El sol iba naciendo, las luces de la ciudad aún seguían encendidas y el silencio de la madrugada iba siendo sustituido por el sonido de los automóviles que empezaban a marchar por las avenidas, el viento golpeaba violentamente las hojas de los árboles provocando que estas cayesen y produjeran pequeños sonidos al deslizarse por el cemento de las veredas.

El clima afuera era frío, las calles aún estaban húmedas a causa de una pequeña llovizna la noche anterior y aún podían escucharse pequeñas gotas caer desde algún rincón donde se habían quedado retenidas.

Más cerca, el sonido de las puertas que se abrían y cerraban aleatoriamente dentro del edificio indicaban que el día ya había comenzado, bueno, para algunxs.

El clima en la habitación de Lexa era mucho más cálido, la luz del día iba filtrándose a través de las cortinas blancas que cubrían la amplia pared de cristales que ofrecían una bellísima vista hacia el bosque y un pequeño lago. Había mucho silencio, el humo del incienso que subía hasta perderse por un pequeño artefacto electrónico que estaba colocado en una esquina del techo, acompañaba sutilmente con un olor a canela la calidez de la habitación.

Una maleta roja que estaba de pie al lado de la puerta dejaba caer algunas blusas y productos de limpieza personal. Era la maleta de todos los fines de semana del mes, colocada en la misma posición, siempre, desde hace dos años.

El teléfono sonó, era extraño, nunca llamaba nadie al teléfono de su habitación.

- ¿Sí? ¿Quién habla?- Maldita sea, son las seis de la mañana- pensó mientras miraba el reloj.

- Soy Gustav, Lexa, disculpa que te despierte tan temprano. Tengo buenas noticias, recibí la carta del juez y han adelantado la audiencia para hoy, Lawrence - Massachusetts, 9am.

- Que conveniente, Gustav, llegar a Lawrence me ocupará solo dos horas- enfatizó Lexa con cierta ironía.

- Bueno, entonces debes darte prisa, te espero, no llegues tarde.

- Te veo luego, gracias. - ¡Rayos y centellas!

Lexa ún no se había despertado del todo, seguía con los ojos cerrados y se esforzaba por colocar el teléfono, con movimientos un poco torpes, sobre la mesita de noche que estaba junto a su cama. Últimamente su higiene del sueño estaba muy desorbitada, habían días en los que dormía muy poco, y días en los que no dormía absolutamente nada, como anoche, anoche había dormido muy poco, la noche había sido un tanto agitada.

Debía darse prisa, sin embargo, se detuvo unos minutos ha observar el techo como de costumbre, era un hábito supongo, colocaba su brazo derecho por detrás de su cabeza y se limitaba a observar la monotonía del techo, el blanco y pálido techo de la blanca habitación en la que había vivido durante los últimos diez años. Respiró profundo mientras trataba de asimilar que tenía un día muy complicado por delante.

Pasaron varios minutos y el silencio continuaba envolviendo la habitación.

- Podría jurar que si apartas la mirada del techo, nos puede caer encima- dijo una dulce voz desde el otro lado de la cama casi como un susurro.

- Buenos días- respondió Lexa con casi media sonrisa sin apartar la mirada del techo.

- Buenos días- espetó la chica abriendo ligeramente los ojos y estirando los músculos de su cuerpo ordenando que se despertaran. - ¿Sucede algo, Lexa?- volvió a decir con cierta preocupación al observar el rostro desencajado de la chica.

Lexa tragó saliva y respiro profundo cerrando con fuerza sus ojos.

- Gustav me ha llamado, dice que el juez ha adelantado nuestra reunión para hoy- respondió con un tono muy serio- debo estar en Massachusetts a las nueve de la mañana.

La chica le sonrió y con un suave movimiento se acercó a Lexa y con su mano izquierda le giró delicadamente el rostro.

- Has estado esperando esa noticia durante semanas, Lexa. ¿Por qué estás tan preocupada de repente?- preguntó mientras acariciaba su mejilla y delineaba suavemente su labio inferior con la yema de su fino pulgar. - Todo saldrá bien, lo sabes- afirmó muy optimista.

Lexa no respondió, le dedicó media sonrisa mientras la observaba detenidamente. Tenía unos oscuros y preciosos ojos verdes, su largo cabello lacio y negro perfectamente desordenado caía por su mejilla y terminaba tendido sobre la cama, llevaba siempre dos delgadas trenzas a cada lado de la cabeza y una sonrisa en el rostro. Estaba desnuda, solo una sábana roja cubría su delgado y pequeño cuerpo. Habían hecho el amor hasta altas horas de la noche, Lexa sentía el cuerpo muy cansado, había navegado violentamente sobre aquella figura pero también llevaba encima amargos desvelos por el ajetreo de la universidad.

Por suerte ella ya había regresado.

Se miraron durante varios minutos, Lexa suspiró sin apartar la mirada y volvió a sonreírle, ella le devolvió la sonrisa y continuaba acariciando su mejilla con dulzura.

- Te he echado de menos- susurró Lexa, se acercó y depositó un fugaz beso sobre sus labios.
Se incorporó rápidamente y se sentó en el filo de la cama, tensó con fuerza los músculos de su espalda y luego volvió a quedarse en silencio.

- Yo también te he echado de menos- respondió la chica y volvió a hundir la cabeza sobre la almohada, aún no quería levantarse, allí dentro estaba demasiado cómoda, minutos después, volvió a quedarse dormida.

Lexa, tras un largo suspiro, giro su cabeza para observarla y al verla soltó una pequeña risa, buscó su camiseta en el suelo, se vistió y caminó hacia el baño. Esta vez no ocupó la bañera, debía ir a pasos rápidos si quería llegar a tiempo a Massachusetts. - ¿Por qué no en Nueva York? ¿O mejor aún, en Canadá?- gruñó para sí misma bastante fastidiada por tener que despertarse tan temprano un sábado bastante frío, si algo no le gustaba en lo absoluto, luego de las personas, era el invierno. Abrió el grifo del agua y el agua caliente empezó a descender relajando su cuerpo, trayéndole un poco más de calma.

Sonó el despertador que indicaba la alarma de las siete de la mañana justo en el momento en el Lexa salía del baño, lo apagó con un brusco movimiento y lo dejó caer produciendo un ruido bastante fuerte. - ¡Demonios! - Quería evitar que el detestable sonido despertara a la joven que dormía plácidamente desde el otro lado de la habitación y lo único que había conseguido es que ella se levantara de la cama de un brinco.

- ¡Santo cielo, Lexa!- dijo un poco asustada.

- Lo siento, O, no pretendía despertarte- respondió Lexa mientras se agachaba a recoger los pedazos de vidrio que estaban esparcidos en la alfombra.

Octavia busco algo con que vestirse e inmediatamente bajo de la cama y apartó con delicadeza las manos de Lexa de la tarea de limpieza que torpemente quería llevar a cabo. - Déjalo, Lex, yo limpiaré, ve a vestirte, llegarás tarde.

Lexa se dirigió hasta el clóset y se puso lo primero que encontró, recogió su cabello mojado en una coleta y volvió al baño para cepillarse los dientes.

Detestaba ir deprisa, pero ya había tenido días muy parecidos a este. Su rutina era muy estructurada y solo se veía afectada cuando algún incidente repentino alteraba el orden con el que había marcado sus horarios. Entonces, cuando esto ocurría, casi nunca llegaba tarde a ningún sitio pero su aparente control sobre el tiempo implicaba ciertos detalles, un poco de desorden, jaleos, tropiezos y pequeños accidentes domésticos en los que incluso salía con algún raspón o alguna herida insignificante , aún así, raramente llegaba tarde a cumplir con sus deberes y obligaciones.

Muy pocos podrían imaginar que aquella chica alta y seria, con una postura imponente y recta pudiese ser siquiera medianamente torpe.

Octavia que había estado observando las maniobras con las Lexa rápidamente se había vestido con una sonrisa divertida desde el balcón de la habitación, le dijo:

- La última vez que te vi vestirte de esa manera fue cuando olvidaste que debías tomar el vuelo de las cinco de la mañana de regreso aquí el año pasado- no pudo evitar reír mientras recordaba el gracioso accidente. - Lo que rompiste aquella vez fue la vajilla holandesa que acababa de regalarme Bellamy.

Lexa sonrió al escuchar esto mientras batallaba con los botones de su camisa, pero otra vez, no respondió. Octavia al ver la frustración de Lexa, se acercó a ella y volvió a apartar sus manos con la misma delicadeza de antes.

- Déjame, yo lo hago- dijo mientras desabotonaba la camisa ya que los botones estaban mal fijados. Tras una breve instante volvió a decir - ¡Ya está! Podrás hacerlo la próxima vez sin que parezca una actividad de alto riesgo- sonrió y sujetó las manos de Lexa acariciando suavemente sus dedos. -Tranquila, cariño, respira. Llámame en cuanto hayas terminado para contarme todos los detalles ¿Vale?- se acercó a su rostro, lo tomó con ambas manos y depositó un tierno beso sobre sus labios. Se apartó, Lexa aún seguía con los ojos cerrados. Luego de unos segundos volvió a abrirlos.

- Gracias, te llamaré en cuanto termine la audiencia, Estoy muy nerviosa, Octavia, no esperaba nada de esto- Y sin siquiera darle tiempo a Octavia de responder, se apartó velozmente, tomó la carpeta con documentos que estaba en el primer cajón de su escritorio, cogió el móvil y las llaves del coche y salió cual rayo de la habitación. ¡No olvides la gabardina, Lexa! escuchó el grito autoritario de Octavia mientras cruzaba la sala de estar, tomó la gabardina que estaba en un perchero junto a la puerta principal, tomó la bufanda también, abrió la puerta y salió del apartamento.

Lexa llegó con paso ligero hasta el aparcamiento subterráneo del edifico, salió de casa calculando el tiempo que le quedaba para llegar hasta Lawrence, no podía permitirse llegar tarde a una cita tan importante pero sabía que no conseguiría ser puntual. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Subió a su coche, se sacó la gabardina ya que el clima en el auto era bastante caliente, recostó su cabeza sobre el asiento, llenó su pecho con una gran bocanada de aire y volvió a tensar la espalda.

Quizá había llegado el día en el que por fin se hiciese justicia para sus padres, y con un poquito de suerte, sería el último día que vería a Gustav, la aturdía siempre con demasiadas preguntas.