Disclaimer: Todo aquello reconocible pertenece al universo creado por J. K Rowling.
Rated: K+
Prólogo
Las estrellas decidieron ocultarse aquella fría noche de octubre. El hombre ajustó el broche de su capa de viaje, escondiendo su rostro en la oscuridad de la capucha, curvando la espalda. El rocío dejaba cadenas de gotas heladas sobre la tela y el cuerpo le temblaba. El angosto camino de tierra colina arriba parecía extenderse eternamente delante suyo, a ambos lados se alzaban tupidos árboles sobre un escaso pastizal que se mecía con el viento.
Maldijo por lo bajo. Se suponía que la misión iba a ser sencilla: detener a un pequeño grupo de magos que había causado caos en Arran y regresar. Pero no pudo contra ellos. El grupo estaba mucho mejor preparado de lo que el departamento de aurores pudo anticipar. Había logrado escapar, a duras penas y sin un rasguño, pero había perdido su varita en el duelo.
Un frío helado le corrió por la espalda, lo habían estado esperando, sabían que él llegaría a Arran, sabían que esa era su misión. Apretó los puños con firmeza, debía llegar al traslador antes que ellos. El jefe tenía que enterarse, tenían un topo.
Exhaló lento y una nube perlada se formó bajo su nariz, se ciñó la capa de viaje al cuerpo. No lo detendrían. Aceleró el paso, los siniestros árboles crujían a su alrededor. Solo era cuestión de tiempo, lo revelaría ante todos y acabaría con sus planes de raíz. Ya no quedaban dudas.
Un crujido resonó, diferente al sonido natural que lo acompañaba en aquel camino. De inmediato metió la mano dentro de su capa de viaje, preparándose para desaparecer bajo la capa de invisibilidad que había tomado de la oficina. El sonido se repitió, pero esta vez le siguió el restallido de un látigo. Reaccionó a tiempo y esquivó las gruesas cuerdas invocadas para apresarlo. Incarcerous. Se maldijo por perder su varita. Echó a correr tanto como sus piernas se lo permitieron. No podía bajar la velocidad, había demasiadas cosas en riesgo. Le pisaban los talones, los podía escuchar detrás suyo, eran más de los que su oído podía distinguir. Algo pasó volando a su lado pero no se detuvo a mirar, si volteaba sería su perdición.
Ahogó un grito de alivio cuando llegó a la cima y vio la vieja pelota de fútbol desinflada, su traslador, sólo debía llegar primero. Derrapó casi sin aliento y estiró su mano para tomarlo, estaba tan cerca.
El sonido de tela rasgándose llegó a sus oídos al mismo tiempo que sintió el tirón en su cuello, lo habían tomado de la capa. Desesperado, intentaba desabrocharla con una mano mientras con la otra aún luchaba por aferrarse a su única esperanza en aquella colina desolada. Oyó una risa, pero no podía verlos. Con el rostro pegado a la tierra se arrastró con todas sus fuerzas, se deshizo de aquella tela que su contrario todavía sujetaba. Llegaría, y si tenía que llevarse a los traidores consigo, lo haría. Se impulsó con las rodillas y los codos, se estiró deseando atormentado poder tocarla, con un milímetro bastaba.
Fue como una pequeña explosión, el polvo le cubrió los ojos y las risas aumentaron. Tosió, se restregó el rostro con el antebrazo, levantó la mirada. Depulso. Perdió de vista el traslador detrás de las largas túnicas rojas que se acercaban a él, lo rodeaban. Debía buscar un salida.
Golpeó el suelo con el puño. Una carcajada se elevó por sobre las demás. La reconoció al instante.
—Sí que eres escurridizo, mi amigo. Pero tranquilo, ya terminó.
El dueño de aquella voz se acercó hasta él, se puso en cuclillas y se quitó la capucha roja para enseñarle la más falsa de las sonrisas.
—Nunca llegarás —se incorporó, sin dejar de mirarle—. Cruor in mundus.
Todas las voces lo imitaron, haciendo eco de su frase. Cruor in mundus. Cruor in mundus.
¡Por fin comenzamos a publicar nuestro primer longfic! Esperamos que disfruten leerlo tanto como nosotras disfrutamos escribirlo
Olivia & Lils
