Esto es una adaptación de la pelicula "Un dia imprevisible", con los personajes de Stephenie Meyer ;) Es decir, que nada prácticamente es mío, solo la idea de escribirlo xD
Un día imprevisible
1. Un mal día
Era la rutina de cada día. Bella iba a trabajar de buena mañana hasta mediodía, y por la tarde se dedicaba a sus estudios de Filología Inglesa en la Universidad de Londres. Los fines de semana era extraño que saliera de fiesta. Solía quedarse en casa, viendo alguna peli y comiendo helado de chocolate, a poder ser. Esto ocurría desde que su mejor amiga, Alice, con la que siempre había compartido piso, se había ido a vivir con su novio, Jasper. Primero se había mostrado algo renuente a dejar a Bella sola, pero ésta no quería condicionar a la pareja, de modo que insistió a su amiga para que se fuera con Jasper. Aún así, la chica llamaba todas las noches a su amiga, para comprobar que estuviera bien, y quedaban todos los sábados para comer, gestos que Bella agradecía profundamente.
Aunque intentase aparentar que se encontraba en perfecto estado, ella cada noche se tumbaba en su cama, sintiéndose completamente sola, y sin saber el motivo que le provocaba esa soledad; tenía una familia que la quería, aunque se encontrase algo lejos de su pueblo y por ende de sus padres y de su hermano, contaba también con unos amigos fantásticos, y aún así, ella sentía que le faltaba algo en su vida. Descartaba por completo que el motivo fuese el tener una pareja, ya que hacía unos meses había intentado una relación con un chico, Alec, un amigo de Jasper. Sin embargo, aunque aquel chico era realmente guapo, y debía admitir que le gustaba, ella no estaba cómoda con aquella relación, y decidió dejarlo, sabiendo que estaría mejor sola. Y no se equivocaba. Igualmente, aquella sensación de soledad no se esfumaba.
Una mañana, antes de abrir la cafetería, el dueño llamó a Bella, que se encontraba repostando pastas en el mostrador.
—Veo que no haces muy buena cara, Bella –le dijo el señor Clearwater- ¿te encuentras bien?
En otras circunstancias, Bella hubiera mentido, alegando que solo había pasado una mala noche. Pero en aquella ocasión, Bella no pudo evitar decir la verdad, y más a aquel hombre que la trataba como a una hija:
—La verdad es que no –suspiró— no se que me ocurre.
—¿Necesitas un día libre?
Bella pensó que no le vendría mal, pero decidió negarse. A fin de cuentas, no podía permitirse perder el sueldo de un día.
—No, gracias. Aguantaré. Mañana es domingo, dormiré todo el día y ya está –intentó sonreír de forma convincente, pero el señor Clearwater no se lo creyó. A fin de cuentas, Bella era una pésima mentirosa.
—Tómate el día libre –le sonrió el hombre.
—No, no…
—Te pagaré igualmente el día, no te preocupes por el dinero.
—Pero…¿y la gente?
—Leah y yo nos apañamos. Venga, ve. Lo necesitas.
Bella no pudo evitar negarse, ante la insistencia del hombre. Así que se lo agradeció, y con una sonrisa y una despedida, salió de la cafetería rumbo a la parada de autobús, para irse a casa hasta que fuera hora de reunirse con Alice.
En la parada del bus, sacó su libro de bolsillo de Orgullo y Prejuicio que siempre llevaba a todas partes y empezó a leer. Solo lamentó haberse dejado aquel día el iPod.
—¿Hola?
Levantó la vista, para encontrarse con un hombre de unos treinta y pocos años, que llevaba un bote de café en una mano. Era algo bajito y regordete, con unos ojos algo vivarachos, que la miraban con curiosidad.
—¿Puedo preguntarte que lees? –sonrió aquel hombre.
Bella le mostró la portada del libro, de forma silenciosa.
—Oh, literatura clásica. Es un libro muy bueno, ese. Ojala más gente apreciara ese tipo de lecturas, como haces tú.
—Ehh…muchas gracias –sonrió Bella, por cortesía.
—Y…¿vas a la universidad?
Bella evitó resoplar. No le apetecía nada hablar con aquel hombre, solo leer. Sin embargo, sus padres le habían enseñado a ser una persona educada.
—Sí, ahora mismo iba a clase –mintió.
—¿Y porque no te saltas las clases y vienes conmigo?
—¿Perdone?
Conmigo te lo pasarás mejor que en clase –el hombre puso la mano libre en el muslo de la joven, que se levantó de un salto, asqueada.
—¡No me toque!
Bella miró a su alrededor, pero estaba sola en la parada de bus, y aumentando su mala suerte, también estaba sola con aquel pervertido en aquella calle. Perfecto. Decidió dar media vuelta e irse, cuando sintió que algo caliente y que quemaba se derramaba en su espalda.
—Otra vez, no rechaces una oferta así de buena –dijo el hombre, que le había tirado su café, y ahora se perdía calle abajo.
Bella se tragó las lágrimas y empezó a correr en dirección contraria. No supo cuanto corrió, ya que lo único en lo que pensaba era en aquel asqueroso hombre y en las ganas de darle una buena tunda. No debió de correr mucho, ya que se encontró delante de un pequeño supermercado que ella conocía y que no se encontraba lejos de su trabajo. Entró, y empezó a buscar papel de cocina para limpiarse el café. Chocó contra alguien, pero hizo caso omiso, ni siquiera se disculpó. Su mirada no se despegaba de las estanterías.
—¡Eh, hola!
Por fin encontró el papel de cocina, el cual cogió y fue a pagar.
—¡Eh!
Dejó un par de monedas y salió de la tienda, sin prestar atención a aquel que la llamaba y al dependiente, que empezó a llamarla para advertirle que aún le faltaba dinero para pagar el papel higiénico. Caminando apresuradamente por la calle, alguien pasó por su lado y luego le impidió el paso.
—Te faltaban cincuenta centavos –dijo una voz que le resultaba familiar.
Levantó la mirada para encontrarse con un par de ojos verdes que ella conocía a la perfección.
Era el "tío buenorro del sándwich de mantequilla", como le habían apodado Leah, la hija del señor Clearwater y ella. Ese chico, con su cabello broncíneo siempre revuelto –que le daba un toque sexy- sus ojazos verdes, sus facciones armoniosas y su magnífico cuerpo, entraban cada día en la cafetería de los Clearwater y pedían a Bella un sándwich de mantequilla.
Leah le había animado a hablar con aquel chico muchas veces, pero Bella siempre se había echado atrás, ya que no creía que él reparara en ella, aparte de que estaba el hecho de que lo más seguro es que tuviera novia.
—Perfecto.
Tan consternada estaba aún Bella, que ni se dio cuenta que aquel chico la había estado llamando en la tienda.
—Te lo he pagado yo.
Ella se giró, con el ceño fruncido, hacia él, pidiendo con la mirada una explicación. Él se limitó a formar una sonrisa torcida, que le quitó la respiración a Bella.
—¿Qué te pasa que estás tan alterada? Ni me has saludado cuando has pasado por mi lado en la tienda.
Ups, había chocado contra él.
—¿Es que me conoces? –la pregunta salió sola, y de inmediato Bella se maldijo por ser tan tonta.
—Claro, eres Bella, la chica que siempre me sirve un rico sándwich de queso cada mañana –la sonrisa continuaba ahí, y Bella cada vez estaba más alucinada, a la par que sofocada- oh, supongo que debería presentarme, soy Edward.
—En-encantada –Bella, no quería admitirlo, pero por dentro estaba saltando de alegría por saber su nombre.
—Bueno…¿quieres que vayamos a tomar algo y así me cuentas que te ha pasado?
—¿Qué te hace pensar que me ha pasado algo? –repuso ella, tal vez demasiado a la defensiva. Pero Edward no pareció inmutarse, es más, su sonrisa se ensanchó.
—Sé cuando alguien está alterado. Y no estabas en la cafetería, ¿o es que es tu día libre?
—No, solo que…¿y a ti que más te da? –dijo bruscamente, emprendiendo de nuevo el camino, mientras empezaba a limpiarse con el papel de cocina.
—¿Qué has hecho para mancharte con café por la espalda? –Edward empezó a caminar a su lado, sin darse por vencido.
Ella paró en seco y le miró con una mueca.
—No vas a dejarlo hasta que te lo cuente, ¿verdad?
—Veo que lo has pillado –sonrió él, ampliamente- permíteme que te invite a tomar un té a un café que conozco, y me cuentas. Puedes asearte en el lavabo.
Bella suspiró, sabiendo que no le quedaba alternativa. Aunque tampoco iba a oponerse mucho. ¡Vamos! Seria tonta si rechazara una invitación de aquel dios heleno.
Ya en el café, lo primero que hizo Bella fue entrar en los lavabos, mientras Edward cogía asiento y pedía. Una vez decente, la joven salió, y se encontró con que su acompañante estaba hablando por teléfono.
—Muchas gracias, nos vemos el lunes –dijo, antes de colgar. Luego, miró fijamente a Bella, esperando a que ella le explicase por fin lo sucedido.
Conforme avanzaba con su pequeño relato, vio como la sonrisa de Edward se esfumaba, y la mano que tenía encima de la mesa se convertía en un puño. Realmente daba miedo.
—¿Y porqué no le has denunciado aún? –dijo con voz calmada. Puede que demasiado calmada.
Bella suspiró, y fijó su vista en su té.
—No quiero denunciarle. Solo…me gustaría haber reaccionado de otra forma.
—No te tortures por ello –sonrió Edward- hiciste bien. No tenías porque aguantar eso.
—Gracias –susurró Bella, aún sin levantar la vista.
Se estableció un cómodo silencio entre ellos, el cual rompió Edward al cabo de unos minutos:
—Me preguntaba…si podrías hacerme un favor.
Bella le miró, algo perpleja.
—Claro –fue su contestación, que hizo que el joven sonriera de nuevo.
—Verás, hoy es el cumpleaños de mi hermana, y quería comprarle algo de ropa, pero necesito consejo femenino.
—¿Y quieres que yo te asesore?
—Exacto.
Bella tuvo sus dudas, en un principio. A fin de cuentas, ella era prácticamente una desconocida para él, y tampoco conocía los gustos de su hermana, que, por como vestía Edward, sería bastante pija.
—Pero...puede que tu hermana tenga unos gustos diferentes a los míos.
—Oh, yo sí los conozco. Y más o menos tiene tu talla. Solo tendrías que probarte la ropa.
—Esta bien –suspiró. No tenía muchas ganas de hacer de modelo, pero ella no podía evitar ayudar a la gente.
Edward sonrió ampliamente y propuso marcharse de inmediato. Bella fue a pagar el té, pero el chico la interceptó, alegando que ya lo había pagado él.
—Muchas gracias, pero no era necesario –argumentó ella, mientras salían de la cafetería.
—Eres demasiado modesta –Edward le guiñó un ojo, antes de pedir un taxi, de modo que no vio el rubor en las mejillas de la joven.
El taxi les dejó delante de una tienda que dejó con la boca abierta a Bella. Era una de l as tiendas más caras de Londres. La conocía desde fuera, de las veces que ella y Alice habían pasado por delante y se habían quedado imaginando como sería entrar allí y comprar todo lo que quisieran.
—¿Es…aquí? –preguntó, titubeante, mientras bajaban del taxi.
—Si, ¿has venido alguna vez?
Bella negó con la cabeza, aún alucinada.
—Bueno, siempre hay una primera vez para todo –él entró con paso firme en la tienda, seguido de Bella, que no paraba de pensar en el momento en que le contara todo aquello a Alice.
Para sorpresa de Bella, los dependientes les sentaron en un gran sofá y les dieron un catalogo, mientras les ofrecían algún tentempié. Edward se acercó a Bella para ver mejor el catalogo, y ella no pudo evitar sonrojarse de nuevo, para su vergüenza. Sin embargo, él pareció no percatarse de ese detalle.
—¿Qué te parece ese vestido? –preguntó él, señalando un precioso vestido rojo, de palabra de honor.
—Me gusta –reconoció ella.
Edward encargó al dependiente que sacaran el vestido, mientras le preguntaba a Bella si le gustaba alguna otra prenda. Ella señaló un conjunto de blusa azul marino y pantalones de pitillo oscuros, con unos zapatos oscuros también a juego.
—¿Quieres probártelo también?
Bella aceptó. Tenía que aprovechar ahora que se encontraba en aquella tiénda tan soñada. Se probó el vestido, y al salir, acompañada de otra dependienta, Edward le silbó, mientras sonreía.
—Estás preciosa.
Ella se ruborizó y miró hacia sus pies descalzos, con una sonrisa.
—Ese para regalo, por favor –le pidió Edward al dependiente.
La otra chica acompañó a Bella a los vestuarios, para coger el vestido y llevarle el otro conjunto. Cuando salió de nuevo, Edward sonrió y fue hacia ella.
—¿Te gusta este conjunto?
—Sí…pero, ¿no habías escogido el vestido para tu hermana?
—Sí, lo están envolviendo. Este conjunto seria un regalo para ti.
—¡¿Qué? No, no, de ninguna manera…
—Déjame devolverte el favor –la intensidad de aquella mirada hizo que Bella finalmente capitulase, aunque a regañadientes.
Edward le sugirió que se quedase vestida con el conjunto, ya que el chándal que llevaba antes estaba manchado, cosa que a Bella le pareció una buena idea.
Al salir de la tienda, Edward le preguntó si le acompañaba a comer, por lo que Bella aceptó de inmediato, ya que se moría de hambre. Sin embargo, al llegar al restaurante, cambió de opinión.
—Creo…que mejor me vuelvo a mi casa.
—¿Por qué? –preguntó Edward, con el ceño fruncido.
—¡Es demasiado caro para mí!
Edward rió, y pasando un brazo a Bella por los hombros, la hizo entrar en el restaurante.
—Por eso no te preocupes, invito yo.
Edward, me has pagado lo que me quedaba para el papel de cocina, me has invitado a un té, me has comprado ropa, y ahora, me vas a pagar la comida. ¡Sería aprovecharme demasiado!
—Si no me acompañas a comer, me enfadaré mucho, y tu jefe se quedará sin su cliente habitual de sándwich de mantequilla.
Bella resopló, y terminó cediendo, intentando ignorar las mariposas que se habían instalado en su estómago desde que Edward la había cogido por los hombros.
¡Hola!
El otro día vi la peli, que la vi hace taaaaaaaaanto que ya ni me acordaba. Y de repente dije: woah! tengo que hacer el fanfic xD quería hacerlo primero con la pareja Lily&James de Harry Potter, por cambiar, pero...es que no podía evitar escribir sobre Ed y Bells :)
Espero que os haya gustado el primer capi, advierto ya que sera como máximo una historia de 3 capis, y en teoria iba a ser un oneshot. Hay cosas cambiadas, por ejemplo, la parte del pervertido es más larga, y el tío dice más cosas...poco educadas, antes de que ella se marche y le tire el café xD eso entre otras cosas, quiero decir, es una adaptación! xD
Nos leemos pronto ;)
¡Un beso!
Ali.
