Advertencia: Puede llegar a haber contenido sexual explicito (Puede que, si me apiado de ustedes, muy explicito jaja), lenguaje vulgar u obsceno, entre otros.
Oh bueno, hace un par de años tiré, desparramé mi tiempo y deseché los proyectos que más quise en el mundo; mil disculpas por ello(A quienes les había mostrado parte de ello y prometido acabar). Es hora de retomar todo eso, y con ello, este maravilloso fanfic que siempre tuve en mente realizar.
Doy las gracias a las personas que me dieron el empujón que necesitaba para empezar nuevamente, de lo contrario, seguiría tirada en algún rincón de la habitación esperando a que los días pasen, unos tras otros; también te doy las gracias a ti, querido o no tan querido ruiseñor. De una u otra forma, me devolviste todo lo que te di, con ello, mi inspiración.
Este fanfic va dedicado a todas esas personas que aman, lloran, sacrifican, resisten, esperan; y por sobre todas las cosas, con una dedicación especial a los que traicionan.
Para los traicionados, con amor. Y para los que traicionan, con desprecio.
Nota Importante: No voy a apegarme a las personalidades de los personajes al 100%, lo jugaré a mi estilo. Me gusta este modo, es muy muy divertido. Jaja.
Entre pensamientos.
"Es todo cuanto quería obtener de ti, no necesito más." Ella no podía creerlo, aquello, pero lo recuerda como si hubiera sido ayer, un recuerdo tan latente, tan doloroso, aún podía sentir su corazón en la palma de su mano, tan quebrado; tenía que ser una broma, no quería creer lo que estaba sucediendo, se sentía tan usada, humillada, desencajada en aquel momento.
No había lugar a donde huir, donde esconderse de aquel chico y sus palabras. ¿Qué es esta mierda, se adelantó el April Fool's Day?
Él ni le permitió reaccionar, giró sobre sus talones en dirección opuesta a la mujer de rojizos cabellos, que parecía haber sido convertida en piedra por haber visto a Medusa misma en persona, avanzando a paso firme.
Bueno, el tenía una mirada azul muy profunda, especial, de esas que podían ser un dulce hechizo o el embrujo más terrible de la vida, dejando caer a su víctima entre pesadillas tortuosas; pero él no era Medusa, oh no, podía ser mucho peor que ella si se lo proponía. Lo estaba haciendo en aquel momento, en aquel lugar; y al mismo tiempo preguntándose si habría más como ella.
Orihime Inoue nunca olvidaría aquel día, donde el congelado invierno le selló el corazón, para así salvar los últimos vestigios de este. Se había maldecido una y otra vez por haber sido tan estúpida, tan entregada, tan asquerosamente inocente.
...
—En una guerra, el pecado más grande es la inocencia, eh.— murmuró para sí misma, mientras tomaba un último sorbo de su copa de vino; disfrutando de la gloria y hundiéndose en su miseria al mismo tiempo. Vaya forma de celebrar.
—¿A qué vino eso? Eh, estamos de fiesta, es tu triunfo, deberías tener "una" así de grande.— dijo aquella rubia de figura despampanante que, mientras sostenía en su mano una botella de Dom Pérignon Rosé, con la otra se señalaba a sí misma, mostrando una gran sonrisa. —Vamos Hime, no puedes recordarlo toda la vida; eres una mujer joven, sana, muy guapa y con un futuro brillante como las estrellas...—
—"Muchas mujeres matarían por estar en tu lugar." Lo sé, Ran, van 11 meses desde aquello, el ya no puede hacerme nada.— se giró en dirección a su compañera, esbozando su mejor sonrisa. —Ahora soy una persona muy distinta, camino a las estrellas.—
—Esa es mi Hime, en cuanto a ese cabrón: todo lo que sube, tiene que bajar; el te habrá hundido en tristeza hace un tiempo, pero no logró atraparte, seguiste con tu vida y recuperaste tú camino e inspiración.— se acerca más a esta, pasándole la mano que tenía libre por el hombro. —Ahora todo lo que necesitas, es a ti misma, no lo olvides.—
—Si.— soltó con firmeza de sus labios carmesí, mientras levantaba su copa pidiendo más vino. —Arrasaremos con todo, Ran.—
—Pues no se diga más.— se toma una pequeña pausa para llenar la copa de Orihime y la suya. Una vez preparadas, deja la botella de aquel vino de lujo sobre un mueble cercano, le da su copa a su compañera y ambas las alzan para brindar. —¡Por el futuro!—
—¡Por el futuro!— Y entonces deciden estrellar las copas suavemente, dejando un leve tintineo en el ambiente, abriendo las puertas de Diciembre.
... Dos horas más tarde...
Una amplia habitación de color negra con finos brocados de rosas blancas, varias pilastras blancas con detalles góticos y piso carmesí de terciopelo; en el interior había una amplia y bella estantería blanca repleta de libros, frente a esta un hermoso Chaise Longue; mullido, con una suavidad indescriptible otorgada por el tapiz de seda blanca, con una estructura sutilmente curvilínea y finos detalles de rococó; por otro lado estaba situado un fino juego de sillas y mesa blancas con negro, en esta últimamente mencionada, descansaba un elegante juego de té con diseños de horquillas. Por último, su campa imperial guardando poca distancia de un closet blanco; curiosamente, de un tamaño modesto pero con sus hermosos detalles de rococó, como casi todo o que había en la habitación.
Oh, y ahí estaba, tirada boca abajo contra la mullida almohada. ¿Es que acaso no había ideado planes para dejar de beber hasta casi desfallecer?
Oh, pero, por lo menos esta vez no había terminado la madrugada con un llanto de los mil demonios, el cual no le podía traer de vuelta aquellos días cuando era feliz; cuando, si bien no tenía ningún objeto valioso, lo tenía todo, junto a sus amigos, junto a su preciado hermano y...
"Orihime, siempre estaré a tu..." La figura de un hombre de ojos azules como el cielo nocturno y afilados como un par de cuchillas, se vuelve más clara en sus pensamientos.
—¡No, basta!— se levantó de golpe, poniéndose en distancia contra la cómoda almohada; presa de la desesperación, traída por el recuerdo de aquel innombrable sujeto. —Basta... Mentiroso.— llevó una de sus manos hasta su sien, presionándola levemente, como si así pudiera sepultar hasta el último de sus pensamientos. Ella no los necesitaba en su vida, las cosas que le estorbasen simplemente debían ser desechadas de forma permanente.
Permanente, una palabra que Inoue dudaba sobre si debiese existir o no, pues en esta vida nada lo era, nada que valiera lo suficientemente para ser acompañado de esta palabra. La gente traicionaba, cambiaba a quienes decían que amarían toda su vida, se desconectaba de quienes había prometido seguir siendo amigos y jamás perder el contacto, entre otros. No había nada permanente en este mundo; ni amor, ni amista, ni lealtad, ni nada.
—No hay nada, ni en ti, ni en mi.— se repitió una y otra vez mientras masajeaba su sien, después se detuvo, para echar una mirada a su alrededor. Oh, Rangiku no la había escuchado, menos mal; habría tenido que dar una larga, y muy buena explicación de aquel grito a medio ahogar. —Bien...— soltó un largo suspiro, para después dejarse caer en aquella cuna de comodidad infinita, arropándose con aquellas sedas tan finas y esperando el abrazo de Morfeo.
... ... ...
1 de Diciembre, Karakura, 9 am.
En sus aposentos, una "Diosa" danzaba, y cada uno de sus movimientos parecía estar a punto de crear un huracán. Pelucas, lentes de contacto, maquillaje, un conjunto distinto al del día anterior; así eran todos los días de Orihime, desde que su carrera había disparado hacía lo más alto, a una velocidad inhumana posiblemente. Si a algo se había comprometido desde que todo comenzó, sería a cuidar su identidad, se pondría mascaras las veces que fuera necesario, pero nadie de ese frío exterior volvería a tocarla, en ese mundo de egoístas y traidores.
"Nunca más."
Carnosos labios y uñas sumergiéndose en carmín, lentillas azules, piel un tono más claro que el propio, sombreados oscuros, cruces de oro con rubíes en forma de corazón, engarzados en el centro de estas; adornando su fino cuello al igual que sus orejas, y finalmente un anillo de oro con esta misma forma en el dedo anular de su mano derecha. Por último, una vez puestos sus altos tacones, se dispone a cambiar su pelirroja cabellera, por una peluca de un largo que le daba hasta las rodillas y totalmente rizada.
Se miraba en el espejo que tenía en frente, esa no era Inoue Orihime, Vermouth de La Motte-Valois era su nombre, una soprano imponente que, empuñando en una mano su belleza, y en la otra su talento; podía elevar a su audiencia, hasta llevarlos al paraíso, o en caso contrario, podía sumirlos en la más profunda de las tristezas y conducirles con ellas al averno.
Vermouth era una mujer que sabía lo que quería, podía caminar a donde quisiera y sentirse segura; sentirse como en casa en cada Teatro, cada escenario que tocasen sus pies hacerlo su templo. Vermouth estaba tan segura de sí misma, que si hubiera nacido un par de siglos atrás, habría enamorado y puesto a sus pies al mismísimo Luis XIV a vista de todo Versalles.
Ahora miraba y tocaba cada fibra de su vestimenta detenidamente; camisa victoriana de predominante sed blanca que, en sus mangas de vuelos elegantes y extendidos jugaban con encaje negro; mezclándose con una falda larga hasta el suelo de sedoso ébano.
—Bella y elegante flor del mal.— la miraba desde atrás su compañera, quien para darle su apoyo en aquel espectáculo, iba vestida como si fuera una verdadera condesa. —Sé que he exagerado, pero la sencillez no es parte de mi identidad.—
—Lo sé, no te preocupes, es más, me gusta cómo te ves, Kirsch.— suelta una pequeña risa al referirse a "su identidad."
—Cuidado con esa risa, pequeña.— se ríe con ella, se acerca a darle unas palmaditas en la espalda. —Todo está listo, ya debiéramos partir al Teatro Karasu.—
—Ya entendí, ya entendí, que molestia; al menos podrías dejarme disfrutar un poco más de mi misma.— dicho esto, se gira dando la espalda al gran espejo de su estudio y hace un mohín fingiendo disgusto ante los apuros de su compañera.
—Vaya, vaya Hime, con que te gusta esa clase de "introspección".— con una risa burlona, acompañada de una mirada picara; se aproxima más de lo debido a Inoue, rodeando su cintura con ambas manos muy lentamente.
—¡O-Oye, oye Ran, yo no me refería a eso!— roja como un tomate y presa de la vergüenza; pierde la compostura y aleja las manos de su compañera de manera desesperada. No es que Orihime fuera una homofóbica, claro que no; su otro compañero, Tesla, quien profesaba querer abiertamente a un tal Nnoitra frente a ella y Rangiku, lo comprobaba. Orihime le tenía tanto cariño como a la propia Ran, solo que esas demostraciones salidas de la nada la desenfocaban un poco. —¡No me hagas esto Ran, no ahora, que mala que eres!—
—Aquí va la señorita "no me toquen"; guarda la calma, ni que me haya cambiado de acera.— dicho esto, no evita soltar una risotada; tanta confianza y no podía permitirse un agarre inocente. —Para tener 22 años, eres horriblemente inocente, tanto que me da dolor de cabeza, a veces.— se lleva una mano a la sien, simulando un pequeño gesto de sufrimiento, como si tuviera dolor de cabeza. —¿Qué haré contigo niña?—
Extrañada por haber sido llamada "niña", arquea una ceja, frunce el ceño y lleva ambas manos a sus costados. —¡Oh, perdone usted por ser tan cría, señora de las cuatro décadas!—
Señora de las cuatro décadas era un comentario muy feo, le cayó como un balde de agua fría a Ran. —¡O-O-Orihime, me las vas a pagar, no he pisado ni el folio de los 30 años, insolente!— y entonces, dispuesta a abalanzarse sobre su presa, se da cuenta de que ya no está, la habitación está completamente vacía.
—¡Oye Ran, Ran!— a los pies de las escaleras que conducían hacía su estudio en el segundo piso, estaba riendo ligeramente por el despiste de su compañera. —¿Es que no me estabas apurando? ¡Jum!— mueve las caderas y frunce el ceño más de lo habitual, haciendo denotar su fingida molestia.
—¡No me hables así!— dicho esto, sonrojada y un tanto molesta, baja las escaleras y a paso veloz se dirige junto a Orihime, hacía una hermosa Limusina Cadillac XTS blanca.
A sus puertas las esperaba un hombre de buen porte, vestido con un hermoso e inmaculado smoking blanco, de cabellos castaño claro y orbes de un bello marrón. Aquel hombre tan apuesto y de una mirada tan cálida como los destellos del sol era Tesla Lindocruz, actualmente un destacado Tenor a nivel nacional, aunque en sus tiempos libres se dedica a moldear su sueño de tener una banda de rock. Orihime suele sorprenderlo muchas veces componiendo, le tiene bastante cariño y respeto.
—Justo a tiempo, deberíamos darnos prisa, antes de que nos regañen por impuntualidad.— dijo el castaño, mientras abría la puerta para que ingresaran las damas a la limusina.
—¿Y quién va a regañarme, Aizen? Puedo vivir con ello.— bufó la rubia despampanante antes de subir.
—Vamos Ran, no es tan molesto, y siempre se ha preocupado por todos nosotros. Solo es algo cuadrado en algunos aspectos.— arqueó una ceja, titubeando un poco ante lo último que dijo, antes de sentarse junto a Rangiku.
—Ha de ser la edad.— soltó despreocupadamente el castaño mientras, ya adentro de la limusina con las chicas, cerraba la puerta. Cuando los tres estaban sentados juntos, se miraron y brotaron las risas. Molestar y/o darle problemas a Aizen parecía ser el pasatiempo favorito del trío.
—¡Y, bueno, el camino es un tanto largo, a cotillear para pasar el rato!— exclamó una animada Ran, mientras abrazaba a Orihime y Tesla.
—Yo paso, sabes que estas cosas me aburren, es más, no me importa que hacen los demás.— dijo mientras se liberaba del abrazo de la rubia, y acercándose más a la ventana que tenía de su lado. —Voy a disfrutar de la vista un poco.—
—Ya vas con eso nuevamente, Hime. No nos dejes solos, quédate en tierra.— insistió Rangiku, haciendo una mueca de disgusto.
— No es lo que piensas, solo que no he salido lo suficiente como para apreciar los alrededores de mi nuevo hogar.— voltea un poco su mirada a Ran, con los ojos entrecerrados. —Yo no puedo salir tanto como tú.—
—No te pasaría, si no estuvieras tan obstinada con esconderte de los demás, como si fuera a estallar el mundo si se descubre tu verdadera identidad.— intervino Tesla en favor de Rangiku.
—Ya está, ha sido suficiente, no me den un dolor de cabeza antes de empezar el trabajo.— dijo la pelirroja llevándose una mano a la sien. Rangiku y Tesla se miraron y suspiraron resignados ante su actitud.
Mientras eran llevados a su destino, Rangiku y Tesla charlaban sobre una que otra banalidad, Orihime se perdía entre arboles, banquillos, arbustos, flores variadas y pavimento sin fin; pero algo en el fondo le molestaba, no era el paisaje, para nada, más tenía una extraña sensación.
En ese momento percibe otra limusina que los alcanza y se pone del lado de su ventana, mientras se detenían hasta el próximo cambio de luces.
Bloqueando la vista anterior que tenía para sí y a la vez intercambiándola; por una figura pálida, cabellos oscuros, unos orbes esmeraldas preciosos, que volvieron su mirada hacia ella.
Le habían dejado completamente estupefacta, y quizás no solo sus ojos, sino también la inexpresiva mirada de aquel joven, como si guardasen alguna clase de enigma en ellos. Sin darse cuenta levantaba su mano en dirección a él cuando sintió que era devuelta a la tierra, Rangiku le había cogido dicha mano.
—Eh, ¿Qué intentabas hacer?— dijo con curiosidad, añadiendo una traviesa sonrisa. —¿No estamos muy grandecitas para fantasear como niñas de 5 años? ¿A quién o qué has visto?—
—Yo...— Ya era tarde, para cuando iba a señalarle a Ran el joven que había visto, ya no había nada; normal, para cuando Ran le sacó de su concentración, ya se habían puesto en marcha, y el ya no estaba.
"Probablemente lo imaginé." Se dijo a si misma mientras dejó escapar por lo bajo un gruñido silencioso. "¿Algo tan bello podía ser real?"
Continuará...
Espero que les haya gustado este inicio, prometo correr como caballo con el segundo, jaja.
Cualquier crítica y/o sugerencia es buen recibida, un gusto volver a fanfiction . net
