Nota Umbariel: Esta historia no la escribà yo, esta historia es de Marien,
una amiga con la cual no hablo desde hace un año. Marien, se que visitas
frecuentemente esta página, no es lo mismo desde que te fuiste. Espero que
me perdones por sacar esto a la luz (esta igual a la que mandaste, creo que
deberÃas seguir escribiéndola) , pero es la única forma de llamar tu
atención. ¿Has leÃdo tu mail en los últimos hum... 6 meses? Es realmente
difÃcil comunicarse contigo. Échale un vistazo a la palantir de vez en
cuando.
Saludosss
Umbariel
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Brisa
(un tÃtulo no muy original ; ) no se preocupen puedo cambiarlo)
Era una tarde de estÃo en Los Gamos, el sol estaba alto y brillaba con fuerza, calentando la hierva verde de la colina. No era un calor sofocante, aunque el sol resplandecÃa arriba en un cielo azul sin nubes, soplaba un viento suave, ondulante, que mecÃa, sutil, los arbustos y flores del jardÃn de Casa Brandi. Sin duda era una tarde hermosa, hermosa y aburrida. Brisa, una niña hobbit, pensaba esto mientras trepaba en una silla para poder mejor por la alta ventana de la cocina. Su madre, el ama de llaves de Casa Brandi, estaba ahà cerca, ordenando unos platos y cubiertos en una bandeja. Otra mujer estaba en la habitación, tenia el delantal lleno de harina y usaba un pañuelo blanco en la cabeza, decoraba una enorme tarta de manzana.
- ¡Santo cielo, niña!- dijo Hortensia, la madre de Brisa -baja de ahÃ, ahora mismo, ¿no ves que puedes quebrarte una pierna?
Brisa bajó de un salto al suelo, de mala gana, se deslizó y se sentó en un pequeño banco de madera, en el lado opuesto de la habitación, donde habÃa estado sentada hace un rato. Tomó un libro que estaba en el suelo, lo abrió en la página marcada, y comenzó a leer.
- Cualquiera dirÃa que espera ver algo, allá afuera - dijo Violeta, la cocinera, en voz alta con intención de que la señora Hortensia también escuchara.- ha estado toda la tarde sentada ahÃ, o mirando por la ventana, deberÃa hacer algo más útil, como ayudarnos, por ejemplo.
La niña fingió no haber escuchado el comentario de Violeta. El libro era muy interesante, era un libro de antiguas leyendas, que traÃa, además, bonitos dibujos de valientes guerreros, feroces dragones y hermosos elfos. HabÃa más libros de leyendas en Casa Brandi, pero a Brisa le gustaba mucho este libro en especial, no sólo por su argumento, sino porque habÃa sido traÃdo de "afuera", como los hobbits llaman a todo el territorio exterior a los lÃmites de La Comarca. Se lo habÃa obsequiado el Viejo Rory, el jefe de la familia, el invierno pasado, cuando estuvo enferma, y al Señor se lo habÃa dado un Tuk que viajaba constantemente fuera de La Comarca. Asà dijo el hobbit ese dÃa, sabiendo que esto le darÃa mas importancia al regalo, a los ojos de una niña de trece años con una magnÃfica imaginación. El libro, antes de regalárselo a Brisa, habÃa estado guardado mucho tiempo en la biblioteca de la casa, Rorimac lo obsequió a uno de sus sobrinos, Seredic, pero el joven mostró muy poco interés en él y tiempo después se lo devolvió a su tÃo a cambio de una cajita de hierba para pipa, mejor aprovechada, seguramente. El libro era antiguo y estaba deteriorado, pero a Brisa esto no le importaba. El libro no sólo la habÃa animado los dÃas que no le permitieron salir de la cama, ayudándole a mejorar más rápido, también la habÃa contagiado con una enfermedad más grave: el anhelo y deseos de salir, conocer y ver que hay mas allá de su propio mundo. Pero Brisa ahora no leÃa, ni admiraba los magnÃficos dibujos, ella observaba las pequeñas letras en las raÃdas hojas, amarillas por el paso del tiempo, escuchaba atentamente esperando que Violeta y su madre salieran de la habitación. Rompiendo el silencio dijo:
- Mamá ¿ese es el nuevo juego de cubiertos de plata?
- Si, querida, son estos ¿Porqué lo preguntas?- respondió, mientras sacaba la mermelada de frambuesa.
- Es extraño que lo usen justo hoy, cuando han estado tanto tiempo guardados en el mueble de la despensa ¿Acaso hay invitados al té?
- ¡Invitados al té! Invitados a cenar y tal vez a desayunar, el dÃa de mañana ¡O hasta a almorzar!. Mientras más gente traiga el Viejo Rory a casa, ¡Más trabajo para nosotros, los que le servimos!- Refunfuñó Violeta
- Pero, Violeta, esta es la casa del Señor Rory, no la tuya- dijo Hortensia- Y si al señor se le ocurriera llenar la casa de gente ¡Que asà sea!
Brisa trataba de contener la risa, sabÃa que si mencionaba, por casualidad, los invitados de hoy, Violeta protestarÃa y su madre dirÃa algo por el estilo. Esta tarde el Viejo Rory tendrÃa invitados al té, siguiendo el ejemplo de su padre, Gorbadoc, que nunca tenÃa menos de veinticinco. Naturalmente hoy no habrÃa tantos. La niña insinuaba esto, con la esperanza de que las dos mujeres se apresuraran y fueran a ordenar el comedor, dejando el campo libre, para que ella recibiera la señal, sin que nadie sospechara, como la última vez. Violeta seguÃa hablando:
- Usted no me entiende, no me molesta que el señor de la casa, traiga gente a su propia casa. Pero, dÃgame señora, ¿Cuando nos avisaron que vendrÃan invitados?, ¿Ayer? No, señora. ¿Esta mañana? Tampoco. ¡Nos dijeron sólo hace media hora! ¿Y que habrÃamos hecho, si no si no hubieran llenado la despensa esta tarde?
- ¡Ya es suficiente!- dijo la señora- Únicamente preocúpate de hacer bien tu trabajo ¡Y no se hable más del tema!- Terminó de colocar las galletas en un plato y agregó- Déjame terminar esa tarta a mi y tú saca los pastelillos del horno.
¡Pastelillos!- Gritó Brisa, maravillada con la idea de probar los dulces que hacÃa Violeta. La joven cocinera podrÃa no ser modelo de simpatÃa, pero nadie podÃa negar que cuando se trataba de cocina, Violeta era la mejor de toda la región
- No, no. No son para ti, señorita, - dijo Violeta, adivinando lo que la niña pensaba- son única y exclusivamente para los finos paladares de los invitados de hoy.
- Y tú no estarás entre ellos, te mantendrás tranquila en tu cuarto, ¡Ah! Dejé el vestido verde sobre tu cama, para que te veas linda si llegaran a llamarte, para mostrar alguno de esos dibujos tuyos- dijo su madre acariciando la ensortijada cabeza llena de rizos oscuros de su hija.
Desde que era pequeña Brisa dibujaba realmente bien, y el viejo Rory mostraba sus dibujos a toda la gente que entraba por la puerta principal y se quedaba más de media hora. Todos los hobbits respetables de Los Gamos habÃan visto, por lo menos una vez, los dibujos de la niña. A Hortensia no le agradaba esto, pero como Rorimac apoyaba las actividades artÃsticas de su hija, (y ella no podÃa contrariar su propio señor), dejo de preocuparse de ello, temporalmente. No era común en los más pobres que una joven, y menos una niña, se dedicara tardes enteras al dibujo, o que leyera y supiera de memoria leyendas antiguas, de elfos y hombres, actividades más habituales entre los varones de familias adineradas. TemÃa que su hija adoptara costumbres peculiares, o que con el tiempo se transformara en una joven excéntrica, y peor aún, en una solterona extravagante. Todas estas dudas y preocupaciones eran ocultas a los ojos de su hija, porque la querÃa y sabÃa que no debÃa forzarla a dejar una de las pocas actividades que realizaba con verdadero agrado y que, además, la mantenÃa ocupada la mayor parte del tiempo y asà no cometÃa tantas travesuras.
- Está bien, mamá- dijo Brisa- y asà podré mostrarle, por fin, al Señor el último dibujo que hice, el de la princesa élfica a la luz de la luna.
- No, no querida. Mejor muéstrele el retrato que hizo de mi pequeña Lila, en el que sale con ese vestido rosa y blanco.- dijo Violeta, refiriéndose a su hija, una niña de veras encantadora.
- Si, será mejor que muestres ese, Brisa- dijo Hortensia, seria- ese y los paisajes de Los Gamos, ninguno más esta vez, por favor.
- No, madre- anunció la niña- ya no pinto Los Gamos, no más.
Brisa salió de la cocina y se dirigió, rápida, a su cuarto. Le molestó tremendamente que su madre hablara asÃ, y después de todo, lo que habÃa dicho era cierto, desde hace tiempo que no retrataba ningún paisaje de Los Gamos, ni de ninguna parte de La Comarca, ahora se dedicaba a imaginar otras tierras lejanas y a sus habitantes. TenÃa muchos dibujos hermosos, tupidos bosques, altas montañas, claras lagunas, un barco en medio de la tormenta, una frÃa mañana brumosa de un pueblo olvidado, una noche estrellada en la playa, pero no podÃa mostrárselos a nadie, ninguno. Se lo habÃa prometido a si misma, reconocÃa la mirada de su madre cuando le mostraba los dibujos, o cuando la veÃa pintar, pero también sabÃa que algún dÃa romperÃa la promesa. Suspiró, abrió la puerta redonda, de madera opaca y entró a su alcoba. La habitación estaba oscura y algo húmeda, cerró la puerta. Sus grandes ojos verdes se adecuaron pronto al lugar, era una pieza estrecha escasamente amueblada. Al lado izquierdo, pegado a la pared habÃa un lecho pequeño, al lado derecho, en un rincón, una mesita de madera labrada, algo rústica, con su silla. Al fondo habÃa una ventana redonda cubierta por unas cortinas gruesas. Brisa llegó a la ventana y descorrió la cortina, unos rayos de sol entraron con todo su fulgor, inundando el cuarto la luz tibia de la tarde. La niña abrÃa la ventana cuando un suave viento dulce entró, acariciándole el rostro. Todo afuera, en el jardÃn, era hermoso ante aquel resplandor, mas Brisa estaba sumida en sus pensamientos y aunque toda esta belleza la extasiaba, no veÃa el jardÃn de Casa Brandi, sus ojos apreciaban las tierras de más allá, como si se encontrara en el limite mismo de La Comarca, observaba el lejano horizonte, una delgada lÃnea plateada que atraÃa su mirada como un imán. Todo era bello y desconocido para ella. Dio una mirada atrás, a su cuarto, lo vio oscuro e incompleto, corriente, demasiado trillado y deseó con todas sus fuerzas estar fuera de él. Una corriente la hizo voltear nuevamente, pero el brillo habÃa desaparecido, ahà estaba de nuevo el conocido jardÃn de Casa Brandi, el camino y a lo lejos estaba el Brandivino, la magia habÃa terminado.
- Algún dÃa saldré de estas tierras y esa imagen no se esfumará jamás- dijo mientras cerraba la ventana, aunque no corrió las cortinas.- Y ahora seguiré el plan, como lo acordamos todos.
PD: ♥ Ingórion y Umbariel ♥, esta historia es para ustedes, más tarde sabrán por que ; D
Bessossss
Su amiga 'querida'? Marien
Saludosss
Umbariel
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Brisa
(un tÃtulo no muy original ; ) no se preocupen puedo cambiarlo)
Era una tarde de estÃo en Los Gamos, el sol estaba alto y brillaba con fuerza, calentando la hierva verde de la colina. No era un calor sofocante, aunque el sol resplandecÃa arriba en un cielo azul sin nubes, soplaba un viento suave, ondulante, que mecÃa, sutil, los arbustos y flores del jardÃn de Casa Brandi. Sin duda era una tarde hermosa, hermosa y aburrida. Brisa, una niña hobbit, pensaba esto mientras trepaba en una silla para poder mejor por la alta ventana de la cocina. Su madre, el ama de llaves de Casa Brandi, estaba ahà cerca, ordenando unos platos y cubiertos en una bandeja. Otra mujer estaba en la habitación, tenia el delantal lleno de harina y usaba un pañuelo blanco en la cabeza, decoraba una enorme tarta de manzana.
- ¡Santo cielo, niña!- dijo Hortensia, la madre de Brisa -baja de ahÃ, ahora mismo, ¿no ves que puedes quebrarte una pierna?
Brisa bajó de un salto al suelo, de mala gana, se deslizó y se sentó en un pequeño banco de madera, en el lado opuesto de la habitación, donde habÃa estado sentada hace un rato. Tomó un libro que estaba en el suelo, lo abrió en la página marcada, y comenzó a leer.
- Cualquiera dirÃa que espera ver algo, allá afuera - dijo Violeta, la cocinera, en voz alta con intención de que la señora Hortensia también escuchara.- ha estado toda la tarde sentada ahÃ, o mirando por la ventana, deberÃa hacer algo más útil, como ayudarnos, por ejemplo.
La niña fingió no haber escuchado el comentario de Violeta. El libro era muy interesante, era un libro de antiguas leyendas, que traÃa, además, bonitos dibujos de valientes guerreros, feroces dragones y hermosos elfos. HabÃa más libros de leyendas en Casa Brandi, pero a Brisa le gustaba mucho este libro en especial, no sólo por su argumento, sino porque habÃa sido traÃdo de "afuera", como los hobbits llaman a todo el territorio exterior a los lÃmites de La Comarca. Se lo habÃa obsequiado el Viejo Rory, el jefe de la familia, el invierno pasado, cuando estuvo enferma, y al Señor se lo habÃa dado un Tuk que viajaba constantemente fuera de La Comarca. Asà dijo el hobbit ese dÃa, sabiendo que esto le darÃa mas importancia al regalo, a los ojos de una niña de trece años con una magnÃfica imaginación. El libro, antes de regalárselo a Brisa, habÃa estado guardado mucho tiempo en la biblioteca de la casa, Rorimac lo obsequió a uno de sus sobrinos, Seredic, pero el joven mostró muy poco interés en él y tiempo después se lo devolvió a su tÃo a cambio de una cajita de hierba para pipa, mejor aprovechada, seguramente. El libro era antiguo y estaba deteriorado, pero a Brisa esto no le importaba. El libro no sólo la habÃa animado los dÃas que no le permitieron salir de la cama, ayudándole a mejorar más rápido, también la habÃa contagiado con una enfermedad más grave: el anhelo y deseos de salir, conocer y ver que hay mas allá de su propio mundo. Pero Brisa ahora no leÃa, ni admiraba los magnÃficos dibujos, ella observaba las pequeñas letras en las raÃdas hojas, amarillas por el paso del tiempo, escuchaba atentamente esperando que Violeta y su madre salieran de la habitación. Rompiendo el silencio dijo:
- Mamá ¿ese es el nuevo juego de cubiertos de plata?
- Si, querida, son estos ¿Porqué lo preguntas?- respondió, mientras sacaba la mermelada de frambuesa.
- Es extraño que lo usen justo hoy, cuando han estado tanto tiempo guardados en el mueble de la despensa ¿Acaso hay invitados al té?
- ¡Invitados al té! Invitados a cenar y tal vez a desayunar, el dÃa de mañana ¡O hasta a almorzar!. Mientras más gente traiga el Viejo Rory a casa, ¡Más trabajo para nosotros, los que le servimos!- Refunfuñó Violeta
- Pero, Violeta, esta es la casa del Señor Rory, no la tuya- dijo Hortensia- Y si al señor se le ocurriera llenar la casa de gente ¡Que asà sea!
Brisa trataba de contener la risa, sabÃa que si mencionaba, por casualidad, los invitados de hoy, Violeta protestarÃa y su madre dirÃa algo por el estilo. Esta tarde el Viejo Rory tendrÃa invitados al té, siguiendo el ejemplo de su padre, Gorbadoc, que nunca tenÃa menos de veinticinco. Naturalmente hoy no habrÃa tantos. La niña insinuaba esto, con la esperanza de que las dos mujeres se apresuraran y fueran a ordenar el comedor, dejando el campo libre, para que ella recibiera la señal, sin que nadie sospechara, como la última vez. Violeta seguÃa hablando:
- Usted no me entiende, no me molesta que el señor de la casa, traiga gente a su propia casa. Pero, dÃgame señora, ¿Cuando nos avisaron que vendrÃan invitados?, ¿Ayer? No, señora. ¿Esta mañana? Tampoco. ¡Nos dijeron sólo hace media hora! ¿Y que habrÃamos hecho, si no si no hubieran llenado la despensa esta tarde?
- ¡Ya es suficiente!- dijo la señora- Únicamente preocúpate de hacer bien tu trabajo ¡Y no se hable más del tema!- Terminó de colocar las galletas en un plato y agregó- Déjame terminar esa tarta a mi y tú saca los pastelillos del horno.
¡Pastelillos!- Gritó Brisa, maravillada con la idea de probar los dulces que hacÃa Violeta. La joven cocinera podrÃa no ser modelo de simpatÃa, pero nadie podÃa negar que cuando se trataba de cocina, Violeta era la mejor de toda la región
- No, no. No son para ti, señorita, - dijo Violeta, adivinando lo que la niña pensaba- son única y exclusivamente para los finos paladares de los invitados de hoy.
- Y tú no estarás entre ellos, te mantendrás tranquila en tu cuarto, ¡Ah! Dejé el vestido verde sobre tu cama, para que te veas linda si llegaran a llamarte, para mostrar alguno de esos dibujos tuyos- dijo su madre acariciando la ensortijada cabeza llena de rizos oscuros de su hija.
Desde que era pequeña Brisa dibujaba realmente bien, y el viejo Rory mostraba sus dibujos a toda la gente que entraba por la puerta principal y se quedaba más de media hora. Todos los hobbits respetables de Los Gamos habÃan visto, por lo menos una vez, los dibujos de la niña. A Hortensia no le agradaba esto, pero como Rorimac apoyaba las actividades artÃsticas de su hija, (y ella no podÃa contrariar su propio señor), dejo de preocuparse de ello, temporalmente. No era común en los más pobres que una joven, y menos una niña, se dedicara tardes enteras al dibujo, o que leyera y supiera de memoria leyendas antiguas, de elfos y hombres, actividades más habituales entre los varones de familias adineradas. TemÃa que su hija adoptara costumbres peculiares, o que con el tiempo se transformara en una joven excéntrica, y peor aún, en una solterona extravagante. Todas estas dudas y preocupaciones eran ocultas a los ojos de su hija, porque la querÃa y sabÃa que no debÃa forzarla a dejar una de las pocas actividades que realizaba con verdadero agrado y que, además, la mantenÃa ocupada la mayor parte del tiempo y asà no cometÃa tantas travesuras.
- Está bien, mamá- dijo Brisa- y asà podré mostrarle, por fin, al Señor el último dibujo que hice, el de la princesa élfica a la luz de la luna.
- No, no querida. Mejor muéstrele el retrato que hizo de mi pequeña Lila, en el que sale con ese vestido rosa y blanco.- dijo Violeta, refiriéndose a su hija, una niña de veras encantadora.
- Si, será mejor que muestres ese, Brisa- dijo Hortensia, seria- ese y los paisajes de Los Gamos, ninguno más esta vez, por favor.
- No, madre- anunció la niña- ya no pinto Los Gamos, no más.
Brisa salió de la cocina y se dirigió, rápida, a su cuarto. Le molestó tremendamente que su madre hablara asÃ, y después de todo, lo que habÃa dicho era cierto, desde hace tiempo que no retrataba ningún paisaje de Los Gamos, ni de ninguna parte de La Comarca, ahora se dedicaba a imaginar otras tierras lejanas y a sus habitantes. TenÃa muchos dibujos hermosos, tupidos bosques, altas montañas, claras lagunas, un barco en medio de la tormenta, una frÃa mañana brumosa de un pueblo olvidado, una noche estrellada en la playa, pero no podÃa mostrárselos a nadie, ninguno. Se lo habÃa prometido a si misma, reconocÃa la mirada de su madre cuando le mostraba los dibujos, o cuando la veÃa pintar, pero también sabÃa que algún dÃa romperÃa la promesa. Suspiró, abrió la puerta redonda, de madera opaca y entró a su alcoba. La habitación estaba oscura y algo húmeda, cerró la puerta. Sus grandes ojos verdes se adecuaron pronto al lugar, era una pieza estrecha escasamente amueblada. Al lado izquierdo, pegado a la pared habÃa un lecho pequeño, al lado derecho, en un rincón, una mesita de madera labrada, algo rústica, con su silla. Al fondo habÃa una ventana redonda cubierta por unas cortinas gruesas. Brisa llegó a la ventana y descorrió la cortina, unos rayos de sol entraron con todo su fulgor, inundando el cuarto la luz tibia de la tarde. La niña abrÃa la ventana cuando un suave viento dulce entró, acariciándole el rostro. Todo afuera, en el jardÃn, era hermoso ante aquel resplandor, mas Brisa estaba sumida en sus pensamientos y aunque toda esta belleza la extasiaba, no veÃa el jardÃn de Casa Brandi, sus ojos apreciaban las tierras de más allá, como si se encontrara en el limite mismo de La Comarca, observaba el lejano horizonte, una delgada lÃnea plateada que atraÃa su mirada como un imán. Todo era bello y desconocido para ella. Dio una mirada atrás, a su cuarto, lo vio oscuro e incompleto, corriente, demasiado trillado y deseó con todas sus fuerzas estar fuera de él. Una corriente la hizo voltear nuevamente, pero el brillo habÃa desaparecido, ahà estaba de nuevo el conocido jardÃn de Casa Brandi, el camino y a lo lejos estaba el Brandivino, la magia habÃa terminado.
- Algún dÃa saldré de estas tierras y esa imagen no se esfumará jamás- dijo mientras cerraba la ventana, aunque no corrió las cortinas.- Y ahora seguiré el plan, como lo acordamos todos.
PD: ♥ Ingórion y Umbariel ♥, esta historia es para ustedes, más tarde sabrán por que ; D
Bessossss
Su amiga 'querida'? Marien
