron que Emmett ya no estaba a la cabeza de la empresa. Mike Newton, asistente y hombre de confianza de Emmett, hizo lo imposible por tranquilizar a todos, asegurándoles que los negocios seguirían normalmente. Pero nadie le creyó.

Pocos días después, Cullen volvió a llamar.

-Tal vez será mejor que conversemos -le dijo.

-¿De qué? -preguntó Bella, aunque sabía perfectamente bien qué era lo que quería discutir con ella.

-Del futuro de Swan's.

-Swan's está muy bien, gracias. Mike Newton tiene todo bajo control. Rescatarán a mi hermano cualquier día de éstos y todo volverá a la normalidad.

-Lo lamento, señorita Swan, pero me temo que tendrá que hacerse a la idea de que Emmett tal vez esté muerto.

-Yo no lo creo y su novia tampoco. Juntas apuntalaremos Swan's hasta que Emmett vuelva. -Bella se aferró al cable del teléfono, luchando por mantener la voz serena.- Aprecio su preocupación, pero nada ha cambiado en la empresa. Todo está bajo control

-Entiendo. -Se produjo un largo silencio en la línea.- Tengo entendido que algunos acreedores de su hermano ya están presionando para que se venda o se fusione.

-Tonterías. Rumores, simplemente. Ya les he explicado a todos que las cosas están bien y que esperamos el regreso de Emmett en cualquier momento.

Se produjo otro silencio. -Como prefiera. Pero por favor, no dude en llamarme si los demás inversores se ponen difíciles. Tal vez yo podría ayudarla.

Entonces Bella colgó el teléfono sintiéndose más incómoda que nunca. Swan Unlimited había sido siempre una empresa familiar. Ninguna otra persona que no perteneciera a la familia pudo tener acciones en ella, pues la intención de Emmett había sido la de mantener la mayor parte y control de la firma.

En ese momento, sólo había dos miembros de la familia propietarios de acciones: Emmett y Bella. En consecuencia, Bella quedaba como única heredera de su hermano.

Dos semanas atrás, Cullen contactó con ella nuevamente. Pero en lugar de hablarle del destino de Swan Unlimited, le pidió sus servicios profesionales. Quería que Bella diera los toques finales en la decoración de su apartamento.

Bella aún no sabía exactamente por qué había aceptado el trabajo. Sin duda, estaba agobiada de trabajo en esos días como para agregar el de asesorar personalmente a un cliente.

Sin embargo, hoy era la cuarta visita que hacia al apartamento vigésimo sexto piso del Seattle, un alto edificio céntrico. Hasta el momento, todo se desenvolvía rutinariamente, como en las visitas previas.

No era fácil llegar hasta Edward Cullen. Primero tenía que identificarse ante el portero que estaba en la recepción del edificio. Después, tenía que marcar un código especial en el panel electrónico que estaba instalado en el ascensor para poder ascender al piso veintiséis. Una vez que llegaba allí, la recibía un hombre que parecía un robot, llamado Carlisle. Se trataba una especie de combinación de mayordomo y chofer. -Bella sospechaba que, además, podría ser guardaespaldas.

A su manera, Carlisle era tan interesante como su jefe. Aparentemente tenía poco más de cincuenta años. En todas las oportunidades que Bella lo vio, el hombre llevaba un traje oscuro formal y sus ojos cafés jamás habían denotado ni el más mínimo vestigio de emociones. Su finísima cabellera estaba cortada a un escaso centímetro del cuero cabelludo.

Sus movimientos estaban tan mecanizados que Bella creía posiblemente que algunas de sus partes serían de robot. Se lo imaginaba enchufándose por las noches a algún artefacto especial para recargar las baterías. Por otra parte, sospechaba que al tal Carlisle no le caía del todo bien.

En aquella primera visita, Carlisle la había conducido hasta el estudio esgrimiendo la menor cantidad posible de palabras. Luego apareció el té en una bandeja.

Bella, muy nerviosa, había estado expectante a que Cullen sacara el tema de su hermano desaparecido. Sin embargo, el hombre no se dedicó a otra cosa más que a las piezas que faltaban para terminar la decoración del apartamento.

Luego de aquella primera vez, Bella empezó a esperar con ansiedad aquellas citas serenas y apacibles. Durante ese lapso que transcurría en el recluido estudio de Cullen, bebiendo su exótico té aromático y hablando de banalidades, como por ejemplo, de elefantes esmaltados y de carruseles dorados, Bella olvidaba todos los temores y los problemas la preocupaban. Y eso era un verdadero alivio porque últimamente esos temores y problemas estaban convirtiéndose en pesadillas.

No había olvidado la advertencia de Emmett respecto de la peligrosidad de Cullen. Pero a medida que iba tratándolo, le resultaba casi imposible ya temerle. Su poder encerraba una extraña invitación a confiar en él. Y durante esas sesiones vespertinas en el estudio, Bella, conscientemente, parecía querer absorber parte de esa confianza.

-Obviamente, nos llevará un tiempo hallar la pieza exacta que necesito en este ambiente -dijo Cullen mientras echaba un último vistazo al elefante-. Pero soy un hombre paciente. Tarde o temprano, encontraremos algo.

-Lo dudo -dijo Bella. Recorrió con la mirada la austera y elegante habitación-. Es evidente que su gusto no coincide con las cosas que yo vendo en mi tienda. Mi filosofía se basa en que cada ambiente necesita un elemento impactante. Un interior hermoso necesita un pintoresco toque de fealdad. Un interior sereno debe tener un objeto que rompa la monotonía. Un interior muy recargado, necesita imperiosamente un elemento de orden.

Cullen no sonrió, cosa que fue muy llamativa, pero sus ojos brumosos delataron una expresión divertida. Si bien Bella había pasado muy pocas tardes con él, ya había aprendido a leer las señales que transmitía con la mirada. Se daba cuenta de que no era un hombre frío, pero, por alguna causa, había aprendido a disimular muy bien sus emociones y a demostrar un poderoso control sobre ellas.

-No me preocupa que tengamos gustos diferentes con respecto a los elefantes y carruseles dijo Cullen suavemente. Guardó silencio mientras bebía su té con aire pensativo.

Los silencios eran comunes en Edward Cullen. Aparentemente, no le molestaban, pero a Bella la ponían histérica. Muy rara vez ella hacía pausas en medio de una conversación.

Bebía su té mientras dudaba respecto de si sería o no el momento apropiado para sacar el tema que queda discutir. Tal vez podría esperar una o dos semanas más, pero no podría posponerlo mucho más que eso. Se estaba quedando sin tiempo. Si no lograba que Cullen la respaldara en su loca idea de salvar a Swan Unlimited, tendría que reagruparse y delinear otro plan.

Desgraciadamente, Bella no veía otras posibilidades. Ya estaba al final del camino.

Sintió que el estómago se le hacía un nudo y se puso tensa. Apoyó la taza en el platillo negro y dorado. -Señor Cullen...

-Edward, por favor. Quiero que pienses en mí como un amigo de la familia.

- Edward. –Bella inspiró profundamente.- Hace un mes, justo cuando mi hermano desapareció, dijo algo sobre... echarnos, a Rosalie y a mí, una mano.

-¿Debo entender que todavía no hay noticias de tu hermano'

-No -admitió Bella. El grupo de búsqueda y rescate ha dejado de trabajar tras tres días de intenso rastreo, posteriores a la desaparición del avión de Emmett. No habían podido hallar indicios ni avión ni del cuerpo hasta ese momento. El veredicto oficial fue que Emmett se había perdido en el mar.

-Y ahora, por fin, te das cuenta de todas las dificultades deberá enfrentar si continúas con esta política de querer manejar Swan Unlimited -dijo Edward con toda serenidad.

Bella miró sus gélidos ojos. -Será imposible, ¿no?

-Si.

-¿Usted lo supo desde un principio, no?

Edward se encogió de hombros casi imperceptiblemente. -Era inevitable que se suscitaran problemas serios. Tu hermano era la mano fuerte de Swan Unlimited. Todos lo saben. Sin él, los inversores se inquietan.

Bella apretó el apoyabrazos de la silla laqueada negra. -Hace dos días, los otros inversores y acreedores me invitaron a una reunión. Me dieron un ultimátum: si no presto mi consentimiento para una venta o fusión inmediata, reclamarán el pago de lo que se les adeuda hasta la fecha.

-Ya sabía lo de la reunión.

Bella arrugó la nariz. -No me sorprende. -Hizo una pausa -Pero igual, no fue.

-No.

-¿Debo tomarlo como que usted sabía que yo no daría mi consentimiento? -Bella contuvo la respiración mientras aguardaba la respuesta.

-No dije eso. Para mí, comprar la parte es lo mejor. Así, la empresa seguiría en vigencia para lanzar al mercado la tecnología inalámbrica de tu hermano. Una vez que eso suceda, todos los socios recuperarán el dinero invertido más una cuantiosa ganancia.

Las nuevas invenciones de Emmett se relacionaban con el área la electrónica que estaba revolucionando todo, desde los sistemas control computarizados de inventarios, hasta los procedimientos médicos. Emmett solía decir a Bella que la oficina del futuro seria "inalámbrica". Todos los cables eléctricos que en la actualidad encadenaban los artefactos con las tomas de las paredes o con una fuente energética, desaparecerían.

-No puedo vender la firma de Emmett. –Bella cerró fuertemente los puños.- Trabajó arduamente para ponerla en marcha. Invirtió en ella todo lo que tiene, no sólo su dinero sino su sudor y su genio. El futuro de la electrónica está en este asunto de lo inalámbrico y él será un pionero en este campo. ¿No lo entiende? Yo no puedo deshacerme de la empresa.

Las negras pestañas de Edward velaron su mirada. -No te desharás de ella. Obtendrás muy buen precio por esa firma. Hay muchos interesados que están dispuestos a echar mano en la nueva tecnología que tu hermano estaba desarrollando.

-No venderé la empresa de mi hermano -repitió Bella-. No mientras Rosalie y yo creamos en la posibilidad de que aún esté con vida.

-Uno de estos días tendrás que ver la situación con más realismo -dijo Edward -. Sabes que todo indica que lo más factible es que Emmett haya muerto. Lo sabes tan bien como yo.

Bella levantó el mentón. -Yo sabría si mi hermano está muerto.

-Claro que sí, maldita sea. Emmett es la única familia que tengo. Mi única familia desde la muerte de mi tía Sue. Yo lo sabría si realmente él se hubiera ido para siempre de este mundo. -Enterró sus dedos en el caprichoso manojo de rizos colorados.- Lo sentirla muy dentro de mí. Seguramente lo sabría. ¿No? Bella sabía que estaba aproximándose al final del camino. Desde que Emmett había desaparecido, no había podido descansar una sola noche como Dios manda. El shock inicial había desaparecido de alguna manera, pero esos temores secretos, que Bella había confinado en lo más profundo de su alma, a veces se escapaban de allí para abrumarla. Y en esos momentos, ella se deprimía terriblemente. Tal vez, su amado hermano estada realmente muerto.

Estaba exhausta. En las últimas semanas, había tenido que tomar demasiadas decisiones, responder demasiadas preguntas y soportar demasiada presión por parte de la gente que había invertido en la empresa. Y ahora que Rosalie le había confesado lo del bebé, le quedaban aún muchos más problemas que enfrentar en el futuro.

-No soy la única que sabría si Emmett estuviera muerto -continuó Bella-. Rosalie tiene la misma firme convicción que yo. Las dos estamos seguras de que Emmett aún está vivo.

-Nadie puede sobrevivir en las aguas de Alaska durante más de treinta o cuarenta minutos le recordó Edward con toda suavidad-. Tú lo sabes.

-El detalle que todos parecen olvidar es que mi hermano era un genio certificado. Además, cada vez que volaba, tomaba precauciones que ningún otro en su lugar habla tomado. Por ejemplo, llevaba un traje de supervivencia. Y un bote. Y toda clase de complementos que pueda imaginar.

-Ningún traje de supervivencia puede impedir que un hombre se congele indefinidamente.

-Hay docenas de islas esparcidas entre ese lugar y Alaska. Cientos. La mayoría parecen apenas puntitos de tierra. Emmett podría haber sobrevivido en alguna de ellas hasta que llegara ayuda para él.

La operación de búsqueda y rescate ha sido realmente intensa -dijo Edward -. Yo mismo me aseguré de ello.

Bella abrió los ojos desmesuradamente. -¿De verdad?

-Por supuesto. Ya te lo he dicho. Emmett fue más que un empleado de confianza mientras trabajó para mí. Fue un amigo.

-Me alegro -dijo Bella apesadumbrada-. Porque he venido a pedirle ayuda. Tengo la esperanza de que esa amistad que lo unía a mi hermano sirva para que me brinde su apoyo en este plan que he trazado.

Edward la miró con una expresión de sumisa satisfacción. Era evidente que había estado esperando algo así. -Quieres que yo te haga una oferta de compra.

-No. -Bella se puso de pie abruptamente y caminó hacia las ventanas que iban del piso al techo. Miró el apizarrado cielo y las grisáceas aguas de la bahía Eliott.- No. Es lo último que le pedida. Ya le dije que no quiero vender Swan Unlimited. No mientras pueda evitarlo.

-Yo estaría dispuesto a volver a vendérsela a Emmett en caso de que reapareciera.

Bella lo miró por encima del hombro. -Es muy generoso de su parte, pero no creo que sea tan buena idea.

-¿Por qué no?

Bella apretó los dientes. -Porque sé, de muy buena fuente, que usted es un hombre peligroso, Edward Cullen.

El no pareció desconcertado por la noticia. -¿Es cierto? ¿Quién te dijo eso?

-Emmett

-Tu hermano siempre ha sido muy inteligente.

-Cierto. Un genio. Mire, ambos sabemos que si yo le vendiera la empresa perderia el control sobre ella. Usted podría hacer lo que se le antojara con la firma. Hasta podría negarse a vendérsela nuevamente a mi hermano. Y si lo hiciera, le pondría un precio tan alto que él no podría comprarla.

-Podríamos arreglar los términos del acuerdo antes que firmes nada.

-Simplemente, no quiero deshacerme de la empresa. Ni siquiera sabiendo que se la queda usted. El riesgo es demasiado grande. No se ofenda, pero francamente, creo que alguien tendría que estar más loco que una cabra para vender los derechos sobre las invenciones del genio de mi hermano.

-Aplaudo tu lealtad y determinación. Pero entre tanto, estás soportando la presión de los acreedores de tu hermano. Pueden obligarte a vender o a fusionarte,

Lo sé. -Cerró los ojos brevemente y luego se volvió para mirarlo.- Ya han empezado a llamarme a diario. Después de esa reunión de hace dos días me he dado cuenta de que estamos en serios problemas.

-Fue sólo una cuestión de tiempo. Tienen miedo, Bella. Seguramente, entenderás su postura. Swan Unlimited es una empresa unipersonal en todo sentido y ese hombre ha desaparecido.

-Tengo que ganar algo de tiempo. Todo lo que necesito es un poco de tiempo.

-¿Cuánto?

-Ese es el punto justamente. No tengo idea cuánto. Unos pocos días o semanas. ¿Quién sabe cuánto se puede tardar en encontrar a Emmett?

Edward bebió un largo sorbo de té y luego apoyó la taza en el platillo. Bella siguió sus movimientos con la mirada. La delicada porcelana parecía muy frágil en esas manos tan fuertes.

-Aunque yo te diera todo ese tiempo que necesitas, no podrías tener calmados a los demás durante todo ese tiempo -dijo Edward.

No por mis propios medios. Pero sí se tranquilizarían si pensaran que la empresa, otra vez, está en buenas manos. Todos saben que no entiendo un rábano de electrónica y que Rosalie está en las mismas condiciones. Y tampoco tenemos ni la menor idea de cómo manejar tamaña empresa.

-No -coincidió Cullen-. Claro que no.

Bella avanzó un paso, ansiosa. -Pero si un ejecutivo caracterizado por su excelente reputación en el campo de los negocios se pusiera a la cabeza de Swan, creo que los inversores se quedarían tranquilos para siempre.

Edward ni se movió, pero se leía cierto aire de frialdad en él e esos momentos. -¿Estás pensando en contratar a alguien para que maneje la empresa por ti?

-Algo por el estilo.

-Supongo que es una posibilidad. ¿Has pensado en alguien ya?

-Hice que Mike Newton investigara discretamente -admití Bella-. El problema es que todos a quienes consultó dijeron que no aceptarían el puesto a menos que se les garantizara una parte sustanciosa y permanente del capital como forma de pago.

-Dada la situación, es una exigencia razonable. Pero tú no quiere deshacerte ni de la más mínima parte de la empresa, ¿verdad?

-No me atrevo. Probablemente, Emmett no estaría en condicione de recuperarla cuando regresara. Dentro de cinco años, Swan Unlimited se convertirá en la empresa líder en electrónica del país Todos los que están relacionados con la industria son conscientes de su potencial.

-Si ahora tú te asocias con alguien, Emmett lo tendría que soporta cuando volviera. ¿A eso le temes?

-Exactamente. Los socios suelen ser un problema grave. Emmett me dijo una vez que él no quería ningún socio.

-Debes entender que, en este momento, sólo tienes dos opciones. Aceptar la venta o fusión de la empresa de Emmett o asociarte con alguien que la administre por ti.

-No puedo arriesgarme -dijo Bella-. Es probable que Emmett jamás vuelva a recuperar el control completo de su empresa.

Edward tomó la tetera. -Estoy seguro de que puedo ayudar en algo, Bella.

Ella se sintió muy aliviada. -Eso es lo que esperaba escuchar.

Edward la miró de reojo especulativamente. -¿De verdad?

-Sí. Tal como yo lo veo, usted también tiene mucho que perder o ganar en eso. Después de todo, le conviene que la empresa de mi hermano sobreviva y lleve sus productos al mercado, ¿no?

Edward la miró por encima del borde de su taza. -Es cierto que mis ganancias serán jugosas una vez que estos productos hagan estragos en el mercado.

-Bueno, se me ha ocurrido una alternativa que puede ofrecernos lo que ambos queremos.

-¿Sí? -Si bien pareció escéptico, la intriga que lo carcomía era evidente.

-Sí. La empresa de Emmett quedará protegida y también su inversión. -Bella volvió rápidamente a su silla y se sentó. Ahora que por fin había llegado él momento de explicar su proyecto no estaba tan nerviosa. Se inclinó hacia adelante y cruzó ambos brazos sobre la abrillantada superficie del escritorio.

-Soy todo oídos, Bella.

-Es un poquito difícil de explicar -dijo ella-. Pero si usted está dispuesto a escuchar, creo que estará de acuerdo en que puede funcionar. Tenga presente que esto no será para siempre, sino provisional, hasta que vuelva a aparecer mi hermano.

Bella estaba a punto de servirse una taza de té y se detuvo. -Esto se pone cada vez más interesante. Escuchemos tu plan.

-Bien, como usted ya sabe, Swan Unlimited es una empresa familiar. Mi hermano y yo controlamos todo el capital. Cuando Rosalie se case con Emmett, también ella recibirá una parte de las acciones, pero no hasta ese momento.

-Entiendo. Pero como ella todavía no se casó con tu hermano y como lo más probable también es que Emmett esté muerto, la que controla todo el capital eres tú. Por el momento, eres el único miembro de la familia que maneja Swan Unlimited.

-Cierto. -Bella reunió todo su coraje para arrojarse de cabeza a la piscina.- Pero si yo me casara, mi esposo también seria miembro de la familia. Yo le conferiría una parte de la empresa.

El té se derramó sobre la negra superficie del escritorio. Abruptamente, Edward apoyó la tetera. Durante un instante se quedó mirando, atónito, el charco de té, como si no hubiera podido creer que sus manos lo hubieran traicionado. Cuando volvió a levantar la vista, sus ojos parecieron de hielo. -No sabía que estuvieras a punto de casarte.

Bella descartó el comentario. -No. No exactamente. Quiero decir, señor Cullen, o sea... Edward... ¿Ha... has oído hablar alguna vez de un matrimonio por conveniencia?


Hola aqui de nuevo esta es otra adaptacion al final les dire quien es la autora!

ojala y les guste :)