"Divina Resolución"
Por Menta Chips
¡Hola a todo el mundo! Soy nueva en esto de los fics de Saint Seiya, pero de verdad espero que esta loca idea que le presento sea de su agrado.
El fic se desarrolla post Hades.
Disclaimer: Saint Seiya es de Kurumada y nosotros debemos resignarnos ante ello.
Prólogo:
Sobre Eris y la Decisión de Zeus
En algún lugar del olimpo
La vida en el Olimpo se había tornado muy tranquila últimamente. Desde que Athena, venciera nuevamente a Hades, nadie peleaba con nadie, sumiendo a todo dios residente del Olimpo, había a quienes les gustaba o no les quedaba otra que reencarnar, en una paz que no iba para nada con ellos. Siendo honestos, estos olímpicos no sabían tratar sino que con líos, tanto de pareja como de poder.
Hacía tan sólo unos días que Athena, había llegado en una visita sorpresa para ver a su padre. Zeus la recibió más que encantado, no por nada era su hija favorita. Pasó toda una semana, haciendo visitas y arreglando peliagudos asuntos políticos que necesitaban al dios de dioses como juez, antes de partir hacia lo que esperaba fueran una merecidas vacaciones ¿acaso a nadie le parecía poco que una diosa no mayor de trece años haya defendido la tierra ya de tres casi catástrofes? Claro, nunca estuvo sola, pero este pequeño detalle solía escaparse de su mente de vez en cuando.
Eris se paseaba impaciente por un pasillo que llevaba al lugar en donde Ares por fuerza debería estar. Ya no soportaba más la situación, el hecho de que nadie estuviese peleado con nadie, la ponía de mal humor. ¡Si hasta Hera no había discutido con Zeus! A este paso, la discordia, tendría que abandonar el Olimpo y volver a la Tierra, pero tanto esfuerzo que le había llevado llegar hasta ese lugar para no divertirse. Siempre que ella interfería en algo, terribles guerras se desencadenaban en todo el mundo, la última gran guerra que le era atribuida, y que causó no pocos daños en toda relación social, fue la guerra de Troya, hace muchísimos siglos ya. Necesitaba actualizarse, y rápido.
Estaba plantada frente a una puerta, había buscado por todo el Olimpo, si Ares no estaba ahí, definitivamente bajaría al Inframundo a molestar a los muertos. Después de todo, Hades había quedado muy susceptible desde que fuera vencido. Quizás podría hacer que Perséfone se molestara con él, o lo que era aún más simple, hacer que Démeter hiciera nuevamente un escándalo de gigantes proporciones, sólo debía usar algo de ingenio. Abrió la puerta de par en par, pero cierto dios de la guerra no se encontraba ahí. Furiosa salió del recinto hacia los jardines.
-¿Es que en este Olimpo no hay nada qué hacer? –preguntó la divinidad en voz alta.
Némesis, eterna amiga, hermana y muchas veces compañera de Eris, la escuchó alegando contra cada cosa que se movía, era feliz o simplemente se le cruzaba en su camino. Tranquilamente fue a sentarse junto a ella, a ver si podía animarla, ella era la discordia, no el malhumor personificado. Mientras escuchaba como Eris se moría de aburrimiento al no haber pleito alguno, la diosa de la venganza, miraba hacia el cielo raso. Lo suyo, era el castigar a los mortales, y hacerles entender que no tenían comparación con los dioses, no estar molestando a diestra y siniestra a cuanto olímpico se le pusiera por delante. Nunca podría entender la fascinación que sentía Eris por ello, siendo que, ella era relativamente mucho más antigua. Lo de la manzana de oro podía entenderlo, no había sido invitada, y Némesis personalmente tenía sus roces con Zeus. ¡Cuántas madres mortales había tenido que visitar a través de los años despotricando contra el padre de los dioses por su incapacidad para ser fiel! Muy venganza podía ser, pero también era mujer, y no podía evitar empatizar con algunos casos, aunque este hecho sabía esconderlo muy bien. Ni un alma había osado pensar que Némesis podía tener un lado sensible, y pobre del que llegara tan sólo a imaginarlo, porque si de castigos se trataba, ella tenía unas cuántas ideas deseosa de poner en práctica.
Salón Principal
Zeus y Hera se encontraban tranquilamente en el Salón Principal, disfrutando de la anteriormente nombrada poco natural atmósfera de paz. En eso, Hermes se acerca al oído de su señor anunciándole la llegada de dos de sus hijos. Apolo y Artemisa habían irrumpido en el Salón Principal sin esperar a que Hermes les diera la pasada, tenían asuntos que tratar y poca paciencia para ellos. Nuevamente los hermanos estaban pasando por una de sus peleas, cosa bastante normal entre hermanos, pero bueno, ellos son dioses y desgraciadamente para los pobres habitantes de la tierra, sus peleas tenían directas repercusiones en ellos.
-Tal parece que los problemas vuelven a estar a la orden del día –dijo Zeus, preparándose para unas buenas horas de transacciones, gritos e incluso flechas. ¿En qué momento se le había ocurrido a Leto que el arco y flecha eran algo que sus hijos debían aprender a usar?
Requirió mucha diplomacia y algunos rayos para imponer autoridad, entre más grandes eran sus hijos, más rebeldes se volvían. Ya no bastaba su autoridad nata como unidad paterna y marcada jerarquía, sino que hacía falta algo gráfico, lo que él tuviera que decir podía importarles un bledo. Si alguien le hubiera dicho a Zeus que esa era la consecuencia de tener hijos, se lo hubiera pensado dos veces antes de dejar embarazada a cuánta mujer se le pusiera por delante.
El problema era bastante simple en sí, Apolo le había dado por accidente a uno de los siervos de Artemisa que reclamaba lo había hecho a propósito por estropear el otro día una de las ruedas de su carro, lo que no era su culpa, ya que ella no sabía manearlo bien y además Hefesto lo había dejado como nuevo. Apolo no admitiría nada, Artemisa seguía culpándolo y así llevaban días. Artemisa había sugerido visitar a Zeus y que él juzgara, Apolo se negó rotundamente. Él y Zeus llevaban más de quince años peleados a muerte y sabía que su padre no sería imparcial.
El dios de dioses tenía que irse con cuidado. Por una parte, le guardaba mucho más cariño a Artemisa que a Apolo. Quince años atrás lo había exiliado del Olimpo, dándole la pasada cuando éste entró a la fuerza para ayudar a su hermana a combatir a los santos de Athena. Técnicamente, Apolo seguía exiliado, pero hacía lo que se le venía en gana, y Zeus quería paz, por lo que hacía vista gorda.
Ahora favorecer claramente a Artemisa, haría que Apolo se levantara en armas y no para ayudarlo a él precisamente, el joven no necesitaba más razones de las que ya tenía. ¡Por Cronos! Lo que menos necesitaba era una guerra olímpica. Además, no estaba en forma.
Una vez solucionado el problema, lo que le tomó un par de horas, los mellizos se disponían a irse, cuando una explosión en los jardines distrajo la atención de los presentes.
Démeter, furiosa, amenazaba a Hefesto con hacerle mil y una cosas que lo harían arrepentirse por el resto de sus días. Las ninfas que la acompañaban, igual de enojadas, también le reclamaban al dios, quien había dejado caer un explosivo en la mitad del jardín, reduciendo gran parte de el a cenizas.
Hera salió dispuesta a defender a Hefesto, mientras que Zeus, viendo que una fea disputa estaba a punto de comenzar, se puso entre medio de sus hermanas intentando calmarlas, sin hacer que la otra se sintiera atropellada en el proceso. La tarea no le estaba resultando fácil, a la menor inclinación hacia una de ellas, la otra saltaba como una fiera, reclamando una clara preferencia. '¡Mujeres!' Pensó el dios de mal humor.
Eris y Némesis, se reían lejos de allí a pierna suelta. Había bastado un ligero empujón para hacer que Hefesto perdiera el equilibrio y provocara una nueva pelea. ¡Este era el espíritu del Olimpo! No esa molesta calma, que hacían que cierta deidad, estuviera más malhumorada e inquieta que de costumbre.
Tomando provecho de la situación, ambas diosas se encaminaron hacia Artemisa que veía la escena bastante aburrida, mientras que su hermano, preparaba su carro para irse. Su disputa había terminado bien, sólo se habían arrojado un par de flechas entre ellos y estaban tan amigos como siempre.
Iniciaron con ella una conversación que se podría catalogar de lo más normal, e incluso habían pretendido confesar que ellas habían causado la reciente pelea, pero se mantuvieron a ralla, Artemisa podría sospechar algo, y desde que sus ángeles sufrieran tan terrible pérdida, lo mejor era mantener buenas relaciones.
-¿Sabías que hace poco Athena estuvo aquí?
Artemisa levantó una ceja, mirando escéptica a Eris y Némesis, y preguntándose de que se trataría todo esto.
-El caso es que estuvo hablando de sus caballeros, de lo fuertes que eran, que nadie podría reemplazarlos y ya sabes cómo se pone.
-¿Y?- Contestó Artemisa sin entender a dónde querían llegar con esta conversación. Personalmente, nunca había estado en el Santuario de su hermana pequeña, pero junto a toda su familia, había estado al pendiente de cada disputa, hasta de la propia, que no quería recordar.
-Resulta que en ningún momento nombró a las amazonas. Es más, parece como si ellas no le importaran, pero las mantiene porque le deben de servir de algo –finalmente Eris estaba llegando al punto que le interesaba.
-¿Tú qué crees que hagan todo el día? –dejó escapar Némesis.
Artemisa, bastante orgullosa por su propio bien, tenía una interesante tendencia a favorecer a las amazonas, protegidas suyas, desde que la atribución de la diosa asiática que compartía su nombre, se le diera a ella. Nunca había estado de acuerdo en que se le diera tanta importancia al hombre en las batallas, habiendo tanta mujer capaz, pero no era algo que irrumpiera constantemente en sus pensamientos, tomando en cuenta que sus propios ángeles eran todos hombres. Ahora, que Eris lo restregara en su cara, era un asunto diferente.
-Quizás de sirvientas- continuó Némesis, al ver como Artemisa lentamente se iba enfadando- Lo que sabemos es que para ella ya no ocupan el título de amazonas como debe ser: "mujeres guerreras" sino que este ha sido adjudicado a simples…
Artemisa no quiso escuchar una palabra más. Dando media vuelta se alejó de ambas caminando hacia uno de sus lugares favoritos, en el cual podría procesar con calma la información recibida, y de paso, evitar atravesar con una flecha a otro inmortal.
-Parece que dijimos algo que la molestó.
-¿Tú crees? Quizás ya estaba de mal humor y no fue nuestra culpa.
-Como sea, esa una manera muy descortés de retirarse, ni hasta luego nos dijo –la sonrisa en la cara de Eris, explicaba todo a la perfección.
Esa misma noche…
Artemisa quien no se había ido con Apolo, porque este no logró dar con ella, caminaba por segunda vez en ese día, hacia el Salón Principal en busca de su padre. Esta vez, Hermes no sabía de su visita, quizás nadie lo sabía. Abrió las puertas de par en par, y apuntando con una de sus flechas a Zeus, exigió ser escuchada. Este, bastante sorprendido por el acto, la instó a bajar su arma, diciéndole que hablarían todo lo que ella quisiera, pero a la mañana siguiente.
'Esta decidido, prohibiré que otro hijo mío tenga acceso a esa maldita arma'
La joven diosa se negó rotundamente a esto, volviendo a apuntar su arco hacia Zeus. Por nada era la hermana mayor de Apolo, tenían el mismísimo carácter, una puntería envidiable y muy poca paciencia al momento de tomar "represalias".
En unas cuántas palabras la chica le explicó a su padre, la razón de su abatimiento y el hecho de que se sintiera tan pasada a llevar como no lo había estado en años. Todo esto lo pronunció sin relajar los brazos, dispuesta a atravesar con una de sus flechas, a quien la interrumpiera.
-¡No pueden sólo ser hombres!
-Artemisa, este asunto nunca te había importado antes, no entiendo el por qué de tu repentino…
-¡Nada más por que sí! –ladró esta, soltando la flecha que tanto tiempo había mantenido en el arco. El ataque, rozó la oreja de Zeus levantando una poco confortable brisa, para clavarse limpiamente en la pared tras su cabeza.
Zeus la miró gravemente, nuevamente lo ponían en una situación difícil. Conocía la excelente puntería de Artemisa, acababa de ser víctima de ella, quien no dudaría en pedir ayuda a Apolo, el que por cierto, estaría encantado en contrariar un poco a Zeus (no tenían un buen historial juntos, eso se los aseguro) y así entre ellos, matar a flechazos a todos los Santos de Athena. ¿Recuerdan lo de la rebeldía? Este es un buen ejemplo de lo que podía ser una de sus mejores expresiones.
-Ése no es un argumento válido.
-Sí lo es. Tú me preguntaste, y yo te respondí.
-Artemisa, si no me vas a dar buenos argumentos, basados en razones, y no en tus caprichos, te pediré que te retires y lo volvamos a hablar cuando estés más tranquila.
Una segunda flecha, justo al lado de la otra, fue toda la respuesta que Zeus obtuve de su temperamental hijo. Maldijo por lo bajo y le pidió fuerzas a Rea, antes de volver a decir una palabra.
-¡Artemisa! –Zeus no era un dios feliz. Su tono de voz dejaba bastante claro que no estaba dispuesto a soportar que otra flecha pasase cerca suyo, y sus ojos, reflejaban como su temperamento iba subiendo rápidamente al descontrol. Una cosa era pedirle fuerzas a Rea, la otra que ella lo escuchara.
-¡Tienen el mismo derecho y lo sabes! –Artemisa, que finalmente había bajado el arco, estaba a punto de dar media vuelta y marcharse a hacer justicia con sus manos.
Tenía una gran problema entre manos, si Artemisa atacaba nuevamente era seguro que su hija se volvería a levantar en armas, aunque tuviera que hacerlo sola. Este potencial debilitamiento de su Santuario llamaría la atención de Ares que no perdería la oportunidad de pelear contra Athena, seguramente ayudado por Eris, que aún seguía resentida por cierta derrota y a quien se le veía bastante aburrida desde hace algunas décadas. Por su parte, Poseidón aprovecharía la situación para finalmente tener la cuidad de Atenas bajo su control, si es que Hades, no se unía a los otros deseoso de venganza, pero esto último era poco probable debido a su falta de cuerpo actual. Lo viera por donde lo viera, esta situación causaría una nueva guerra olímpica, que los tendría un buen par de siglos en lucha, y era de esperarse que él quedara en medio de todo ello, como siempre.
¿Es que no podían disfrutar de unos cuantos siglos de paz? No entendía la necesidad de los olímpicos por batirse en batalla. Pero siempre las cosas terminaban igual, nunca estaban de acuerdo con nada, siempre había alguien que quería tener el dominio de la tierra, sin importar que estuviera más que especificado que Athena era la que se hacía cargo de ella y en caso de que los problemas no se transmitieran a una cruenta guerra, los problemas de pareja estaban a la orden del día, y aquí él hablaba por experiencia de sobra.
Cansado, el dios de dioses suspiró antes de volver a su nuevo dolor de cabeza: Artemisa. No me lo malinterpreten tanto, Zeus sólo pide unos siglos de paz.
-No es posible hacer eso.
-¡Claro que lo es! Y si no lo haces tú, encantada estaré de hacerle una visita a Athena para ver cómo resolvemos el problema- diciendo esto Artemisa se decidió finalmente a abandonar el lugar, dejando a Zeus de una pieza. Al dios le tomaría algo de tiempo resolver aquél repentino interés de su hija por la orden de amazonas del Santuario griego.
Eris sonreía satisfecha. Todo estaba saliendo tal y como ella lo esperaba. Su hermana, que había decidido acompañarla, no participaba en la idea, pero tampoco se oponía a ella. A Eris sólo le interesaba crear conflictos, por muy menores que fueran. ¡Necesitaba hacer algo!
Shion se encaminaba a la pieza de su joven diosa, seguido por Hermes, el mensajero de los dioses. La verdad, para él fue toda una sorpresa haberse encontrado con tal personaje, y más aún saber que se requería la presencia de Athena cuanto antes en el Olimpo, al que había ido unos cuantos días atrás. El reloj sonó, despertando a una muy somnolienta Saori, que siguiendo sus impulsos, lo apagó para darse vuelta y seguir durmiendo. Ella no estaba hecha para madrugar. Justamente cuando su ilusión no podía estar mejor, una voz que intentaba arrancarla de los brazos de Morfeo, la llamaba insistentemente. Sin saber de dónde venía, lentamente el lugar en el que se encontraba fue alejándose, como si alguien la jalará hacia arriba, para terminar abriendo los ojos en su habitación, con la voz de Shion al otro lado de la puerta que la llamaba insistentemente. No había derecho, ¿por qué siempre tenían que despertarla cuando sus sueños se ponían interesantes?
Lentamente caminó hacia la puerta, con todo el aspecto de haber despertado recientemente, y asomó la cabeza por ella. Si sólo era Shion, no importaba mucho qué aspecto tuviera. Pestañeó un poco con la luz del sol, para encontrarse con los ojos de Hermes que la miraban extrañado. Sofocando un grito, Saori cerró la puerta en las narices de ambos hombres para arreglarse.
-¡Un momento!
La experiencia indicaba que la niña estaría lista en una media hora, por lo que sería muy prudente volver a la sala donde Artemisa esperaba, e ir a hacerle compañía.
Tal y como Shion esperaba, Saori llegó al lugar donde Hermes, Artemisa y él terminaban de desayunar, perfectamente arreglada, pero aún con expresión de sueño. No llevaba su báculo con ella, al creer que sería innecesaria tanta formalidad, y sin más rodeos, acercó una silla para sentarse y tomando una galleta, observó a sus visitantes.
Artemisa estaba cómodamente sentada en uno de los sillones, conversando con Shion. Era raro ver a un dios, que no estuviera reencarnado, paseándose tranquilamente por el Santuario. Sus caballeros debieron haberse llevado una gran sorpresa al verla subir las escaleras, único modo de llegar al Templo Principal, y si no la atacaron, ello se debía puramente al sentido común de estos, que no olvidaban fácilmente a ciertos guerreros al mando de aquella joven. Hermes, que no estaba ni ligeramente interesado en oír lo que decían, escribía un par de cosas en una libreta que siempre llevaba con él.
-Hermanita, tiempo sin verte –Artemisa se había puesto de pie para ir a saludar a Saori.
-Buenos días, princesa –saludó Shion con el usual trato respetuoso que siempre le daba, y que a ella le molestaba.
-Buenos días, Shion.
-¿Cómo te encuentras? –preguntó Artemisa, intentando llevar la conversación por un tono agradable.
-¿Qué te trae a mi Santuario, Artemisa? –preguntó Saori, directa al grano. Algo le daba muy mala espina. Luego tendrían tiempo para las preguntas de rutina y cortesía.
Antes de que la diosa pudiera contestar, fue interrumpida por Hermes, quien traía un mensaje de su padre Zeus. Quería verlas esa misma mañana a ambas, porque tenían mucho de lo que hablar. Saori no estaba entendiendo nada. Recientemente había estado con su padre. Tan pocos días no le habían dado tiempo para hacer nada que pudiera molestarlo ¿o sí? Shion no la había reprendido por nada, sus estudios iban bien, hacía tiempo que dejó atrás la costumbre de escabullirse hacia Atenas sola… No entendía qué problema podía haber ahora.
-¿Qué tipo de asunto es, Hermes? –preguntó Saori, queriendo prepararse de antemano para el posible sube y baja que le tocaría enfrentar.
-Cosas de tu Santuario –contestó el dios.
Esto disparó inmediatamente la alarma en los dos presentes que estrecha relación tenían con el lugar mencionado. Por una parte, Saori se las estaba viendo negras… Se suponía que un nuevo juicio era imposible. Ya había aclarado la afrenta de sus protegidos contra los dioses, reclamando que ella había recibido las propias y no había armado tanto revuelo. ¿Pero qué otra razón podía traer a Artemisa? Si recordaba bien, tanto ella como su mellizo no le hablaban.
El Patriarca, por su parte, tenía sus pensamientos más localizados en las órdenes de caballeros bajo su mandato. Había revisado el protocolo, la cantidad de acuerdos que se habían firmado en la última visita de su diosa a la morada de los dioses, eran tiempos de paz. ¿Qué podía estar pasando ahora?
Saori miró a Shion pidiendo una explicación, pero su Patriarca tampoco tenía la menor pista de lo que estaba pasando. Si eran asuntos del Santuario, lo lógico sería que él fuera con su joven diosa, pero su presencia no había sido requerida, sólo le quedaba esperar que la jovencita se manejara lo mejor posible.
Tuvieron que bajar hasta Sagitario, que era donde Apolo se había quedado para conversar con Aioros, que resultaba ser un buen amigo e incluso aprendiz. Para nadie era desconocido que una de las habilidades del Santo de Sagitario, era el uso del arco y flecha, arte que había aprendido del mismísimo dios de la Lira, entre otras cosas.
Esto había generado una amistad entre ambos, y era por eso que Apolo, quien últimamente estaba haciendo de chofer de su hermana mayor, no voluntariamente eso se los digo como dato, se había quedado ahí. Si tenía que trasladarla a todas partes, al menos aprovechaba su oportunidad y visitaba al único aprendiz que había tenido.
-¡No te preocupes Shion, volveré luego! Tú ocúpate del santuario –dijo Saori arriba del carro de Apolo que subía cada vez más alto.
El patriarca la despidió con la mano. Aioros junto a él, también despedía a su princesa, y apenas ella se hubo alejado lo suficiente, decidió que necesitaba saber ciertos detalles.
Nuevamente en el Olimpo, salón principal…
La discusión llevaba ya un buen tiempo. Después de ser regañada por Zeus por el retraso, Athena no había vuelto a abrir la boca. Más Artemisa no daba señal de querer callarse, y estaba logrando convencer a Zeus. Si no hacía algo rápido, el nombre de su Santuario, tanto como el suyo propio quedarían manchados, pero todos sus intentos eran opacados por la falta de sueño que jugaba en su contra. Le faltaban como mínimo unas dos horas del preciado descanso para que su cerebro funcionara con la sabiduría que le había sido otorgada, muchas veces en balde.
Athena volvió a tomar la palabra explicando con mucha calma la verdadera situación. Tenía que ser muy clara, y calmar de una vez por todas a Artemisa. Sabiendo que eso le costaría trabajo, pues su hermana podía ser bien terca cuando quería, por no mencionar que no soportaba que alguien se proclamara mejor que ella en sus especialidades, debía irse con cuidado o terminaría compartiendo lugar junto a Orión.
-¿Y entonces por qué todos tus caballeros dorados sólo son hombres y no hay mujeres? –dijo Eris quien pasaba curiosamente por el lugar, y que todos sabemos, no pudo evitar verse involucrada en la conversación.
Como muchas veces le había pasado esa mañana, no supo qué contestar. Nunca se había hecho esa pregunta, el Santuario siempre había sido igual para ella, y nunca había reparado en ese hecho, además que tiempo para pensar en ello tampoco había tenido. Siempre había alguien dispuesto a atacarles.
-¿Lo ves? No tienes respuesta, porque sabes que digo la verdad –volvió a decir Eris, como quien no quiere la cosa. Sabía que se estaba arriesgando al decir todo esto frente a Zeus, pero un poco de peligro siempre era necesario.
-Está claro que tienes una muy clara preferencia por los hombres, dejando a las amazonas en segundo plano –finalizó Artemisa.
Muy bien, ante este comentario, sí que podía decir algo.
-En ese caso, tú no eres muy buen ejemplo, pues si recuerdo bien, tus ángeles eran todos hombres –dijo Saori con especial entonación en las palabras "tus" y "ángeles".
Cada comentario de la discordia, que finalmente se había unido a la discusión, le daba más razón a los argumentos expuestos por Artemisa, quien a pesar de todo, se había comportado muy amable con Athena, y en la medida de lo posible, ignorado su último comentario.
Finalmente, Zeus, decidió dar su veredicto, proponiendo una solución que a él le parecía, arreglaría todos los problemas. No podía quedar mal ni con una, ni con la otra, su experiencia le indicaba, que otra se aprovecharía de la situación para causar aún más problemas. Sin mencionar que Démeter y sus ninfas, aún echaban humos al ver la parte de su jardín que había quedado reducida a cenizas, no quería aún más conflictos ese día. ¿Es que estaba condenado a resolver problemas entre dioses que no lograban entenderse? Necesitaba nombrar a otro con la atribución de juez supremo, a ver si dejaban de darle esos dolores de cabeza.
-Llamaremos a la Ley de Segundos.
-¿Qué?
-No estamos en situación de Ley de Segundos –dijo Saori.
-Es la mejor solución que les puedo ofrecer.
Todas las presentes callaron. Athena, abriendo los ojos como platos, a medida que el entendimiento se colaba a su mente, tomó una actitud más resguardada. Ella no podía tomarse tal libertad, al menos hasta que fuera independiente, y al paso que iban las cosas, quizás ni llegara a tan preciada edad.
-Pienso que debería consultarlo con Shion –dijo luego de un rato, sopesando un poco más la situación.
La idea no le parecía mal del todo. En otros tiempos, se había usado, y puede que fuera un poco descabellada, la situación no estaba tan mal… pero eso no resolvería el problema.
-No puedo imponer un cambio tan radical en el Santuario así como si nada, además, la Ley de Segundos necesita ciertos requisitos para entrar en vigencia, que en estos momentos mi Santuario no presenta.
-Pues simplemente los obviamos –dijo Artemisa.
-No se puede –respondió Athena, cruzándose de brazos.
-¿Qué sugieres? –preguntó su hermana mayor, fastidiada.
Saori se quedó en silencio, pensativa. Nadie hablaba, cada quien intentando pensar en la mejor solución al problema que tenían entre sus manos.
-Supongo que algunos de mis caballeros podrían tener aprendices amazonas –comenzó Athena, con mucho cuidado, pensando muy bien cada palabra.
-No está mal, hija –la apoyó Zeus.
-Y Shion podría buscar a ver si hay alguien disponible, creo yo. Pero el problema, es que un aprendiz de dorado, pues, son cosas que no se pueden forzar, además, la opción es finalmente de ellos…
-Esto será lo que haremos: Artemisa buscará candidatas a amazonas doradas que cumplan todos los requisitos pedidos y las enviará hasta el Santuario. La decisión final, será del santo, pero primero debe entrenarla por algún tiempo.
Ambas diosas asintieron conformes, mientras que Eris, quería arrancarse el pelo de la cabeza. ¿A eso habían llegado? ¡Inaudito!
Era un trato justo, con esto todos quedaban felices y Saori podría evitar el seguro infarto que le daría a Shion al saber las noticias. Una vez limadas las asperezas, Eris, frustrada como nunca, se fue en busca de su hermana para contarle lo sucedido. Némesis podría entenderla.
La deidad se fue por los jardines buscando a Démeter o alguna de sus ninfas, para hacerlas rabias un poco más. ¡Qué bajo estaba cayendo! Si no tenía una buena idea pronto, dejaría el título de discordia atrás.
Santuario, templo principal
Luego de oír todo el relato de la joven diosa, Shion se sentó en su silla mirando la entrada como si esto fuera lo más interesante del mundo. Le costaba asimilar toda esa información, pero lo que podía ser peor, era cómo comunicarían aquella noticia.
Tenía la certeza de que los caballeros acatarían toda orden que llegara de él, pero de ahí a que lo aceptasen, había un gran trecho. Era un gran cambio y sus órdenes no los veían con buenos ojos, lo que le significaría un mar de reclamos y muchos disgustos, sobretodo en la orden dorada, que era la principal afectada. ¿Y quién debería escucharlos todos y cada uno? ¡Nadie más que él!
Por su parte, Saori no cabía en sí de felicidad. Entre más lo pensaba, mejor se le hacía. Era hora de que su Santuario recibiera algunos cambios, además, no era que pudiera evitarlo… así lo quería su padre. Nuevamente, odiosa minoría de edad.
-¿No puede ser tan malo, cierto?
-Yo no me haría ilusiones, princesa.
-Pero pienso que será una buena oportunidad de cambio. Es más, la idea me entusiasma.
-Los cambios princesa, no son bien recibidos aquí –respondió Shion, la misma voz de la experiencia.
-Si te refieres a aquél incidente, te dije que no pensé que les fuera a molestar.
El incidente al que Saori se refería fue un fallido intento por decorar la modesta, pero a la vez, soberbia arquitectura, para ojos que supieran apreciarla, de las doce casas. La idea de la joven diosa era hacerlas un poco más modernas, y si podía quitar de en medio una que otra columna, pues no estaba mal. Además, una mano de pintura también les habría ido bien, pero la orden dorada se puso histérica apenas se enteraron de los nuevos cambios, y todo el personal contratado por Saori huyó despavorido, no era un chiste encontrarse con trece tipos usando armaduras de oro y dispuestos a hacerte quién sabe qué cosa si tocabas sus preciados templos. Mucho les podían haber pagado, pero antes estaban sus vidas.
-¿Acaso la idea no te entusiasma?
Como única repuesta, Shion dio un sonoro gruñido. Se le venían tiempos muy difíciles y él ya no estaba para esos trotes.
Continuará.
¡Tachán! ¿Qué tal? Cualquieor tipo de comentario, sería estupendamente recibido en un review.
Ya verán quién será mi primera víctima.
Se cuidan mucho, y hasta el otro capítulo.
