Two-shot. Kurt/Blaine & Hunter/Sebastian. El foco del primer capítulo es la relación entre Kurt y Hunter.
Tags Completos:Angst, Family, Friendship, Hurt/Comfort, Romance, Trigger Warnings (por triggers varios? nada heavy a mi parecer, pero siempre exagero, no quiero spoilear mi propia historia asi que lean bajo su propio riesgo)


I)


El nombre de soltera de su madre había sido Elizabeth Marie Clarington, el apellido luego reemplazado cuando se caso con su padre, Burt Hummel, tras concebirlo cuando ambos tenían solo diecinueve años.

Kurt sabía que tenía otros parientes además de los Hummel, pero su madre había quebrado su relación familiar hacía ya mucho tiempo. Elizabeth era un espíritu libre, y nunca había seguido las normas de aquella familia tan conservadora. Kurt recordaba los relatos exasperados que Elizabeth hacía sobre su madre (la abuela de Kurt), a quien casi le da un paro cardíaco cuando el alma gemela de su hermosa hija resulto ser el hijo de un mecánico.

En este mundo había un hecho extraño e inexplicable, pues cada vez que una persona cumplía los dieciocho años, un nombre se tatuaba en sangre en una de sus muñecas: el nombre de la persona a la que estabas destinada. O al menos eso era lo que se creía… Porque ¿Qué otra explicación podría haber, para aquella sensación de plenitud cuando por primera vez posabas los ojos sobre aquella persona que tenía tu nombre en su cuerpo?

Elizabeth relataba su historia con Burt casi como un cuento de hadas. Como lo había visto por primera vez a los 16 años, y aunque a los dos les faltaba tiempo para recibir sus tatuajes, ya sabía que él era el indicado. Kurt soñaba con aquel gran día constantemente, tenía una lista de sus nombres favoritos, y desde que aprendió a escribir, copiaba las letras con un fibron rojo sobre su muñeca imaginándose que se trataba de su destinado.

A los ocho años, la madre Kurt tuvo un accidente de auto, y no pudieron hacer nada para salvarla. Kurt presenciaría en los siguientes meses, como de a poco el color rojo se desteñiría del tatuaje de Burt, quedando blanco y sin vida, desvaneciéndose dolorosamente como la imagen de su amada. Esos primeros años la mirada de su padre estaría plagada de angustia, su semblante embrujado, mientras intentaba criar a un hijo por su cuenta.

No obstante, fue en el funeral de su madre, cuando Kurt por primera vez conoció a los Clarington.

El hermano de Elizabeth fue el primero en saludarlos, junto a su esposa. Hermes Clarington era un hombre de mirada severa, y el tan solo estar bajo su sombra hizo que Kurt se estremeciera y se escondiera detrás de las piernas de su padre. El Sr Clarington y su esposa le dieron sus condolencias a Burt, y no más que aquello. No parecían tristes ni desconsolados, como si la muerte de un familiar tan cercano apenas les hubiese afectado.

Kurt comprendió entonces por qué su madre jamás había querido que los conociera, por qué rechazaba invitaciones y jamás les enviaba postales navideñas. Sintió en ese momento que él los odiaba también.

Pero entonces, el hijo de Hermes se acerco a Kurt, y le dio un fuerte abrazo. Su nombre era Hunter y era tres años más grande. Se notaba en sus rasgos que un día crecería para convertirse en el calco en apariencia de su padre… y sin embargo, en su rostro si había una fuerte emoción, aquella faltante en las facciones de su progenitor. Kurt podía ver la tristeza absoluta en su rostro, la tristeza por un primo que no conocía, y que había perdido a su madre.
Hunter solo lo abrazo, y no dijo mucho, solo una frase "sé fuerte", lo cual marcaría a Kurt por el resto de su vida.

Hunter tomo la mano de Kurt hasta que termino el entierro.

Kurt deseo ese día que Hunter fuese su hermano mayor, o que al menos lo hubiera conocido antes. Pensó que quizás, de ahora en más, las riñas familiares se detendrían, y que después de todo, no le molestaría tener a los Clarington dentro de su vida si traían consigo a este muchacho.

Pero no fue así.

Tras el funeral los padres de Hunter se marcharon con él, y no volvería a verlo por muchos años.

Sin embargo, su abuela si quiso formar parte de su vida, sintiéndose culpable por las peleas con su su hija, que no habían podido solucionar antes que esta falleciera. Fue a través de ella que Kurt le enviaba a Hunter regalos y tarjetas de cumpleaños o navidad, más sin embargo nunca recibió una respuesta.

Los años pasaron, y Kurt creció, soportando los abusos de aquellos que lo juzgaban por su forma de ser, y lidiando con el vacío que su madre había dejado en su vida.
Sin embargo, la idea de que un día un nombre aparecería en su muñeca y sería feliz para siempre, lo ayudaban a resistir el día a día. El problema era que cada vez que miraba los fantasmas de la muñeca de su padre, recordaba que quizás no todo sería tan perfecto.

Cuando Kurt cumplió catorce, Burt conoció a Carole Hudson, quien también había perdido a su destinado, y tenía un hijo de la misma edad de Kurt.

La vida de Kurt comenzó de a poco a mejorar. Consiguió hacer un pequeño grupo de amigos en la escuela, y armaron un Club Glee desorganizado, que en el futuro crecería y los llevaría a las competencias nacionales.
Pero lo mejor de todo, sin que exagerara, era ver como los ojos de su padre volvían a la vida cada vez que salía con Carole. Y era solo esa visión lo que le regresaban nuevamente las esperanzas hacia la vida.

Cuando Kurt tenía quince años, un día escucho un fuerte golpeteo en la puerta. Fue él quien se dirigió a abrirla, un tanto extrañado. Ya estaba anocheciendo, y llovía como si se tratara de un diluvio universal.
Del otro lado de la puerta se encontraba un joven con la capucha puesta, enteramente mojado. Cuando mostro su rostro, Kurt tardó en reconocerlo, sobretodo porque tenía la piel morada de un fuerte golpe que alguien le había dado en la cara. Pero entonces le volvió la memoria de seis años atrás cuando recibió un abrazo que lo reconforto como ningún otro.

- ¿Hunter…? -

Los Hummel acogieron a Hunter en su hogar, quien en ese momento acababa de cumplir dieciocho años. Su padre lo había echado después de una fuerte discusión, pero el muchacho se rehusaba a decirles en un primer momento que era lo que había pasado.

Fue en medio de la noche, que Hunter se acerco a su cama, y sin decir nada le mostro su muñeca a Kurt. Fue un vistazo rápido, porque su primo no parecía dispuesto a mantenerla destapada por mucho tiempo. Pero Kurt alcanzo a leer el primer nombre escrito en ella… la tinta roja sangre fresca, marcando a quien era su alma gemela…

…Sebastian…

Kurt se sorprendió, pero no dijo nada, hasta que Hunter comenzó a hablar.

Hunter dijo que él nunca había considerado ser gay, le gustaban las chicas, pero sabía que de vez en cuando se quedaba viendo un poco demasiado a algunos compañeros de la escuela militar.
Pero nunca creyó que su destino podría ser otro hombre. Y sin embargo cuando leyó el nombre de Sebastian, aquello no le disgusto.
Fue la reacción negativa de ambos padres lo que lo dejaría totalmente desolado.

Hunter se volvió un habitante por tiempo indefinido en su casa, durmiendo en un colchón en el suelo de su habitación. Se rehusó a que Burt fuera a dispararle a su padre una vez que se animo a contar (en pocos detalles) lo que había sucedido. Esa tarde, el Sr Hummel juntó a Kurt y a Finn, quien ya consideraba como su hijo adoptivo, y les dijo que jamás los juzgaría por quienes fueran sus destinados. Siempre estaría orgulloso de ellos. Eso fue suficiente como para que Kurt saliera del closet frente a él (cosa que no era necesaria, porque como todos sabemos, Burt ya lo sabía desde que el niño tenía cuatro años).

Hunter se transfirió a Mckinley tres semanas después de mudarse, y allí terminaría su último año de preparatoria con los máximos honores que una escuela como aquella podía darle.

Para Kurt, ese año mejoraría bastante su vida. Hunter fue popular con tan solo dar un paso en la escuela, y sin embargo, actuaba constantemente como defensor de todos los del Glee Club (aunque se negaba a entrar al mismo, e insistía que solo lo hacía para devolverle el favor a su primo). Hunter infundía tanto miedo como admiración… y quizás fue entonces que Kurt comenzó a notar que estaba desarrollando una ira violenta que no podía ser saludable. Pero como solo la desplegaba pateando abusivos entre los depósitos de basura, nunca pensó en detenerlo, en decirle que proyectar sus problemas de esa manera en otras personas no estaba bien.

Hunter también se volvió su mentor, su roca, el quién acudir cuando necesitaba un consejo, o el hombro en que llorar cuando se acordaba de su madre, o alguien le gritaba algo ofensivo por la calle. Sus sueños se habían cumplido, y el chico se había vuelto de verdad su hermano mayor.

Aunque Hunter rara vez hablaba de sus problemas, y cubría su tatuaje con tanto vigor que Kurt estaba seguro que solo ellos dos en el mundo debían ser quienes supieran el nombre que allí detrás se escondía.
Se moría por preguntar… ¿Acaso no vas a buscarlo? ¿Ya sabes quién es? Se le hacía raro la falta de interés, y sería tiempo después que comprendería aquella decisión. En ese momento eran jóvenes, y en Kurt fluían los sueños e ilusiones, mientras que en Hunter solo crecía la confusión y un angustiante agujero escarbado allí por sus padres.

Hunter recibió una beca en NYU, para estudiar Literatura y Periodismo, y Kurt y sus amigas morían de envidia por su primo que se iría a vivir a Nueva York, el sueño de toda futura aspirante estrella de Broadway. Hunter prometió hablarle todos los días, visitar todos los teatros y enviarle los folletos, y las fotografías, TODOTODOTODO lo que viera. El entusiasmo se le pasaría después de un mes, cuando su primo ya estuviera demasiado atareado para relatarle su día a día.

Sin su red de protección, el Glee Club de Mckinley volvió a ser presa de los "malvados populares". Pero aunque Hunter ya no estaba allí para ser su guardaespaldas, la experiencia dejo a Kurt bien parado en sus piernas. Ya jamás les tendría miedo, y pasaría sus últimos años con la cabeza en alto, orgulloso más que nunca de quien era.

La vida en Nueva York, mientras tanto, le sonrió bastante a Hunter. O al menos eso era lo que Kurt detecto en los siguientes tres años, por medio de sus llamadas. Se enteró de tres personas con las que su primo tuvo relaciones en diferentes intervalos, dos mujeres y un hombre, este último no tratándose de su destinado; y siguió aquellas relaciones con la pasión de un espectador de telenovela (lo cual a Hunter, siempre tan privado con sus cosas, no le agradaba para nada). En los estudios, como era de esperarse, le iba excelente… Pero lo más importante era, que según había escuchado, había vuelto a hablarse con su madre, y de a poco iban arreglando su desastrosa relación.

Pero si algo le había demostrado la vida a estos dos chicos, es como todo cambiar en un momento. Para mejor o para peor. Para fortuna, o para desgracia…

Kurt cumplió dieciocho años, y las lagrimas le cayeron de los ojos a leer como un nombre masculino se pintaba en su muñeca izquierda.

Blaine Anderson, leía, y era perfecto, ambicioso, original. Tal y como lo había soñado.

Y a pesar de que insistía haber abandonado las locas fantasías cuando cumplió los dieciséis, no pudo parar de imaginárselo, de diferentes formas y estaturas. Imaginar su voz, si cantaba o no cantaba, si tenía su edad o era más grandes… ¿Le gustaría leer la Vogue? ¿Tendría sentido de la moda? Quizás tendría una fascinación por los calcetines o las corbatas… había tantas opciones que pensaba que enloquecería. Estaba tantantantantan emocionado, que no podía entender como Hunter aún no había buscado a su propio destinado por cielo y tierra para ahogar aquella duda.

No podía esperar que Hunter viniera ese fin de semana para poder hablarle día y noche al respecto. Porque su primo había prometido, y jurado y luego prometido otra vez, que iría a pasar ese momento con él, aunque tuviera que conducir toda la noche.

Pero Hunter no llegó, ni respondió las llamadas.

Fue Margaret Clarington, la madre de Hunter, quien los contacto. Su hijo había tenido un accidente en la ruta, y estaba vivo, estable, pero gravemente herido.

Fueron a visitarlo el día siguiente, por más que Kurt en total estado de histeria casi sale corriendo de la casa al hospital en su pijama.

Se encontraron con la afligida madre de Hunter en la sala de espera. Su marido no se encontraba por ningún lado, y no les sorprendería a nadie que un mes después finalizaran el divorcio. Fue el doctor quien les explico, sin embargo, la situación. Las heridas del choque tardarían mucho en curarse, y las mayoría de las cicatrices en su cuerpo permanecerían con el tiempo (excepto por la cara que por alguna razón se había salvado del impacto). Más angustiante sería que una de sus piernas jamás se recuperaría completamente, y cargaría con una renguera por el resto de su vida.

Kurt insistió en entrar solo al cuarto. Estaba extremadamente nervioso, y su cara hinchada por tanto llorar. Sin embargo en su mente se imaginaba lo que pasaría cuando abriera la puerta… al maltrecho Hunter sonriéndole de esa manera altanera, diciéndole '¿Por qué la cara larga, quién se murió?' y luego se abrazarían y Kurt lloraría, pero Hunter le diría que todo iba a estar bien, que fuera fuerte, como lo había hecho aquel día que se conocieron.

Pero Kurt abrió la puerta, y su mundo se hundió.

Hunter yacía en la cama, pequeño como Kurt jamás lo había visto en toda su vida. Cubierto en vendas, y yesos, con cables, y suero y máquinas que le tomaban el pulso cardíaco. Su primo ni siquiera lo noto al entrar… miraba al techo, contando los azulejos, con sus ojeras moradas y una cortadura atravesándole el labio.

Kurt no supo que decir, y sin embargo se sentó en la silla junto a la cama, y se atrevió a colocar su mano encima de la del otro. Noto que la venda de su muñeca estaba corrida, y pudo ver entonces lo que alguna vez había sido ese "Sebastian", que ahora era atravesado por un corte rojo en proceso de cicatrización, y lo único que se leía era "Sebas…" y la E final de su apellido el cual Kurt desconocía. Kurt tragó el aliento.

- El no vino. - Dijo Hunter de pronto, tomando a Kurt por sorpresa. Pero la mirada de su primo seguía distante, en los azulejos sobre el techo.

Kurt no estaba seguro de si sabía a quién se refería.

- El no vino… - Repitió, y cerró los ojos. - Escuche a mi madre gritándole por teléfono en el pasillo… cuando creían que dormía. - Su respiración se puso agitada. - El no quiso venir… yo siempre creí que el vendría… lo creí cuando me fui de casa… cuando me gradué, cuando publicaron uno de mis cuentos en aquel periódico… sabía que nunca estaría orgulloso pero… yo creí que vendría… -

Y entonces pegó una carcajada.

- He sido un completo iluso. -

Y entonces Kurt comprendió que para Hunter un nombre en su muñeca no había significado nada ninguno de estos años. Lo único que quería era el amor de su padre.

Kurt no supo que decir mientras la risa de Hunter resonaba en el aire, y de sus ojos no caía ni una sola lagrima. Pero sabía que la herida que alguna vez vio en el corazón de Hunter, ahora se había despedazado y no tenía idea si algún día podrían curarla.


Nota: el segundo cap. (esta a medio terminar, espero juntar la fuerza en estos días para poder concluirlo.