1. Hora de conocer a los Generales
Kanagawa-ku, un barrio de la ciudad de Yokohama, en la prefectura de Kanagawa, a pocos kilómetros de Tokio, en Japón. Así transcurría la vida en esa ciudad. Agitada por ser la capital de la prefectura, y dentro de la zona metropolitana de Tokio. Sí, eso era.
Uno podría pensar que este es de las pocas veces en que sucede algo en una ciudad agitada, pero no se esperaba que un suceso extraño viniera pronto.
Allí, en un parque de la ciudad, un domingo en la mañana, un joven de apenas 13 años, de gorra roja, chaleco café y pantalones de mezclilla miraba la televisión en su celular. La presentadora anunciaba tiempo soleado para el lunes, pero las cosas no iban a ser así.
-¿Por qué me citaste aquí, Shoutarou? -preguntó una jovencita de 12 años de blusa verdiazul y pantalones acercándose a la banca donde estaba sentada aquel joven.
-Ah... Karin... -dijo apagando la televisión y volteó a ver a los niños correr en el parque. -¿No te lo dijo el jefe?
-¿Decirme qué? -preguntó de nuevo Karin.
-Mañana va a ser el gran día. -contestó Shoutarou escondiendo su celular y sacando del otro bolsillo un aparato similar de color negro.
-¿El gran día? -preguntó extrañada Karin. -¿¡No estarás hablando de...!
-Sí. -dijo Shoutarou comenzando a oprimir los botones de ese aparato. -Mañana comenzará la cacería... El jefe quiere resultados y pronto.
-¿Por fin comenzaremos a comer como reyes? -contestó una voz de ese extraño aparato.
-Tú sabes que los datos no son alimento para humanos, así que tú solito te darás tu festín. -contestó el joven sin apartar la mirada de su aparato. -Además, esos "modificados" tienen más datos que un normal, así que con uno solo que mates tendrás alimento para toda una semana.
-¡Ya basta! -gritó Karin asustada, tratando de arrebatarle el aparato electrónico negro de las manos a Shoutarou. -¿Hasta cuándo vas a seguir con esto?
Pero Shoutarou fue más ágil y no permitió que Karin le quitara ese aparato.
-¿Seguir con qué, Karin? -preguntó con un tono burlón.
-Con esta "cacería". -contestó Karin. -¡Tú no eras así! ¡Tú no eres así! ¡Quiero ver de nuevo a ese Watanabe Shoutarou que conozco desde el jardín de niños! ¡Aquel niño tímido y tierno!
-He cambiado y para bien aunque no quieras aceptarlo. -contestó el joven levantándose de su asiento. -Ese Watanabe Shoutarou del que hablas ha quedado en el pasado. Ese tipo tímido, aburrido y del que se pueden burlar ha desaparecido. ¡El jefe me ha cambiado y se lo agradezco!
-¡El jefe! ¡El jefe! -gritó Karin molesta. -¿No te das cuenta? ¡Ese horripilante monstruo sólo te está utilizando para su beneficio propio!
-¿Y qué si fuera así? -preguntó Shoutarou sin voltearla a ver. -Sólo son datos, ¿por qué te preocupan tanto?
-¡Ya no quiero seguir con esto! -gritó la joven a su viejo amigo. -¡Sólo te sigo porque no quiero que te hagan daño! ¡Esos monstruos sólo están asustados cuando vienen a este mundo! ¡El jefe y tú se han encargado de matarlos a todos!
-¿Pueden callar a esa niña fastidiosa? -preguntó de nuevo la voz desde el aparato negro. -No dejan dormir a gusto.
-Perdona... -dijo Shoutarou mirando aquel extraño aparato. -¡Ya despertaste a mi amigo, Karin! ¡Y por si no te has dado cuenta, tú también trabajas para el jefe!
-¡Pero yo no tengo un Xros Loader ni un monstruo como lo tienes tú! -dijo Karin. -Shoutarou, sólo te pido que renunciemos a esto. Aún es tiempo.
-Ya tomé mi decisión. -contestó el joven retirándose del parque pese a los gritos de Karin. -No voy a renunciar, y deberías hacer lo mismo. El jefe te matará si intentas traicionarlo.
-Esa Karin va a interferir en los planes del jefe. -contestó aquella voz que emanaba de ese aparato negro.
-Lo sé. -contestó Shoutarou mientras caminaba por las calles. -Pero la conozco desde que éramos niños. No va a hacer nada contra nosotros. Y bien sabe lo que haría el jefe si intenta rebelarse.
-En eso tienes razón. -contestó de nuevo esa voz que salía de aquel dispositivo negro. -No es la primera vez que tu amiguita se pone en ese plan.
-Espero que puedan resistir hasta mañana. -dijo el joven sin despegar la vista de ese aparato.
-¡Mis muchachos ya están impacientes de hacer picadillo a esos Generales! ¡General Watanabe! -contestó una voz diferente saliendo del mismo aparato.
-Si mis deducciones son correctas, -dijo de nuevo Shoutarou. -no solo aparecerán los Digimon de los Generales ocultos. Seguramente se desate una lluvia de Digimon que por accidente llegarán al mundo humano.
-¿Vas a reclutar a alguno más, Shoutarou? -preguntó la voz anterior.
-Sólo si vale la pena como ustedes. -contestó el joven. -De lo contrario, podrían utilizarlos como refrigerio.
-¡Ese es nuestro General! -gritó la otra voz que había contestado con anterioridad, esta vez de forma alegre y maligna.
Shoutarou ingresó a una zona departamental, ingresó al elevador, apretó unos botones y se puso en marcha, deteniéndose unos pisos más adelante: nueve para ser específicos. Luego de salir, dobló hacia la izquierda y en el número marcado como 912, abrió la puerta. Un departamento como el de casi todos, pero con una limpieza impecable desde la puerta hasta detrás de los estantes. Libros, libros y más libros en tres libreros que ocupaban gran parte de la pequeña sala.
-¡Estoy en casa! -contestó Shoutarou mientras se quitaba los zapatos.
-Llegas muy temprano, Shoutarou. -contestó un señor que se encontraba leyendo el periódico en la pequeña sala. -¿Ya terminaron las tareas?
-Sí papá. -contestó feliz el joven. -Mañana será la presentación en clase y solo estábamos dando los últimos toques.
-Que bien, Shoutarou. -dijo una señora que secaba las sábanas al sol. -Qué bueno que sigas así. Eres mi niño adorado.
-Gracias mamá. -contestó el joven Shoutarou. -Si me disculpan, voy a descansar.
-Pero si todavía son las 11 de la mañana. -contestó su madre.
-He estado despierto más de 20 horas al día toda esta semana por tanta tarea. -contestó el joven titubeando un poco. -Quiero descansar algo el día de hoy.
-No te sobresfuerces tanto, hijo. -dijo su padre mirándolo.
-No puedo evitarlo. -contestó el joven General. -No me gusta estar atrás de los demás.
Y así, Shoutarou entró a su habitación y colocó el cerrojo a su puerta. Esa habitación podría ser la envidia de todos los padres de familia. Igual de ordenado que el resto de la casa, estantes con libros, diplomas de excelencia tapizaban las paredes, y una cama sin decorados en el colchón ni en las sábanas.
Tomó aquel aparato, y gritó:
-¡Ir a Zone!
Un enorme túnel de color verde apareció frente a Shoutarou, y en el cual el joven General ingresó. Cuando salió de él, se encontró en un lúgubre lugar, oscuro por todos lados, excepto por una pequeña zona frente a él.
-He llegado, Beelzebumon-sama. -dijo Shoutarou arrodillándose ante un extraño ente.
Vestido con atuendo de motociclista, con una pistola en las manos, y lo más impactante: con un tercer ojo en la frente, ahí estaba lo que parecía ser el jefe de Shoutarou.
-Te tardaste mucho, Shoutarou. -contestó ese extraño demonio. -¿Qué te trae por aquí?
-Creo que esa pregunta está de más, señor. -contestó levantándose. -Mis muchachos están desesperados, no pueden esperar a conocer a los nuevos Generales de mañana. Así que los traje aquí a que se diviertan un poco.
-Tú y tu sed de sangre, humano. -contestó otro ser a lo lejos.
-Y tú tampoco te quedas atrás, Lucemon. -contestó el joven volteando hacia atrás. -¿Cuántas Code Crown llevas contigo?
-Unas 15 si no me equivoco. -dijo el ser, apareciendo frente a él. Tenía la cara de un ángel totalmente dulce, con una toga que lo vestía y unas alas blancas que eran la envidia de cualquiera. Pero bajo esa apariencia de ángel se escondía un demonio, más oscuro que lo que parecía demostrar. -¿Y tú cuántas llevas?
-21. -dijo Shoutarou. -Considerando que apenas llevo dos meses conociendo el Digital World y uno con ustedes y que tengo que viajar entre mundos, me parece un excelente número.
-Con los que tiene NeoDevimon, se hacen unas 48. -gritó Beelzebumon molesto. -¡Aún les faltan más!
-¡Sí, señor! -contestó Shoutarou algo asustado al escuchar semejante grito. -¡No se preocupe señor, iré por más!
-¡Es... es el Dark General! -gritó un insecto de color rojo, un Tentomon. -¡Corran todos!
-¡Aquí nadie corre! -gritó un joven con gafas oscuras, capa gris y túnica del mismo color que le cubría hasta el cabello.
Sosteniendo un aparato de color negro, gritó con fuerza.
-¡Reload, Tankdramon, Tankmons!
Un increíble armamento Digimon, literalmente, aparecía frente a los pobres aldeanos de Bug Zone. Unos pobres aldeanos que tuvieron la mala suerte de haberse puesto en el camino del Dark General.
-¡De la orden de atacar y lo haremos de inmediato! -contestó el líder del ejército Digimon del Dark General: Tankdramon.
-¡Tankmons! -gritó el joven General. -¡Rodeen la zona del parque! ¡Si alguno de los aldeanos de Bug Zone desea pasarse de listo, atáquenlo de inmediato y sin dudar!
Dos Kabuterimon intentaron cruzar la valla que habían construido los Tankmons, pero fueron exterminados por sus Hyper Cannon. Ese joven General se había subido a las espaldas de Tankdramon para darle nuevas órdenes a sus Digimon.
-¡Tankdramon! -gritó el General. -Si mis informaciones son correctas, el Code Crown se encuentra dentro de esa estatua de AtlurKabuterimon.
-¡A la orden, General! -contestó el Tankdramon, y apuntando sus cañones, disparó contra la estatua de AtlurKabuterimon que se encontraba frente a ellos.
Los planes del Dark General habían salido a la perfección. El Code Crown de esa Zone estaba allí, y era para él.
-¿Ahora qué haremos, General Wa... digo, Dark General? -contestó Tankdramon.
-¿Quieren divertirse, mis Tankmons? -preguntó el Dark General.
-¡Sí, General! -gritaron los Digimon tanques al unísono.
-Entonces... -dijo esbozando una macabra sonrisa el general oscuro. -¡Arrasen con todo!
Fue en ese momento que Bug Zone dejó de ser el paraíso de los Digimon insecto. La selva fue arrasada por completo y muy pocos lograron sobrevivir.
Ryousuke despertó sobresaltado. Su respiración estaba muy agitada y se veía muy preocupado.
-¿Eso... fue un sueño? -se preguntó muy asustado.
No era la primera vez que soñaba con esa historia de destrucción. Ya había pasado una semana y ese sueño se repetía todas las noches en el subconsciente de Ryousuke.
-El Dark General... -dijo aún recuperándose del susto. -Pero si parece de mi edad... ¿Qué eran esas cosas?
-¿Ya despertaste, Ryousuke? -preguntó una señora afuera de la habitación de nuestro nuevo objetivo.
-¡Ya mamá! -gritó Ryousuke quitándose la pijama y poniéndose el uniforme de secundaria.
Tomó su celular y gritó al ver que se le había hecho tarde.
-¿No vas a comer, Ryousuke? -preguntó su madre al ver que Ryousuke tomaba un pan tostado untado con mermelada de fresa y se dirigía a la puerta de la casa.
-A esta hora ya debería estar en la entrada de la escuela... -contestó sin voltear, saliendo de la casa y cerrando la puerta.
Corriendo por las calles del vecindario, comenzó a preguntarse sobre lo que estaba pasando en sus sueños. ¿Por qué le preocupaba tanto?
-¡Ryousuke! ¡Estás muy raro! ¿Qué te pasa?
-¡Ah, Hiromi! –contestó Ryousuke asustado y desconcentrado al escuchar a su amiga hablándole a sus espaldas. -¡No… nada!
Sato Ryousuke y Kobayashi Hiromi eran amigos del vecindario. Hiromi había llegado a la ciudad de Yokohama hacia cuatro años, pero se habían formado lazos de amistad entre ellos dos, casi como los de Shoutarou y Karin. Ryo y Hiromi, como los llamaremos más adelante, aunque estudiaban en la misma secundaria pública, no iban en el mismo grupo. Sin embargo Hiromi siempre iba a buscar a Ryo después de sus prácticas de kendo.
La clase 1-2. La única clase en la que Ryo, Shou (como lo llamaremos de ahora en adelante) y Karin iban totalmente juntos, en las mismas asignaturas a excepción de los talleres deportivos y culturales.
Sin embargo, esa tarde del lunes cuando Ryo acababa de ducharse de la práctica de kendo de la última hora, Karin se acercó al banco donde se encontraba guardando sus cosas, estaba muy preocupada.
-Sato-kun... -dijo muy tímida la joven Karin. -¿Puedo hablar contigo?
-Claro, Goto-san. -contestó Ryo un poco desconcertado.
En las afueras de los vestidores, ambos compañeros de clase comenzaron a platicar. Algo que Karin debió haberse reservado para sí pero creyó que era mejor externar con alguien más.
-Verás... Sato-kun... -contestó Karin preocupada. -Hay un amigo que aprecio mucho... creo que él no se ha dado cuenta... y quiero lo mejor para él.
-¿Hablas de mí? -contestó bromeando Ryo.
-¡Para nada! -contestó furiosa y sonrojada. -Es... no quiero decirte su nombre...
-Si no quieres decirme su nombre, no tienes por qué hacerlo. -contestó Ryo.
-Está bien. -dijo Karin aliviada. -Verás, ese amigo últimamente se ha metido en malos pasos. Ha estado haciendo cosas terriblemente malas, y no quisiera que siguiera haciendo esas cosas.
-¿Por qué no se lo dices? -preguntó Ryo.
-Está cegado de poder. -dijo Karin asustada. -Está seguro de que quiere ser igual que sus jefes... Sólo lo acompaño porque no quiero que le pase nada, pero no sé si pueda seguir apoyándolo.
-Si no estás de acuerdo con él, entonces hazle saber que si no vuelve a ser bueno, no serás su amiga. -contestó el joven.
-No quiero dejarlo solo... -dijo Karin bajando la mirada. -Pero creo que no tengo otra opción... Gracias Ryo...
Karin salió de los casilleros rumbo a la salida de la escuela, cuando encontró a un grupo de bravucones aprovechándose del joven Shou. Un grupo de tres jóvenes del segundo grado estaban jugando con el portafolios de Shou, y un Shou gritando a súplicas que dejaran sus cosas en paz.
-¡Dejen mis cosas! -gritaba a punto de estallar.
-¡Uy! ¿¡Y qué va a hacer el presidente del club de lectura! -dijo uno haciendo colgar ese portafolios. -¿¡Llamar a Edogawa Rambo!
-¡Es Rampo, idiota! -gritó Shou algo furioso.
-¿Qué están haciendo con Shoutarou? -preguntó Ryo acercándose hacia el tumulto de gente.
-¡Ah! -gritó otro de ellos.
-Dije... ¿Qué están haciendo con Shoutarou? -preguntó de nuevo Ryo. -¿O acaso se están metiendo con él por ser el presidente del club de lectura?
-¡Corrección! -dijo el tercero. -¡El único miembro del club de lectura de toda la secundaria!
-¿Saben qué es esto? –dijo Ryo desenfundando una shinai que llevaba para guardar.
No tuvo ni tiempo de mostrar que eso era un sable de madera, antes de que los tres salieran corriendo del susto.
-¿Te encuentras bien, Shou? -preguntó Ryo escondiendo la shinai y acercándose a Shou.
-Muchas gracias, Ryousuke. -dijo el joven apurado recogiendo sus cosas del suelo. -Pensé que terminarían ensuciando mis libros...
-¿Cómo es eso que eres el único miembro del club de lectura? -preguntó confundido Ryo.
-Verán… el antiguo presidente del club fue transferido a otra ciudad… -dijo triste Shou. –Todos los miembros antiguos se cambiaron a otros clubes cuando renunció… intenté lo posible para convencerlos de que se quedaran… pero me quedé solo... No quiero que cierren el club, sería una decepción para los futuros integrantes…
-Podríamos hacer una campaña para que más jóvenes entren al club. –dijo Ryo acercándose y mirándolo a los ojos. –No te desanimes, todo va a salir bien.
-¿De verdad, Ryousuke-san? –preguntó contento levantándose del suelo. -¡Sería genial!
Y así, parecía que esa iba a ser una tarde normal para los tres jóvenes, pero de la nada comenzó a nublarse el cielo de Yokohama con nubes intensamente negras, como si la noche hubiese caído repentinamente. Y de pronto, la lluvia incesante.
-¡Rápido! –gritó Karin. -¡A la escuela!
Ryo, Shou y Karin se refugiaron dentro de los edificios de la escuela, en el pasillo principal del edificio justo antes de llegar a la puerta.
-¡Ah! –gritó Karin molesta. -¡Y justo hoy que quedé con mamá para preparar la cena!
-Podríamos adelantar el libreto para el proyecto final de teatro. –contestó Hiromi acercándose a ellos.
-¿Teatro? –preguntó Shou. -¿Un libreto?
-¡Ah! –exclamó Hiromi acercándose a Shou. -¡Watanabe-san! ¡Necesitamos tu ayuda!
-¿Ayuda? -preguntó Shou.
-¡Sí! -gritó Hiromi. -¡Estoy seguro que nos podrás ayudar en la redacción de un libreto para nuestro proyecto final de teatro! ¿Qué dices? ¿Podrás ayudarnos?
-Bueno... -contestó Shou rascándose la cabeza. -No soy muy bueno escribiendo guiones teatrales, pero puedo ayudarles al cien por ciento en la redacción y en ortografía.
-¡Perfecto! -contestó muy contenta Hiromi. -¡Eso es todo lo que necesitamos! ¿Ves Karin? ¡Te dije que Shoutarou nos iba a apoyar...!
-¡General! -gritó un Digimon. -¡Ya vienen!
-¿Eh? -preguntó Hiromi. -¿Qué fue eso?
Shou estaba muy nervioso. Sus Digimon nunca hablaban dentro del Xros Loader a menos que Shou se los permitiera, para evitar sospechas, eso decía. Karin igualmente estaba nerviosa, no por escuchar dichas voces, sino por el contexto que eso implicaba. Ryo no tuvo tiempo siquiera de escuchar lo que estaba pasando, ya que un rayo cayó muy cerca de ellos, haciéndolos caer al suelo.
Shou tomó a Karin de la mano y salieron corriendo rumbo al segundo piso, mientras Ryo se acercaba instintivamente hacia donde había caído el rayo. Había incendiado un árbol cercano, pero lo más extraño de todo era que de cerca del árbol incendiado apareció un extraño dragón pequeño con un cabeza con una punta superior y unas aletas adjuntas a los brazos.
-¡Espera Ryo! -gritó Hiromi tomando a Ryo de la mano. -¿Qué es esa cosa?
-No lo sé... -dijo Ryo intentando llegar hacia el dragón pequeño.
Estaba totalmente malherido, con fuerzas apenas para ponerse de pie y decir unas tristes palabras...
-Los Death Riders... Mi pueblo... No...
Se le habían acabado las fuerzas para poder hablar, pues se desmayó frente a los ojos de Ryo. Ryo corrió soltando su equipamiento de kendo y trató de auxiliarlo. Un enorme dragón color rojizo con alas destrozadas moradas y con armas en vez de manos y garras, además de un casco metálico cubriendo la mitad de su cabeza, apareció desde los cielos tratando de intimidar a los pocos presentes.
-¡Esto es muy peligroso! -gritó Hiromi.
-Los Death Riders... -contestó Ryo algo confundido. -¿Quiénes son los Death Riders?
-Mi General y yo. -contestó el nuevo aparecido entre el grupo. -Veo que no solo causas problemas en el Digital World, ahora vienes a este mundo a querer que te destruyamos.
-¿General? -preguntó Ryo recordando su sueño. -¿El Dark General?
-¿De qué hablas Ryo? -preguntó Hiromi confundida.
-Veo que has escuchado hablar de mi General. -dijo aquel dragón. -Así que te lo dejaré claro: entrega a ese Digimon y no te haremos daño.
Ryo dio unos pasos y se puso de frente al dragoncito morado.
-No. -dijo. -No sé qué serán ustedes. Pero de una cosa estoy bien seguro: no permitiré que le hagas daño a un indefenso.
-No me dejan opción. -contestó el feroz cyborg volador.
Apuntó sus armas y lanzo varios misiles contra ellos. Hiromi y Ryo esperaban lo peor, pero una luz los envolvió a los tres protegiéndolos de esos proyectiles.
-¿Dónde estamos? -preguntó Hiromi viendo lo que estaba pasando.
-No lo sé. -contestó Ryo mirando hacia todos lados.
-¿Quieres salvar la vida de este Digimon y de muchos más? -gritó una voz a lo lejos, aunque no parecía estar tan lejos ya que no se escuchaba nada del exterior.
-No sé de qué hablas. -dijo Ryo. -Pero... ese monstruo está pidiendo ayuda. ¡Quiero ayudarlo!
Un extraño dispositivo, muy similar mal que portaba Shou pero en color verde, apareció frente a él de la nada.
-Si aceptas convertirte en un General y liderar tu propio equipo Digimon, podrás salvar a Monodramon. –contestó la voz.
-¡No! –gritó Hiromi tratando de advertir a Ryo. -¡No lo toques! ¡No sabemos qué es eso!
Pero Ryo hizo caso omiso de las palabras de Hiromi, tomó ese extraño aparato verde, y sintió que la luz los tragaba, pues se volvió tan brillante que ninguno de los dos podía ver al otro. Ryo, su amiga y el Digimon que estaban tratando de salvar desaparecieron de ese lugar.
Desde el segundo piso del edificio principal de la secundaria, Shou se encontraba mirando lo que estaba pasando.
-¡Maldita sea! –gritó molesto. -¿Cómo pudiste dejarlos escapar, Megadramon?
-Lo lamento, señor. –dijo el enorme dragón acercándose a la ventana del salón de clases donde se encontraban.
-¿Lo lamentas? –gritó Shou molesto. -¡Ahora Beelzebumon-sama nos va a castigar por haber dejado enviar a un General al Digital World!
Shou hizo regresar a su mega Digimon a su Xros Loader.
-Creo que no nos va a quedar de otra... -continuó. -Karin, iremos al Digital World.
Karin había bajado la mirada, y luego titubeando un poco, dijo.
-No.
-¿Qué dijiste? -preguntó Shoutarou al ver la reacción de su amiga.
-No voy a continuar en esto. -dijo Karin nuevamente. -¡No puedo creer que quisieras hacerle daño a Ryousuke y a Hiromi!
-Uno de los dos es un General y es mi deber eliminarlos. -continuó. -Es mi deber como miembro del ejército Death Riders.
-Lo siento, Shoutarou. -dijo Karin. -No voy a ir contigo, renuncio.
Karin salió corriendo del salón donde se encontraban, a punto de llorar.
-¡No puedes hacerme esto, Karin! -gritó Shou. -¡Maldita sea! ¿Ahora cómo le vamos a explicar esto al jefe?
-No hay tiempo que perder, General. -dijo Tankdramon desde el Xros Loader.
-Cierto, Tankdramon. -dijo el General. -Debemos ir al Digital World cuanto antes.
Mientras tanto, en un mundo diferente al nuestro, allí habían aterrizado Hiromi, Ryo y el extraño Digimon. Unos seres raros de color amarillo, pequeños y con orejas que usaban como alas, extrañados de ver a esos "intrusos", se llevaron a los tres a una choza en el interior de su aldea.
Continuará…
