¡Hola! Esta es una historia que tenía hace mucho tiempo, fue lo primero que escribí hace unos 4 años, y decidí escribirla de nuevo. Espero que le den una oportunidad, estos son mis Oc's o personajes, no son perfectos pero los quiero uvu
Advertencias: narrado en primera persona (¿eso cuenta como advertencia?), yaoi OCxDeath The Kid, malas palabras ―de vez en cuando―.
Capítulo 1: Changes.
Esta es la historia de un par de idiotas.
Que hacían las cosas sin pensar.
Que no aceptaban esperar al tiempo para cambiar.
Esta es la historia de mi hermano y yo.
Me llamo Gerald Hannelius, pero todos me llaman G., tengo 21 años, y -por más raro que suene- soy un humano-lobo inmortal, pero eso no es tan raro en Death City, ¿lo es?.
Mi padre tenía la capacidad de volverse en un ser lobo, heredamos esa capacidad, y la inmortalidad de mamá. Lástima que él no lo tenía, murió hace años,
Mi hermano se llama Ateratzu, y es un idiota despistado y olvidadizo, tiene 19 años y es muy parecido a mí; ambos somos rubios y altos (yo más que él), ambos usamos lentes y somos pálidos como un vampiro de mercadotecnia, pero hay una cosa que nos diferencia mucho: Los ojos, los ojos de mi hermano son rojo carmesí, los míos violetas.
Hay una razón por la cual estamos aquí, y es que mi hermano tiene la capacidad de convertirse en un arma, no sé cuál. El mes pasado quiso abrazar a mamá y casi la atraviesa con el filo del arma, aunque siempre pensé que por alguna u otra razón terminaríamos en Death City, y peor, en el Shibusen.
La ciudad es bonita, no me quejo, acogedora y tranquila, parece tener mucho a donde ir, no lo sé, llegamos ayer por la noche y hoy en la mañana nos dirigimos a el Shibusen, vamos a pie hasta la parada de autobús. Ateratzu se ríe por unos minutos al notar que los autobuses de aquí son como los de Inglaterra, él los llama "copia barata".
―¡Está bien, hoy es nuestro primer día! Tenemos que…― Ateratzu se pone a hablar de lo primero que se le venga a la mente, yo no le escucho y él lo sabe, pero sigue haciéndolo. No importa, en realidad, me agrada que lo haga.
Me recargo en el asiento y lo observo, sigue hablando y parece feliz de ir al Shibusen, yo no lo estoy, siento que estamos algo grandes para estar en una escuela que no sea la Universidad, pero siendo sincero, estaba harto de estudiar.
Si, soy una persona de mal genio.
Llegamos al Shibusen y lo miramos atentamente, es más grande de lo que imaginaba, y hay muchas escaleras antes de entrar al edificio. Ateratzu me mira y sonríe de medio lado, le correspondo la sonrisa; ambos pensamos lo mismo y lo sé, porque en segundos empezamos a correr lo más rápido que podemos para ver quien llega primero.
Ateratzu gana por unos segundos y ríe mientras observa la ciudad desde donde estamos, la ciudad se ve grandiosa, y empieza a gustarme, pero tal vez sólo me guste la ciudad, no el Shibusen.
Se nos había hecho tarde por unos minutos, supongo que no es una buena forma de empezar, nos metieron a la clase EAT que es para avanzados, aunque no tenemos idea de que va.
Toco la puerta del salón y en segundos sale un hombre alto, más alto que yo, lo que me sorprende, sonríe y gira el extraño tornillo que tiene en la cabeza, lo que hace que Ateratzu se le erice la piel por el sonido, lo siento porque su brazo esta junto al mío.
Antes de que podamos hablar, el hombre abre la puerta y nos deja pasar. Nos colocamos a su lado y aprovecho ese tiempo para observar al salón, la mayoría son chicos, adolescentes, paso mi mirada rápidamente por todos los alumnos, hasta que me topo con uno, tal vez la intensidad de su mirada me hizo verlo. Era un chico, delgado y pálido, con el cabello tan negro como el carbón y unas líneas blancas cruzando hasta la mitad. Tenía ojos dorados, que -por alguna razón- no se despegaban de mí.
―Bueno chicos, como decía, tenemos nuevos alumnos, Gerald y Ateratzu Hannelius― Dijo el hombre, haciéndose a un lado, Ateratzu balanceaba su mochila de un lado a otro, posiblemente nervioso ―Estarán en la clase desde ahora, sean amables con ellos por favor. ¿Quieren presentarse?.
Antes de poder hablar Ateratzu soltó la mochila estrepitosamente y me golpeó en la cara haciéndome caer. Enfadado y sin escuchar lo que decía le metí el pie y cayó conmigo.
―Esa es una buena presentación, chicos― Dijo el hombre (¿profesor?). Me puse rojo de vergüenza mientras Ateratzu ladeaba la cabeza de un lado a otro divertido.
―Se pueden sentar a un lado de Kid, hay lugar― Dijo la mujer sentada en el escritorio, la conocía, era una Death Scythe. Ella apuntaba a la dirección de el chico.
Kid. Se llamaba Kid. Y sus ojos seguían cada movimiento que hacía.
Me levanté y ayudé a mi hermano a levantarse para sentarnos a un lado de el chico, que estaba casi en la esquina de la alargada y amplia mesa. Subí los escalones y miré los dos lugares vacíos, para ser sincero, no quería sentarme junto a el chico, el hecho que me seguía con la mirada me daba nervios. Por lo que me quedé ahí, viendo los asientos vacíos. Hasta que Ateratzu se hartó.
―¡Siéntate ya, hombre, que parece que no muerde! ― Me dijo y me empujó. Si no me agarraba de la mesa le hubiera caído encima al chico, pero le alcancé a dar con el hombro. Me acomodé en el lugar y bajé las orejas avergonzado.
―Lo lamento… ― Murmuré. El chico sólo me miró.
Genial, llevo 10 minutos aquí y este chico ya me odia.
Pero después empezó a reír ligeramente.
―No importa ― Me dijo y se volteó a la clase. Cuando mi hermano se sentó lo pellizqué ligeramente, él sólo me sacó la lengua. Y dirigí mi mirada al chico de nuevo, Kid, se llamaba Kid.
Como si sintiera mi mirada volteó y me sonrió para seguir con atento a la clase.
Tal vez el primer día no sería tan malo.
