Descargo de responsabilidad: Todo el universo de Shingeki no Kojin es propiedad de Hajime Isayama.
Los eternos rivales
Le cayó mal desde el principio. Y razón tenía, después de todo, se suponía que fueran "los eternos rivales". El jugador estrella de su equipo y la hija del entrenador del equipo contrario no estaban destinados a llevarse bien.
Y allí estaba ella, en el Estadio Universitario, vistiendo unos shorts y zapatillas blancas, y usando la camiseta oficial del equipo que entrenaba su padre, con su nombre xerografiado en la espalda. Qué arrogante. En primer lugar no debería tener una camiseta con su nombre como si fuera parte del equipo oficial. Seguramente solo alardeaba y en realidad no sabía nada de beisbol. Carajita del…
—Levi, ve calentando, ya te va a tocar a ti.
Ese era Erwin, el entrenador. Un descendiente de alemanes que lo único que hacía era darle órdenes y amonestarlo por ser tan antipático con los fans y la prensa.
"Levi, tienes que ser más amable. Hay niños que te admiran y si actúas así terminarán decepcionándose".
Eso último le molestaba especialmente, pero no podía corregirse. Evitaba especialmente ser antipático con los niños, pero su vocabulario y actitud se habían arraigado a él por años y no podía cambiar así de la noche a la mañana.
—Eso ya lo sé, no tienes que andar recordándomelo —replicó él, y se puso de pie para hacer los estiramientos necesarios. Los iban apaleando —3 a 10 carreras—, y el equipo tenía la esperanza que él equilibrara la balanza.
Llegó el momento de lucirse, y tomando su bate, se dispuso a ganar.
Perdieron.
8 a 10 carreras. El equipo contrario gritó victorioso, mientras los fans se volvían locos en las gradas lanzando gritos y arrojándose cervezaunos a otros. Se alejó de la cancha, llevando el bate en la espalda, viendo como el enemigo coreaba de alegría y se abrazaban entre sí a pesar del sudor. Qué asco.
Y allí, de nuevo, estaba ella. Abrazando con efusividad a su padre, quien plantó un beso en su cabeza y luego la soltó para estrechar las manos de sus jugadores. Ella siguió allí, sonriendo, chocando las manos con los chicos cuando uno de ellos —rubio y alto— la alzó en vilo y todos se le unieron enfilando a la salida como si hubiera sido ella la que les dio la victoria.
Carajita del pepino.
—Anda Levi, quita esa cara de amargado —dijo una voz que conocía muy bien. Le encantaba molestarlo, sobre todo poniéndole apodos y ocultando su bate en los estantes más altos.
—Cierra la boca cuatro ojos.
—Si sigues así no conseguirás novia —coreó, alargando la última sílaba—. No querrás quedarte solo, ¿verdad? —Levi apretó con fuerza su cerveza. Quería matarla.
—Ya, ya, no lo molestes, mi hermano no tiene novia porque no quiere.
Quien intervino fue Isabel, su hermana menor. Tenía dieciséis años y aun estudiaba el bachillerato, pero como era la hermana de Levi Ackerman, el jugador estrella de los Leones, la dejaron entrar al bar como si nada.
—Isabel —advirtió él, antes de que continuara.
—Pero si quisiera podría tener a la chica que quisiera porque todos lo aman pero no tiene porque todas sólo lo buscan porque tiene mucho dinero y—
—Isabel.
—Está bien, ya, sólo te estoy defendiendo.
Hange rió, divertida por la situación. Le revolvió el pelo a la adolescente y tomó de nuevo su bebida.
—Vamos, Levi, deja que hable. O mejor, dale una cerveza.
Fingió que iba a darle una bebida a la joven, pero solo era por seguir molestando al beisbolista.
—Hange.
—Ya, ya, calma pueblo —no dejó de sonreír, de esa forma tan desenfadada que tenía—. Pero tienes que mentalizarte que un día tendrá edad suficiente para beber, y que tendrá un novio, y que—
—Hange, no molestes a nuestro amigo.
Quien intervino esta vez fue Erwin, el entrenador. Puso una mano encima del hombro de Hange, y le arrebató la bebida de la mano.
—Ustedes los hombres sí que son aburridos —se quejó, cruzándose de brazos—. Vámonos Isa, busquemos un lugar más divertido.
Levi quiso protestar, pero Erwin lo tranquilizó con señas. Hange se llevó a Isabel, casi a rastras, mientras la más joven se excusaba con su hermano hasta que se alejó demasiado y no lo vio más.
En su lugar, Levi se quedó observando la botella vacía. Nunca bebía, y las pocas veces que lo hacía no bebía más de tres botellas. Como deportista debía cuidar su salud, por lo que la bebida era una de las pocas cosas que se había salvado de ser baneadas por completo de su vida. Había sido una noche larga, y de cierta forma, triste. Habían perdido el partido, y aunque aún les quedaban más juegos para recuperarse y ganar, se sentía algo decaído.
—No te desanimes —le dijo Erwin—. Todavía nos queda el partido con las Águilas y los Tiburones. Si ganamos aunque sea uno, aún tenemos oportunidad de clasificar. Ve a descansar, nos vemos el lunes en el estadio.
Erwin se retiró, buscando a los demás jugadores. Estaban en una mesa, en la sección VIP, bebiendo y riendo. Le hicieron señas para unirse, pero permaneció solitario, en la barra con su bebida vacía.
No entendía por qué se sentía así, decaído. ¿Era porque había perdido? Era un adulto, ya no era el niño de siete años que llegaba llorando a casa cuando su equipo perdía en las caimaneras. Como todo jugador, sabía ganar y también perder, por lo que la derrota de esa noche no debía ser motivo para actuar de esa forma tan patética.
Observó a su equipo, sentados en semicírculo frente a una mesa llena de bebidas, charlando y riendo. Hange hablaba animadamente con Isabel, probablemente sobre física aplicada y como sus locos cálculos podrían ayudar al equipo a mejorar. Mike escuchaba en silencio a Moblit, mientras Nanaba se les unía con unos tragos. El resto del equipo era pura risitas, llenando el lugar de un ambiente cálido y alegre. Incluso Erwin, recién llegado al grupo, parecía disfrutar la escena.
Sin embargo Levi, por algún motivo, no era capaz de contagiarse de esa alegría. Tomando un último sorbo de su botella, se bajó del taburete y enfiló a la salida. Isabel, todavía soportando la perorata de Hange sobre física y bateos, se puso de pie y le siguió. Notó que algo no estaba bien, pero no dijo nada. En su lugar, lo siguió en silencio, deseando que su presencia al menos le sirviera de compañía a su hermano mayor.
El lunes llegó, temprano como siempre. Su equipo tendría práctica por la mañana, y descansaría toda la tarde antes del partido de la noche. Los empleados de servicio ya se hallaban limpiando las gradas, deshaciéndose de la basura dejada por los fanáticos la noche anterior. Era una cosa que le desagradaba a Levi, aunque no lo admitiera en voz alta. ¿Por qué la gente tenía que ser tan… inconsciente y dejar tirado todo los desperdicios en las gradas? Era sumamente irritante.
Aún era temprano, por lo que el resto de los jugadores no había llegado. Levi aprovechó los momentos a solas para ir calentando, dándole un par de vueltas al estadio antes de comenzar los estiramientos de brazos. Cinco vueltas después, se dispuso a regresar a donde había dejado sus cosas, cuando se encontró con una persona inesperada.
Era más bajita de lo que parecía a lo lejos. Llevaba pantalones de vestir, zapatos de tacón bajo, y una camisa blanca con manga hasta los codos. Un atuendo curioso para ir a un estadio... Tenía el cabello suelto, y una identificación colgaba de su cuello.
—Buenos días —saludó con una sonrisa al verlo llegar—. Mi nombre es Petra Ral, y soy estudiante de periodismo en la UCV.
Levi dejó de hurgar en su mochila, y se enderezó para encararla. Efectivamente, la identificación que colgaba de su cuello tenía el logotipo de la universidad, su foto y nombre, y el nombre de la facultad a la que pertenecía.
—¿Qué es lo que quieres y cómo entraste aquí? —demandó, neutro, por enésima vez olvidando los consejos de Erwin sobre portarse bien con la prensa.
La chica no se amilanó por ello, sino que se explicó con toda calma.
—Bueno, me dieron permiso de entrar aquí —a Levi no le hizo falta adivinar quién le consiguió el permiso—. Eh, sé que debe estar algo ocupado, pero me preguntaba si podría concederme una entrevista…
—¿Una entrevista? —repitió, sin variar el tono neutral de su voz. ¿Por qué querría ella una entrevista?
—Sí, verá, como le dije, soy estudiante de periodismo, estoy haciendo mi tesis y estoy entrevistando a varios jugadores importantes de esta temporada.
Qué tesis ni qué comino, fue lo que pensó Levi. ¿Acaso creía que era tonto? Ah, claro, estaban en plena temporada para decidir quién iría a la Serie del Caribe, y justamente llegaba esa mocosa —y no una mocosa cualquiera, la hija del entrenador del equipo rival— a hacerle una entrevista. Era fácil de predecir, pensaba él. El enemigo buscaba conocer sus estrategias y puntos débiles para usarlos en su contra en el campo de juego, y para lograrlo enviaban a esa niñita con carita de "yo no fui" a interrogarlo. ¡Qué tramposos!
Le dio una mirada fría, antes de darse la media vuelta.
—No tengo tiempo para entrevistas —declaró, y siguió corriendo ignorando a la muchacha.
Ella no quería pensar mal de él, en serio que no quería. Ya por experiencia sabía que juzgar a las personas de inmediato nunca arrojaba los resultados verdaderos, pero esta persona parecía el ser más antipático del mundo. De verdad, ella quería darle el beneficio de la duda, no lo conocía para nada, pero su actitud esa mañana sólo le hizo pensar que la prensa nacional tenía razón.
Levi Ackerman era la persona más grosera, descortés y antipática de todo el país.
—¿Puedo ayudarla, señorita?
Erwin acababa de llegar, por lo que no vio la escena. El resto del equipo venía detrás de él, charlando animadamente entre sí. La jovencita negó con la cabeza, terminando de recoger sus cosas de la banca.
—No, gracias —respondió, sin dejar que el mal momento que acababa de pasar empañara su voz—. Ya hice lo que tenía que hacer.
Sonrió, enfilando a la salida, pero Erwin no se perdió de la poca sinceridad del gesto.
Levi, ¿qué hiciste ahora? Se preguntó, viendo a la muchacha marcharse.
—¿Quién era la muchacha bonita de esta mañana?
Por un segundo no supo a qué se refería. Levantó una ceja, exigiendo una explicación.
—La pelirroja, enano.
—No era nadie.
Hange le dirigió un gesto de "sí, como no", pero era más un gesto de provocación que uno que ponía en duda su respuesta. Aún era pronto para saltar a conclusiones precipitadas, pero ya Hange moría por poner a prueba sus teorías.
¿Una fanática pidiendo un autógrafo?
No.
¿Una periodista pidiendo una entrevista?
No. No se permitía la entrada de la presan en las horas de entrenamiento.
¿Una novia secreta?
¡Bingo!
Hange no veía otra lógica. Tenía que ser eso, el enano tenía una novia de la que no había dicho nada. Sí, eso tenía que ser. Después de todo, no todo el mundo tiene acceso al estadio a esas horas de la mañana, y si alguien que no forma parte del equipo está allí, es porque consiguió un permiso especial.
Un permiso especial que sólo se le concedía a cierto tipo de personas. Como las esposas de los jugadores, por ejemplo…
Hange coreó y celebró mentalmente, olvidándose por un momento que Levi seguía a su lado.
¿Y ahora qué planeará esta loca? Se preguntó Levi, con un ligero escalofrío, notando las muecas raras y ligeras sacudidas que tenía Hange.
Los vestidores estaban vacíos, o eso era lo que él creía. Salió de la ducha, con una toalla amarrada a la cintura, en busca de su ropa. Se vestiría y luego iría a llevar a su hermana a almorzar, antes de tomar una siesta para reponer fuerzas.
Estaba a punto de quitarse la toalla para comenzar a vestirse, cuando una voz, cantarina, desafinada, y sobre todo, que no debería estar allí, lo interrumpió.
Magallanes será campeón, porque sabe jugar beisbol. Con la melena de los leones y un buen sancocho de tiburones…
Casi se le cae la toalla de la sorpresa, pero se recompuso de inmediato. Se sujetó la toalla, al mismo tiempo que preguntó:
—¿Qué demonios haces aquí Hange? —la irritación era evidente en su voz.
—Oh, no sabía que estabas aquí —declaró con inocencia.
Levi frunció el ceño.
—Este es el vestidor de hombres —señaló hacia la entrada—. No deberías estar aquí.
—Ya, ya —Hange llevó las palmas al frente en son de paz—, sólo venía a ver como estabas.
A Levi no le convenció la excusa, pero no dijo nada al respecto.
—Bien, ya viste como estoy. Ahora lárgate.
Hange sólo sonrió, de esa forma que solo anunciaba problemas; y llevando sus manos a la espalda, salió del vestidor continuando la cancioncilla.
Magallanes será campeón, Magallanes será campeón ¡Comemos tigres! ¡Comemos leones!¡Y hacemos sopa de tiburones!
Levi sólo atinó a chasquear la lengua, irritado por la molesta cancioncita, pues si hacía algún reclamo en voz alta, Hange no lo dejaría en paz.
—Loca —murmuró, buscando sus pantalones.
—¡Hange! —saludó Isabel, con auténtico entusiasmo.
—¡Hey, Isa! —respondió ella, devolviendo el saludo.
Levi maldijo en su interior. ¿Qué hacía ella allí? ¿Acaso era Droppy? ¡Literalmente esa mujer estaba en todos lados!
—¿Por qué no vienes a comer con nosotros? —invitó Isabel, sonriente.
—¡Me encantaría!
Se sentaron a la mesa, e inmediatamente un mesero llegó a darles la bienvenida y dejarles los menús.
Leví pidió la especialidad de la casa, Isabel pidió su platillo favorito, pero Hange parecía no decidirse.
—Y la dama ¿qué va a pedir? —preguntó el camarero, listo para tomar nota.
—Me preguntaba si… —miró directamente a Levi, quien estaba distraído observando el menú de postres. Sonrió maliciosamente— tiene algún platillo de mar.
Levi ni se inmutó, todavía sin poder decidirse entre el pie de limón y el struddel de manzana.
—Ya sabe, algo así como un cóctel de camarones, o una sopa de pescado.
El camarero lució un poco desconcertado, pero se recompuso rápidamente.
—Preguntaré en la cocina —dijo, tomando las cartas—. Volveré en un momento, mientras tanto disfruten de nuestros abrebocas.
Acto seguido, se retiró, dándole paso a otro camarero que traía los aperitivos.
—¿Y qué hacías por aquí, Hange? —preguntó Isabel, tomando un pan de la mesa.
—Ah, sólo estaba dando un paseo —respondió con inocencia fingida, logrando engañar a la muchacha.
—Pensé que estabas trabajando en tu tesis de postgrado.
Hange llevaba semanas trabajando en su tesis, la cual consistía en aplicar la física en el campo deportivo. Cuando no estaba estudiando a los jugadores estaba en su casa enterrada hasta el techo de papeles, por lo que era raro verla por allí cuando el equipo estaba fuera del estadio.
—Ah sí, pero quise tomarme un descanso, ya sabes, respirar aire fresco y todo eso.
Levi la miró con desconfianza. ¿Hange tomándose un descanso? ¡Sí, claro! Cuando de trabajo se trataba, Hange no paraba. Si cuando estaba haciendo la tesis para graduarse de la universidad estuvo cerca de tres días trabajando sin parar, tomando bebidas energéticas y unas pastillas cuya legalidad parecía dudosa. Levi se vio obligado a ponerle somníferos en la comida para que durmiera antes de que colapsara. En definitiva, si Hange estaba ahí, no era para descansar.
—¿Qué es lo que realmente estás haciendo aquí, cuatro ojos?
Isabel giró hacia su hermano, tomada por sorpresa. La aludida por su parte, extendió una sonrisa maliciosa ante la perspicacia de su amigo.
—Ya que preguntas… —sonrisa espeluznante de nuevo— vine para que me cuentes sobre la linda pelirroja del estadio. Vas por las grandes ligas, ¿eh? ¡Quiero saber todos los detalles!
Levi casi rodó los ojos, e Isabel por poco saltó de su silla.
—¿¡Qué!? —miró a Levi en busca de respuestas— ¿eso es verdad? ¿Quién es? ¿La conozco? —Levi se llevó la mano al rostro. Esto se estaba poniendo peor— ¿De dónde es? ¿Vive aquí en Caracas? ¿Cuántos años tiene? ¿Cuándo me la vas a presentar?
—Isabel —interrumpió antes de que la muchacha llegara al punto donde le preguntara cuántos hijos iban a tener y cómo iba a llamarlos—, no existe tal persona. Tú —señaló a Hange—, no inventes cosas y vete a hacer tu trabajo.
Isabel estuvo a punto de protestar, pero vio que su hermano iba en serio.
—Sólo lo dice porque no quiere que la prensa se entere —le susurró al oído a la muchacha—. Verás, es que es del ma-ga-lla-nes.
Isabel se llevó la mano a la boca en gesto de sorpresa. Levi suspiró imperceptiblemente. Iba a ser un largo, largo día.
Lejos de ser una comida tranquila con su hermana como hubiera deseado, el almuerzo de Levi estuvo repleto de sonrisitas burlonas y comentarios de doble sentido de parte de Hange. Isabel, por fortuna, no entendía del todo qué sucedía, pero estaba muy emocionada con la idea de que su hermano por fin tuviera un interés amoroso. Aunque Levi había negado vehementemente que existiera tal persona, Isabel era una romántica incorregible que no podía dejar de ilusionarse con la idea de que su hermano tuviese una novia.
Al final de la tarde, los planes del jugador se vieron arruinados, no pudo descansar antes del juego como quería, ni tampoco disfrutar de un almuerzo tranquilo. Por algún motivo no pudo conciliar el sueño esa tarde, solo podía pensar en las palabras de Hange y sus bromas sin fin. Y aquello le disgustaba, sobre todo porque si era sincero consigo mismo, tenía que admitir que Hange tenía razón en al menos una cosa: la muchacha del estadio era bonita.
Le costó un montón concentrarse en el juego de esa noche. Falló dos veces al batear, y cuando ya solo le quedaba una oportunidad antes de perder el turno, logró batear y mandar lejos la pelota, pero su mente distraída le hizo fallar de nuevo y ser eliminado antes de llegar a segunda base. Al resto de jugadores no les estaba yendo mejor, el otro equipo los estaba apaleando.
—¿Sucede algo, Levi? —le preguntó el entrenador cuando regresó a la banca.
Chasqueó la lengua disgustado, puesto que había sido descubierto.
—No pasa nada Erwin —replicó.
—Entonces demuéstralo.
Tras decir aquello se alejó, para seguir viendo el partido. Levi meditó un momento en sus palabras, y se decidió a hacer exactamente eso. Cuando su turno llegara de nuevo, iba a hacer su mejor jonrón y anotaría una carrera más para su equipo. No más distracciones, demostraría de una vez por todas por qué era llamado el mejor beisbolista del momento.
Al otro lado de la cancha, divisó al equipo contrario. Su entrenador observaba atentamente el partido, y a su lado, la joven que había conocido esa mañana tomando fotos con una cámara profesional. Se sintió disgustado consigo mismo al permitir que las locuras de su amiga le distrajeran recordando a una muchacha desconocida.
Sin más distracciones, se dijo, y devolviendo la vista a los jugadores en la cancha, se propuso a observar el partido.
El turno de jugar llegó poco después, con la inversión de roles. Ahora le tocaba al otro equipo batear. Levi tomó su posición como pitcher, y con su mente ya más clara, dio comienzo al siguiente inning. Sus lanzamientos fueron rápidos, precisos, apenas se podía ver la pelota. El equipo contrario no fue capaz de hacer una sola anotación durante el periodo, y cuando el inning terminó y llegó el momento de descansar, los demás jugadores le felicitaron por su excelente jugada.
Sin más distracciones.
Esa noche, su equipo obtuvo la victoria. Las cámaras lo rodearon, y los periodistas no tardaron en hacer sus preguntas. Respondió brevemente, sin entrar en mayores detalles, tal como siempre hacía. Incluso esta vez fue menos descortés con la prensa, y atendió a todos los periodistas que estaban allí. Se sentía orgulloso de sí mismo, de su equipo, en fin, se sentía bien, incluso feliz. Habían obtenido una victoria importante, y si seguían con esa buena racha, tal vez finalmente podrían llegar a la Serie del Caribe tras varios años perdiendo contra el Magallanes.
Sin embargo, esa alegría se vio eclipsada cuando vio a los jugadores del equipo perdedor alejarse de la cancha en compañía de sus novias, esposas y familias. Incluso Erwin, despidiéndose de la prensa, tenía a Hange a su lado. Eld tenía a su prometida, Mike a Nanaba, y el resto de sus compañeros siempre iban acompañados de alguien. Él solo tenía a Isabel, y aunque la amaba y ella siempre le acompañaba, esa noche por primera vez sintió que le faltaba algo. Se sintió incompleto, como si toda esa fama y el dinero que tenía, incluso la presencia de Isabel en su vida fueran insuficientes. Empezó a darse cuenta que faltaba una pieza en su vida, y lo supo con mayor fuerza al ver que cada uno de sus compañeros tenía una mujer a su lado. Recordó las palabras de Hange, y esta vez cobraron un significado nuevo.
«No querrás quedarte solo ¿verdad?»
Solo.
La comprensión resultó abrumadora.
Solo, así era como se sentía en ese justo momento.
Había escuchado un millar de veces que el dinero no compra la felicidad. Se había burlado de ese pensamiento, porque tenía mucho dinero y hasta el momento se sentía satisfecho con su vida. Su rostro no lo demostraba, pero se sentía bien con lo que tenía, le había comprado una casa a su madre, corría con todos los gastos de Isabel, y vivía en un bonito departamento en un lugar tranquilo de la ciudad. Todo marchaba bien, hasta ahora. Por primera vez se sintió auténticamente solo y comprendió que aquella frase era verdad.
Con su dinero había comprado propiedades y consentía a su madre y hermana en todo. Había comprado un buen auto y un lugar para vivir, pero su riqueza y fama no podían darle lo que veía que otros sí tenían. El dinero no podía comprarle un abrazo, un te quiero, ni la compañía de alguien.
Por primera vez se sintió vacío.
Por primera vez, Levi deseó tener a alguien a su lado.
Dejando la cancha atrás, enfiló a la salida, intentando ignorar la arrolladora sensación. Pero esta ya se había instalado en su mente, y no podría sacarla de su cabeza fácilmente.
¡Buenas!
Este es un proyecto que tengo planeado desde hace unos meses, pero que no había visto luz hasta el momento. Inicialmente quería publicarlo como un oneshot, pero a medida que iba avanzando en la escritura me di cuenta de que la historia requiere un desarrollo mayor del que se puede dar en un capítulo único. Eso no quiere decir que la historia será laaarga, en realidad será bastante corta, unos tres o cinco capítulos como mucho.
Los equipos mencionados, e incluso la cancioncita de Hange son reales. Sí, ¡son reales! Es que la idea me asaltó y no lo pude evitar. El título también proviene de la vida real, y es usado para designar a los dos mayores rivales del beisbol venezolano: Los Leones del Caracas y Los Navegantes del Magallanes. Es en serio, la rivalidad entre estos dos equipos y sus respectivas fanaticadas es intensa...
Me despido por ahora, sin tener idea de cuando podré actualizar esta historia. *huye*
—Fanfiction, 09 de marzo de 2016.
