Todos los derechos: lugares, personajes y diálogos reconocibles, le pertenecen a J. K. Rowling y sus asociados. Yo solo estoy disfrutando al escribir esta historia sobre el mágico mundo que ella creó. No busco ningún beneficio lucrativo.


UNA NUEVA HISTORIA

Años después Harry recordaría aquel día como el instante donde todo había comenzado, o donde todo había terminado, o tal vez donde todo había convergido.


PARTE I: El comienzo

Capítulo 01

Diecinueve años después

El tren se puso en marcha y Harry caminó unos metros a su lado por el andén, contemplando el delgado rostro de su hijo, encendido ya de emoción. Harry siguió sonriendo y diciendo adiós con la mano, aunque le producía cierto pesar ver alejarse a su hijo...

El último rastro de vapor se esfumó en el cielo otoñal cuando el tren tomó una curva. Harry todavía tenía la mano levantada.

Ya verás como todo le irá bien —murmuró Ginny.

Harry la miró, bajó la mano y, distraídamente, se tocó la cicatriz en forma de rayo de la frente.

Sí, ya sé que todo le irá bien.

La cicatriz llevaba diecinueve años sin dolerle. No había nada de que preocuparse.

—Vamos —dijo Ginny con una sonrisa comprensiva—, es hora de irnos.

Harry tomó una larga respiración. Bajó la mirada para sonreírle a su pequeña hija, quien se había aferrado nuevamente a su brazo, y se dio cuenta que tenía los ojos llenos de lágrimas contenidas. Sólo ahora, cuando James y Albus estaban fuera de vista, Lily estaba mostrando sus verdaderos sentimientos acerca de la partida de sus dos hermanos mayores.

—Escribirán mucho y también vendrán para navidad —la reconfortó Harry. Lily asintió, aunque su mirada aún mostraba tristeza—. Además, tendrás la casa para ti sola y podrás pasar todo el tiempo que quieras con Hugo y el resto de tus primos sin que James o Albus te molesten.

A Lily le gustó esa idea, si el brillo en sus ojos indicaba algo, y soltó una risita cuando Harry le guiñó un ojo.

—¡Harry, Ginny! —los llamó una voz ligeramente ronca—. ¡Que hay!

Un joven de cabello corto, con puntas hacia todos los lados, y de un intenso color turquesa se acercaba a ellos.

—¡Teddy! —gritó Lily, echándose a correr hacia él.

—¡Oh!, ¡no puede ser!, ¡tú no puedes ser mi pequeña Lily! —dijo Teddy con asombro, cargándola hasta tenerla frente a sus ojos. Lily empezó a reír—. ¡Veo el mismo pelo rojo!, ¡y las mismas pecas!, ¡y la misma sonrisa!, ¡pero eres demasiado grande! ¿Hace cuanto que no te veo?, ¿un mes?, ¿un año?, ¿una década?

—¡Cuatro días! —contestó Lily con simpleza mientras era dejada nuevamente en el suelo.

—¿En serio? —preguntó Teddy en tono de completa incredulidad. Lily asintió—. ¿Qué les dan a los niños de hoy? —se preguntó, reflexivamente, y luego se encogió de hombros, como dándose por vencido—. ¡La próxima vez que te vea estarás de mi tamaño! —Lily volvió a reír.

—Teddy —lo saludó Ginny, besándolo en la mejilla.

—Ted —dijo Harry y luego sonrió con complicidad—. James ya nos alertó que andabas por aquí.

Un pequeño rubor se asomó a las mejillas de Teddy —Ah, sí... eso —dijo, torpemente—. Bueno, no es como si fuera una novedad para ustedes.

Ginny sonrió, divertida, y Harry resopló.

—No, para nada una novedad, cierto —contestó Harry—. Y me alegra mucho que al fin te hayas decidido.

Teddy sonrío radiantemente y Harry sintió una agradable sensación al verlo sonreír así. Era como ver a Remus de regreso a aquella noche en la que había llegado a Shell Cottage anunciando el feliz nacimiento de su hijo... Tonks había tenido toda la razón cuando pensó que el niño era igual que su padre. Tal vez no había un muy notorio parecido como Albus lo tenía con él, Harry, o incluso como James lo tenía con su abuelo, pero para Harry eso sólo se debía a sus habilidades metamorfomagas.

A simple vista, Teddy lucía igual que su madre: con el rostro pálido enmarcado por cabello muy picudo y colorido, usualmente turquesa, y con una vestimenta tan llamativa que incluso podía haber competido con la de Albus Dumbledore. Sin embargo, una vez pasada la primera impresión y sabiendo qué buscar, Teddy era todo Remus: las mismas facciones, la misma estatura y los mismos gestos; e incluso había heredado la misma personalidad, lo cual hasta hace poco había traído unos cuantos problemas.

—Tenía que sentar cabeza algún día —comentó Teddy, aún sonriente—. No podía andar sólo con mi alma toda la vida, ¿no?

—Me alegra que lo hayas entendido —le dijo Harry, más severamente.

Teddy lo miró tímidamente. —Sí, ya lo entendí.

—Harry, se nos está haciendo tarde —dijo Hermione, alcanzándolos. Ron parecía haber sido atrapado por Percy y su esposa, Audrey, en una conversación en la que claramente no quería participar—. Hola Teddy.

—Que hay, Hermione, Hugo —los saludó Teddy, revolviéndole el cabello pelirrojo al pequeño Hugo, quien se escapó rápidamente y se puso a hablar con Lily—. ¿Acabas de decir que se te está haciendo tarde, Hermione? —preguntó luego, genuinamente curioso—. ¿De que sirve ser la jefa del departamento si no puedes llegar tarde?

—Que sea la jefa no quiere decir que pueda hacer lo que quiera, como otros —dijo Hermione, lanzándole una mirada a Harry, quien sólo le sonrió—. El jefe de un departamento debe dar el ejemplo no sólo al desempeñar cada una de sus funciones, sino también cumpliendo con cada una de las normas que se han dispuesto para el correcto funcionamiento de toda la organización —Teddy giró los ojos hacia arriba—. Si ustedes no quieren hacerlo, ¡bien!, pero yo no quiero que el Ministerio vuelva a su incompetencia de antaño, ¡muchas gracias!

—¡Wow!, Hermione, para —dijo Harry—. Nadie está diciendo que no hay que cumplir las normas —Hermione lo miró—. ¡En serio! Pero, no es malo hacer una excepción de vez en cuando —Hermione se cruzó de brazos.

—Además, es primero de Septiembre —agregó Teddy—. Todos los funcionarios que tienen hijos en Hogwarts llegan tarde este día.

—Eso es cierto —afirmó Ginny—. Incluso yo sé eso, Hermione.

—Bueno, pero el tren ya partió hace más de quince minutos, ya deberíamos de estar allá —indicó Hermione, tercamente.

—Sí, es mejor irnos —afirmó Ron, acercándose. Parecía exasperado—, o Percy recordará que de hecho trabajamos en el mismo lugar y querrá hacer un lindo viaje familiar hacia el Ministerio.

—¿Qué tema fue esta vez? —preguntó Ginny, como si aquella conversación fuera usual.

—Nada de eso —contestó Ron con irritación—. Hubiera preferido uno de sus aburridos monólogos, pero no. ¿Sabes lo que hizo el muy...? —"¡Ronald!", soltó Hermione—. ¡Me acusó de no pasarme por la Madriguera más seguido!, ¡de haber dejado de ir donde George!, ¡y de no estar pendiente de la familia!... ¿Pueden creerlo? ¿Alguien más ve la ironía aquí?

Hermione, Harry y Ginny compartieron miradas. Teddy se había trasladado a entretener a Lily y a Hugo cambiando de forma su nariz.

—Sabes que Percy se ha vuelto muy apegado a la familia, Ron —dijo Ginny, aunque parecía irritada, también—, sobretodo luego del nacimiento de Molly y Lucy.

Harry recordaba aquel día muy vividamente. Había sido bastante gracioso ver a Percy, que comúnmente no podía dejar de expresar sus opiniones, completamente mudo, pero ni siquiera eso se comparó con la gran sorpresa del nacimiento de dos niñas en vez de una. Molly y Lucy, las nuevas gemelas Weasley, trajeron gran alegría para la familia, pero también sentimientos de pérdida, añoranza y sobreprotección.

—Eh... Creo que realmente debemos irnos —dijo Harry, tratando de dejar atrás esa conversación—. Si nos seguimos retrasando incluso yo voy a tener problemas.

—Sí, claro —murmuró Hermione. Harry sonrió.

—Que tengan buen día, entonces —dijo Ginny, acercándose a Harry y dándole un ligero beso... Ron miró hacia otro lado y Lily rió... luego se acercó a Teddy y le dio un largo abrazo—. Y usted, joven, espero que sigas haciéndonos muy orgullosos.

—Gracias, Ginny —le dijo Teddy al separarse, con una sonrisa.

Lily se turnó entre Teddy y Harry para despedirse con un gran abrazo, mientras Hermione le daba algunas recomendaciones a Ginny sobre Hugo, para la frustración de Ginny: "¡Soy madre de James, en el nombre de Merlín!, ¡soy capaz de cuidarlos!". Ron y Hugo estaban muy entretenidos mirándolas.

Un par de minutos después, Harry, Ron, Hermione y Teddy fueron arrojados fuera de cuatro chimeneas colindantes, Harry casi cayó y Teddy lo hizo, y comenzaron a caminar hacia las puertas de los elevadores.

El Ministerio de Magia había cambiado mucho desde aquellos tiempos durante y antes de la guerra, y parte de aquellos cambios se debían al mismo Harry y su influencia, la cual al fin se había permitido usar en aras de la prosperidad. Era inimaginable comparar al Ministerio de entonces con el de ahora. Hermione había estado en lo correcto al decir que no querrían volver a aquellos métodos, aunque ciertamente había exagerado en la importancia de las normas en todo el asunto. Realmente, Harry pensaba, fue debido al rompimiento, y eliminación, de muchas normar y leyes que el Ministerio ahora tenía una nueva luz. Y nada de eso se podría haber logrado sin la guerra. Lo cual era tan irónico y a la vez tan lleno de certeza como el hecho de que el sol brilla más después de una feroz tormenta.

—¿Cómo te sientes ahora con dos polluelos fuera del nido? —le preguntó Teddy a Harry, sacándolo de sus pensamientos.

—Ansioso —respondió Harry con sinceridad.

—¿Ansioso? —preguntó Ron, extrañado.

—No lo sé... —Harry se tocó nuevamente la cicatriz. Hermione lo miró con preocupación—. Sé, desde hace mucho tiempo, que ya nada puede ir mal... no debería, por lo menos. Pero aún así... —Se detuvo repentinamente.

Por un momento, al pasar al lado de la placa conmemorativa a los héroes caídos en ambas guerras contra Voldemort, había tenido una espantosa visión: Ahí, en el centro del Atrio, como si jamás hubiera sido removida, había visto aquella escultura de piedra negra donde una bruja y un mago se erguían sobre tronos hechos de montones de cuerpos de muggles desnudos. Pero, un segundo después, esta se había esfumado.

—¿Pasa algo? —preguntó Teddy.

Harry miró hacia el suelo y negó con la cabeza. —No es nada —afirmó, avanzando hacia los ascensores, tan rápidamente que Hermione tuvo que trotar para seguirlo. Teddy y Ron compartieron una mirada, confusos.

—Estás mintiendo —afirmó Hermione, mientras se apresuraban a entrar en uno de los elevadores—. Viste algo, ¿no es así, Harry?

—He dicho que no es nada, Hermione —repitió Harry, mirándola e instándola con eso a dejar el tema por la paz.

—Pero... —empezó Hermione.

—Albus es muy parecido a mí —dijo Harry, cortando su réplica, y mirando hacia Teddy—. Supongo que su partida me está trayendo algunos recuerdos y temores que hace mucho había olvidado. Eso es todo —agregó hacia Hermione, también.

Sin embargo, Hermione parecía seguir preocupada cuando el ascensor llegó al segundo nivel: "Nivel dos, Departamento de Seguridad Mágica, que incluye la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia, el Cuartel General de Aurores y los Servicios Administrativos del Wizengamot", dijo una voz incorpórea, y los cuatro bajaron rápidamente.

Harry trató de concentrarse en lo que tenía preparado para el día: las misiones, el papeleo y también quería dejarse caer por el entrenamiento de los aprendices; pero falló. Estaba seguro que lo que le había dicho a Teddy acerca de Albus era cierto, y que aquella visión había sido un fugaz producto de sus antiguos miedos, pero no pudo evitar sentirse vigilante. Si bien de vuelta en la plataforma nueve y tres cuartos se había sentido aliviado de que su cicatriz no le hubiera dolido en casi diecinueve años, ahora temía que tanta calma fuera sólo un dulce y cruel presagio. Entonces, Hermione pegó un pequeño chillido.

Harry vio, estupefacto, como el pasillo por el que habían estado caminando se había torcido en si mismo de manera que por un momento no sabían qué estaba arriba y qué estaba abajo. Por una parte parecía el mismo corredor familiar, por otra, era sombrío y carente de aquellas ventanas encantadas con paisajes luminosos. Todo volvió a la normalidad a la velocidad de un parpadeo.

—¡Por las barbas de Merlín!, ¡¿qué diablos fue eso?! —preguntó Ron, desconcertado.

Harry avanzó a grandes zancadas hacia delante, con muchos pensamientos corriéndole por la cabeza, hasta detenerse al llegar a un espacio más abierto y lleno de cubículos. Los magos y brujas ahí parecían intranquilos y estaban armando tal alboroto que era difícil para Harry encontrarle algún sentido a lo que decían. Frases aisladas como: "Debemos decirle al señor Potter", "que alguien contacte con el señor Potter", "¿ya le avisaron al señor Potter?" llegaron a sus oídos y se exasperó.

—¡Silencio! —gritó a todo pulmón, haciendo que inmediatamente todos se detuvieran—. ¡Alguien me puede decir ¿que diablos está pasando aquí?!

Muchos parpadearon, como si estuvieran viendo algo muy inusual. En alguna parte de la mente en estado caótico de Harry no los pudo culpar, él jamás había gritado de esa manera. Después, todos comenzaron a hablar a la vez, hasta que se detuvieron ante la dura mirada de Harry.

—Señor, eh... Ha habido una intrusión en el Ministerio, señor —dijo Dawlish.

Harry lo miró. Eso no era posible. ¿Una intrusión en el Ministerio?, ¿con qué propósito?, y ¿por qué no se habían encontrado con ningún tipo de control o barrera? ¿Cómo podían haber entrado al Ministerio si quiera? Antes de poder preguntar nada de esto, Hermione se le adelantó.

—¿Qué?, ¿una intrusión aquí en el Ministerio? —Algunos se sorprendieron, al no haberse dado cuenta que la jefa del departamento estaba ahí también—. ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¡¿por qué no se nos ha notificado?!

—Se nos ha informado hace no más de cinco minutos antes de que llegaran, señora Weasley —respondió una mujer menuda y de mediana edad.

Eso responde al porqué no se había organizado ningún control hasta ahora, pensó Harry, aunque también estaba el hecho de que él no había estado ahí.

—Ron, te quiero en el atrio junto a seis más. Cierren cada una de las salidas, nadie sale, nadie entra hasta que sepa más del asunto, rápido —instruyó Harry con prontitud. Ron asintió y, señalando a algunos de los más jóvenes ahí, se encaminó hacia los ascensores—. Dawlish, trae al Ministro aquí... Si no sabe lo que sucede, infórmaselo —Este también se marchó—. Creevey —señalo hacia un hombre aún bastante joven y de cabello castaño—, infórmame a mí.

—Fue en el Departamento de Misterios, Harry —explicó Dennis, avanzando hacia ellos. Harry sintió algo frío alojarse en su pecho—. Encontraron señales de intrusión en al menos dos de las salas y al parecer hay "cosas" que les faltan... —Hizo una mueca—. Rothleen no nos quiso dar más detalles... Ya sabes cómo son ahí... Sólo quería hablar contigo, tal parece.

—¿Qué? ¿Cómo quiere Rothleen que investiguemos esto sin decirle nada a nadie? —preguntó Harry con incredulidad—. ¡Yo solo no puedo hacer toda una investigación!

Dennis se encogió de hombros —Bueno, si te soy sincero, no parecía interesado en coger al culpable, ¿o tal vez pensaba que no era posible?... Francamente, más parecía frenético en querer hablar contigo y...

Nuevamente, la sensación de no saber dónde estaba parado sobrecogió a Harry, y esta vez algunos a su alrededor se tambalearon y cayeron, como si una mano los sacudiera con fuerza. Esta vez la sensación duró varios segundos y Harry observó como la estructura parecía cambiante, indecisa...

—¡Teddy!, ¡¿estás bien?! —escuchó a Hermione exclamar por encima de todas las voces llenas de terror que se acumulaban a su alrededor. Harry se dio la vuelta para ver como su ahijado se encontraba sentado en el suelo, claramente perturbado. Su cabello se había vuelto negro.

—¿Teddy?, ¿qué pasa? —le preguntó Harry, arrodillándose a su lado.

—Estoy bien —dijo Teddy en voz muy apagada, y sin alzar la mirada—. S-sólo me falta el aire... Y-yo... Sigan adelante, estoy bien.

Harry le levantó la cabeza con una mano y su corazón dio un brinco al encontrarse con sus ojos: estaban muy oscuros y parecían desenfocados, como ausentes. Hermione jadeó a su lado.

—¡Teddy! —exclamó Harry, haciéndolo saltar.

Teddy parpadeó un par de veces y el brillo poco a poco volvió a sus ojos —Estoy bien —volvió a decir, esta vez con más convicción—. Harry, tienes que ver lo que está sucediendo, y tengo suficiente edad para cuidar de mi mismo... Vamos, ve a ver qué es lo que quiere ese tal Rothleen.

Harry dudo un segundo y luego lo ayudó a levantarse, junto a una temblorosa Hermione. Teddy tomó unas cuantas inhalaciones profundas, pero Harry notó que aún después de eso su respiración parecía forzada.

—Te vienes conmigo —le dijo y empezó a caminar hacia su oficina.

—Pero... Pero, ¡Harry! —dijo Teddy, siguiéndolo. Hermione y Dennis fueron detrás.

—Cuando llegue Kingsley dile dónde estoy y que lo mantendré informado —le dijo Harry a Dennis mientras entraba a su oficina—. Que no se vaya a ningún lado, puede dirigir el Ministerio desde mi oficina. La situación no es del todo clara, pero lo quiero lo más seguro posible.

Dennis asintió desde la puerta y se fue de vuelta hacia el área de los cubículos. Harry le alcanzó el tazón con los polvos flu a Hermione, quien cogió un puñado, lo tiró en la chimenea y gritando: "¡Oficina del Departamento de Misterios!" desapareció tras una llamarada verde.

—En serio, Harry, estaré bien. Sólo... —Teddy se detuvo al ver que Harry lo miraba con intensidad. Respiró profundamente una vez más y siguió a Hermione.

Harry los alcanzó un segundo después, saliendo hacia un cuarto muy monótono, sólo ocupado con un escritorio y varias sillas.

—Harry Potter —dijo un hombre mayor, medio calvo y encorvado. Estaba junto a otras seis personas más, todas con expresiones sombrías y miradas fijas.

—Rothleen —lo saludó Harry—. Necesito, si no es mucha molestia, una explicación más detalla que la que le diste a mis aurores.

Rothleen desvió su mirada, muy lentamente, hacia Hermione, quien aun se encontraba temblando, y luego hacia Teddy, a quien el viaje en Red Flu no le había sentado bien: su respiración era aún mucho más pesada y sus ojos parpadeaban más de lo común. Los otros seis inefables se mantuvieron muy quietos.

—Las salas son la del Tiempo y la de las Profecías —informó Rothleen con voz rasposa. Harry hizo una mueca al escuchar el nombre de la segunda sala—. Por la Sala de las Profecías sólo pasaron... Sin duda, su destino era la Sala del Tiempo.

—¿Qué se llevaron? —Harry preguntó, tomando nota del uso del plural.

—Dos dispositivos temporales —dijo un anciano muy alto y de piel casi translúcida, que estaba al lado derecho de Rothleen. Harry lo reconoció como aquel que estudiaba la magia temporal dentro del Departamento de Misterios, el profesor Saul Croaker.

—Dos ¡¿q-qué?! —exclamó Hermione, estupefacta.

—Pensé que los giratiempos ya no existían —comentó Harry, confundido.

Los ojos del profesor Croaker se quedaron fijos en él y Harry no pudo evitar sentirse como un estudiante de nuevo, un estudiante que estaba siendo regañado; después de todo fue por su irrupción en el Ministerio hace veintiún años que todas las existencias de giratiempos habían quedado inservibles.

—Los giratiempos no son más que simples, e inestables, encantamientos de reversión de una hora, encerrados en relojes de arenas para su uso práctico —explicó el profesor Croaker, pausadamente—. Si hubiéramos querido podríamos haber hecho más, señor Potter.

—Eh... Claro —dijo Harry, aún más incómodo.

—La única razón por la que no los hicimos es que conlleva un gran esfuerzo, y tiempo —El profesor Croaker se permitió una sonrisa—, encerrar un encantamiento tan inestable dentro de un objeto, y los giratiempos... ya no ameritaban tal esfuerzo. No después de años de intentar que funcionaran correctamente y fracasar.

—¿No funcionaban correctamente? —cuestionó Hermione—. Pero...

—Los giratiempos no fueron hechos para resolver problemas de gestión del tiempo, señora Weasley —le aseguró el profesor Croaker, aunque este aún miraba a Harry—, simplemente fueron relegados a eso después de más de un infructuoso intento de usarlos para mejores propósitos.

—Lo que tienen que saber es que la investigación del tiempo se inició en aras del conocimiento —dijo Rothleen con presteza, haciendo que su voz sonara como un graznido—. Hay tantos misterios por resolver, tantos grandes acontecimientos por develar. Sin embargo, nuestros intentos por viajar más de unas cuantas horas, todos ellos, tuvieron resultados muy indeseables... Tal parece que las personas no soportaban el viaje de regreso. Sus cuerpos, envejecidos por el salto en el tiempo, llegaban a su propia línea temporal irreconocibles y sin la más mínima posibilidad de ser salvados.

Harry refrenó un estremecimiento. La imagen mental era espeluznante, y no ayudaba el hecho que Rothleen parecía un viejo y vigilante buitre.

—Lo que robaron fue un nuevo dispositivo que estábamos desarrollando a partir de una sustancia —explicó el profesor Croaker—, la cual, unida a algunos otros encantamientos, permite viajar en el tiempo sin casi ningún tipo de inconveniente —Sonaba muy satisfecho de si mismo—. Puedes viajar siglos atrás y regresar, y será como si nunca te hubieras ido... Salvo quieras cambiar la historia, por supuesto.

La sensación de frialdad que aún permanecía en el pecho de Harry bajó hasta sus pies. A su lado Hermione se recostó sobre una pared.

—Es por eso que no estaban interesados en capturarlos... Nunca dejaron este lugar, ¿cierto? —preguntó Harry, tratando de conservar la calma, aunque se sentía extrañamente ausente de su propio cuerpo.

—No, no lo hicieron —dijo Rothleen—. Por lo menos no visiblemente.

Harry quiso preguntar ¿por qué?, ¿por qué viajar en el tiempo?, ¿qué se ganaba con eso?, pero el "¿Cuando?" salió primero... Tal vez por que en su interior sabía ya la respuesta a aquellas otras preguntas.

—Mil novecientos ochenta y uno —dijo Rothleen.

—Oh, Dios —susurró Hermione.

Harry se quedó muy quieto. No, no podía ser... No ahí. No sería justo. No, por favor... Pero, ¿cuándo su vida había sido justa?

—¿Saben quienes fueron? —se escuchó preguntar.

Rothleen lo quedó viendo por un momento. —Se encontraron las huellas mágicas de Augustus Rookwood y Antonin Dolohov... Y se halló un mensaje —Recogió la única hoja de pergamino que había en su escritorio y se la pasó a Harry, quien la sujeto casi por inercia:

El Señor de las Tinieblas se alzará de nuevo más grande y más terrible que nunca.

Y Harry se dio cuenta, aquel primero de Septiembre, que no había sido suficiente todo por lo que había pasado en su juventud, ni el haber perdido a tantas personas queridas para él, ni el haber escapado de la muerte en varias ocasiones, ni mucho menos el haber derrotado al mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos. No... Tenía que pasar por todo aquello: el dolor, la pérdida y la desesperación, nuevamente.


Nota: Fragmentos en cursiva extraídos de Harry Potter y las reliquias de la muerte y Harry Potter y el prisionero de Azkaban, respectivamente.