Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Marvel.
Nota: Totalmente AU. Y fluff. Y Cherik. Amén.
Capitulo 1
—Los encuentros casuales, son lo menos casual de la vida.
.
—¿Tiene algo que comentar a la junta, señor Xavier?
¡Mierda, ya nos vio!
—No, señor.
—Entonces, ¿Le molestaría dejar de cotillear con la señorita MacTaggert? Aquí tratamos de resolver el caso más importante que ha tenido el estudio en años.
Charles sonrió. Una completa y gigante sonrisa falsa. Asintió en silencio y dejo de girar su cuello para seguir oyendo a Moira, quien sea de paso, parecía haber perdido todo el color en sus mejillas ante el llamado de atención.
Eran las cuatro de la tarde, y todo lo que Charles Xavier deseaba era lanzarse por la ventana, para no tener que seguir oyendo al gordo y amargado abogado. Su supervisor, cabía resaltar. El sujeto parecía expulsar ambición, con un brillo siniestro tiñendo sus pequeños ojos negros, mientras otro de los socios mencionaba la importante suma que podrían ganar en el caso.
—Dios, ¿Cómo pueden sonreír de esa forma?
Moira susurró aquello, con el tono moralista que una crianza severa implicaba. Sin embargo, Charles debía guardar silencio. No sólo por la advertencia del supervisor, sino por dudar de que tan bien se tomaría su querida amiga, el comentario de que ciertamente ella esbozó la misma sonrisa cuando recibió ese collar de perlas que llevaba puesto.
Inevitablemente, Charles dejó que sus agudos ojos examinaran al pretendiente de su amiga.
William Stryker.
Un escalofrío le erizó los vellos de la nuca. Ese tipo era malo. No había otra forma de decirlo. Casi era palpable en la forma en que sus ojos contemplaban al supervisor. O la manera en que su boca se movía. Algo muy oscuro se movía en su aire, como si se contuviera ante el juego.
Algo realmente malo, pensó Charles antes de ocuparse de hacer garabatos en el borde de su libreta.
Pronto los arreglos para que el caso fuera asignado a uno de los mejores socios, quedo acordado. Para desgracia de Charles, Moira estaba asignada con aquel 'brillante' abogado. William, no sólo apestaba en cuanto a actitud, esta le había forjado una reputación en el negocio. Ambos debían encargarse de la parte más difícil, lo que implicaba horas juntos.
Fue una suerte que Charles, pudiera controlar el gesto en su bonito rostro. Quizás debía darle un concejo a su amiga, antes que pasara más allá de los rastros de un coqueteo peligroso.
—Es todo por ahora, retírense.—El supervisor parecía exhausto, mientras trataba de dejar su sillón en la cabecera de la mesa. Sin embargo sus ojillos diabólicos captaron a Xavier.— Tú, en mi oficina ahora.
Mierda.
Apenas era una pasantía para sacar algo de experiencia en el campo, pero el castaño sentía que estaba a punto de ser despedido y marcado como ineficiente para el resto de su vida laboral.
—Buena suerte, Charles.
Moira parecía de verdad apenada, cuando se despidió de él en los ascensores. Ella quedaría en el piso de los despachos privados, con William. Dios.
Charles quiso añadir algún comentario ácido acerca de todo el drama, pero las puertas del ascensor se cerraron. Bien. ¿Qué tan malo podía ser? Su curriculum era intachable, su comportamiento decente. ¿Acaso era tan grave no querer oír como planeaban ayudar una compañía farmacéutica a evadir la responsabilidad por comerciar medicamentos defectuosos?
Definitivamente, Xavier no había pensado correctamente su vocación.
Arrastró los pies a través del brillante piso treinta y cuatro, mientras los asistentes y secretarias parecían ir en constante búsqueda de cafeína. Les quedaba toda la noche por delante.
El despacho del supervisor, estaba en el último piso por supuesto, con una secretaria anciana y sin bondad en sus modales. La vida es dura, contempló Charles, mientras la mujer pasaba de su irrupción en la recepción y se concentraba en redactar lo que parecía una pila de expedientes a formato digital.
Charles aspiró profundo, para luego empujar la perilla. Su jefe temporal estaba detrás del escritorio a casi diez metros de distancia. La ciudad de New York, encendiéndose tenuemente ante el ocaso del reciente otoño.
—Cierra la puerta, Xavier. Y siéntate.
No había que ser un genio, para saber que ese sería su último día ahí.
[•••]
—Déjame ver, sólo… ¿Puedes repetir eso?
—Técnicamente estoy libre para ir a visitarte, ¿No estás contenta? No te escuchas feliz. Me ofendes, Rav.
—¡Te despidieron, maldición! ¡Te despidieron y estas buscando refugio en mi casa!
—Suena horrible si lo dices así.
El subterráneo estaba con la cantidad media de sus pasajeros a esa hora, por lo que la voz de Raven no estaba perforando más que los tímpanos de Charles. Una anciana con su bolso de compra, parecía preocupada por los gestos del hombre.
—¿Qué vas a hacer ahora? Y no comiences con tomar una taza de té, porque te juro que no te dejare entrar.
Dios, ¿Y ella se atrevía a llevar el apellido Xavier? ¡El té corría por sus venas, como todo británico de buen ver! Quizás esa parte en la que ella era adoptada, por fin estaba llevándola al lado oscuro.
—No pongas eso tono. No es el fin del mundo, puedo conseguir algo para antes de fin de mes.
—¿Quieres que te crea o dejo el espacio para el silencio juzgando todas tus horribles, en serio Charles, horribles decisiones de vida?
Las luces de una estación atravesaron las ventanillas. El gigantesco cartel de alguna obra anunciándose en la pared de la estación.
—Puedo hacerlo mejor.
Charles observó con cierta amargura como un par de estudiantes subían al vagón. Cargaban ojeras tan marcadas y olían a cigarrillos a kilómetros de distancia. Tenían las manos ocupadas con maquetas elaboradas y morrales con papeles asomando en los bolsillos.
Aún había algo de amargura cuando recordaba las noches bajo el peso de los tomos antiguos de las leyes, la luz amarillenta de la biblioteca y la frustración por aprenderse los incisos.
—Cariño, tú puedes hacerlo increíble.— La voz dulcificada lo trajo de regreso, mientras las puertas se cerraban de nuevo.— Pero necesitas enfocarte, conseguir un lugar donde no tengas que vender tu moral para comer y… conseguir dormir con alguien.
Los grandes ojos azules del hombre se abrieron causando que finalmente la mujer de las compras, sabía como ella podía, se cambiara de lugar a una distancia segura. El calor que emanaba Charles, seria atractivo si no luciera con la mandíbula desencajada de la impresión.
—¿Dije algo malo?
Podía verla sonreír. Lo podía ver. Bruja.
—Prepara ese té y espero que tengas algo decente con que acompañarlo.
Escuchó perfectamente la risa de su hermana, antes de colgar. Raven era la hija de Satán, si Satán hubiera querido tener algo así alguna vez. Quizás él por eso, la había tenido.
Siendo honestos, no había hecho más qué decir en voz alta, lo que los pensamientos de Charles murmuraban en las madrugadas de insomnio.
Su vida estaba hilvanada en el aire, bastante frágil y sin mucho sentido. Su padre, gracias al cielo de viaje por el Caribe con su tercera esposa, dejó de controlarlo cuando termino la bendita universidad. Y como era un Xavier, daba por sentado que pertenecer a uno de los buffets más reconocidos de la "Gran Manzana", seria pan comido.
Claramente, había un error de cálculos.
Charles sonrió para sí. Quizás era momento de hacer caso a su hermana, a su corazón y tomar la dirección. Después de todo, era su vida.
Tan ensimismado, con el plan de una nueva identidad, el hombre apenas notó cuando el vagón se detuvo en la estación. Era la indicada para llegar al destartalado departamento de Raven. Sin embargo, aquel curioso sujeto que cruzó las puertas, hizo que olvidara todo.
¿Desde cuándo se permitía a la gente ser tan atractiva con el mínimo esfuerzo? Porque seamos claros, eso de ahí no era justo. Para nada. ¿Cómo se podía lucir, derramando sensualidad, con una sudadera gris y pantalones jeans desgastados? Injusticia por todos lados, demonios.
Dios se había esforzado el triple con aquel hombre y el muy jodido ni siquiera estaba correspondiendo los dones del señor.
—¿Qué tanto miras? ¿Tengo cara de payaso?
¡Carajo!
¡Otra vez se lo habían pillado!
—¡No! Yo, no—¡Lo siento! Sólo miraba… es decir, no tienes cara de payaso— bueno sí un payaso luciera así, no les tendría tanto miedo. Porque bueno, no das miedo ¡No quiero decir que parezcas inofensivo! Porque claramente puedes derribar a un hombre… No estoy diciendo que seas un matón de ese tipo. Pero el aire se te da fenomenal y tienes excelentes hombros… Y… — Y mejor me callo.
Jesús, María y José. ¡Estaba teniendo un ataque de ridiculez mayúscula! ¡Y con ese tipo!
¡¿Por qué no se abría la tierra y lo tragaba?! ¡¿Por qué?!
Su cara estaba derritiéndose. Oh, cielos.
«Próxima Estació: Calle Setenta y nueve»
¡Raven! Gritó oportunamente el instinto de supervivencia.
Y sin mirar a la cara al sujeto apuesto—un enorme esfuerzo, la verdad; Charles literalmente saltó de su asiento, precipitándose a las puertas, que por un poco no lo aplastan.
Sin detenerse, subiendo las escaleras del subterráneo, se dijo que aquel acercamiento tan poco real de hace segundos, sería lo más cercano que estaría a entablar relación con un hombre como ese. Esos preciosos ojos.
El guapo extraño, podía quedarse como una bonita anécdota para recordar.
[•••]
¡Buenas! Publicando para salvar la mala semana que llevo. Bueno, no tan mala. Sólo el estres me esta matando. Nada nuevo(?) Seran solo tres capitulos, asi que supercorto. Tambien se publicara en Wattpad, bajo el mismo nick.
¡Muchas gracias por leer!
(ノ*ヮ*)ノ:・゚
