I

"Más sabe el diablo por viejo que por diablo"


Advertencia: La propiedad intelectual de Hetalia no me pertenece, ni siquiera fue mi idea hacer los personajes de SudAmérica, todos ellos fueron fruto de la mente de otra persona, yo solo los utilicé de retorcidas maneras.

Manuel es la personificación de Chile. Martín la de Argentina, María la de Venezuela, Sebastián la de Uruguay, José la de México, Luciano la de Brasil... etc.

Cualquier duda sobre algún modismo que utilice, no tengan reparos en preguntar.

Cualquier indicio de realidad en esta historia, es pura coincidencia.


Chiloé, Chile.

El verde adornaba todo el entorno. Los árboles que se reflejaban en el mar calmo junto con el sonido de los pájaros en la mañana de otoño hacían que la escena fuera tremendamente relajante. Entre todo ello, por unos de los senderos que llevaban a una de las pocas casas junto al mar, caminaba con prisa un joven que rondaba los veinte años de edad. Así, Manuel llegó y se paró frente a un palafito en Chiloé, al sur de su país "¿Realmente quiero hacer esto? –Ah ¿qué tanto?" pensó. Tocó insistentemente y segundos más tarde, un viejo abrió la puerta con interés invitando al joven a entrar. Manuel en cambio, miro al sujeto con recelo, pero entró al lugar. El olor a mariscos inundó sus fosas nasales.

—¿Estas solo?—Preguntó Manuel, ya que lo que venía a hablar con él era bastante delicado.

No estaba solo, el trauco nunca está solo.

Una mujer se perfiló por el umbral de una de las puertas a las habitaciones.

—…Trauquito, estoy sola triste y abandonada, no puedo creer que me cambies por otra…—Ella estaba cubierta solo por una sabana en sus partes nobles. Se sorprendió de ver a un joven bastante guapo ahí, pero superando la sorpresa inicial le guiñó un ojo con coquetería. Por la cabeza de Manuel pasaban pensamientos poco correctos.

—Ejem… Pincoya, queremos un poco de privacidad—Dijo el Trauco.

—Egoísta—Enojada se encerró en la habitación.

Manuel se pasó la lengua por los labios, un gesto habitual cuando sabía que estaba a portas de cometer alguna mala acción, y muchas de sus regiones vitales le incitaban a cometer delitos frecuentemente. No por nada era de las naciones con mayor índice de delincuentes por número de habitantes. Incluso los exportaba, pero volvamos al tema que nos convoca.

—Weón, necesito un favor.

El Trauco se limitó a levantar una ceja.

—Maricon, no ese favor— Manuel enrojeció furiosamente al instante, había olvidado lo pervertido que podía llegar a ser ese sujeto. Se repuso para agregar—Es sobre el argentino conchadesumadre.

El trauco lo miró con interés.

—Prosigue.

Buenos Aires, Argentina.

Martín sonreía triunfal ante el parlamento argentino donde se acababa de promulgar la ley sobre paternidad compartida. Los aplausos ensordecían sus oídos. Oh, cuanto le gustaba ese sonido. Miraba con orgullo todo lo abierto de mente que se había vuelto en tan pocos años. Era el primero en promulgar este tipo de ley en América Latina.

Horas más tarde saliendo del lugar, chocó con un sujeto que iba caminando distraídamente por la calle y del cual escuchó —Fijate por donde caminas, amermelao— (En cualquier lugar, a cualquier hora, SIEMPRE hay un chileno). Eso le recordó a su buen Manuel. Que gratificante sería, nuevamente, plantarle en la cara que ÉL era más desarrollado, más genial, mejor en el futbol y mucho más hermoso. Que maravilloso sería ver al chileno con rubor en sus mejillas por la vergüenza y proferir insultos ininteligibles por quedarse atrás en estas nuevas leyes. Lo mejor de todo, el encuentro sería mañana.

Santiago, Chile.

Después de la última vez que Martín había sacado una ley nueva y liberal, es decir cuando se aceptó el matrimonio homosexual en Argentina en el invierno de 2010 no se había callado en más de dos meses, broma tras broma, insulto tras insulto sobre el tema y lo retrasado que era el chileno (En temas legales) Manuel es mundialmente reconocido por ser corto de genio por lo que no tardó en colapsar ante la charlatanería y altanería del argentino.

Aunque pocas veces Manuel había tomado una decisión tan drástica, como él dice "le dio la wea" y decidió esta vez, preventivamente, pedir apoyo a sus raíces místicas sureñas para darle una lección al argentino para que no volviera a molestarlo nunca más. (Como si eso fuera posible)

El argentino se caracterizaba por molestarlo siempre desafiándolo a tener relaciones más allá de la fraternidad entre países, así que por ese lado le iba a hacer ver su error al subestimarlo. Por lo que iba a hacer, tuvo que repetirse continuamente que fleto no era, pero tampoco homofóbico. No obstante era retrogrado en equidad de género, si bien con su antigua jefa había progresado un tanto en cuestiones de esa índole, solo después de algo tan fuerte como la tortura y asesinato de un joven gay que lo hizo promulgar una ley anti-discriminación. Las leyes matrimoniales seguían siendo tremendamente machistas y eso le hacía doler partes de su cuerpo por el descontento de su gente.

Pero volvamos con Martín, si, Martin, ese maldito que en esos precisos instantes llegaba a su país con una insufrible sonrisa, y abrazaba a Manuel para sacarlo de sus casillas. No tardó en empezar con su parloteo sobre lo genial que era y sobre la nueva ley que había promulgado. Pero aun así, ya completamente enojado, Manuel no estaba tan seguro de seguir con su venganza.

—Manu, Manu, Manu—El semblante de Manuel empezó a contraerse porque ya había llegado a su límite—Sigues siendo tan inocente que cuando te conocí en los virreinatos y me quedé con parte de tu territorio, las mismas costumbres, las mismas cejas, las mismas leyes.

—Mejor economía—Respondió rápidamente el chileno.

—Pero Manu, ¿Qué es el crecimiento sin un desarrollo? Aprende de mí, tu perfecto ejemplo—He hizo una pose que a Manuel le hizo recordar a Alfred, ese yanqui sobrado.

—Cierra el pico, weon. Pasos lentos pero seguros.

—No vale la pena avergonzarse por las carencias Manu. Yo te cobijaré colibrí. Casémonos Manu. Claro que en MI país se puede, pero no en el tuyo. Supéralo y vivamos nuestro romance.

Martin estaba esperando que el chileno perdiera la paciencia como siempre y se lanzara a los puños. Aun así, soltó algo que nunca esperó escuchar de la boca de su vecino.

—Bueno, casémonos.

—¿Qué boludeses…?— Martín no pudo continuar porque Manuel con cara de asco infinito, lo besó.

Si, lo besó.

Rememorando, aquello fue lo que recordó cuando despertó en la mañana. Creyó que fue un mal sueño y soltó un par de carcajadas por su subconsciente, Manuel jamás lo besaría a pesar de que eso lo había estado incitando con su super-sex-appeal desde hace años, décadas, siglos. Se levantó de la cama del hotel en que se alojaba y fue ahí cuando comenzó el pánico. Manuel entró a la habitación con un terno negro, arreglándose el nudo de su corbata roja. Estaba afeitado y fragante, pocas veces había visto su blanca sonrisa adornando la cara, más en la mañana, por lo que el argentino se sorprendió.

—Aún no estás lista… Apúrate o vamos a perder la hora—Dijo con una calmada voz el chileno que contrastaba con la gran sonrisa en su rostro.

—¿Y por qué tan arreglado, pibe…? ¿Lista? No degeneres más el lenguaje, o Toño se va a volver a enojar y lanzarte sus diccionarios en la cabeza—La sonrisa de Manuel se volvió más grande y lo sujeto por la cintura. Si, así era más fácil, pensó tranquilo—¿Qué estás haciendo? ¿Se te zafó un tornillo? —Martín pensó que definitivamente estaba en un universo paralelo.

—Nuestra boda Martina, ¿O lo olvidaste, chanchita?

—¿Quéeeee…?— El argentino se soltó bruscamente del abrazo de Manuel y miró hacia abajo, mientras negaba su femenina realidad.

—Sabía que exagerarías y entrarías en pánico, no te preocupes todo saldrá bien— Silbó y apareció México, Uruguay y Venezuela. Estos últimos lo agarraron por los brazos para que México le suministrara una droga extraña.

—No olvides que tú me lo propusiste—Dijo dulcemente Chile, mientras Argentina perdía la conciencia.

Horas más tarde estaba como un zombi, solo escuchó "firme aquí" y realizo la acción como autómata, aunque su pequeña conciencia incipiente le sugería que no lo hiciera. Mientras comenzaba a recordar quien era y que estaba haciendo ahí, ya iba camino a casa del chileno. De repente se dio cuenta de la argolla que adornaba su fina mano.

El resultado de sus ecuaciones mentales fue ahorcar a Manuel que seguía con esa estúpida sonrisa burlona en la cara.


Próximo Capitulo:

Sin separación de bienes Otra insoportable sonrisa.

Se violaría a ese chileno, lo torturaría y lo violaría hasta poder borrar de su cabeza las palabras que acababa de pronunciar. Con esa determinación avanzó hasta chocar sus narices.

¿Ey? Manuel trago duro, nunca había visto esos ojos verdes tan amenazantes. Como buen chileno, soldado que arranca sirve para otra guerra.