—¿Arnold? —preguntó Gerald al ver como su amigo estaba tapado por una cantidad desorbitante de ropa y cajas de rosquillas, reconociendo su cabello.
—Oh, hola Gerald —dijo sin verlo.
—¿Por qué estas llevando eso? —cuestionó— ¡Eso es de Helga! —percatándose del color rosa— Oh, viejo... ¿Por qué? ¿Qué le hiciste que tienes que hacer esto?
—No hice nada —dijo— Por eso lo estoy haciendo.
Gerald frunció el ceño en estado de confusión.
—¿Qué? No entiendo, viejo —repuso.
—Lo hago para que me agradezca —Intentado explicarse.
Gerald no comprendió.
—¿Y para que quieres eso? —preguntó tratando de comprender— ¿Es una forma tuya de agradecerle por los de tus padres? Porque creo que hay otras maneras de hacerlo, en vez de convertirte en tu sirviente.
—Es por otra cosa, y no se me ocurrió otra que hacer para que me agradezca —dijo— No te preocupes, no me molesta.
—¿Convertirte en tu sirviente, no te molesta? —su voz irónica— ¿No te molesta ser usado?
—No es lo que crees, Gerald.
Él lo observó escéptico, una mirada que no pudo ver su amigo al estar cubierto su visión por la ropa.
—¿No es lo que creo? ¿Y qué es esto? —preguntó al extraer un papel que de inmediato tomó y leyó— ¿Recibo de la tintorería?
—Yo quiero hacer esto, Gerald—replicó— Solo son favores.
—¿Te amenazó?
—No.
—¿Te hipnotizó?
—No.
—Claro, uno que está controlado mentalmente no lo afirmaría.
—Te digo que no es así, Gerald —espetó— Yo lo quiero hacer, de verdad.
Gerald alzó una ceja.
—¿Por qué? —sus manos haciendo un gesto interrogante.
Arnold sintió sus mejillas enrojecer.
— ¿Que estas recibiendo por ser su sirviente?
—Ya te lo dije, me está agradeciendo.
—Te está agradeciendo —repitió incrédulamente— Aja y eso sería...
—Bueno... —sus mejillas enrojecieron, algo que no vio su amigo por que la ropa le tapaba su cara— Me dejo que le bese su mano.
—¿Qué? —no tenía expresión por lo que oyó— ¿Te dejo que le beses su mano? ¿Te estas escuchando? ¿Que será después un beso en la mejilla? ¿En la boca? ¿Qué? —sus manos azotando el aire, sin poder creerlo— P-pero ¿Qué? ¿Qué dijiste?
Sus manos puestas en la cabeza intentando procesar lo que estaba pasando con su amigo -resumen: Arnold estaba loco de amor por Helga- estando así, durante largos minutos en silencio. Al rato unos pasos dirigidos en su dirección comenzó a oírse.
—Oh, ahí estas cabeza de balón — Helga sonrió— Oh, hola —dirigiéndose a Gerald, quien hizo un ademan con su cabeza, aun desconcertado.
Ella volvió la vista en frente y tomó una caja de rosquillas, abriéndola y tomando una, acción que provoco que los ojos de Arnold ahora pudieran ver lo que tenía enfrente, y eso ahora era Helga.
—¡Sí! —exclamó con satisfacción— Son mis preferidas —dijo sonriendo felizmente al ver rosquillas rellenas de chocolate con cubierta rosa y chipas en forma de corazón— Muy bien, así me gusta Arnoldo ¡Bien hecho!
Arnold, sonrió feliz al notar que la complació y mucho más cuando sintió sus manos en su cabello, acariciándolo dulce y suave. Gerald, retrocedió un paso y luego otro dándole pena ajena lo que estaba presenciando.
Realmente su amigo parecía un perro en busca de cariño, pero si es lo que su amigo quería...
Suspiró.
—Lo que hace el amor —justificó mientras los dejaba solos— Lo que hace el amor.
