¡Hola!

Esto debería ser la actualización de alguno de los fics que tengo pendientes, en serio me apena mucho la tardanza, pero no he podido continuarlos por falta de tiempo principalmente. Llevo tantas semanas metida en el estudio que necesitaba desahogarme escribiendo un poco, aunque no fuera de eso y pues, aquí estoy con mi segundo Taiora (el primero está incompleto). Sigo insistiendo en escribir de esta pareja, pese a que no se me da bien, pero la práctica hace el maestro, ¿no?

La idea surgió hace unas dos o tres semanas, cuando encendí la televisión mientras me preparaba para ir a la universidad y vi que estaban dando un capítulo de "Super Natural" en Nickelodeon. Una serie adolescente que yo solía ver en el colegio. Me emocionó tanto volver a verla y se me hizo tan gracioso el capítulo, que enseguida se me ocurrió adaptarlo a Digimon.

Originalmente iba ser un one-shot, pero ahora debo irme a estudiar, así que no pude acabarlo, sin embargo, no quería esperar para subirlo. Haré lo posible para subir la segunda parte dentro de esta semana antes de que comiencen mis exámenes.

Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei animation, no hago esto con fines lucrativos. Fic basado en un capítulo de Super Natural, la serie de Nickelodeon, no la de los hermanos!


~El chico de la malla y la chica que iba descalza~

Capítulo 1

Un poco de pintalabios y algo de colorete también. ¡No me mires así!, lo necesitas. Muy bien, ahora la sombra a juego con la blusa y finalmente el rimel ¡No cierres los ojos! Eso es. ¿Puedes quedarte quieta? Si te mueves no puedo hacerlo bien.

Estornudó con el polvo y sintió lagrimear sus ojos con el rimel, pero en general soportó estoicamente todas las atenciones de Mimi, escuchándola ir de un lado a otro de la habitación en busca de lo necesario para arreglarla a la perfección. Esto no había sido idea de ella, claro. Pero luego de intentar disuadirla tres veces, se rindió. No es como si alguien le pudiera decir que no a la chica, realmente, así que prefirió ahorrarse energía y esperar a que acabara. Sabía que era la decisión más sensata.

—Ya está, te ves increíble… sólo aguarda a que vaya por el espejo, pero no abras los ojos, ¿eh? Nada de trampas, porque lo sabré.

Así fue como la dejó sola, sentada en el borde de la cama, con las manos apoyadas a sus costados, contrayendo entre sus dedos la —seguramente costosa— frazada. Volvió a escuchar sus pasos, resonando acompasadamente en el cuarto, producto de los tacones sobre los que caminaba con la maestría que sólo alguien acostumbrada a andar al menos seis centímetros por encima del suelo, podía lograr.

Volvió casi enseguida, aunque para ella se le había hecho eterno, portando un pesado espejo de marco dorado que lucía antiguo. Eso la pelirroja que se encontraba sentada no lo pudo saber, desde luego.

—Muy bien —dijo Mimi, instalándose frente a ella con elegancia y un tono algo ceremonial —Ya puedes mirar.

La aludida, esa chica pelirroja que respondía al nombre de Takenouchi, Sora repentinamente se sintió nerviosa. Se preguntó cómo podía ser que hasta hace un segundo deseara con tantas ganas abrir los ojos y ver si conseguía ir a hurtadillas hasta un espejo para verificar su aspecto, y ahora que su amiga le daba el permiso, tenía miedo de abrirlos.

—¿Qué esperas? —volvió a hablar Mimi al no ver ninguna reacción de su parte —Quiero ver la impresión en tu rostro —añadió juguetonamente.

"Muy bien. Estás siendo ridícula Sora Takenouchi, sólo abre los ojos" —se dijo a sí misma. Ella no era ninguna cobarde para estar comportándose de esa manera.

Su cuerpo pareció resistirse.

"¡Vamos! Sólo uno, no puede ser tan complicado"

Abrió lentamente el ojo izquierdo, pero sólo divisó una mancha borrosa en el reflejo.

"Ahora el otro"

Inspiró profundo e hizo lo que se decía. Pestañeó varias veces hasta que la chica extraña apareció en el espejo. Esa chica que se parecía mucho a ella —muchísimo— y que sin embargo, no podía serlo. Imposible.

Se quedó tan atónita que ni siquiera notó que su boca se abría, formando casi una "o" perfecta.

—¿Y bien? —preguntó Mimi, comenzando a impacientarse.

—Yo… —pestañeó repetidamente, creyendo que estaba viendo mal, pero la imagen frente a ella no cambió, así que tuvo que aceptar que la muchacha perfectamente maquillada que la miraba desde el reflejo no era una extraña, sino ella misma.

—¿No te gustó? —volvió a preguntar Mimi, mirándola por encima del espejo, con la barbilla casi recargada en el marco. Su voz parecía teñida de incredulidad y algo de molestia.

—¡No!, quiero decir, sí…no…no es que no me guste. Es que no me puedo creer que sea yo —le explicó torpemente Sora.

—¡Pues sí que eres tú! —exclamó la chica con una sonrisa triunfal— Bienvenida al maravilloso mundo del maquillaje y sus mágicos resultados. ¿Ves cómo tenía razón? A ninguna chica le hace mal un toque por aquí y allá. Tai va morirse de la impresión. Ya te lo digo yo.

Sora, que hasta ese momento había intentado recordar cómo acabó exactamente convirtiéndose en la muñeca de juegos de Mimi, sintió como una pequeña ampolleta se encendía en su cabeza. Por supuesto. Todo había sido por esa gran bocota que tenía. ¿Es qué no podía haberle negado que sentía algo por su mejor amigo? Es cierto que la chica era persuasiva, pero se conocían desde pequeñas. ¡Algo habría podido inventar!

Suspiró, sintiéndose derrotada. No valía la pena engañarse. Lo cierto es que desde que Mimi la invitó a su casa temprano ese día sábado y comenzó a interrogarla sobre su "extraña relación con Tai", no había tenido opción alguna. Si se había propuesto averiguarlo, no había nada que ella pudiera hacer para distraerla de su objetivo. Por eso acabó gritándole que le gustaba, pero que no tenía ninguna oportunidad. Que el chico la veía como su mejor amiga, casi como si fuera un chico. Casi como si fuera un chico. Ahí estuvo el error, porque en la cabeza de la portadora de la pureza eso solo tenía una solución. —Entonces vamos a convertirte en una chica, querida— le había dicho después de su arranque de sinceridad. Y era bien sabido por Sora, y por todo aquel que conociera un poco a la ex- neoyorquina, que para ella ser una chica significaba usar maquillaje, ropa bonita y femenina y por supuesto, tacones. Todo lo que ella no hacía.

Para la pelirroja no tenía ningún sentido tener que cambiar lo que ella era para agradarle a un chico, ni siquiera aunque ese chico fuera Tai. Estaba segura de que su distraído amigo no lo notaría ni bien llevase un cartel en su frente que dijera ¡hey tú, me gustas!

No es como si fuera capaz de hacer algo así ni mucho menos, pero era realista. El chico era un distraído. Mimi, por su parte, estaba convencida de que el maquillaje y la ropa apropiada constituían una técnica infalible.

—¿Me estás escuchando?

Regresó a la realidad al sentir que Mimi la zarandeaba del hombro. No le gustaba que no le prestaran atención. Recién ahí se dio cuenta de que había seguido hablando por largo rato mientras ella se perdía en sus pensamientos.

—Disculpa, no… —susurró al percatarse de que aparentemente esperaba una respuesta a algo. Normalmente le habría mentido, diciéndole que claro que la estaba escuchando y estaba de acuerdo con ella. Por lo general eso solía bastar, pero presintió que esta vez no sería suficiente.

—No importa —dijo Mimi, agitando la mano con desdén, aunque no podía ser del todo cierto. Sabía cuánto detestaba que no la escucharan—. Te preguntaba qué haremos con tu cabello.

—¿Qué tiene de malo mi cabello? —saltó enseguida la pelirroja, llevándose una mano a la nuca casi por inercia.

—Nada, nada —replicó Mimi con aquel tono desdeñoso que dejaba en claro su intención de decir precisamente lo contrario—. Sólo que has tenido el mismo corte de cabello ¿por cuánto?, ¿tres años, cuatro años?, ¿toda tu vida? —concluyó irónicamente.

—¿Qué dices? Si me corté el cabello hace un mes —esgrimió en su defensa.

—¡Bah! —soltó, entornando los ojos—, cortarse las puntas no cuenta como un corte de cabello. Hablo de un corte de verdad.

—Ah, pues… —se detuvo a pensarlo algunos segundos, mientras jugaba ociosamente con un mechón frente al espejo—, dos años, puede que tres, no lo recuerdo bien.

—Exacto —replicó Mimi, pronunciando exageradamente la palabra.

—¿Qué sugieres? —preguntó Sora, temiendo la respuesta.

—Pues…no soy peluquera, pero podría…

—¡De ninguna manera! —la interrumpió enseguida —no tocarás ni una hebra de mi cabello. Sólo dejo que Sergei lo haga.

—¿Sergei? —preguntó enarcando una ceja, escéptica.

—Sí, Sergei.

—¿Es el nombre de tu peluquero?

—Sí. Es el que me ha cortado el cabello desde que soy una niña.

—Lo sé, lo sé… ¿pero no te parece curioso que sólo le corte el cabello a niños de cinco años? Y lo de niños es literal… ¡sólo chicos! No me extraña que cuando te conocí llevaras corte de hombre.

Sora bufó, ofuscada. No le gustaba que se metieran con su cabello. Su madre solía hacerlo. Desde que empezó a ir con Sergei, intentó que cambiara de peluquero, sin resultado obviamente.

—Además… ¿Sergei?, ¿ese es un nombre para un peluquero?

A la pelirroja no le importaba su nombre, pero prefirió no decir nada para no empeorar la discusión.

—¿Sabes que hace por las noches, acaso? —preguntó la castaña, burlona.

—No me importa lo que haga por las noches, mientras corte mi cabello como quiero —replicó Sora, tozuda.

Mimi suspiró, sabiendo que esa era una batalla perdida. Sí. Incluso ella que nunca se rendía sabía reconocer cuando no tenía oportunidad de ganar. Sólo Sora, y a veces Tai, lo conseguían. Por eso creía que harían una pareja estupenda. Explosiva también, porque ambos tenían el mismo carácter, pero ¿no haría eso las cosas más apasionadas?

Se dio la vuelta para regresar el espejo al baño, ante la sorpresa de la pelirroja, que la siguió con la mirada hasta que volvió a su lado.

—Bien. No cortaré tu cabello, pero lo alisaremos, ¿vale?

—Por mí está bien —replicó alzando los hombros despreocupadamente. Mientras su cabello siguiera igual de largo, ligeramente por encima de sus hombros, no le importaba demasiado.

Cuando Mimi acabó de peinarla, le puso un cintillo que combinaba con su blusa y la hizo dar una vuelta frente a sus ojos, para enseguida aplaudir emocionada.

—¡Estás divina! Tai de verdad va morirse de la impresión. —le sonrió.

"Y eso que la chica ni siquiera consentía que mataran a un animalito" —fue el pensamiento desolado de Sora, deseando que aquello acabara pronto.

—Oh, que tonta soy. Todavía faltan los zapatos. Tengo unos que van bien con la ropa. Te quedarán un poco pequeños, pero podrás arreglártelas con ellos —le dijo antes de darse la vuelta hacia su enorme clóset, perdiéndose en su interior.

¿Quién lo diría? La veleidosa princesa era una desordenada.

Sora se fue al baño para examinar sola y más detenidamente su aspecto. Llevaba una blusa rosada, sencilla. Le quedaba ajustada al cuerpo, resaltando las pocas curvas que tenía y los primeros dos botones estaban desabrochados.

La técnica es insinuar, no mostrar demás —le había dicho Mimi al tiempo que le guiñaba un ojo.

Sin embargo, ella no se sentía cómoda, así que se abrochó uno. Tenía una mini falda de mezclilla tableada, demasiado mini para su gusto, pero respecto a eso no podía hacer nada.

Decidió enfocarse en su rostro. Le pareció que lucía bien. El maquillaje era sencillo. Mimi se había limitado a colores pasteles, alegando que los más fuertes eran para la noche, pero aún así el cambio era sorprendente.

"Debe ser porque nunca uso maquillaje" —pensó.

Su cabello le llegaba tres o cuatro centímetros por debajo de los hombros, ya que ahora estaba liso y eso sólo acentuaba lo extraña que se sentía. Como si estuviera interpretando a otra persona.

—¡Aquí estás! —exclamó Mimi, desde la puerta—. Mira lo que he traído —dijo, exponiendo frente a sus ojos unas bonitas sandalias rosadas y lo que era peor, con tacón, que era justo lo que Sora había temido.

—Em, pues… están muy bonitas —dijo llevándose una mano al cuello, un poco nerviosa—, pero no estoy acostumbrada a usar tacones altos.

—¿Tacones altos? —preguntó confundida—, pero si son los más bajos que tengo.

"Seguro que sí"

—¿No podría quedarme con mis zapatillas?

—¡Claro que no! Iremos a ver a Tai, no a un partido de tenis.

—¿A Tai?, ¿ahora?

—Claro. ¿Por qué crees que estuve arreglándote toda la mañana? —preguntó como si fuera lo más obvio del mundo.

—Pero él está trabajando.

Así era. Tai había conseguido un empleo ese verano para comprarse un automóvil. Cuando se lo pidió a su padre, éste le había dicho que era tiempo de que se hiciera responsable y consiguiera su propio dinero. Aunque al principio pataleó y maldijo a toda su ascendencia, había conseguido un trabajo como mesero en un restaurante juvenil de la zona.

—Lo sé, tontita. Es por eso que iremos a verlo allá.

Sora abrió los ojos de par en par.

—No puedes estar hablando en serio.

—Claro que sí. Y aquí tengo una revista que nos ayudará —le sonrió, con picardía, enseñándole la revista que había estado ocultando detrás de su espalda.

Su titular rezaba: ¿Problemas para conquistar a tu chico? Diez tips para volverlo loco.


Notas finales:

Hasta aquí el primer capítulo, aunque más que capítulo parece una introducción, pero algo es algo. Necesitaba desahogarme un poco y lo he conseguido. Pido disculpas por cualquier error que pueda tener.

En el próximo se entenderá el porqué del título.

Si tienen algún comentario, no duden en dejarlo :)

Hasta pronto y gracias por leer.