Los personajes nombrados aquí no me pertenecen.
Fueron creados por la escritora Suzanne Collins yo solo los uso sin fines de lucro.
Parte 1: Iniciación.
Capítulo 1
El árbol no es demasiado alto, pienso mientras miro el nido a lo lejos. La mamá pájaro no esta cuidándolo, seguramente se habrá ido a buscar comida para sus futuros pichones. Se que no tardaran en nacer, hasta desde aquí abajo puedo ver que uno de los cascarones se esta rompiendo. Tendré que apurarme entonces. Con ambas manos sujeto el tronco redondo y ancho, intentando trepar e impulsándome con los pies. Mis brazos se aferran tan fuerte que me duelen, intento soportarlo, casi no me doy cuenta cuando llego a la segunda rama, estoy muy concentrada en los huevos para preocuparme por mi estado físico. Hoy he aprendido algo nuevo, como todos los días, claro esta, solo que esta vez era algo interesante. Esta todo en mi cabeza cuando quiero recordarlo: la lección decía que los animales se guían por el olfato, y que si un humano toca un huevo o un ave recién nacida la madre los abandona. No a todos, solo al que los humanos han tocado, lo hacen porque huelen nuestro aroma y piensan que sus crías no son suyas. Y luego...los dejan. Así como así. Sin pensar. Me pregunto como se sentiría que alguien te abandonase por tu aspecto físico o por confiar en su instinto. Se que los animales no son iguales a nosotros, que ellos no lo hacen por maldad. Pero igualmente. ¿Y si fuera al revés? ¿que pasaría si alguien cambiara tanto hasta el punto de no ser reconocido por su propia especie? No puedo tratar de contestarme estas preguntas ahora, estoy por llegar a la rama que contiene el nido. Casi puedo tocar las hojas que lo rodean, me hallo a un centímetro de ellos y, con cuidado, tomo uno entre mis dedos redondeados de niña de seis años. Entra perfecto en la palma de mi mano. Alguien dice mi nombre cuando estoy a punto de acercarlo a mi rostro para visualizarlo mas de cerca. Me giro de golpe y, mi primer impulso, es ocultarme tras el tronco. Lo hago y veo como mi madre aparece fuera de la casa, grita una vez mas para luego meterse dentro con cara enfadada. Una sensación de alivio y adrenalina me recorre. Debo bajarme del árbol y tiene que ser rápido. Dejo el huevo en su lugar y me envuelvo igual que antes, comienzo a deslizarme intentando no lastimarme en el camino, cuando estoy por llegar al suelo salto y mis pies amortiguan mi caída. Camino con paso apurado hasta la puerta de mi vivienda y doy un último vistazo al árbol preguntándome si hoy, mas tarde, ese huevo que toque, será abandonado por su creadora...
El aroma a avena me dice que debo despertar, es sutil pero aun así nauseabundo. Nunca me gusto la avena, tal vez porque tengo la obligación de comerla todos los días. Me refriego los ojos mientras mis pies se mueven por si solos hasta llegar al cuarto de acicalamiento. Es un pequeño cubículo conformado por una silla, un placar, un perchero y unos estantes atornillados en la pared. Agarro la ropa sin ganas y me la paso por la cabeza, la túnica blanca inmaculada me cubre por completo, sin dejar a la vista ni siquiera mis pies. Miro hacia abajo y muevo los dedos hasta que aparecen ante mi. Sonrío.
-Hija -reprocha mi madre y me tenso al instante. La sonrisa se borra rápidamente de mi cara pero no lo suficiente como para que ella no la vea. Trago en seco, intentando pensar en una escusa para poder librarme. No se me ocurre nada.- ¿Que te he dicho sobre esas muecas? -pregunta. Bajo mi rostro en señal de sumisión, ya que parece su postura preferida. Ella no sonríe, por supuesto, sin embargo se acerca a mi un poco mas animada y su vestuario gris se mueve a su paso. Podría haberme ido peor. Respiro profundamente para luego dejar escapar el aire.
Ella me sienta en la silla y comienza a alistarme. Sus manos son rápidas pero no suaves. Pequeñas pero no hábiles. No me quejo cuando me depila las cejas y me maquilla delicadamente los parpados. Se supone que debo comportarme, todo lo que veo son sus ojos verdes claros observándome de vez en cuando. Nuestras miradas nunca hacen contacto, si lo hicieran tendríamos que apartar la vista enseguida y fingir que eso nunca ocurrió.
Cuando termina de trenzar mi pelo, que me llega a la cintura, lo enrolla en un practico rodete, sosteniendo los mechones rebeldes con horquillas. Me palmea el hombro, no maternalmente, sino en su habitual forma de decir que ya ha acabado. Me paro obediente y dejo que me coloque el velo que cubre la mirad de mi cara, dejando libre mis ojos.
Solo entonces puedo verme al espejo, lo hago, y mis pupilas , hoy grises, me devuelven la mirada. El delineador negro hace su trabajo logrando que mis ojos se vean enormes. Sonrío por debajo de la fina tela, es lo único para lo que la encuentro útil, de esta manera no soy descubierta en lo que los del culto llaman insolencia.
Cuando bajo a la cocina me recuerdo a mi misma las normas que me imponen: no hablar fuerte, no moverse mucho, no pestañear continuamente, no demostrar afecto. No. La mayoría de nuestras reglas están compuestas por esa palabra. Hace años se me había ocurrido que a todo lo que le puedes poner el no adelante esta mal, en ese momento me reí de mi ocurrencia. Fue la primera vez en mi vida que lo hice, y sentí lo que es que una carcajada salga de tu garganta, haciendo que tu cuerpo se convulsione en posturas raras e involuntarias. De eso hace 8 años ya. Nunca mas volví a hacerlo.
Mi padre esta sentado con una pierna doblada encima de la otra, su columna erguida y elegante como siempre. Generalmente el vestuario de los hombres me suele parecer aburrido pero en su caso, el azul combina con sus ojos y le hace la piel mas blanca de lo que ya es. De joven seguramente debió ser muy apuesto. No lo se, porque no se permiten mostrar fotos del pasado a los hijos.
-¿nerviosa? -pregunta alzando la vista de su diario, sus labios forman una linea recta y trato de visionar como se vería con una sonrisa. No lo logro, mi imaginación no es tan buena.
-aterrada -digo y el velo calla mi voz elevada. Otra cosa para lo que sirve. Él asiente y no dice nada mas. Es fácil hablar con mi padre, mucho mas que con mi madre, me hace preguntas sencillas y concisas a parte de que es una persona extremadamente callada también es buen escuchador. Cuando estoy con él tengo que recordarme que no se puede hablar demasiado.
Me siento en la silla a su derecha, la que es designada como mi lugar y, cuando observo a mi izquierda, veo el lado vacío. Siento como el corazón se me encoge. Nunca me lleve muy bien con mi hermano pero era un buen compañero. Hace tres años que se fue de casa y su ausencia me hace peor de lo que yo había supuesto. Mis padres no dicen nada, en realidad no podemos.
No tristeza. No dolor. No amor. Esas son las normas básicas de El Culto. A mi se me permiten todavía algunas cosas, como fallas. Pero desde ahora debo comportarme para lo que fui creada, eso es lo que inicialmente nos enseñaran en el día de hoy. Tengo miedo, escuche por gente ajena como son las iniciaciones. Todo empieza normalmente: la etapa de las agujas, con la que estoy familiarizada desde los cinco años. Pero esta vez es diferente, me contaron que el liquido es mas espeso y el chip mas grande. Y duele. No tendría que doler, porque no podemos sentir el dolor pero aun así lo hace y lo que mas me aterra no es el sentimiento físico, es no poder ocultarlo, como debo hacer.
-es hora -exclama mi madre y la veo pararse de su asiento. Miro mi plato aun lleno con avena y recién en ese momento me doy cuenta de que no he comido, no es algo que me importe, de echo, estoy feliz de poder pasar un día sin probar esa mezcla repugnante. Me levanto con delicadeza y actitud, como he aprendido. Ella me mira con esos ojos llenos de orgullo, que pocas veces tengo oportunidad de apreciar, y pienso que tal vez por un momento la vea sonreír. Estoy equivocada, no obstante, me toca el brazo con sus dedos finos y largos, es el gesto mas afectuoso que le he visto hacer. Hago una de esas muecas que ella odia por debajo de la tela que, por suerte, me cubre. Bajo la cabeza en un movimiento que quiere decir adiós y una de nuestras sirvientas, creo que pertenece a los Transformados, me abre la puerta. No la miro a los ojos cuando salgo de casa y ella susurra -buen día señorita -con su voz cordial de siempre.
La calle esta poblada de gente, chicas y chicos de mi edad. En El Culto no viven muchas personas, yo supongo que es por la rigidez y el poco derecho de admisión que tiene. Aun así no conozco muchas caras, bueno, ojos en las mujeres. Camino por mi vecindario, al que no frecuento, con paso firme. Las casas son iguales, la mayoría cuadradas, aunque hay un par rectangulares. El color que se sobrepone es el negro, la vereda es gris con rayas blanca para visualizar el camino. Casi no hay vegetación.
El lugar al que voy para adquirir conocimiento queda a menos de dos cuadras. Todos estamos a la misma distancia de allí, ya que esta en el centro de la ciudad. Cuando entro noto cierta familiaridad, tal vez de años atrás, cuando era pequeña. El edificio es enorme, debe tener mas de setenta pisos y todo es plateado, con relieves en dorado. He oído que esta echo de oro y plata pero no puedo confirmarlo aun, lo que si se es que es imponente. Un escalofrío me recorre al subir las escaleras para adentrarme.
No estoy sola. Miles de hombres y mujeres me rodean, caminando apurados, distantes y serios. En algunos de ellos es notables el miedo, las manos les tiemblan, pero solo son los que no son del grupo Ideales, como yo. Distingo fácilmente a los Transformados: una chica a mi lado con el cabello rubio tapado por un marrón oscuro, casi no se nota, podría pasar desapercibida si sus pies no se movieran tanto. Temo a que en cualquier momento se caiga. Otro chico frente a mi, tiene el pelo teñido de negro, pero se notan su raíces coloradas. Tuerzo la boca, eso es peor que si lo llevara con su verdadero color. Su día probablemente sera terrible. No puedo descubrir a los que llevan lentillas porque no estoy tan cerca de ellos, otra regla que hay que cumplir: tenemos prohibido tocarnos, ni siquiera hombro contra hombro.
A lo lejos veo una túnica roja y trago en seco, su color resalta, haciendo que parezca una mancha entre todas las blancas a su alrededor. Se que se trata de una mujer porque los hombres siempre, sin excepción, van vestidos de azul. Nosotras, las puras como yo, vamos de blanco. Mi madre, como es casada, debe usar el gris. Si fuera viuda tendría que llevar negro. Pero el rojo...ese es el color mas humillante que puede existir. La mujer se gira hacia mi, y su mirada me hace sentir una presión en el pecho que no puedo aguantar. Noto que varios ojos caen sobre ella, observado con asco, maldad y vergüenza ajena, un chico cercano a ella pasa por su lado sin mirarla y, con la mochila, la empuja. Aparto mi vista, se que no sobrevivirá para cuando termine el día.
Él presidente de nuestra organización ya esta en el estrado para cuando entro. Lo llamamos Snow, bajo, gordo y canoso. Parece ser tranquilo y calculador. No se si sera buena persona. A diferencia de la mayoría lo conozco, pero nunca le he hablado. Sabia que lo vería hoy, mi madre me dijo que aparece en cada una de las iniciaciones y que da un breve discurso. Todos nos paramos rectos y sostenemos por delante nuestras mochilas cuando oímos el micrófono siendo probado por él mismo.
-Queridos iniciados -comienza- hoy empiezan una vida nueva, desde ahora cambiara toda su forma de pensar, de moverse, de relacionarse con los demás. -hace una pequeña pausa y se pasea por el escenario- Ustedes saben que la iniciación al Culto es una de nuestras mas importantes tradiciones y que solo unos pocos logran terminar con éxito. Si ambos de sus padres son Ideales no tienen porque temer. -mira a su alrededor, deteniéndose en algunos que son Transformados y formando una sonrisa macabra con sus gruesos labios. Aunque no sea por diversión sigue siendo una sonrisa y me sorprende tanto que abro la boca involuntariamente. No sabía que él tenía permitido hacerlo. Observo a ver si algún otro esta tan extasiado como yo, pero no lo descubro. Lo que si noto es un grupo de jóvenes a lo lejos: Traidores, así se les dice. Son los que eligieron no pertenecer al Culto, ni siquiera intentar la primera etapa. Ellos no siguen las reglas, por lo que se son muy maleducados. Dejan que todos vean sus ojos y cabello. No son Ideales, por supuesto, su categoría es mucho mas baja que la mía, no tienen el cabello oscuro, como debe ser, ni los ojos claros. A veces poseen una de estas adquisiciones pero nunca ambas. Alcanzo a ver a dos: un chico que parece varios años mayor que yo. Es rubio, su pelo cae sobre su frente y esta parado en una pierna sosteniéndose con la otra contra una pared. Lo que mas me impacta es que va totalmente de negro, él esta mirando hacia el presidente y...se ríe. Hace acotaciones a una chica parada a su lado. Esta tiene el pelo casi blanco, corto hasta los hombros y viste de verde. Tienen en sus manos palos de escobas y secadores. No deberían estar aquí. Se que se encargan del mantenimiento, esas son las tareas que cumplen los Transformados que no logran terminar el curso o, como ellos, los Traidores. Él chico me mira justo cuando estoy negando con mi cabeza, reprobando su comportamiento, él sonríe y le dice algo a su compañera que también gira su vista hacia mi. Me quedo helada. Hacen un gesto en mi dirección, no se su significado, pero estoy segura de que no sera nada bueno. Mis mejillas se calientan y giro mis ojos nuevamente hacia Snow, que sigue hablando.
-No voy a mentirles. -continua, caminando de un lado hacia el otro- No sera sencillo, tendrán que pasar duras pruebas y muchos abandonaran. Pero recuerden -alza las cejas hasta que casi no le queda frente- aquí nada es imposible. Y, como dice nuestro emblema, "El futuro es la perfección". -toda la habitación rompe en aplausos. Son tenues y hacen eco en el edificio. Imito a los demás y Snow hace una reverencia. A su lado, aparece su hijo. Pelo negro, ojos verdes oscuros, rostro apacible. Lo miro por unos segundos y luego desvío mi vista, tengo una sensación extraña en el estomago y se lo que significa. Siempre que veo a Finnick siento lo mismo: miedo.
Alejo esos pensamientos de mi mente y me dirijo hacia el cuarto que se me ha designado, cuando llego a la puerta ya hay una fila formándose y tengo al menos diez personas por delante. Un cartel enorme nos da la bienvenida: Chips de conocimiento.
Hola! Si has llegado hasta aquí: te felicito! mi historia te ha atrapado tanto como para continuar leyendo. No voy a extenderme porque se que el capítulo fue largo. Solo quería publicarlo para ver si les gusta el fic o no. Espero que si. Se que es complicado de entender y que se estarán preguntando: ¿que acabo de leer? pero mas adelante se van a dar cuenta de que trata. Aclaro que los personajes podrían no tener la esencia ni actitudes de los de THG. En realidad es una novela que he hecho con personajes propios. La adapte a Los juegos del hambre porque me dio la impresión de que quedarían bien. Probablemente no publicare rápido, porque la verdad me lleva bastante tiempo escribir los capítulos.
Bueno eso es todo. Muchisimas gracias por leer! espero sus comentarios.
Besos, Ro :)
