DISCLAIMER: Los personajes del anime y el manga de "Candy Candy" no me pertenecen. Son propiedad de Kyoko Mizuki, Yumiko Igarashi y Toei Animation Co. yo solo juego con ellos cuando tengo tiempito para crear con ellos historias con finales felices y sin fines de lucro (porque como por ahí dice una canción "No cuesta nada soñar", ¿verdad? jejeje)

La siguiente historia fue concebida como un final alterno para el fic "A través de la vida" desde el punto de vista Terrytiano, pero puede ser leída también de manera independiente.

ADVERTENCIA: contiene escenas para personas con criterio formado.

EL JOVEN QUE ME AMA

Capítulo I: Volviendo a ti

Era finales de noviembre de 1914, poco después de las primeras nevadas, cuando vi la ciudad de New York por primera vez. Apareció ante mis ojos soñolientos en la fría mañana, inmensa e imponente con sus grandes rascacielos y magníficas edificaciones, y las luces que poco a poco se empezaban a encender, dejándome fascinada junto a la ventana de mi asiento en el tren.

Un nuevo lugar por conocer lleno de historias y leyendas estaba aguardando por mí y no podía esperar para recorrerlo junto a mi persona amada.

Diciéndome esto en mi interior, aparté la mano del frío vidrio a través del cual me había quedado como niña pequeña embelesada para abrir rápidamente mi diario, el cual acostumbraba a llevar en mi bolso de mano, para plasmar en sus páginas las emociones que entonces me embargaban, tratando de describir con la mayor fidelidad posible y similitud ese momento, previendo que algún día al volverme mayor, al revisar mis vivencias sería como asomarme a una ventana al pasado, a mi juventud… y me resultaría entretenido.

Mi estómago gruñó entonces anhelando el desayuno mientras yo no me dejaba de recriminar el cómo podía sentir hambre en un momento así. Tan único. Tan cercano a volver a encontrarme con él, a abrazarlo… En esos instantes como durante todo el trayecto me volví a imaginar perdiéndome de nuevo en sus hermosos ojos azules siempre rudos que en otro tiempo tanto me deslumbraran, así como en su cautivadora fragancia varonil que tanto añoraba.

Con tan solo evocarlo al igual que el montón de recuerdos que compartíamos, mi pulso de inmediato se disparaba y tenía que cerrar los ojos para contener mis suspiros, intentando convencerme que lo que estaba viviendo era real, de que por fin se habían terminado los largos meses de separación. La emoción me embargaba por completo pero trataba de tranquilizarme diciéndome que si el amor no me había matado hasta ahí no lo haría entonces.

Atrás habían quedado nuestras épocas de colegiales en la vieja Europa. Habíamos dejado atrás a los problemáticos y revoltosos adolescentes que solíamos ser para cambiar en busca de nuestro propio destino. Habíamos elegido nuestras carreras, forjado nuestros caminos en la vida siguiendo nuestras metas y sueños, y entonces era tiempo de reunirnos como una vez lo prometiéramos.

Él, ahora un actor y yo una enfermera, no combinábamos mucho a decir verdad pero queríamos hacer que funcione. Tan solo pensar en ello me colmaba de felicidad.

Tenía un poco de recelo sobre el futuro, tenía que admitirlo y algo de vergüenza por todo lo que sabía que ese cambio en mi vida o mejor dicho en nuestras vidas conllevaba, sin embargo estaba preparada para afrontarlo y mi familia de corazón al igual que todos mis amigos me apoyaban. Solo debía tener fe en que todo saldría bien, no dudar y seguir adelante. Ya no había problemas que se nos interpusieran en el camino, ni restricciones, teníamos todo el tiempo del mundo para adaptarnos el uno al otro, para vivir nuestra relación en paz y como era debido, dándonos la oportunidad de ser felices.

El ferrocarril llegó a la estación en medio de una nube de vapor cubriendo la calzada, en tanto yo con el corazón en la mano intentaba divisar desde el vagón entre la multitud apostada en la plataforma a "mi novio". Era tan bonito decirlo pues eso es lo que era, ya que nos habíamos comprometido en matrimonio. Éramos una pareja formal. Nuestra innumerable correspondencia lo corroboraba y nos había ayudado a permanecer unidos a través de la considerable distancia entre las ciudades en las que vivíamos.

No tuve éxito en hallarle a simple vista pero confié en contar con mejor suerte al descender al andén.

Anduve durante algunos minutos un tanto desorientada hasta que en un instante mágico me pareció reconocerlo de espaldas, por lo que me acerqué nerviosa a tocar su hombro. Sin embargo, todos mis ánimos se desvanecieron de golpe cuando el sujeto se volteó, revelándome que era un extraño. Le había confundido por su larga cabellera castaña y su estatura. Sintiéndome abochornada tuve que pedir enseguida disculpas, más ni bien terminaba de hacerlo, sentí que alguien como una ráfaga pasaba veloz a mi lado y sin darme tiempo de reaccionar, me tomó de la muñeca reciamente, llevándome en su fuga con él.

Me asusté creyendo que era un patán o un ladrón y grité intentando soltarme pero cuando mi voz se volvió desesperada y hubimos sobrepasado el montón de gente llegando a una parte más vacía, el bandido se volteó hacia mí, retirándose la bufanda que le cubría hasta la nariz para evitar que lo reconociesen. Dejándome sin habla al instante. En esos momentos se me hizo difícil distinguir si el fuerte retumbar en mis oídos se debía a la marcha de los trenes o al fuerte sonido de mi corazón.

Aquella fue la manera en que Terrence Grandchester se presentó de nuevo ante mí después de tanto tiempo, sonriéndome con cariño mientras pronunciaba mi nombre con ternura.

-No has cambiado nada Candy-

Escuchar su voz de nuevo me llenó los ojos de lágrimas. De repente tantos días alejados quedaban en la nada y se volvían como parte de un lejano sueño, el destino nos daba la oportunidad de crear una nueva historia.


Continuará…

¡Muchas gracias por leer!

Moonlight86