Todos los personajes pertenecen a Jk.

-Muchas gracias por leer!

Capitulo 1.

En el mundo muggle…

Jueves por la tarde, la lluvia caía a cuenta gotas. Londres era sin duda un lugar obscuro, debido a las nubes que se posaban sobre su alguna vez cielo azul.

Nadie sabía que fue lo que ocurrió con el clima, sólo aseguraban que algo muy malo había pasado con el planeta; quizá era verdad que la capa de ozono se terminaba o a lo mejor algún profeta no había errado al decir que el mundo se acabaría algún día.

Muchas muertes acompañaron el hasta ahora tono obscuro del cielo, muertes de las que nunca se llegó a saber el motivo del crimen, y menos aun la causa de fallecimiento.

El Orfanatorio San Ángel, acogía a todos los pequeños que quedaban sin padres durante aquel episodio, parecían años de tinieblas y solo habían sido unos cuantos meses.

Dos pequeñas niñas llegaron ese día, muchas de las monjas lo recuerdan por lo curioso que les parecía ver aquellas cabecitas tan contrastantes: Cabellos finos y delgados, uno color rojo fuego y el otro rubio oro.

Parecía imposible que hubieran pasado diez años, nunca nadie adopto a esas pequeñitas, que ahora se habían convertido en todas unas damitas. Siempre iban juntas a todos lados y por más que se le preguntara a la madre superiora, siempre decía lo mismo: Ese par de angelitos nunca dan problemas.

Esa tarde llevarían al grupo a dar un paseo. Siempre que podían, aprovechaban el clima; nunca dejaba de llover, así que ese día era excelente para salir. Unas cuantas gotas no enfermarían a los críos.

-Vamos, por aquí niños. No se salgan de la fila. De dos en dos. Muy bien- decía la monja encargada del paseo.

Diez pares de niños iban formados mirando hacia todos lados. Sabían que en pocas ocasiones tenían la oportunidad de mirar algo que no fueran las cuatro paredes del orfanato.

-Camina Ginevra, la madre nos regañara si nos retrasamos- dijo una niña rubia.

-Espera Luna, no te imaginas lo que vi. Cúbreme un poco debo saber si es real- la niña pelirroja rompió la fila y corrió hasta la entrada de lo que parecía una viaja posada.

Sus ojos no podían creerlo, había un señor que a su ver era un gigante; de su mano tenía a un pequeño niño, ella cálculo que no era por mucho mayor que ella.

El amigo del gigante volteo la mirada en ese momento. La niña pudo ver ese par de ojos verdes, no se le veía del todo feliz; ella hubiera apostado más por asombrado.

-¡Ginevra!- Se giró para ver a su amiga y cuando regresó la mirada el niño y el gigante ya no estaban. "Juraría que entraron a ese hostal" pensaba, mientras grababa en su memoria el nombre de aquella calle.

-Luna, no te imaginas lo que acabo de ver. No vas a creerme.

-La que no te creerá será la madre, sabe que saliste de la fila y está realmente molesta.

-Nunca hacemos nada fuera de las normas, no me castigará por esto ¿O sí?- La cara de la pelirroja era de fastidio.

-No lo sé, vámonos, tenemos que volver al orfanato –Y miró al cielo, unas cuantas gotas caían sobre su rostro-¿Por qué será que siempre llueve?

-Hay Luna, no lo sé- y suspiró- Sólo sé que en este día, he visto dos de las cosas más impresionantes del mundo: Un gigante y un par de hermosos ojos verdes. Creó que no podré dormir por pensar en eso.

-¿En el gigante?

-En los ojos Luna- y rodó los ojos- Quizá no me entiendas, aunque lo harías si los hubieras visto.

El par de niñas caminaron hacia su grupo. La madre más allá de reprenderlas, les expreso su preocupación. Ambas dijeron que no volvería a pasar y siguieron rumbo a su hogar.

Tres años después, las cosas seguían iguales en el orfanato y en la ciudad. Ninguna novedad, el sol ya no acostumbraba visitar ese cielo y la lluvia igual que siempre era la dueña de las horas.

-Luna, tienen que ser cuidadosas, por favor.

-Claro madre, no se preocupe, Ginevra y yo tendremos mucho cuidado.

-No las enviaría si la madre Orquídea no estuviera enferma. Recuerden que el padre les dará el medicamento y unos cobertores, no se desvíen y regresen lo más rápido que puedan.

-Madre, nos lo ha repetido unas tres veces- habló la pelirroja.

-Lo sé Ginevra, pero me da pendiente mandarlas tan lejos.

-Son sólo diez cuadras, no se preocupe. Estaremos a salvo, yo estaré a cargo de esta misión.

-No preocupes más a la madre Ginevra. Ya sabe madre, ella y el detective que lleva dentro- Las tres rieron por el comentario.

Las niñas salieron de su hogar directo a la Iglesia del Temple. Caminaban tomadas de la mano bajo la fuerte lluvia. Un par de impermeables y unas botas de plástico eran sus aliados.

-Gracias padre- dijo Luna y guardó una botella trasparente, el líquido que tenía era de visión desagradable, pero para la madre Orquídea era una posible cura.

-Vayan con cuidado hijas- y dio un par de cobertores a Ginevra –no se desvíen.

Las niñas tomaron su camino de regreso. Ginevra alzó la vista y vio un letrero que decía: Charing Cross Road.

-Luna, espera. Ven acompáñame a ver si aun esta ese viejo lugar.

-¿Qué dices? Claro que no, no podemos desviarnos. La madre necesita su medicina.

-Lo sé pero no tardaremos, esta de pasada. Sólo iremos por esta calle en lugar de cruzar la calle principal.

-Está lloviendo, debemos irnos, camina ya.

-Ven conmigo o iré yo sola. Tú decide- y paró sus pasos.

-Ginevra- y suspiro-sabes que nunca te dejaría sola- y empezaron a caminar.

Ahí vio el lugar de nuevo, "La posada, el gigante y ese par de ojos verdes" y dio un largo suspiro.

-Sigo pensando que todo fue parte de tu imaginación.

-Claro que no, casi no se ve porque es de noche pero eso de ahí- y señalo el lugar- es un tipo hotel o algo por el estilo. Y ahí fue donde entraron el niño y el gigante.

-Por supuesto, vámonos ya

-Espera, ¿no me digas que tampoco ves ese autobús que acaba de detenerse?

-Claro que veo el bus ¿Y? ups golpeó a ese carro.

Un sonido de alarma empezó a sonar.

La pelirroja no lo podía creer, era él, el niño que vio hace unos años atrás. Sólo que se veía más grande.

-Hay que preguntarle su nombre.

-Estás loca, vámonos- "jamás pensé que diaria esto" -O le diré a la madre.

- ¿Qué dices? Nunca lo harías lo sé. ¡Ash! ya se metió.

Ambas chicas vieron como un señor de un aspecto raro, apagaba lo que ellas creían era la alarma de su carro y entraba de nuevo a la posada.

-Está bien Luna, creo que tienes razón; sigamos con nuestro camino- dijo la pelirroja al ver al señor.

Las chicas retomaron su curso y pronto llegaron al orfanato con el medicamento.

Lamentablemente la madre Orquídea no sanó y unos días después la despedían de un viaje sin vuelta.

-¡Auxilio! – gritó una mujer.

-¿Puedo ayudarla señora?- dijo una chica pelirroja que pasaba por el lugar.

-Llamé a la policía mi niña, pero ya no hay ley, no aquí.

-¿Le robaron?

-Así es, pero ya no importa. Nunca nadie atrapara a esos maleantes, no pueden, no entienden su poder.

-¿De qué habla?

-De nada mi niña, sigue tu camino. Y hazme un favor, nunca dejes de buscar. –La chica le sonrió un poco confundida.

-Oh, lo dice por los estudios –y señalo unos libros que traía bajo el brazo- no se preocupe encontrare la profesión perfecta para mí.

-Sé que lo harás, tú eres la que lo hará.

-Adiós señora.

-Hasta luego mi niña.

-Vamos entra conmigo Luna.

-Por qué siempre tengo que seguirte a todos lados.

-Eres mi amiga ¿No?

-Claro.

-Ahí tienes tu respuesta.

-Te seguí cuando dijiste que querías ser maestra, aunque no lo logramos. Te seguí cuando me dijiste que querías ser veterinaria, y no lo logramos. Te seguí cuando dijiste que querías ser detective, lo lograste y yo sólo logré ser perito forense.

-Eso fue porque no lograste disparar un arma.

-No pienso matar a nadie.

-Exacto, por ahora yo tampoco. Así que será mejor que entres conmigo.

-¿Es una amenaza?

-¿Quieres dormir en la colchoneta?

-Claro que sí, no soporto un día más en el suelo.

-Entonces sí, es una amenaza.

-Está bien, entremos. Ya quiero morir de risa.

La pelirroja entró primero, seguida de su amiga rubia. Miraban en lugar con asombro. Toda la gente ahí dentro vestía de una manera un poco arcaica para su gusto. Parecían túnicas árabes, pero a diferencia de aquellas, en estas predominaba el tono negro.

Ginevra se acercó a la barra, donde un señor, a la vista amable, atendía.

-Buenas noches señor.

-Ginevra, son las tres de la tarde.- La pelirroja volteo la mirada a las ventanas, juraría que había visto la noche en una de ellas.

-Sí, lo siento. Buenas tardes señor.

-¿Qué se les ofrece?

-Estamos buscando a un niño- el encargado miró a la pelirroja con los ojos entrecerrados.

-¿Un niño dice?

-Bueno, supongo que ya no es tan niño. Entró a su posada hace algún tiempo.

-¿Cuál es su nombre?

-Ginevra.

-¿El del niño?

-No, lo siento. Ese es mi nombre. Yo no… no sé el nombre de él.

-Hace cuanto entró.

La pelirroja miró a la rubia- Contesta Ginevra, dile al señor hace cuánto entró.

-Mire, la primera vez entró hace como – y empezó a hacer cuentas- unos quince, quizá un poco más un poco menos…

-¿Minutos?

-No.

-¿Días?

-No señor, años- el encargado soltó una tremenda carcajada, Ginevra sólo lo miraba ofendida.- Regresó hace como trece años, entró a su taberna, yo lo vi.

-¿De verdad viene a pedir informes sobre alguien que entró hace tantos años? ¿O es una broma?

-Le parece a usted esto una broma- y mostró su identificación como oficial.

-No tengo idea de que sea eso señorita, pero le pediré de favor: váyanse de aquí. No puedo ayudarla.

-No voy a agradecer su ayuda, y usted no nos corre, nosotras nos vamos. Anda Luna, salgamos de este lugar. –Todas las miradas de los ahí presentes las miraban.

Salieron de la posada, la rubia luchaba por contener la risa.

-¿Te fijaste que gente tan extraña?

-Sí, creo que la falta de sol, les afecta el cerebro.- y continuaba riéndose.- "años" ja ja ja, viste la cara del señor cuando le dijiste eso.

-No le veo la gracia, no me dio informes.

-Ginevra, por Dios, llevas años queriendo entrar a ese lugar. Ya lo hiciste, no pudo haber muerto tu duda con esa risa macabra.

-No Luna, jamás dejaré de pensar en él. Sí por lo menos supiera su nombre, buscaría su dirección en la base de datos; pero ni eso tengo.

-Ya déjalo así. La vida es muy corta como para vivir buscando a un hombre, además quizá es un asesino, o un violador, o peor aun un nerd frustrado que sólo busca sexo ja ja ja.

-Claro que no es todo eso que dijiste, lo vi en sus ojos. Él es diferente.

-Vámonos ya, tenemos que volver al trabajo y aun no comemos nada.

-Venga pues, te llevo.

-Claro que no. Prefiero caminar, acabo de decirte que la vida es muy corta y pretendes que me suba a esa cosa.

-Sólo es una motocicleta Luna, además es una de las pocas cosas que nos ha dado el departamento; aparte de la pistola claro.

-Sí, y el porcentaje de las muertes por andar montado en eso son altísimas, yo prefiero el metro.

-Está bien, nos vemos en la base.

Cada una tomó su rumbo con destino a la misma dirección. Unas cuantas monedas y la tranquilidad de viajar sin manejar se apoderaban de Luna. Un casco y una c-br honda roja, eran el transporte perfecto de la pelirroja; que amaba sentir el aire y las gotas de lluvia en su cabello.